un segurata en apuros

Cuando lo vi acercarse me temí que se avecinaba la enésima conversación de besugos del día.

Este año estaba siendo casi insoportable estar de servicio en la puerta de la iglesia del Santísimo Cristo del tal y cual.

-Como tu ya estuviste otros años ya conoces como va lo del besamanos, me dijo el simpático de mi jefe.

Otros años fue bastante soportable a pesar de las ocho horas en pie, y de las conversaciones anodinas con el publico, casi todo de la tercera edad y algún que otro grupito de capillitas. Pero este año era casi como el teléfono de la esperanza, no acababa con uno cuando ya tenia otro esperando para preguntar algo evidente.

Y claro pensaba que este abuelete que se acercaba seria mas de lo mismo, pero me equivoque.

Se llamaba así mismo Pepin, y lejos de ser otro viejo pesao de los que llevaban todo el día dando la vara, mantuve con el una de las conversaciones mas interesantes que he tenido en muchos años.

No hablamos ni de la Semana Santa, ni del tiempo, ni pregunto por el tiempo, la iglesia y ni siquiera del fútbol.

Cuando me di cuenta le estaba haciendo confidencias de lo que pienso sobre la vida, la muerte, el amor, y mil temas mas, de los que Pepin tenia un conocimiento, unas vivencias, y una forma de contarlas que ya quisieran algunos narradores que se llaman buenos ser la mitad de lo que es este hombre.

Fueron tres horas de conversación, tres horas en las que me olvide de los pies, de la cola, de la iglesia, y casi olvido que me tocaba regresar a casa.

Que poca gente así queda en el mundo. Le pregunte que si en sus tiempos todos fueron como el, y me contesto; - que va si yo siempre he sido un bicho raro.

Yo de mayor quiero ser bicho raro como el .......