Era 1998. Yo no solo era muy joven (16 años), sino que era muy inocente y muy pardillo y sobre todo, muy impresionable. Fue la época en la que estuve suscrito a la revista Rock Sound, creo recordar que desde el número 6 hasta el número 30. Dos años seguidos leyendo religiosamente cada artículo, cada entrevista y cada reseña. Dos años de adoctrinamiento, en lo que vamos a llamar mi fase #2 de desarollo musical. (La fase #0 fue la de Roxette y Ace of Base y compañía y la fase #1 la de Oasis y Blur y compañia). Dos años en los que la música era una parte principal de tu personalidad: en aquella época uno era lo que escuchaba, lo que llevaba en el discman, y lo que ponía en su camiseta.
Gracias a (o por culpa de) esos primeros números de Rock Sound, yo soy lo que soy hoy en día. Placebo. Jon Spencer Blues Explosion. Afgan Wighs. dEUS. Y por supuesto mucho nu-metal. Que aunque me gustaría creer que fuí de los primeros en renegar de ese género, siempre fuí uno de los que más alto cantaba el "break your fucking face tonight". Y a toda honra.
El primer kaaa-booom! de esa época fue cuando el redactor jefe de la revista Rock Sound me contestó a un email. En mi cabeza ese señor debía vivir en una nave espacial. Ese señor era amigo de Rivers Cuomo, de Fred Durst y de Brian Molko. En mi cabeza ese señor tenía 150 secretarias que le filtraban los millones de mails de mocosos como yo que le escribían para contarle sus penas y ambiciones... Por eso cuando un día me contestó a uno de los mios, creo que literalmente me caí de la silla.
No solo me contestó a un mail, sino que nos "carteamos" una temporada en la que llegó a decirme "tienes buen gusto, chaval", y me llegó a contar -en primicia- la anécdota de que a Jeremy Enigk le ofrecieron ser el cantante de Blind Melon. Lo cual hubiese sida bastante la hostia... si yo hubiese sabido quienes eran Blind Melon en aquella época...
Todo esto viene a cuento de... ah si, de que para mi toda la gente del mundo músical, desde músicos a redactores de revistas era semi-dioses inalcanzables... Y que me volaba la cabeza cada vez que uno de ellos me hacía caso. (Como cuando en el concierto de Lagwagon de la sala Macumba de 1999 le ofrecí un cigarro a su bajista o como cuando le dije al batería de los Presidents en Hamburgo que hice seis horas de tren solo para verles a ellos o como la primera vez que hablé con Jordi de Yoghourt Daze en la sala Ritmo y Compás.)
Esto nos lleva al número 6 o 7 de Rock Sound. Marilyn Manson en portada con el Mechanical Animals. Placebo con el Without Im Nothing. Y CD's en la FNAC a 2000 pesetas y una paga mensual de 5000. Lo que convertía al CD de muestra de la revista en un objeto incalculable. La cantidad de grupos que a día de hoy su discografía me es indiferente pero que cuando llega "la canción del recopilatorio de Rock Sound" me pongo todo palote.
En ese CD había una canción de un grupo español llamado Malparaíso: Believe in love. Una canción que se convirtió en un himno para mi, una referencia musical, como oyente y como músico. Devoré el Believe in Love hasta destrozarlo, mucho antes de conocer el Dear Prudence y todas las miles de canciones que hacen la bajada de D-C-B-Bb... (Es más, en cuanto escuché Dear Prudence por primera vez pensé: "coño, esto me recuerda a los Malpa".)
En mi cabeza Malparaíso eran unas estrellas del rock millonarias, al igual que Marilyn Manson y Placebo. Si salían en Rock Sound... TENÍAN que ser famosos! Por eso, y aquí viene el otro Kaaa Boooom!! me explotó la cabeza cuando el 2005 me contestaron a un mensaje por myspace y... terminé montándoles un bolo en la Moby Dick...
En resto... otro día.