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Mellon Collie and the Infinite Sadness

Otra nueva entrega, después de la de ayer de Flashman sobre Sonic Youth, de SurferRosa "sección guitarreos". Si ayer mi compañero se reservaba el publicar un día una entrada sobre "Siamese dream" (enorme disco, sobre el que yo mismo escribiría lo que hiciera falta), yo no he querido dejar pasar la oportunidad de hablar un poco sobre el disco más ambicioso de los desaparecidos Smashing Pumpkins, esto es, "Mellon Collie and the infinite sadness"

En Noviembre de 1995, tras casi dos años componiendo nuevos temas, sale a
la luz el tercer LP (tras "Gish" y el citado "Siamese dream") de Smashing Pumpkins: “Mellon Collie and the Infinite Sadness” (juego de palabras, mellon collie suena muy parecido a melancholy). Nada más y nada menos que 28 canciones, divididas en un doble CD (14+14), para un total de casi dos horas de composiciones musicales de gran calidad y sin apenas altibajos creativos.

Los de Chicago podrían haberse decantado por el camino fácil, publicando
sólo las mejores canciones de esas 28 finales, y habrían conseguido un
brillantísimo álbum de 13 ó 14 canciones, que, probablemente, pasaría a formar
parte de los mejores discos de la historia. Pero no, tal vez la excesiva
confianza en sí mismos, debida sin duda al gran momento musical por el que estaban pasando, hizo que todas esas canciones salieran de una tacada,
sin miedo a la crítica, para deleite de todos nosotros.

Como decía, el disco está dividido en un doble compacto, cada uno de ellos
con título propio: “Dawn to dusk” y “Twilight to starlight”. Y la división no está carente de lógica, como el propio James Iha (guitarra) explicó en alguna ocasión, “las canciones del amanecer al atardecer (“Dawn to dusk”) son más punkies y agresivas, más vivas sin duda, mientras que las canciones del crepúsculo a la luz de las estrellas (“Twilight to starlight”) son más oscuras y nocturnas”. Y en cierto modo, lleva razón el guitarrista de origen japonés, parece como si el primero de los discos estuviese destinado a ser escuchado con más facilidad. No así el segundo, un disco menos directo, con melodías más complejas y difíciles, y que exige una mayor atención para su escucha.

El desconcertante comienzo del álbum, con la pieza de mismo título que el
propio disco, “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, parece un empeño de Corgan en demostrar que se atreve incluso con piezas de corte clásico, al piano. A día de hoy, no acabo de comprender cómo consiguió encajar un tema como éste, en un disco como el que posteriormente nos va a servir. Emotividad máxima para dar paso a la descarga de adrenalina, que comienza suave, escalonada, con el que será primer single del disco, “Tonight, tonight”, perfecta melodía pop que se hizo con el honor de convertirse en el primer single del álbum.

A continuación, la guitarra de Iha nos introduce en “Jellybelly”, cambiando
de estilo por completo de manera radical, y acercándonos más al metal de
guitarras más potentes. Un fuerte contraste de estilos, para comenzar la
escucha del disco. Y es que ésta va a ser una de las características dominantes
de la obra que nos ocupa. Desgarrador grito de furia contenida de Corgan para
ponerle final. Le sigue una de mis canciones preferidas de Smashing
Pumpkins, cuyo riff inicial nos transporta a una notoria atmósfera gótica, y
maquillada por la guitarra distorsionada del propio Corgan, me estoy refiriendo a “Zero”, una de mis favoritas. Fue tercer single del disco.

La grandiosa, y rabiosa, “Bullet with butterfly
wings”, una de las canciones más radiadas de las del grupo, se convirtió en segundo y exitoso single, Corgan parece querer decirnos que sí, que a pesar de la carga de ira y rabia que está escupiendo en este disco (despite all my rage), aún le queda cuerda para rato y grandes cosas por ofrecer, a pesar de verse atado de pies y manos por la industria musical (I’m still just a rat in a cage), todo ello jalonado por ese deje tan punk en la manera de cantar.

¿Había dicho ya que éste es un disco de contrastes? “To forgive”, para demostrarlo de nuevo. Perfectamente encajada como corte 7 del primer disco, sirve de interludio entre dos desgarros como “Bullet with...” y “(Fuck you) an ode to no one”, que se nos presenta como una nueva vuelta de tuerca al punk más rabioso (no way, I don’t need it, I don´t need you love to disconnect), con un impresionante minuto final, con la voz de Billy forzada al extremo.

“Love” es una de las grandes canciones de este disco, que probablemente, es “tapada” por algunas que son de más fácil escucha. Acoge algunos de los arreglos más brillantes del disco, con unas distorsiones imposibles (lo que hace que pueda llegar a parecer incluso un tanto “sucia”), y una magnífica guitarra rítmica llevando el peso de la canción. Sé de quien la pone como ejemplo, de lo que puede una buena producción influir en el resultado final de un tema. Y para no abandonar la tónica general, tras la oscura y sobreproducida “Love”, el disco nos lleva hasta “Cupid de Locke”. Otra canción que viene a demostrar que la estructura del disco, alterna cada dos canciones de rabia y peso, momentos de mayor delicadeza (sin perder un ápice de creatividad y brillantez), algo fundamental para no llegar a saturar al oyente en casi dos horas de disco. Contrastes, de nuevo.

“Galapogos”, otra canción que, pese a que suele pasar desapercibida, queda entre mis destacadas. El desamor vuelve a ser un buen tema sobre el que escribir una canción (ese will you leave me too? repetido hasta la saciedad). De pronto, un acorde violento y repentino que convierte a la canción en majestuosa. Por si alguien se había olvidado de que Billy y sus Pumpkins están rabiosos, “Muzzle”, nueva descarga rítmica, que mantiene la regularidad que preside el conjunto del álbum, pero sin alcanzar la cumbre de algunos otros temas.

No, no es que el corte entre canción y canción dure más de lo normal, es
“Porcelina of the vast oceans”, con más de 9 minutos, la canción, con diferencia, más larga de este disco. Bonito tema en acústico por el que hay que dejarse acariciar desde el principio, desde su primer segundo, para
conseguir que te transporte a ese inmenso océano del que viene. Tres minutos
de introducción exclusivamente instrumental, dan paso a la inquietante voz
de Corgan, para empezar a dejar las cosas en su sitio. Y esos arreglos que a mí
me evocan una tempestad alejándose en el mar... Este primer disco de los dos que componen la obra magna de Smashing Pumpkins, lo cierra una de las dos únicas piezas no escritas ni cantadas por Billy Corgan (no voy a repetir nada relacionado con su ego), la tranquila “Take me down”, orgullo
de James Iha.

Preparándonos para escuchar la parte “oscura y tenebrosa” del disco, comenzando con el segundo CD, la agresividad de “Where boys fear to tread” nos da la bienvenida, avisándonos de lo que nos espera. Uno de los comienzos de canción más bonitos, y tal vez desconcertantes, de la discografía de los Pumpkins. De nuevo la guitarra rítmica marcando los pasos. De una canción pobre, en el conjunto de calidad del disco, se desprende la esplendorosa “Bodies”, con una sección rítmica muy
parecida a su predecesora, pero sin duda con más gancho que aquélla. La
manera en la que Corgan canta eso de love is suicide, enfatiza aún más la carga emocional de la letra. Impresionante exhibición de Jimmy Chamberlin con las baquetas.

Y siguiendo con el contraste que preside el disco, la sublime “Thirtythree”, que fue otra de las piezas seleccionadas como single, y una de las caricias más dulces y cariñosas del
álbum. De sombrerazo la manera de jugar con los estados de ánimo de quien
escucha el disco. Sin duda entre mis preferidas. “In the arms of sleep” te arrastra vagamente y con una cadencia un tanto cansina (para lo que estábamos acostumbrados hasta ahora), utilizando casi únicamente la voz, y desechando cualquier alarde con los instrumentos.

Y llegamos a uno de los momentos cumbre de la carrera de los Pumpkins,
inequívocamente la canción más pop de su carrera, la exquisita “1979”, último single del disco. Mejor escúchala y fórmate tu propia opinión sobre la que, a mi juicio, es la mejor canción de Smashing Pumpkins (ay, aquel Festimad del 96, qué recuerdos...). Y, de nuevo, llegó la tormenta con la potente y rayana en el thrash-metal “Tales of a scorched earth”, una nueva demostración de que ellos son capaces de manejar a su antojo prácticamente cualquier estilo, sin temor a combinar el piano de “Mellon Collie and the Infinite Sadness” o la dulzura de “Thirty-three” con bofetadas como ésta.

¿Agresividad sonora innecesaria? “Thru the eyes of Ruby” viene a rebatir esa concepción del disco, en casi 8 minutos (segundo corte más largo del disco), en los que se suceden momentos de calma, con trances de mayor tensión. Bellísimo medio minuto final, por lo imprevisible y anárquico.
Los susurros te acompañan al adentrarte en “Stumbleine”, una nana, con una bella súplica final: come around Ruby, I could never sleep alone.

A continuación, somos testigos del mayor contraste del disco, la destrozagargantas “x.y.u.”, una muestra de rock
potente y directo, en la que Corgan se permite incluso licencias onomatopéyicas en la letra (rat-tat-tat, ka-boom-boom). Nuevo gran despliegue de facultades de Chamberlin, la canción lo merece.

Y, por fin, afrontamos el último tramo del disco. A partir de aquí, el descenso
es prolongado, hasta llegar al final del álbum.
“We only come out at night” abre este cul-de-sac emocional en el que se ha convertido el disco a estas alturas, siguiendo la senda marcada por “Stumbleine”. “Beautiful” viene para demostrarnos que en este disco también caben momentos de dulzura (para lo que resultan de gran ayuda los coros de D’arcy, suavizando el tono de Billy). “Lily (my one and only)” aporta la nota curiosa al disco, y es que Lily no es otra que la gata de Corgan,... o eso se dice. En cualquier caso, sirve de excusa para escribir otra bonita canción sobre amor. Es increíble la facilidad que tiene este tío para modular su voz, y la variedad de registros que llega a conseguir. Y todo en un mismo disco.

Unas notas de piano finales, que no hacen otra cosa que indicarnos que ya, poco a poco, vamos llegando al final, de la mano de “By starlight”, otra pieza de corte suave y evocador de gran belleza compositiva, cuyas guitarras finales te acercan a la calma definitiva.

Y llegamos al punto y final de este disco, con la segunda pieza no escrita por
Corgan,“Farewell and goodnight”, con Iha de nuevo mostrando sus dotes compositoras. Parece que los cuatro integrantes del grupo desean despedirse de sus fans, cantando los cuatro al unísono. La última concesión de Billy.

Lo dicho, para mí, uno de los mejores discos de la
historia reciente de la música.

Dos palabras para tratar de resumir lo que hace grande, muy grande, a este
disco: variedad y contrastes.

The Smashing Pumpkins no volverían a ser los mismos.

Nota: esta revisión "pieza a pieza" del disco está extraída de un artículo, aún más extenso (he quitado bastante paja), que escribí hace un par de años y que publiqué en otro lugar.