No era la primera vez que mis jefes me mangaban a un servicio nuevo con solo unas pocas indicciones para llegar, tampoco era la primera vez que me perdía buscando un servicio y aparecía en algún lugar insólito, en esta ocasión tenia un plano o al menos algo parecido a un plano, una serie de rallas borrones y letra ilegible donde se indicaba como llegar al sitio; que yo estaba siguiendo como podía, y lo miraba por enésima vez parado en aquel camino estrecho jalonado de tierras de labor valladas con alambres de espino y donde no se veía una casa en muchos kilómetros. El plano indicaba, salir de la pista por la salida dieciocho, tomar dirección el Pozuelo, cuatro kilómetros y justo en el mojón que indica el kilómetro diez tomar la comarcal siete, a unos dos kilómetros tomar un camino de asfalto que se ve a la derecha, al llegar al olivar seguir por el carril de tierra las indicaciones, pero llevaba media hora por el camino de asfalto y ni un olivo en todo el camino; bien decidí seguir cinco minutos mas y si no tendría que regresar a algún sitio donde el móvil tuviese cobertura, pero tras dos o tres minutos, al bajar un pequeño cerro di con el olivar y el camino de tierra, con un letrero pintado en una tabla vieja con brochazos de pintura negra donde ponía el nombre del sitio donde yo tenia que hacer el servicio, que resulto ser un cortijo en medio de ninguna parte. El cortijo parecía una fortaleza dos altas torres en cada esquina de la fachada principal de unos doscientos metros de larga donde, un gran portalon de madera pintada de verde con tachuelas era el único hueco, de hecho en las demás paredes solo existen unos pequeños ventanucos casi pegados al alero de tejas, con sus correspondientes rejas de hierro forjado.
La verdad es que la primera impresión no me gusto nada, tenia la sensación de que estaba apunto de entrar en una cárcel.
Llame al portero electrónico, o mejor dicho al video portero, (que aunque perdido de la mano de dios aquí también a llegado la tecnología); y me abrió un criado que me introdujo en el interior por un pequeño portillo que se abría en una de las enormes hojas del portalon. Y ¡¡ó!!, después de pasar por una enorme bóveda de cañón se accedía a una replica del paraíso musulmán. En el centro del cuadrado que formaban las estancias los almendros en flor dejaban caer una lluvia de pétalos blancos al son de la música prestada por la fuente mas fantástica que nunca vi en una vivienda, tres mujeres semidesnudas vaciaban unos jarros mas fantásticos que ellas sobre unas conchas de alabastro traslucido que a su vez volcaban el agua en una pila de mármol rosa, que a través de unos salideros repartía el agua por múltiples canalillos de riego que la repartían por todo el jardín formando una trama laberíntica entre rosales, romero en flor, mirtos y agapantos, que acompañaban a los almendros o otros variados frutales en los que ya despuntaban los capullos de nuevas flores y hojas. El jardín estaba salpicado por columnas y estatuas cada una mas bella que la otra y rodeando por una galería de arcos de medio punto y columnas de mármol blanco, con unas filigranas de yeserias dignas de figurar en alguno de los palacios de la alhambra de Granada.
En la planta baja las diferentes estancias tenían puertas de madera tallada que daban jardín, y por una gran escalera imperial, naturalmente de mármol del rosa mas vello que nunca e visto en piedra, se accedía a la vivienda propiamente dicha. Entrar allí fue como entrar en un museo cuadros, esculturas, alfombras, lámparas, muebles todo parecía sacado de un sueño de sibarita.
Como ya dije en algunas ocasiones, por ver estas maravillas escondidas para el publico en general merece la pena ser vigilante en ocasiones, aunque se tengan que hacer un montón de kilómetros por caminos ignotos. ……..