un segurata en apuros

No se como son las demás tiendas de Ikea en el resto de España, pero la de Sevilla es, ó, a mi me lo parece, una inmensa trampa para pardillos.
Esta situada en un pueblo a dos minutos de Sevilla, y junto a la autovía Sevilla, Huelva en un edificio enorme hecho expresamente para la tienda.
La tienda en si tiene dos entradas, por la línea de cajas en la planta baja, o por la primera planta.

Si entras por la línea de caja te puedes volver en cualquier momento y salir por las mismas o por la salida sin compras. Pero si entras por la planta alta es cuando caes en la trampa, y digo bien trampa, es como uno de esos circuitos que los científicos les ponen a las ratas de laboratorios, un pasillo interminable que hace zig-zag entre miles y miles de artículos, la mayor parte poco interesantes y de los cuales te cansas a los dos minutos, pero tienes que seguir el pasillo pues solo se puede salir por la línea de cajas que esta en la planta baja, después de comprobar esto y darnos cuenta del sistema de flechas pintadas en el camino de vinilo gris, muy iluminadas que evidentemente indicaban la ruta a seguir,( por otro lado innecesarias pues solo existe una ruta con muchas revueltas), nos resignamos y buscamos en la marabunta de cosas en desorden lo que buscábamos, unos nórdicos de oferta....

Mientras andas comienzas a fijarte en las cosas que están expuestas; y supongo que estarán muy de moda pero me pareció como si los de Ikea hubiesen contratado a unos arqueólogos y esto hubiesen encontrado un almacén lleno de cosas de los años setenta, fue como viajar a mi niñez, sillones de pana y escai, mesas de plástico, colchas sicodélicas, cortinas con enormes floripondios de colores chillones, velas, puf de colores, muebles imposibles....

Al final de la planta las flechas se pierden y uno sigue el camino por inercia pues lo que quiere es salir cuanto antes, y resulta que el camino acaba en la cafetería, donde la mayor parte del publico pica pues ya esta cansado,(otro truco?).

En fin encontramos los nórdicos y entre un gran desorden escogimos dos que nos pareció que eran los que buscábamos,( esto después de buscar algún empleado para que nos informara porque el desorden era tal que nadie sabia exactamente lo que se estaba llevando), y después de otros tres cuartos de hora perdidos en el pasillo de la planta baja, llegamos extenuados a la caja y, ¡ó! Sorpresa estos edredones cuestan el doble de los que buscábamos, así que al fin los dejamos en la caja pues no estábamos dispuestos a andar otros dos kilómetros para encontrar los otros.

Una verdadera trampa para pardillos