Todavía hay quien lo duda. Sin embargo, no lo creo así. Creo que es una cuestión de límites personales.
Podemos llegar a una tienda por departamentos y pensar que todo está desordenado, que todo es muy grande (o muy pequeño), que no habrá lo que buscamos, porque es muy específico y raro, que no nos atenderán bien, que nos cansaremos o que se nos hará tarde ....
Pero nuevamente se trata de una cuestión de límites.
Hace poco me sorprendí de alguien que se sentía decepcionado de internet porque no podía conseguir música electrónica made in Caracas .... Entonces me decía a mí misma.. ¿cómo es que, pululando por ahí cosas como Ian Pooley, The Avalanches, St Germain, Bajo Fondo .... alguien va a buscar en internet música que puede conseguir en su calle o en la calle del vecino???
La lista anterior no es para nada exhaustiva, está hecha con pinzas y sólo es reflejo de mis gustos personales ... pero habiendo por el mundo más música disponible que la que podemos digerir... por qué pensar que sólo se puede conseguir lo local como si se buscara en una agenda telefónica o en una tienda por departamentos?...
El acceso a internet no está democratizado, como tampoco lo están las aspiraciones de los usuarios, y sus deseos por salirse del cascarón. ... La conexión no es un handicap, al menos no es un handicap mayor que la propia autolimitación que impone la falta de curiosidad y riesgo: navegar en internet es un riesgo delicioso, asumirlo es entrar en una vorágine de deseos de saber más y más cosas, aspirando en vano a conocerlas todas, pero sin duda, abrir la ventana de nuestros prejuicios y [auto]limitaciones, nos hace ser más tolerantes y seres más revolucionarios de este renacimiento que nos toca vivir.
El pasado sábado pasamos, rumbo al centro de la ciudad, por la avenida central de Mérida (Av. Andrés Bello). Había un gran [re]bullicio frente al Mc. Donalds (no me explico cómo hay tantos aquí!!!) ...
Nos sorprendió ver que la movida de gente y carros se originaba frente a la representación en miniatura de nuestro teleférico. Nuestra primera expresión fue de asombro, al ver dos de sus torres totalmente tiradas por los suelos.
Luego pensamos que, finalmente, el sentimiento popular se había hecho realidad: era una escultura (??) que distorsionaba el entorno y sólo nos permitía darnos cuenta lo "extravagantes" que solemos dejarnos ser para celebrar las navidades. Así que, como al fin y al cabo, a "nadie" gustaba el engendro de "cosa" (que antes llamé escultura, con dudas), pues nos pareció bien que saliera un justiciero anónimo y cargara contra ella. Sin duda, esta persona merecía recompensa (^.^)
Claro, luego nos quedó el ratón moral, por alegrarnos porque algo en lo que se invirtió tanto dinero se viniera por los suelos... en el fondo en ese momento no nos parecía tan mal el fin, aunque sí los medios... y seguíamos con la intención de buscar al justiciero enmascarado que se adueñó de nuestros deseos y los ejecutó como propios (-.-)
Lo cierto es que, justiciero o no, un Sr. decidió empotrar su Maveric rojo (estos carros parecen tener la intención de salir volando en cualquier momento como el carro de la familia de Ron Wesley, el inseparable de Harry Potter) a una de las torres de la citada "cosa" "decorativa", el pasado sábado 11 de madrugada, la tensión generada por el impacto hizo que una de las torres arrastrara en su caída a otra más y un vagón de la réplica en cuestión, y a sus tres ocupantes (todos hechos con materiales de origen fósil, y convertidos en figuras "artesanales" ataviadas como "the typical emeritensys" -en mi vida me he puesto una ruana, pero parece que todos la llevamos por dentro!-), de los cuales, según mi hija, se podía ver un brazo por una de las ventanas del vagón caído (podría ser más patético aún??) (@.@)
Roto el hechizo de los primeros años, la réplica del teleférico, como el retrato de Dorian Gray comenzó a padecer los males ya sufridos, años atrás, por la construcción a la que emulaba, y perdió una de sus guayas, con un vagón y sus tres ocupantes.