Sin internet en casa durante toda la tarde, y luego de terminar (por ahora) con las labores que me ocupan los domingos (desayuno-lavado-almuerzo-tendido de ropa), decidí revisar algunos archivos que tengo pendientes de tiempo para ser leídos.
Entonces apareció Cortazar.
Unos 10 años atrás, me regalaron El Saxofonista, y entonces lo conocí, pues en Bachillerato me rebelé contra todo lo que fuera lectura obligada, de modo que conocí a Borges, Sábato y otros ... todos aquellos que no debÃa leer como Gallegos, Isaac, García Márquez ... aunque reconozco que Pocaterra y Rulfo me enamoraron ... quizás por lo oscuro de algunas de sus letras.
En fin, que Cortazar lo conocí ayer, y hoy me mostro cuán cronopia soy, cuando leía algunos de sus cuentos de Cronopios y de Famas.
LA CONSERVACION DE LOS RECUERDOS
Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: "Excursión a Quilmes", o: "Frank Sinatra".
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: "No vayas a lastimarte", y también: "Cuidado con los escalones." Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay una gran bulla y puertas que golpean.
Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
(Cortázar, 1962)
Sin estar de acuerdo con la idea de Cortázar sobre las esperanzas (que las muestras como estatuas que la gente sólo va a visitar), me declaro más dialogante y reflexiva que demostrativa o expositora de mis recuerdos. Se me antoja un cuerpo sin mucha forma definitiva, pero capaces de ser guía más que tormento o vanagloria.
Simple.