Cada mañana iba, antes del amanecer, en su vieja y chirriante bicicleta, hacia el centro de la ciudad, a un gran edificio. Allí esperaba, con sus compañeros, en un patio, hasta que le daban una escoba y le señalaban una calle que tenía que barrer.
A Beppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario.
Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso-inspiración-barrida. Paso – inspiración - barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después proseguía paso – inspiración – barrida.
Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí y limpia detrás, se le ocurrían pensamientos. Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tan difíciles de comunicar como un olor del que uno a duras penas se acuerda, o como un color que se ha soñado. Después del trabajo, cuando se sentaba con Momo, le explicaba sus pensamientos. Y como le escuchaba a su modo, tan peculiar, su lengua se soltaba y hallaba las palabras adecuadas.
-Ves, Momo –le decía, por ejemplo-, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.
Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:
-Y entonces te empiezas a dar prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
-Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que el siguiente.
Volvió a callar y a reflexionar, antes de añadir:
-Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser. Después de una nueva y larga interrupción, siguió:
-De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento.
Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:
-Eso es importante.
Escrito por WAL57 a las 8 de Marzo 2004 a las 06:13 PMEfectivamente Beppo tiene razón. En una tarea ha realizar, sea cual sea, lo peligroso es lo que yo llamo el "vértigo" que mas o menos viene a ser lo mismo que no ver nunca el final de la calle. Es querer hacerlo todo cuanto antes, y siempre suele ocurrir cuando se atrasan las cosas y mas prisa tienes.
Felicidades por tu blog y por recordarme ese bello libro que leí hace ya algunos años.
Escrito por future a las 10 de Marzo 2004 a las 01:18 AM