A veces (adjudiquen a criterio personal la frecuencia; en mi caso, algunos aventuran que según la luna me dicte) el mundo es una basura.
Cuando el mundo es una basura no quiero ir otra vez a trabajar, ni quiero pintar más monigotes, tampoco quiero no ir y enfrentarme a las labores del hogar porque ya no recuerdo el color de la mesa, que está escondida ahí, debajo de todas las cosas.
No quiero que me vea nadie porque me he mirado al espejo y me ha dicho que mis gafas de pasta negra son feas, y los ojos a través de ellas son pequeños. Que mis excesivos mofletes están cediendo ante la gravedad como les pasa a los bulldog, -aunque seguramente lo suyo no es por gravedad porque nacen así no?-, bah, y a mi que coño me importa como nacen... joder
A todos los que alguna vez me han dicho lo divertida que resulta mi sonrisa sin que mi labio pueda torcer a la izquierda: iros al puto carajo!!!, es una mierda no poder bajar el labio como tiene que ser, o como me venga en gana. Ya tengo la boca suficientemente pequeña para encima quedarme a medio abrirla. Que a un tipo duro como Rambo le quede bien, pase, pero yo ya ni siquiera juego a hoquei!, y lo poco duro que queda en mí, son los huesos de la cabeza.
No quiero subir al autobús, porque me he dormido todos los días sin darme tiempo a leer, y todos miran el libro que hace ya demasiadas semanas que traigo, creen que es de pegote. Piensan los elitistas de pacotilla que por más que me esfuerce no seré como ellos, grandes lectores, JA! algunos lucen un par a la semana, seguro que no los acaban, pero cambian de título para impresionar.
Pues no saco el libro y es el tercer día que lo hago.
No sé que mierda de hora es porque me dejé el reloj hace un mes en alguna bolsa y sigo sin recordar dónde. Sufro más porque llego tarde y no se cuanto de tarde, si es tan tarde como para poner cara de "lo siento" o mejor hacer como si nada. He olvidado cargar el móvil, entonces no tengo hora, el bolso esta lleno de mierdas pero ninguna mierda que lleve hora.
Me paso el día pintando monigotes.
Pinto una imagen de grupo.
Pinto personajes sueltos. Prefiero pintar niñas, es como jugar a muñecas, las maquillas las vistes y hoy hasta le he cambiado el peinado a una.
También me gusta pintar al peludo, porque es distinto sus sombras son distintas y puedes cambiar la herramienta de selección. Y le pongo ropa de camuflaje o camiseta verde militar que con el naranja del pelo mola.
Odio pintar dragones, hoy no pinto ninguno, esa debe ser la parte buena. Son enormes y no tienen más que superficie, ala! Invéntate como llenarla, ala! ponle una luz o una sombra que tenga cierta gracia... pues no tiene maldita gracia ni la luz, ni la sombra, ni tener que pintarlos.
Hay otra parte buena, ninguno lleva arma, tampoco me gusta pintarlas, me aburren, cansan porque siempre las pongo grises y no entiendo qué pieza es qué.
No me queda Sunny, tengo que bajar a comprar, tampoco tengo tabaco.
Llevo chanclas y falda y me temo que va a llover. Bajaré antes que empiece y luego me quedaré aquí escondida para siempre o hasta que a la luna le dé la gana. Pintando monigotes para no tener que salir, ni coger el bus o andar bajo la lluvia. Ni ver la mesa del comedor y no recordar su color. Ni forrar el libro para que parezca otro y deje de ser de pegote.
No quiero escribir en este blog, porque nada de lo que me pasa es interesante y el COMO es un ceño fruncido y golpetazos a la teclas mientras intento que mi cara parezca más esperpéntica si cabe, de lo que me lo pareció a mi. Y no me sale bien.
Mañana tengo fiesta y me voy de finde largo. No tendré internet y me jode, aunque no sé porque. Debería estar contenta... pero como manda la luna.
Esta noche la busco y le digo que me saque del cubo antes que me acostumbre al mal olor.
Pues no, herbert, este finde no he posteado, gracias por tu apoyo, espero que sigas pensando lo mismo después del peñazo de post de hoy :P
Han resultado un par de días muy completitos, justamente cuando menos creí que iban a serlo.
SÁBADO
Estuve liadísima intentando resolver lo que supondrá para mí, el cambio de valores que de sopetón inundó todo mi ser: Ya no anhelo la independencia de un pisito de 50 y pocos metros cuadrados en la ciudad, NO, de repente me sorprendo deseando los mismos 50 y pocos metros cuadrados de vivienda (para limpiar incluso sobran 20) con unos cuantos más de jardín, los necesarios para construir en ellos una deliciosa piscina.
Esta revelación, que en un primer momento, (mientras disfrutaba de la tercera caipiriña), parecía de lo más normal e inofensiva, empezó a preocuparme por la noche, de vuelta a mi caluroso pisito. Seguramente bajo los efectos de una euforia que empezaba a abandonarme, me puse a pensar si este tipo de ideas no eran debidas a las jodidas casi tres décadas que llevo en este mundo, vaya, que el dichoso numerito 29 volvía a rondar por mi cabeza. Y es que parecía ser que ya no me conformaba con vivir sin tener que dar explicaciones. Para no recrearme demasiado en ello y sobretodo porque sé que los efectos del alcohol te juegan malas pasadas con aquello que pretendes obviar, decidí conectarme un rato y olvidar el tema.
No podía creer lo que estaba leyendo. En uno de mis blogs favoritos, donde a menudo descubro sabidurías y reflexiones espontáneas, nacidas de una mirada que crees privilegiada, y que afortunadamente para mi disfrute, encuentro en muchos otros blogs. Doy con 19 años de conocimiento y experiencia que se me antoja muy bien aprovechada. ¡19!.
La sidra, la sangría de cava, las caipiriñas y el vino contraatacaban mostrándome mis fantasmas. De ahí a pensar que legalmente podría acostarme con alguien 10 y hasta 11 años menor que yo y que podría incluso fascinarme por su madurez, sólo hubo un paso. Y que nadie me entienda mal, leñe, que la rallada venía por lo de la década de más, no por las ganas de cumplir semejante acto.
Me acosté, aunque desde que escribo en este diván las palabras y frases se me repiten punzantes durante un rato. Como cuando tengo una entrega que me preocupa y me paso horas repasando inventadas acciones de Photoshop, en una constante recursividad que me obliga a realizar la tarea Control/Save, una y otra vez, una y otra vez, hasta que logro conciliar el sueño.
DOMINGO
No tengo tiempo de pensar en nada, pero por fortuna no me duele la cabeza, guardo el Espidifen y es de lo único que tendré tiempo antes de que mi hermano se presente por sorpresa (como tiene por costumbre), para arrastrarnos a la playa. Mucho sol, mucha gente y el único de los cuatro que parece despierto y que se dedica como siempre a hacer payasadas, es mi estimadísimo consanguíneo. Al cabo de una hora conseguí tentarles con la idea de una cañita, y nos fuimos de tapeo.
Lo que fue mi tarde de domingo, mejor os lo muestro en el siguiente reportaje, y así veis lo bien que se encuentra Speety, pese a la pata chunga, en su primer día en casa :)
No paran de llamarla, es la estrella, la buena estrella a partir de hoy ;)
Mis tres niñas guapas: G. con leche, Guille dulce blanquito y Speety sólo cacao
G. me roba la cámara para que se vea que yo también estaba :PPPPP
Empieza a recuperarse con tan buenas compañías
más de esas buenas compañías, (que pena que no se le vean los ojazos)
y su compañía preferida, yo no, el que está conmigo ;)
...Hasta que empieza el fútbol y pasa lo que pasa.
"La mirada encendida, dilatada, expectante, esperando, deseosa y caprichosa y ansiosa pero embotellada, condensada, compacta y pequeña. Sentada sobre la roca, sobre el musgo de la roca, descalza, y suelta y relajada y no.
Y él cuenta, y describe y lee y gesticula y sonríe. Aplaudo, me sorprendo, me inquieto, me asusto y sonrío. Y es nítido, fulgurante e insólito, apremiante, relajante y resuelto.
Me desvío y el mundo es verde y es marrón y tiene manchas de colores; es húmedo y es fresco. Él lo mira, lo siente fresco y húmedo y con manchas de colores y sobre el marrón: un naipe. Un jocker cómplice, irónico, descolorido y burlón.
Volvemos y cuento y describo y leo y gesticulo y sonrío. Él aplaude, se sorprende, se inquieta, se asusta y sonríe. Y mira el naipe y me mira y le miro y nos reímos los tres."
Desconozco si la magia vino del anochecer o de compartir una lectura, pero una única vez, hace lustros, un amigo me leyó un libro y yo le leí también. En un pequeño bosque dentro de una gran ciudad.
Hoy me he despertado con un cielo gris, ni rastro de esa intensa luz estival a la que propinaba mis insultos al abrir los ojos.
Con cierto optimismo me he calzado mis bambas (o zapatillas o como les llaméis) precavida una, esperando algún tipo de descarga celestial que refrescase estos lugares. No quería pasarme el camino de vuelta a casa resbalando dentro de mis propias sandalias, llenándome los deditos de porciones del desierto de esas que el hombrecillo verde tan genialmente me descubrió en su post de ayer y que resulta que tienen unas capacidades de lo más interesante (vayan ustedes, vayan y vean de lo que son capaces).
Pantalón largo, porque aunque mis zapas son de lo más cool, unas miss sixtie muy fardonas, no me acostumbro a verme las canijas al aire con ellas puestas. Y con esto me he cargado ya mi proposición preventiva anti-humedades, porque los pantalones (según mi gusto personal) deben ser largos, deben tapar los pies. Si cumplen bien esta función, se dedican con afán a limpiar las calles y si a esto le sumamos que el suelo de mi ciudad se moja cuando llueve, de resultas voy empapándome de una manera muy lamentable: en forma de mecha, como esos ambientadores que llevan una especie de gasa absorbente introducida en el liquidillo color fucsia o verde lima o azul pitufo. Total que acabo por llegar a casa casi con el culo en remojo -Llevar paraguas no previene lo más mínimo esta penosa situación-
Emocionada con la idea del chaparrón, he salido feliz de casa.
En este momento a las 14:20h todavía no hay ni rastro de mi lluvia, pero sigo un poco feliz, porque aunque el calor y el solete me han estado dando la brasa toda la mañana, y mis pies se dedican a echar a perder todo el líquido que ingiero, tengo móvil nuevo!!! Sip, hoy me han regalado el dichoso teléfono, hoy es el día elegido para acomodar a mi viejo y estimadísimo Nokia 5110 en algún lugar de entre las reliquias que guardo. Han sido casi 4 años de compañía, no hay quien pueda con él… bueno sí, al final han podido con él todos aquellos que últimamente, envidiosos de su aguante ante los golpes, de su atenta y total disponibilidad, de su batería incansable, han optado por la mofa como recurso en su plan de ataque.
He bajado la guardia ante estos alardes de modernidad, sí, he sido débil. La verdad es que la melodía (si es que llegaba a serlo) ha tenido gran culpa de ello. Yo no tengo demasiado oído musical y cuando silbo o tarareo algo, sólo consigo un par de tonos totalmente desafinados y rítmicamente patéticos, y mi antiguo Nokia, aunque se mostraba muchísimo más capaz con la labor, no podía, el pobre, con los acordes estos polifónicos o lo que sean, y el bus o el metro o las cenas con amigos resultaban cada día una evidencia del, según muchos, absurdo apego que le tengo a mis cosas.
Este nuevo Nokia tiene muchas cositas pero aun tengo que estudiarlo bien, me da un poco de palo, estoy por conectarme con él al cargador las 9 horas que me han indicado, con la bonita ilusión de compartir sus secretos y regresar al grito de “¡Ya sé Kung Fú!”.
Mientras, sigo esperando alguna nubecilla, pero las muy cabronas están escondidas y seguro vendrán por la noche que es cuando voy al cine al aire libre del barrio, para soltar el gran chaparrón que despida el último día de esta actividad veraniega.
Hace bastante tiempo ya, Somo escribió (ni siquiera recuerdo dónde) un divertido texto donde narraba, con su habitual tono mordaz, las peripecias y pijeces varias de sus compañeras de trabajo, con lo que respecta al ritual de comer en la oficina.
Pues bien, hoy me he preparado una de esas bolsas, una de cartón, como aquellas que llamaron la atención de Somo. Por supuesto, la he buscado un poco discreta en cuanto al color, (un verde oscuro y serio) y no muy grande porque contenía únicamente 3 cosas para mi desayuno: Un kiwi, un yogurt y una cajita de Pharmatón complex, -ginseng en pastillitas- (el café con leche lo subo del bar y hoy prescindía del bocadillo).
Venía yo dispuesta a recuperar la disciplina que conseguí las 3 primeras semanas del mes pasado y que perdí hace ya unas cuantas cuando dejé de ir al gimnasio. Y es que este calor me está matando. Ayer bajé a la farmacia a tomarme la tensión porque las fuerzas me abandonaban, o eso creí, pero sólo estaba un poquito baja, debido al calor, me dijo la tía, pero ¡¿qué calor?! si la muy warri disfrutaba de un maravilloso aire acondicionado inexistente en mi vida. Salí de allí con la cajita de ginseng. Pero lo peor es que se supone que con las altas temperaturas, una bebe más y come menos, y yo resulta que de lo único que tengo ganas es de comer.
Cuando por fin terminó mi abrasadora jornada laboral, salí decidida a retomar la vida de cuidados y mimos que merezco y que la vil desgana aplastó por completo. Pero eso sí la última cena de disfrute era vital para acumular fuerzas.
Llegué a casa de G. que aunque me está abandonando en nuestro “momento similar” sigue siendo una buena cómplice para recuperar o acabar de machacar la preciada autoestima. Pusimos la mesa al son de nuestra máxima de honor “a partir de mañana nos portaremos bien” y devoramos una ensalada de pasta, 8 croquetas, medio bocata de bacon con queso cada una y un dulce.
Después mientras yo me lamentaba tomando el nutrité de fibra y ella ponía ojitos de piolín a cada mensajito que recibía del señor X. y que acentuaba la distancia brutal que está adquiriendo en cuatro días nuestro ritmo emocional, preparábamos el tinte. Y es que G. está wapísima y empieza a sentirse muy bien, pero por más que se lo repitan todos, sigue teniendo esos “5 minutos”, como ella los llama, de “necesito algo nuevo YA!” y si hace tan sólo una semana la estaba embadurnando con el “rosa chochona de fantasía” ayer le ponía a modo de casquete una pasta que debía mutar su pelo a “negro azulado”.
Quiso asegurar el tiro esperando el doble de tiempo que la última vez, porque la fantasía pastel resulto, en el primer intento, un curioso manchado variopinto; debido, según cuentan las expertas, a la diferencia de hierro de las diversas zonas capilares. Así pasamos pues un buen rato, fumando y compartiendo las cosas que Speety nos cuenta desde su obligado exilio en la cama de un hospital en Porto Vecchio.
También lloré de risa, porque la muy chochona quiso que utilizase toda la pasta del tinte, también por aquello de asegurar, (el largo de su pelo es de centímetro y medio) y mientras charlabamos y pese a que yo me empanaba de vez en cuando observando aquel casquete de click de famobil que me lucía la jodida, no atiné en mirarle el cogote. Y ella, que hacía rato que tenia algo dormido el cuero cabelludo, no notó, el hermoso gotarrón que se deslizaba por su cuello. Con esa mancha y unas cuantas más que surgieron en el proceso, (algunas me tocaron a mi como es debido) tuvimos que pelear para no estropear sus compromisos sociales de hoy, que estaba dispuesta a mandar a tomar por saco si no se le reparaba su sensual y siempre cuidado aspecto.
Nos quedó pendiente la depilación mutua a la cera, que siempre se hace más llevadera si puedes insultar a tu torturadora y que tuvimos que relegar para momentos en solitario de nuestro día de hoy. Era tarde, la ducha en casa me esperaba, y sobretodo la convicción de que hoy me portaba bien, y así me he visto con mi bolsa de cartón verde repleta de buenas intenciones que han durado hasta la hora de comer.
Que pasa! El Pharmatón complex abre el apetito Copón!
Hoy quería hablar de mi ciudad. He estado en el teatro (Marionetas del pene, -no hay crónica porque es lo que reza el título-), ha sido el regalo de mi hermano y mi cuñada.
El caso es que aunque me encanta Barcelona, la disfruto poco, como es normal cuando se vive en una gran ciudad, a menos que se tenga el privilegio de vivir en el mismísimo centro y con ello sentir el movimiento y el color de la urbe, del mestizaje que la inunda sobretodo el fin de semana, de sus ruidos, sus actividades culturales, sociales, populares, todas juntas, en corriente danzante y plasticista. No es que mi barrio esté mal, porque es un barrio afortunado, y no lo digo en un sentido clasista, todo lo contrario. El mio es un barrio tradicionalmente vivo, como otros de la ciudad, con un importante sentido de la expresión asociacional, distintos movimientos grupales que derivan en interesantes actividades populares con una buena participación en la calle. Pero me fascina perderme por el casco antiguo, o contemplar subiendo después el Paseo de Grácia. Y pienso en Irak, y en la pérdida y en el cambio. Y Me esfuerzo en retratarla en mi memoria, ingenuamente, pues ella seguirá aquí cuando yo ya no esté.
Mientras pensaba en la belleza de los contrastes y del conjunto he querido ser otra persona, alguien que está de visita en la ciudad. Hubiese querido verla con otros ojos, los de aquel desvinculado del sentimiento de pertenecer a ella, de conocer sus latidos, de sentir su danza. Lo mismo me ha ocurrido alguna vez conmigo misma, querer despojarme de mi propia percepción, incluso limpia de contexto. Pero no puedo imaginarme sin contexto, porque soy con mi gente, seguramente soy con mi ciudad, pero sobretodo con mi gente, sin ellos no soy. De modo que si algún día puedo verme desde fuera quiero verme con ellos y me veré orgullosa, sea en la ciudad que sea.
1.- Convencimiento absoluto de que la aparición y desarrollo de nuevos sentidos anula de manera directamente proporcional la capacidad del resto. (o estrictamente creciente, pero eso lo dejo para mentes como la de efedito y fatalidad).
[insertar aquí a El Chache con su dreamy “Cuidado con los topos”]
Como dice Adriwan, hasta la vida de -(sí, sí ese)- seria interesante si la escribe alguien capaz. Lo importante es el COMO no el QUE. Y yo claro, pues ando atenta a los detalles de los decorados que me rodean en todo momento, y divago, y adjetivizo (esto existe?) y distorsiono hasta el hiperealismo escenas costumbristas, urbanas, escudriñando (me encanta esta palabra, otro día quizás hable de ella) y hasta aquí todo bien. El problema surge cuando te descubres volviendo a la realidad matérica en la parada del bus, de repente descalza -tan cómoda debí sentirme con mi nuevo despertar- en una postura como que demasiado relajada.
Y a lo lejos el puto 54 que no viste con el empane.
Y una vez pase, pero dos… o_0!
Acabé por disfrutar a la fuerza del paseo a pata, pensando en el sentido que adquiere la visión cuando se mira hacia lo profundo de las cosas…en fin.
2.- Posible trastorno de personalidad
- R: Esto no es grave doctor, pronto lograré controlar el tema, y prometo dejar de firmar comments indistintamente con mis dos yos. Eso si consigo curar a Haditjé del subidón egocéntrico que la invadió anteayer con tanto protagonismo.
- H: Rita, cielo, aquí la nueva eres tú, y aunque vengas con este nombre tan facilón y cortito el exotismo del mío triunfa baby. (diga lo que diga Zadiko, eltontoelculo)
- R: Lo ves Hadit, tu no puedes estar aquí chata, que la gente no sabe quien es ese Zadiko (yo si y es un tontoelculo) pero no viene a cuento, anda, anda ve pasando y no acapares. Ah y deja de insertar dreamis que aquí lo que tiene valor son las palabras.
* Haditjé sonrie mostando unos bonitos y sexys colmillos - Tengo mejores cosas que hacer que asistir a tus absurdas terapias nena, y cuida que esta aventura tuya no me afecte, o vendré a redecorar tu adorable rinconcito con colores muy oj-curos…
3.- Agudos ataques de guarditis
Todo, o casi todo despierta en mí unas irrefrenables ganas de posesión, y NO me refiero a la física/sexual.
Es el síndrome de la blogger novata, que no quiere tardar cuatro días en perder, -iba a decir el buen ritmo creativo pero de eso no se ni si llegaré a tener- la disciplina. Y eso me acentúa la manía de guardar cosas, (ya típica, dicen, en los cáncer) o de anotar recuerdos para no dejar escapar una historia que contar. Esto que os dejo aquí, me recordó inevitablemente a alguien, es la postal que me dedicaron Cels, Gloria y la pequeña Nat, y por mi parte, está dedicada a ese alguien que es Adriwan: ¡Viva el reciclaje!
Acabo de enterarme que mi amiga Speety estando de vacaciones en Córcega se ha roto el tibia y el peroné haciendo barranquismo y han tenido que operarla de urgencias. El año pasado en Venezuela pilló un virus intestinal que casi la deshidrata en plena selva.
No se merece nada de todo esto.
Lo estará pasando mal, en un hospital, lejos de su familia, le dolerá seguro. Pero si algo la estará machacando es el pensar que está fastidiando las vacaciones a los amigos que están allí. Ella es así.
Yo (o me atrevo a decir que cualquiera de sus 3 acompañantes) estando en la selva, sin poder ingerir absolutamente nada, bebiendo únicamente agua y una especie de receta autóctona preparada in situ por el guía nativo -que tardaba segundos en reclamar la salida de ese esbelto y delgado cuerpecito suyo- no hubiese soportado la travesía que me esperaba. Mis paranoias, (o justas y realistas precauciones) me hubiesen alterado suficiente como para renunciar a las insinuaciones y pedir a gritos, la ayuda de un helicóptero que me sacase inmediatamente de allí. Pero ella no; que si era la parte más esperada del viaje, que un helicóptero es muy caro, que esto se me pasa seguro. Pero tres días son mucho tiempo, no hay reposo, no hay cama, no hay baño, sólo un nativo con remedios exóticos y unos amigos a los que no quieres estropear la experiencia. Pero fue grave y en el fondo ella lo sabe. Luego otro par de días ingresada con chutes de suero.
Nunca quiere molestar, prudente hasta para pedir muy de vez en cuando un cigarro. Ojalá pudiéramos estar todas allí, llevarla con la silla hasta la zona de fumadores y compartir con ella unas caladas y unas risas. Juntas nos reímos y nos queremos cada vez más. Si encontramos un vuelo este finde nos plantamos allí.
Hoy estreno blog y cumplo 29 años. No me gusta en absoluto la idea, en absoluto. Me desagrada por lo cercana que queda ya la siguiente cifra.
Mi padre adora la vida, sólo se concibe joven. Para su 50 aniversario, escribió una oda a tan severo número, y en su día, la colgó enmarcada en su despacho. Seguramente mis genes llevan esta peligrosa enfermedad (algo parecido al síndrome de Peter Pan), espero que lleven también la fuerza y la capacidad de hacer una oda a cada pretenciosa cifra que se empeñe en decirme que acaba un ciclo; desenmascarando su banalidad, puesto que no es, mucho más que la anterior ni mucho menos que la venidera.
Todo se escapa demasiado deprisa, pero son tantos los que han sentido y expresado esta angustia, que recrearme en ella sería, tal vez, absurdo y seguro deprimente. Por eso he esperado hasta hoy para estrenar mi blog, con la esperanza de convertirlo en una manera de saborear mejor mi tiempo pasado, presente o futuro. Mi oda particular a las pequeñas y grandes cosas.