Los domingos siempre se despiertan con desgana. Se hacen los remolones en la cama, oyen voces, pero no se levantan.
Una vez en pie, se arrastran lastimeros, sin saber qué hacer.
Pero hoy es diferente. El sol brilla con toda su intensidad, sin una sola nube como obstaculo. Sin resaca, ni preagobio por lo que queda de día, que suele ser poco, pero se hace muy largo.
Los domingos suelen ser tristes y vacíos. Ni un alma por la calle hasta después de comer.
Pero hoy es diferente. Pinta bien. Un bañito, arena y toalla; cortado con hielo, con sacarina, por favor, aunque nunca se acuerdan; y su compañía, alguna anécdota del día anterior.
¿Me hago mayor?
Tres cubatas ya me tumban, me revuelven las entrañas; las horas pasan más despacio y ya no vivo en ese ritmo frenético constante.
Algo faltaba en el ambiente.
Últimamente prefiero la tranquilidad. Y divagar. Como siempre. Siempre divago.
Tras el fin de semana, quedo como fuera de juego. El balón corre despacio y se cuela entre mis piernas.
Me sumerjo en mi rutina, que siempre es imprecisa. Y es que tengo el defecto de que me aburran la mayoría de las cosas, lo de siempre; una y otra vez.
Él es mi escudo y mi punto de apoyo, mientras avanzo por la vida, por la cuerda floja, intentando mantener el equilibrio.
Pero lo estable es aburrido.
Cuando no está, me quedo como en un sinsentido, sin saber bien bien qué demonios hacer. Pinta con matices mi ilusión, aunque no pueda verlos a través de mis ojos, sino con los suyos.
Me siento delante de la pantalla, y mis dedos se deslizan por el teclado, siendo anónima, completamente desconocida, cada día, incluso para mi.
Hace calor.
Mi cuerpo está cubierto sólo por un vestido demasiado corto, demasiado fino, de "andar por casa". En mi casa, nunca uso ropa interior. Me encanta la comodidad y la sensación de libertad. Es mi casa. Y hago lo que quiero.
Mi cuerpo ansia sexo, su sexo dentro de mi, sin saber por qué. Así. De repente.
Sin embargo el matiz preciso sólo puedo dármelo yo, por el momento.
Probablemente es difícil, como el encontrarse con mi plenitud de placer, pero me gustaría compartirla con alguien. Hasta el límite.
Sin embargo, hay cosas mucho más importantes que un orgasmo y su grito pertinente. Algunas ya creo tenerlas. Otras ya se verá.
Un día más. Un cielo sin gris. El sol, que amenaza con quedarse ahí. Y yo que no puedo ir a la playa y perder mi tiempo con toda dignidad. Porque soy inteligente, mucho, eso dicen, y vales para estudiar, también dicen. Porque quiero que seas alguien con carrera, con muchos estudios, que gane muchisima pasta; lo que yo no he podido ser, dicen a fin de cuentas.
Porque me quieren.
Porque me necesitan.
Porque quieren vivir a través de mi.
Y yo sólo sé perder mi tiempo, dejar pasar los días.
Soy un parásito universitario. Apruebo con la ley del mínimo esfuerzo. No voy a clase. Estudio lo indispensable o menos. Me escaqueo de cualquier sobredosis de esfuerzo y dedicación. Lo dejo para mañana. Pero el mañana se convierte en casi el mismo día que el anterior.
Y solamente creyendo vivir el amor, me olvido, o casi, de que soy el prototipo de ser bohemio y taranbana, adicta a mis vicios, a mis crisis existenciales y a la desidia que suele gobernar mi vida. Que pare el tren. ¡Que pare!
Probablemente tengais razón. Pero dejar de presionarme.
Yo no quiero
ser marioneta de trapo, buscar el trabajo de mi vida, ahorrar para el futuro de mis hijos,
soñar en digital,
mentir cada mañana, tumbada en una cama, decir te quiero,
arrepintiéndome después
Y no quiero
preocupaciones por orgasmos, ni un "cariño, ¿te ha gustado?",
que me digan rubia por la calle, que se engañen a si mismos,
tener un grupo de amigas, ir de compras y marujear
Lo que quiero, precisamente, es el antagonismo, de cada ejemplo imaginable; del sin fin de estupidices que hacemos los humanos.
Quiero ser un animal. Y morirme de placer en un instinto. Sin dolor existencial y desengaños.
Lo que quiero no sé si existe
pero,
probablemente, es tarde para amar la realidad.
Lo que quiero, es recordar aquella chica de ojos tristes, sin ganas de matar, cuando el recuerdo es pecado en mi biblia, cuando nada será como creí, y levantarse sea duro, y con desidia
no me atreva
no me asuste
no me guste
y odie empezar.