Dime que no me conformarás nunca,
ni me darás la felicidad de la resignación,
sino la felicidad que duele de los elegidos,
los que pueden abarcar el mar y el cielo con sus ojos
y llevar el Universo dentro de sus cuerpos.
Y yo te vestiré con lodo y te daré a comer tierra
para que conozcas el sabor de vientre del mundo.
Escribiré sobre tu cuerpo la letra de mis poemas
para que sientas en ti el dolor del alumbramiento.
Te vendrás conmigo: haremos un rito del amor
y una explosión de cada uno de nuestros actos.
No habrán paredes que nos acorralen,
ni techo sobre nuestras cabezas.
Olvidaremos la palabra
y tendremos nuestra propia manera de entendernos;
ni los días, ni las horas podrán atraparnos
porque estaremos escondidos del tiempo en la niebla.
Crecerán las ciudades,
se extenderá la humanidad invadiéndolo todo;
nosotros dos seremos eternos,
porque siempre habrá un lugar del mundo que nos cubra
y un pedazo de tierra que nos alimente.
Llena de grumos.
Áspera de vida.
Estoy tensa como un arco
esperando tu flecha,
para atravesar de gozo
los campos llenos de amapolas explotando.
Me he acoplado a tu nave
vámonos juntos
seré tierra para tu semilla.
(Dedicado a Astor Piazzola y
Atahualpa Yupanqui que nos
abandonaron en este 92
de pocos besos y muchos fusiles)
No se me ocurre otra manera
de seguir en pie de guerra
que cobijarme entre tus brazos
practicando el cuerpo a tierra...
y camuflarme con tu carne
en su pasión más incivil
para hacer frente a la jauría
cuando escape del redil.
No se me ocurre otra manera
de seguir en la trinchera
con un beso por fusil...
No se me ocurre otra manera
de seguir no sé hacia dónde...
que ir tras el humo que señala
el fuego que tu cuerpo esconde
para encontrar la luz fugaz,
de algún relámpago de abril
que me descubra un claroscuro,
una silueta algún perfil.
No se me ocurre otra manera
de vencer la eterna duda
que someterme a la verdad finita
de tu piel desnuda,
más poderosa que la tiranía
de cualquier reptil
encaramado a las basuras
de su torre de marfil...