Redondos y apetecibles como perfectas montañas
que emanan la miel de los deseos y la vida
tersos, firmes, tentadores y mullidos cúmulos de ardientes besos
rimeros de sedientas y apasionadas mordidas de amor.
Oh, templos adornados de hermosas cúpulas rosadas
que se erigen en mis labios y se exaltan al contacto húmedo de mi lengua
lúbrico afán varonil que nos rastrea el deso de permanecer adheridos
a sus formas desnudas y subterráneas aguas, desde el día en que nacimos.
Les escribo, con las mismas manos con que acaricio sus formas perfectas
para saciar el apetito lívido de los voluptuosos prosaísmos de mis letras
claustro materno, pechos, tetas, proporcionen consuelo y refugio
a este paria de los sentimientos, a este rapsoda de su sapidez.