Peggy Vaughn es la autora de The Monogamy Myth (El mito de la monogamia), y trabaja también como experta de America Online en problemas causados por la infidelidad. Ella predice que "un papel de Internet en el futuro será como fuente de aventuras amorosas".
Está escribiendo su segundo libro sobre el tema del adulterio, y dice que podría basar la mitad de su libro solo en cartas que recibe de personas que iniciaron un amorío en línea.
Una infidelidad virtual es una comunicación íntima o sexualmente explícita entre una persona casada y otra persona que obviamente no es su pareja, que tiene lugar en Internet. Los participantes suelen concurrir a una sala de chat para comenzar una conversación grupal, y luego pasan a un modo de conversación uno a uno. Las categorías de las salas de chat van de "soltero y a gusto" a "casado y coqueteando" o "desnudo frente al teclado".
Las mujeres de una sala de chat suelen sorprenderse de lo que se desarrolla en un período relativamente corto de tiempo. Al principio, la conversación es estimulante, con cierto coqueteo. Sin embargo, las mujeres se ven confrontadas rápidamente con preguntas y comentarios cada vez más sexuales. Aun cuando los comentarios no se vuelvan personales, las mujeres pronto se encuentran compartiendo información íntima acerca de ellas y sus relaciones que nunca compartirían en persona con alguien. Peggy Vaughn dice: "Madres de su casa en salas de chat están compartiendo todo este material personal que ocultan de sus parejas". Encuentra que la intensidad de las relaciones en línea de las mujeres puede "escalar rápidamente a pensar que han encontrado un alma gemela".
Los “amores virtuales” difieren de los mundo físico en algunas cosas, pero son similares en otras. Están basados en la comunicación escrita, donde una persona puede sentirse más libre para expresarse anónimamente que en persona. Frecuentemente, la comunicación se vuelve sexualmente gráfica y pervertida, de formas que tal vez no ocurriría si una persona real estuviera escuchando esos comentarios y pudiera actuar en consecuencia. Los participantes de una relación en línea a menudo cuentan la historia de su vida y sus secretos más recónditos. También crean un nuevo personaje, se vuelven sexualmente aventureros y simulan ser diferentes de lo que son.
La simulación es un tema importante en estas relaciones. Los hombres dicen ser profesionales (médicos, abogados) que hacen ejercicios diariamente en el gimnasio. Y todos dicen que si su esposa supliera sus necesidades no estarían de compras por sexo en Internet. Las mujeres dicen ser delgadas, atractivas sexualmente y aventureras. El anonimato de Internet les permite divulgar (o aun crear) sus fantasías más alocadas. De hecho, la conversación franca y el coqueteo dan grandes beneficios en la cantidad de hombres en una sala de chat que quieren hablar y encontrarse con ellas.
Así como Internet se ha convertido en una nueva fuente de pornografía para muchos, también parece haberse convertido en una nueve fuente de aventuras amorosas. Las relaciones en línea suelen cruzar el límite dejando una estela de dolor, congoja y también divorcio. Aun cuando estos amoríos en línea no involucren el sexo, pueden ser muy intensos y amenazar igualmente un matrimonio.
Los amoríos en línea se desarrollan por la doble atracción de la atención y el anonimato. Alguien que ha sido ignorado de pronto se convierte en el centro de la atención en una sala de chat o en un intercambio de e-mails uno a uno. Una mujer encuentra emocionante que todos estos hombres quieran hablar con ella. Y están ansiosos de escuchar lo que ella dice y necesita.
El anonimato es el eje de este tipo de comunicaciones. Él o ella puede ser tan hermoso/a e inteligente como pueda imaginado. La fantasía es alimentada por la falta de información y el anonimato. Nadie tiene mal aliento, calvicie, "salvavidas" abdominales, o mal humor. El sexo es el mejor que se pueda imaginar. Los hombres son cálidos, sensibles, amables y comunicativos. Las mujeres, osadas, sensuales y eróticas.
El encuentro
En general, cuando se encuentran los ciberamantes, hay una gran decepción. Ninguna persona real puede competir con idealización de un amante.
Aquí es cuando el mundo virtual deja de serlo, cuando la realidad golpea donde ha si olvidada, donde a sido modificada. Las mentiras tienen patas cortas, y por mas que queramos ser otra persona, jamás lo alcanzaremos, al menos en este mundo.
Las relaciones virtuales brindan la oportunidad de alcanzarlo, de tomar la identidad que imaginemos y chatear con personas distantes e invisibles en el limbo de alta tecnología del ciberespacio. Así, los prejuicios estéticos son dejados de lado; el levante virtual y una ilusión de intimidad alimenta la adicción que ha atrapado a los navegantes de Internet.
Evitar ser identificado con intenciones eróticas no es un fenómeno novedoso en la historia, ha formado parte de las estrategias y tácticas de los rituales de coqueteo y seducción desde los tiempos más remotos.
Allí están los bailes de máscaras, las cartas anónimas, el anonimato forzado de muchos autores de la literatura erótica que debieron enfrentarse a la justicia a causa de sus libros. Parecería que el anonimato siempre ha sido un recurso para la liberación de lo que Freud llamaba “pulsiones”. La vida erótica, sabemos, se potencia con el secreto, el riesgo y el misterio. El ocultamiento de las señas identitarias cobra una nueva dimensión en nuestra sociedad:
Se ha convertido en una pauta distintiva de la vida erótica virtual. El anonimato como una aspiración social es la contracara de los famosos cinco minutos de gloria televisiva, efectos de un sistema económico que favorece al mismo tiempo el cultivo del exhibicionismo y del aislamiento social. Es una cualidad que se ha convertido en el eje del proceso virtualización y globalización efectivizado a través de la tecnología. La sexualidad liberada de sus restricciones sociales tradicionales se va estructurando en el juego de los registros significantes de la comunicación en internet.
Como condición de inmersión sensible en el campo erótico-virtual, el anonimato potencia la ilusión de retorno al estado naciente de la subjetividad. Esa forma de desinformar puede enriquecer la producción de subjetividad. Al desconectarse de las normas dominantes de socialidad, el ocultamiento de datos identificatorios puede facilitar una reactivación del yo inconsciente capaz de generar nuevas aperturas vinculares: se suprime el mundo tangible para hacer comparecer nuevas modalidades de subjetivación.
Por otro lado, en tanto expresión de empobrecimiento y de renegación de las referencias identitarias, el anonimato puede constituir una forma de alienación recíproca de las subjetividades. El anonimato, como condición relacional, puede reflejar el desgarramiento del tejido social, el debilitamiento y la fragmentación de las pertenencias institucionales y la pérdida de inserción social.