NADA QUEDABA DE AQUEL MADRID DE SECRETOS PASADIZOS ENTRE SINAGOGAS Y MORERÍAS CLANDESTINAS. NI UN ÁPICE SE PODÍA RESCATAR DEL MADRID PERFILADO EN CHAPITELES DE PIZARRA, DE REYES PASMADOS, GOLILLAS Y ANCHOS SOMBREROS. TAMPOCO HABÍA YA NADA DEL MADRID NEOCLÁSICO, PERDIDO EN LA ILUSTRACIÓN, UNA VEZ DESPIOJADAS LAS PELUCAS. Y ERA MERO RECUERDO AQUEL OTRO MADRID, EL MADRID ROMÁNTICO, EL DE POETASTROS POBRES Y SUICIDAS ALTERNANDO CON JUERGUISTAS, DILETANTES DE ABSENTA, MENDIGOS, TOREROS, CONTRABANDISTAS.
UNA ÍNFIMA VENTANA DE ENTRE MILES, UNA DEL PRESENTE, TESTIMONIABA OTRO MADRID, Y ÉSTE, HABIENDO TAMBIÉN QUERIDO SER PRECIOSO, SE VOLVÍA A QUEDAR EN LO PROVINCIANO. PECULIARIDADES NO LE FALTABAN, SIN EMBARGO, A SU ENTORNO, VIÉNDOSE, COMO SE VEÍA, RODEADO POR EL TRÁNSITO CASI CÓSMICO DE LA AUTOPISTA; POR LA MEZQUITA, TEMPLO MODERNO DE CULTURA ANTIGUA, ANTICUADA; POR LA VIDA REAL EN EL GRAN MERCADO; POR EL DOLOR EN LA PLAZA DE TOROS, EN EL TANATORIO; LUGAR INCONFUNDIBLE, PUES, LA AVENIDA DONOSTIARRA, ESTA AVENIDA. DATABA LA CALLE DE LA POSTGUERRA, MITAD DE UN SIGLO XX BESTIAL, Y MITAD DE NOSOTROS BESTIAS PARA TODO UN SIGLO. SOBRE EL ASFALTO, DESDE CUALQUIERA DE SUS VANOS (Y NUNCA MEJOR DICHO), LOS VECINOS MALVIVÍAN SU EXISTENCIA ANGOSTA. “IGNORARÁS AL PRÓJIMO”, REZABAN LOS CARTELES DE LA PARROQUIA. ASÍ SE ALZABAN LAS DESPERSONALIZADAS MOLES PARA LA VIDA EN SERIE, ABOMINACIÓN DEL URBANISMO, PRODUCTO DE LO-QUE-QUEDABA Y MONUMENTO A LO-QUE-NO-TUVO-REMEDIO, ALLÍ DONDE LOS NIÑOS NO QUERÍAN CRECER; ALLÁ DONDE LOS ADULTOS, CANSADOS, DONABAN SU PEREZA A SU TRABAJO; Y AQUÍ, DONDE LOS ANCIANOS ESPERAN, OBSERVANDO EL AVANCE FANTASMAGÓRICO DE LAS LUCES Y LAS SOMBRAS, ENTRE LAS TAN CERRADAS ESQUINAS DE SUS VIVIENDAS, UNA MUERTE DIGNA, YA QUE LAS DESAPARICIONES, SIN MÁS, NO SON YA COSA DE MÁRTIRES.