Pantalones de tela -de rayas en colores tierra-, camiseta azul –del revés- y una riñonera a la cadera de esas caídas y hecha a mano. Dos bolsas, entre macuto y maleta pequeña la una, y otra cuya apariencia no consigo recordar. De ella sacaba fotos, muchas, la mayoría desenfocadas pero las vendía a placer como un cuento, “desordenadas sorprenden con historias nuevas”, -dice con su voz poderosa- y me suena a frase aprendida y dicha otras muchas veces.
Algunas, en las que reconozco a gente, me dan envidia, se lo digo mientras las descarto del montón.
Tiene también una libreta sin anillas, parece vieja y currada. No tengo que pedirle que me la muestre, lo hace, orgulloso de sus dibujos, que son fantásticos. No me atrevo –por puro respeto- a leer ni una sola de las palabras que veo mientras paso páginas, deteniéndome únicamente en los bocetos al natural de rostros y árboles (y de árboles/rostro). Pero también lo hace él. Y lee, con la birra en la mano, a veces a media altura, otras impulsando su retórica contundente contra el aire. Tiene los labios mojados del trago que fue gesto telonero de su actuación. Se sonríe con la mirada y me mira. Sigue. Interpreta su propia ocurrencia literaria, y en ella se ríe de amar y ama a todo aquel por el que brinda y todo aquel somos nosotros –dice-. Creo que se ríe de todos y que se ríe de él, en un pasado juego etílico consigo mismo. Significa y deja de hacerlo cada vez que parece proclamar algo en lo que cree. No significa nada pero lo parece muchas veces.
He sonreído todo el rato escuchándole, y cuando termina le digo que podría tener un blog. Pero para que querrá un poeta urbano algo que no puede llevar consigo. No podría leerle a la mujer gastada de la noche su hipérbole surrealista del día bajo la magnolia. Ni abocetar in situ al viejo dibujante y mostrarle después la curiosa recursividad del pintor pintado.
Me regala una hoja de magnolia.
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El talento puede que sea una gran cosa, pero si tenerlo significa hablar sólo de uno mismo cuando te sientas frente a un amigo, prefiero no tenerlo y tener al amigo.
Tengo ganas de llorar. No me gusta nada pelearme (o discutir con intensidad), pero cuando me pasa tengo una especie de maldito subidón y me acelero... luego, cuando por fin encuentro a alguien con quien desahogarme, me tiemblan las manos y me entran las ganas de llorar.
Ha sido por una chorrada muy grande. Pero otras veces no lo es.
Momentos como éste hacen que decida cambiar cosas radicalmente. No sé, a partir de hoy paso de tal, o jamás volveré a defender el transporte público, o peor, mañana me compro una moto y se acabó!!!
Esto me hace pensar: ¿cómo en la tele son capaces de pasar por esto día sí, día también? a mi me daba un infarto con tanto acelere.
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Ayer llamé a Nacho, también llamé a Mario, (en realidad llamé a Mario, para conseguir el número de Nacho).
Tenía un motivo, pero no voy a engañarme, estas emociones, así de sopetón me sientan bien, me alteran, y hasta puede que tengan la culpa de lo de esta mañana.
Yo sé que volver a ver a Nacho me va a defraudar. Aunque seguro que está genial, pero nunca se puede estar más genial de lo que lo está un recuerdo: el mejor de mis recuerdos, tan falseado y tan intenso como lo son los amigos de mis 22 años. Su voz era la misma, su valentía era considerablemente mayor, y la pureza o la honestidad... algo más corruptas (o fue mi percepción la que perdió la inocencia o, con seguridad: ambas dos cosas se estropearon).
Mario es fácil que no me defraude. Hace tiempo que él y yo sabemos que fue el capullo de mi vida. Un capullo con encanto, que sabe recordarme de verdad. Tal vez sea esta la sincera honestidad.
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Dentro de 29 días, agotaré los 29. Los pobres han estado a la sombra de los 30, arrastrando paranoias y miedos. El blog cumplirá un año y aunque a simple vista no parece un éxito (mi disciplina ha dejado mucho que desear), estoy contenta del resultado. Algún día me molará reírme y sonrojarme y también (espero) sentirme orgullosa, (tal vez en la crisis de los 40).
Sigo pensando que en un futuro tendré que cambiar los tejanos caídos, las zapatillas y las camisetas de colores, pero igual me espero un década más. No se me da bien (por ahora) vestir de otra manera (ahí están nuevitas mis botas de 15 cm de taconazo).
Leo las ofertas de trabajo y me doy cuenta que ya pertenezco a otro perfil. A partir de los treinta puede que encuentres mejores ofertas, pero son mucho más exigentes y no me siento preparada. Cuando empiezas a currar tampoco lo estás, pero tus jefes lo saben y la presión es menor. Tal vez sea patético tener una situación laboral tan precaria o tan justita (con veintitantos no lo era). Pero hago lo que me gusta y eso es bonito, ¿en un sentido romántico? sí, puede, y yo me agarro a ello en mi cobardía o en mi valentía... según salga la luna.
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G. estuvo en letargo y ahora se come la vida a bocados. Se ha embarazado y la Speety, zoe y yo vamos a ser tías postizas de su churumbele. Menos mal que le dió a la peque por ser madre la primera, porque eso de ser la mayor, me apuntaba con demasiada presión, (y no estoy por la labor, pero nada nada por la labor) ;PPPPP Enhorabona chochona!!!!!
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Fatalidad ha vuelto, Adrián se ha ido, P. pulula entre ausencia y presencia, Somo es el puto amo, Germán sintetiza, Tania renace... En fin, todavía no estoy al día del todo y tal vez no vuelva a estarlo, pero es y ha sido un placer hasta hoy