VENTANA EN EL TIEMPO
Tras un recodo en el centro del laberinto que forman las callejuelas del antiguo barrio arrabalero, donde tres casas palacio de las antiguas, de grandes portones, balcón central sobre vetusto escudo de armas, y celosías de hierro forjado desde donde viejas condesas arruinadas, espían los movimientos de la pequeña plaza triangular, imagino los patios y jardines que estas casas guardan como tesoros, paraísos ignotos y desconocidos de los que solo se tienen noticias vagas, traídas por la brisa impregnada de esencias de azahar y jazmín, que al llegar la primavera anuncian su oculta presencia, deseando llegar con sus aromas a la torre que se asoma sobre los tejados, y arropar los adornos góticos que coronan los cimborrios de la catedral.
Veo como dos tórtolas se arrullan y aparean con la estridente llamada de fondo, de cotorras y papagayos que traídos de tierras lejanas escaparon de sus cárceles para poblar los aleros y buhardillas de los viejos palacios, compitiendo con los mirlos que durante generaciones se criaron en los jardines palaciegos.
La penumbra eterna envuelven estas callejas, para que el frescor del invierno refresque las calurosos días del verano y las viejas condesas acudan a la iglesia escondida, con sus ropas enlutadas, como si formasen parte de una antigua postal.
Y todo ocurre en una ciudad que todavía guarda en algunos rincones, trozos de tiempos pasados, sorprendiendo en ocasiones incluso a gente, que como yo busca en ella las rarezas que pocos ven, pero que existen.
Ocurre en Sevilla claro..................