Un diván para rita

de trapo y de colores

Este ha sido un finde intenso. Me doy cuenta de que cuando una vive casi programada durante 48 horas, todo cunde mucho más. A priori parecía que no lo iba a conseguir, estaba segura que alguna de las cosas iba a quedar relegada por culpa del apatismo que me sobreviene cada viernes; el mismo que me obliga a retozar en mi sofá, mirando como se acumulan los platos o como las sábanas empiezan a tener un color sospechosamente insalubre. Pero yo, vacilona, levanto la barbilla y en un tono inflexible acallo sus súplicas a la orden de: necesito descansar!. Lo tengo tan estudiado que últimamente consigo pasar sábado y domingo sin pegar ni golpe. Pero es que un 30 cumpleaños, la celebración de un primer año de vida, la inauguración de un piso y el regreso de G. de su “casi luna de miel” son cosas demasiado importantes para perdérmelas.
Lo de los 30 años de Sergi, era necesario, tenía que verle disfrutar para irme preparando, queria ver lo bien que le sientan y lo bien que me van a sentar a mi... espero... aunque no se puede comparar, claro, porque él los celebra desde hace un par de años de jueves a domingo, vaya, que hasta los camareros del Ámbar le habían preparado por sorpresa un pastel de chocolate y cava para todos. A mi como no me prepare Héctor una partida homenaje y nos lleve al Pony Pisador, no se de dónde voy a sacar tanto ambiente, eso sí las galletas de chocolate de Marta, o los gofres de Jam, superan a cualquier pastel.
Un añito es lo que cumplió la hija de mi jefe, y como es el único bebé que he visto crecer, pues me hace ilusión verle la carita y los bailoteos que se pega con todo lo que le cantes. El día del sorteo de navidad tendríais que haberla visto con aquello de los miiiiil eeeeuuurosss, una monada cuando son de los demás, oiga.
El nidito de amor de Jamfris y Angua está muy logrado y eso que, cuando le dicen a una que van a pintar el comedor color “arena de plaza de toros” pues, vaya, que no confías mucho en el tema, porque además, es un color “arena de la ostia de intenso”. Pero es que hay que ser valiente, joder, si ya lo digo yo (a ver si se me pega algo) porque el resultado es acogedor y alegre -chulísimo-, como ellos, vamos.
El domingo iba a ser más tranquilo, porque aunque zoe me había prometido quedar por la tarde e incluso me había amenazado con presentarse a comer, ...esto, a ver, como os lo diría..., quien conoce a zoe sabe que, aunque es la que siempre tiene interés en vernos y se emociona con cualquier propuesta, acaba por tener una resaca del quince o la regla o una migraña de caballo y por todo ello, no pudiendo venir, y evidentemente menos un domingo. Así que tampoco preparas comida, y si viene pues eso, que de camino pille un pollo al ast. Al final llama G. que ha vuelto de Portugal y el pollo se convierte en dos pollos, patatas fritas y chocolate con melindros. Rematamos con una sesión de fotos digitales enchufadas a la tele, de esas que cuando son verticales, tienes que girar la cabeza porque la cámara, aunque muy moderna toda ella, no es el photoshop y no tiene el rotate canvas. Al final, mientras zoe se dedica a estrujarme un cojín en la cara y G. se parte la caja en cada tentativa de verme estampada contra el “artefacto juguete” de la koala, miramos los dvds de Spike Jonze, Michael Gondry y Chris Cunningham y flipamos con los videos musicales de esta gente. Los remordimientos de Speety, que está de exámenes, ponen punto y final a una tarde, -como siempre que estoy con ellas-, entrañable y divertida.

Todo pasa factura, y en estas celebraciones hay siempre un punto en común: la comida. Aunque desde el sábado por la tarde supe que iba camino del empacho, no pude resistirme y siempre quedaba el eterno lunes y el “me portaré bien”. Que se han traducido en un jartón inhumano desde anoche, que no puedo más que comer arroz hervido y beber mucha agüita... en fin, pese a todo, no cambio nada de esto por un finde de sofá.