Enero 31, 2004
Orión
Cuando es de noche y paseo por la calle, siempre trato de mirar al cielo. Las noches invernales son las más preciosas de todo el año, y una de mis constelaciones favoritas es Orión. De manera clarísima se levantan las dos estrellas de los hombros, Betelgeuse y Bellatrix, las tres estrellas del cinto y las dos estrellas de los pies, de las cuales la de la derecha se llama Rígel. En la antigua leyenda griega, el cazador Orión tenía fama de poder vencer a cualquier fiera. Debido a ello, entre él y el Escorpión se desató una dura batalla. La leyenda continúa relatando que Ulises, durante su viaje a los infiernos, se encontró con el gran cazador Orión, quien lo condujo donde se hallaban los gigantes de la antigüedad Otos y Ephialtes. Se consideraba que éstos habían sido, después de Orión, los gigantes más bellos que jamás habían existido. Orión era considerado también como un gran caminante y, gracias a su enorme fuerza, como un gran benefactor de la Humanidad.
Bueno, pues ésa es un poco la mitología de Orión. Esto viene a colación porque a pesar de que el día este nublado o no haya más que negros nubarrones que no dejen ver ni la luna o tan sólo un pálido reflejo de su brillo, la realidad, a pesar de todo, nos dice que la noche está estrellada y que detrás de cada gran nube, hay infinidad de estrellas que titilan a modo de simpáticos guiños.
Mi afición por mirar las estrellas me levanta sentimientos de soledad, de sentirme irreal en un mundo perdido. Cuando estás aquí, tan solo, te da tiempo a pensar en muchas cosas. A veces es un peligro ceder a la tentación de perderte por los infinitos vericuetos de tu mente, pero siempre suele ser conveniente dedicarte unos pocos minutillos al día. Es una pena que tal como va la vida, casi no te quede tiempo para ti mismo, para tener una pequeña parcelita de soledad que, si es en el momento apropiado, puede ser muy aconsejable.
Hay un fragmento precioso de Juan Salvador Gaviota, que refleja bastante bien el ánimo un tanto apesadumbrado pero con las esperanzas intactas, al cual me refiero.
'...Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando enseguida de donde habíamos venido, sin preocuparnos hacia donde íbamos, viviendo el momento presente... Elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido en éste. No aprendas nada, y el próximo mundo puede ser igual...'
Enero 30, 2004
Incertidumbre
-¿A quién echarle la culpa de esta terrible situación? ¿A los dioses? ¿A mis padres?... Yo no puedo saberlo. Sin embargo, lo cierto es que esta incertidumbre me tortura, me mata. Y lo peor del caso es que pasan los años... y ¡nada! ¡ni la mujer, ni la yegua! ¡Qué horrible es ser centauro!
Enero 29, 2004
Las formas
Durante una tormenta cayeron del cielo, entre la lluvia, todas las formas del mundo. Se mojaron, se ablandaron, se deformaron y se confundieron unas con otras. Un león ahora con forma de foca se arrastró por la hierba hasta que se cansó y se detuvo a morder margaritas. Un pararrayos ahora con forma de golondrina alzó vuelo y fue atrapado por un halcón que antes había sido una goma de borrar. Un niño ahora con forma de diccionario se deshojó un rato bajo la lluvia, y fue luego una pasta amarillenta. Un buey ahora con forma de cámara fotográfica hizo clic, clic, y se echó a andar hacia el norte magnético, ahora con forma de serpiente enroscada en un árbol. Una estrella fugaz que antes había sido un campanario trató de alumbrar un instante, pero se lo impidió la lluvia tenaz. Un coche que ante había sido un tiburón atropelló un telescopio que antes había sido una cáscara de banana. Un reloj que antes había sido un cruce de carreteras dijo cucú, cucú. La lluvia cesó y salió el sol. Las nuevas formas se secaron despacio, y cuando estuvieron bien firmes se separaron unas de otras y tomaron distintos caminos, asumiendo sus nuevos papeles. Una cosa eternamente informe, que por lo tanto no había participado en la metamorfosis, pero que había observado fascinada desde un bosque cercano, no se pudo contener y pensó un largo pensamiento informe.
Enero 28, 2004
Lujuria
¡Me encanta la lujuria! Bueno, tras este comienzo arrollador, lo que quiero decir que para mí la lujuria es algo estupendo. Al menos, claro, desde mi humilde punto de vista. En teoría, la lujuria es uno de los siete pecados capitales, pero yo nunca lo he visto como algo malo, porque creo que la lujuria fomenta la alegría y las ganas de vivir de las personas, y eso nunca puede ser malo, ¿no?
Vale, la palabreja es posible que esté asociada con ideas más negativas, pero es que no se me ocurre otra palabra que pueda sustituir ese concepto (además, cada uno le da a las palabras el sentido que prefiere, sobre todo cuando no se tiene muy claro qué representa exactamente la palabra en cuestión).
Creo que la lujuria es vida, o más bien, ganas de vivir. En realidad, cuando sales con los amigos y te diviertes, eso es en cierto modo lujuria. O te tomas una cervecita especial, que cuesta un mucho conseguirla, de las que salen en las series de televisión. Eso es lujuria. O cuando das un paseo por la playa, sintiendo el viento en la cara, y viendo las olas romper contra el malecón... O cuando estás con tu pareja y te dedicas a escucharle, a hacer planes, a mirar en la misma dirección, eso también es lujuria. Todo lo cotidiano tiene un componente lujurioso que sólo tenemos que buscar, y que podemos encontrar nosotros mismos, solos. Compartir este tipo de cosas hace que la lujuria adquiera un nuevo significado.
¡Y todo esto sin hablar de sexo! Entonces sí que me quedo sin palabras, porque la lujuria en el sexo (y también fuera de él) es mágica, siempre buscando cosas nuevas, pero siempre teniendo en cuenta los deseos de la otra parte, siempre pensando en compartir, en desarrollar una cierta complicidad entre los dos.
La lujuria, al final, es un juego que nunca se juega dos veces de la misma manera; un juego innovador, que no cansa, que une, que te divierte. Vamos, que es algo de lo que hay que estar orgulloso y que hay que practicar a menudo. ¡Viva la lujuria!
Enero 27, 2004
La velocidad del tiempo
Donde hay mucha gente el tiempo pasa más rápido. Para empezar, en el espacio vacío el tiempo no pasa, se queda quieto. Si introducimos allí una partícula de materia (una hormiga, un electrón, un alfiler), el tiempo empezará a moverse. Porque cada trozo de materia, por pequeño que sea, actúa como un acelerador de tiempo. Al agregar más partículas (otra hormiga, un puñados de alfileres, etc.) el tiempo correrá más rápido. Si en nuestro espacio introducimos un sistema complejo, formado por muchas partículas, como puede serlo una pareja de humanoides, un aljibe, dos o tres macetas con geranios, el tiempo adquirirá una velocidad considerable. Y así llegamos al caso de las grandes urbes, donde se han introducido millones de criaturas, automóviles, edificios, semáforos, etc. El tiempo pasa aquí a tal velocidad que prácticamente ya no se puede vivir.
Enero 26, 2004
El aviador imaginario
El aviador imaginario miró a su alrededor. Desde los cielos de fantasía todo se veía distinto. Las personas casi no se distinguían en la tierra. Y en cierto sentido eso le reconfortaba. Huir del mundanal ruido de vez en cuando no estaba mal.
De pronto entró en una nube, y como imaginario que era se disolvió y desapareció para siempre.
Enero 25, 2004
Un puntito en el Universo
¿Sabes exactamente dónde estás ahora? Estás en una ciudad, junto con mucha gente y en este momento existe una gran posibilidad de que muchas personas abriguen en sus corazones las mismas esperanzas y desesperanzas que abrigas tú.
Sigamos: eres un puntito microscópico en la superficie de una esfera. Esta esfera gira alrededor de otra, que a su vez está localizada en un lugar de una galaxia, junto con millones de esferas semejantes.
Esta galaxia forma parte de una cosa llamada Universo, llena de gigantescas aglomeraciones de estrellas. Nadie sabe exactamente dónde comienza y dónde termina eso que llaman Universo.
A pesar de todo, eres lo máximo. Luchas, te esfuerzas y tratas de mejorar. Tienes sueños. Estás alegre o triste o indeferente. ¡Qué maravilloso es vivir! ¡Y sentirse amado!
Enero 24, 2004
La demostración de Leinbach
Las calles estaban casi desiertas. El reloj de un campanario dio las dos.
Qué bueno, pensó, que no tenga que ajustarme todavía a un horario de oficina, y que mañana pueda dormir hasta tarde. Caminó rápidamente, con seguridad, tarareando para sí. Al final empezó a cantar con una voz baja y poderosa que le pareció ajena. Quizás no sea yo, efectivamente. Quizás esté soñando. Quizás sea éste mi último sueño, ¡el sueño del que yace a punto de morir!. Recordó una idea que, años atrás, había expuesto Leinbach con bastante seriedad y vigor ante una gran audiencia. Leinbach había descubierto una prueba de que la muerte en verdad no existe. Está fuera de duda, había declarado, que no sólo los que mueren ahogados sino todos lo que mueren de la forma que sea, reviven toda la vida pasada a enorme velocidad.
Esta vida recordada debe tener también un último momento, y este último momento su propio último momento y así sucesivamente, y por lo tanto, el morir ya es en sí mismo la Eternidad, y por lo tanto, de acuerdo a la teoría de los límites, uno puede acercarse a la muerte pero nunca puede alcanzarla.
Enero 23, 2004
Día de meditación
Hay días que me pongo a meditar. ¿Lo has hecho alguna vez? Anualmente, una semana después de pasadas las fiestas de Navidad. Cuando no hay nada especial que hacer, y por eso se convierte en un momento especial. El primer día en que, por fin, cada cosa regresa a su estado rutinario normal. Los familiares han vuelto a sus casas. También las Navidades han venido y se han ido, y como quiera que sea que hayan sido -buenas, malas, indiferentes-, ya se han acabado. Ha pasado el día de Navidad, el día de Año Nuevo y finalmente el de Reyes, y tanto si te has ido de juerga como si simplemente te has metido en la cama, ya ha finalizado todo. Todo ha quedado limpio ya de la porquería que siempre se produce en vacaciones, la casa está ordenada y las sobras han ido a parar a la basura. Es demasiado pronto para ponerse a preparar el viajecito de verano y demasiado pronto también para irse a tomar el sol a la playa.
Pero no puede decirse que se trate de un tiempo perdido por completo. Una tarde de domingo que dediques a pasear por tu barrio te informará de que la vida sigue su curso. Una mirada más detenida te muestra los brotes de la existencia de otra primavera a punto de aparecer en los árboles y, en la profundidad de sus lechos, los narcisos y los almendros sienten que algo comienza a moverse bajo sus pies. Y eso lo sabes porque tú mismo sientes que algo bulle también en tus propias raíces. Y los días son ya más largos.
Meditar no es cavilar, ni sentir, y ni siquiera meditar en el sentido religioso de la palabra. Es maravillarse a un nivel más profundo.
Este año me quedé maravillado la tarde del 'Día de Meditación'. Me puse a pensar en las chicas con las que había estado hacía tiempo. ¿Dónde se encontrarían ahora? ¿Qué aspecto tendrían? ¿Me habría perdido algo bueno? ¿Qué sucedería si intentara localizarlas y hacerles una llamada? ('Hey, soy yo.' '¿Quién?).
Me puse a pensar en aquella gente que todavía no lo saben, pero que no estarán ya aquí por estas fechas el año que viene para meditar. Si ya lo supieran ahora, ¿les ayudaría eso en algo? ¿Y qué pensar de todos esos niños que estarán aquí en esta misma época del año venidero, pero que, por el momento, no son más que un deseo de los padres?
Me puse a pensar en toda esa gente encerrada en la cárcel y torturada, sobre todo en aquellos que han sido castigados injustamente. ¿Tienen esperanzas?
En algún lugar del recorrido por ese camino de las cavilaciones del 'Día de Meditación', comencé a hacer pactos secretos conmigo mismo. Aquella clase de cosa que no cuentas a nadie porque no quieres que te pillen haciendo algo tan ridículo como los propósitos del Año Nuevo. Conservas este material en tu interior para no ser sorprendido en un renuncio, y que después no hagas aquello que has dicho que ibas a hacer. (Una vez confeccioné una lista con todo lo bueno que había realizado el año que acababa de finalizar y, a continuación, la expresé en forma de ficha de propósitos y le puse una fecha ya pasada. Eso sí que es hacer las cosas bien. 8-))
Cuando medito, recuerdo siempre los días pasados en el instituto. La vuelta al instituto la primera semana después de las vacaciones navideñas, prometiéndome secretamente a mí mismo que, ese año, iba a hacer las cosas mucho mejor. Y, ciertamente, las hacía mejor durante unos cuantos días. Nunca continuaba haciéndolas mejor -existen tantas maneras de distraerte cuando eres jovencito-, pero, al menos durante unos cuantos días -unos cuantos días de esperanzadora posibilidad había demostrado que, en efecto, podía hacerlas mejor. Si quería.
Ahora, pasados los treinta, en un momento de la experiencia en que se tiene un poquito de cuidado, en que todo es más incierto y uno se vuelve reflexivo, casi inconscientemente me prometo lo mismo. Podría hacerlo mejor. Y los políticos y el Papa y el resto de la Humanidad. Lo podríamos hacer mejor.
Me estoy acordando ahora de un cuento que oí sobre un hombre que encontró el caballo del rey y, como no sabía que era el caballo del rey, se lo quedó; pero el rey dio con él, lo arrestó e iba a ajusticiarlo por robar el caballo. El buen hombre trató de explicarse y dijo que aceptaría gustoso el castigo, pero ¿sabía el rey que podía enseñar a hablar al caballo y, de esta manera el rey se convertiría en un señor más poderoso, con un caballo que hablaba y todo? El rey pensó muy bien lo que podía perder y le concedió un año de plazo. Bueno, los amigos del buen hombre pensaban que estaba loco de remate. Pero el hombre les dijo: ¿Quién sabe?; el rey puede morir, yo puedo morir, el mundo puede acabarse, el rey puede olvidarse. Y a lo mejor, quizá, quizás, el caballo, pueda aprender a hablar.
Siempre debemos creer que puede pasar cualquier cosa.
Ésa es la razón por la que, cuando me preguntan dónde he estado, siempre digo: 'Ah, hablando con un caballo.' Así doy materia para meditar.
Enero 22, 2004
El mar y yo
De este lado está el mar. El de la infancia, el grande, el inmenso mar. Del otro lado quedo yo, mis miserias, mis grandezas, yo. Cae una lluvia fina que pincha en la piel, pero los míos no se preocupan de las cosas que os preocupan a vosotros, a los míos sólo nos importa el mar, grande inmenso; se me mojan las manos, el pelo que se pega a la espalda, la cara, los ojos, pero no me doy cuenta. Aquí enfrente está el mar, detrás mía el mundo, y en medio, yo.
Al otro lado del mar tú.
No sé dónde tengo que ir. Giro la cabeza, el mundo, enfrente el mar (el grande, el inmenso, el ingente) y detrás de él, tú. Me siento en la arena, las rodillas hacia delante, el cuerpo ladeado, o ha dejado de llover o he dejado de notar la lluvia, no sé dónde tengo que ir. Detrás el mundo, la gente camina tranquila, que ya se está ocultando el sol, tengo ganas de acercarme, de volver con ellos, de leer su libro de nombres y olvidarme del mar y de ti, 'estás hecho de agua', me dijiste, 'si te alejamos del mar te vas a ahogar y a secarte'. Aliso la arena con una mano y con la otra escribo sobre ella, letras al azar, arabescos, símbolos sin sentido...
Se acerca un pescador, que en estos casos es lo frecuente, aquí se pesca de noche. Planta la caña, deja el cubo del cebo, ceba el anzuelo, lanza la caña. Me gustaría saber dónde quiero ir.
Me mira, se acerca y me pregunta por el nombre. El nombre. Mi nombre. Cómo quiere que lo conozca si ni siquiera sé dónde hay que ir, insiste en la pregunta con la mirada, yo tengo el estupor de no poder contestarle, miro el mundo, miro el mar, y como no sé dónde ir, agito un par de veces mi alas suavemente y me alejo volando.
Enero 21, 2004
Mensaje de borrador
En este mensaje de borrador que voy a reciclar, hay cosas apuntadas sobre 'las luces y el color del cielo', que casi no recuerdo a santo de qué iban, quizás era recordando cómo me sorprendió el cielo de Helsinki, no pensé que fuera a ser tan hermoso.
La última cosa apuntada que reciclo es la pregunta '¿Dónde está la felicidad?' algunos dicen: 'La felicidad está en saber lo que se quiere...' Yo no sé donde esta la felicidad, no me parece que esté en saber lo que se quiere. Supongo que no eres feliz hasta que lo alcanzas y cuando lo alcanzas ya estás queriendo otra cosa. Sin embargo, intento seguirle el rastro a la felicidad. Creo que quiere llevarme por un sendero diferente: la felicidad está en saber lo que se tiene, en detenerse, dejar de pensar por lo que no se tiene o no se es, y mirar alrededor...
Leí en un prólogo hace tiempo que un Califa de Córdoba escribió en sus memorias: 'Y fui feliz catorce días...' luego dándose cuenta de su exageración añadió: '... no seguidos.' He estado meditando sobre el asunto y la verdad, no me puedo quejar, la vida no me ha maltratado mucho, sólo lo justo para poner en su sitio las cosas importantes.
La felicidad creo que va de la mano de la paz interior, las cosas no dan felicidad, las personas a menudo dan preocupaciones. La felicidad está en uno mismo y hay que saber descubrirla con paciencia, conocerse y admitir las limitaciones que uno tiene, mirar hacia delante. 'La capacidad de experiencia', disfrutar de las pequeñas cosas, sorprenderse siempre.
La muerte no me preocupa, al menos la mía, no creo que merezca la pena derrochar esfuerzos en algo que no se puede controlar, bastante tengo con vivir que, a veces es difícil y a veces es estupendo. Hay que aprovechar y disfrutar cada momento mientras el tiempo pase y corra el minutero del reloj. Me preocupa más, en este aspecto, la pérdida de alguien querido, ya sea por accidente o por abandono. Es otra forma de muerte no menos dolorosa.
Enero 20, 2004
Pocas cosas
A continuación os transcribo mi poema favorito. Como no podría de ser de otro modo su autor es Mario Benedetti :)
capaces de endulzarle a uno la vida
digamos la esperanza amanecida
o la lluvia que brilla en las baldosas
me gusta la constancia de las rosas
que nunca dan su espina por perdida
y también la tristeza repetida
de las palmas tan solas y orgullosas
pero no hay nada tan profundo y leve
como el alma y el vértigo y los labios
de esa mujer que al verla nos conmueve
para ser alguien entre cielo y suelo
y salvarse del odio y sus resabios
nada como el amor y su consuelo.
Enero 19, 2004
Por si las moscas...
San Agustín se confesaba ignorante respecto a la razón de Dios en crear a las moscas. Lutero resolvió más atrevidamente que habían sido creadas por el diablo, para distraerlo a él cuando escribía buenos libros. Esta íntima opinión es ciertamente plausible.
Enero 18, 2004
Alma swahili
Ayer leí una cosita que me gustó bastante y que me hizo reflexionar. Explica Abdullah -desde su punto de vista cultural swahili- que su cultura multirracial -los swahilis es una etnia cuyos orígenes provienen de árabes, somalíes, bantúes, etc- se le podría comparar a un viaje en circulo, es decir una civilización circular. Él se considera un hombre circular, ya que nunca quiso ir a un punto en el horizonte, al contrario de lo que hacen los europeos, siempre obsesionados por el futuro, empeñados en llegar siempre a alguna parte. El alma swahili vuelve siempre sobre sí misma, galopando sobre los monzones. Salen del pasado y vuelven al pasado después de darse una vuelta por el futuro. Los occidentales son distintos: gastan su vida destruyendo el pasado y cuando alcanzan el futuro ya están viejos y cansados. El hombre es sólo memoria y regreso.
Como reflexión no está nada mal. Creo que en parte tiene razón. Como integrante de una sociedad occidental no tengo muy claro adónde vamos a llegar con este progreso que nos empuja continuamente sin tregua. Hay cosas que corren más que nuestro propio desarrollo intelectual y si no llegamos a digerir todo lo que nos arrojan, difícilmente conseguiremos una perfecta armonía con nuestro entorno social. Tenemos que estar continuamente luchando, abriéndonos paso, consumiendo, sin darnos tiempo a pararnos durante unos instante y reflexionar sobre el camino recorrido.
Enero 17, 2004
Brincando de estrella en estrella
Cuando las ciudades se llenan de recuerdos es espantosamente bello, pues es entonces que puedes respirar aires antiguos y llenar el alma de dulces memorias. Y tienes la oportunidad de tocar tu piel con suelos recorridos, con texturas provocadas por el pasado. Había una vez una cascarita de naranja... pedazo de cielo. La serena aceptación de lo que es... Qué serena la noche, qué sereno el viento y el frío dulzón que juega con mi cabello y mis ojos correteando por mi espalda y nadando entre los dedos de mis manos. Tranquilidad y sosiego. Ando pero no estoy, pues navego brincando de estrella en estrella... |
Enero 16, 2004
Loca de amor
Parado en una esquina se encontraba el hombre más bello del mundo. Los ojos azules como el cielo eran un relámpago en la oscuridad. Su sonrisa acababa la tristeza de los afligidos. Su piel dorada como la arena irradiaba la suavidad de la seda. Su cuerpo duro como el acero, congeniaba con un corazón tan tierno como el de un bebé recién nacido. Esa fortaleza exterior no ocultaba el melado que llevaba por dentro. Ese físico tan perfecto, y esa alma tan noble, hacían realidad todos sus sueños. Sin poder soportar tanta belleza, cayo postrada a sus pies enloquecida de amor.
Enero 15, 2004
Coleccionar cualquier cosa
Tengo un terrible defecto. Puede que sea una virtud, quizá para unas cosas sea una virtud y para otras sea un gran defecto. Guardo cosas... lo guardo todo. No, no es que vaya por ahí recogiendo cosas de los contenedores. La "boutique de noche" que llama un amigo mío. Pasa uno toda la vida guardando cosas. Acumulándolas. Libros, discos, apuntes, fotos, ropa, revistas... un montón de cosas que lo ocupan todo y parecen muy importantes. Llevo muchos años introduciendo registros en una base de datos hecha para tal propósito: mi colección de discos, libros, sellos, etiquetándolo todo, y...
¿Recuerdas la época en la que coleccionabas recortes de cine? o ¿pegatinas? o ¿cualquier cosa como el más preciado tesoro? y años más tarde, un día, te pones por cualquier motivo a sacarlo todo, a embalarlo, y descubres que todo eso no es importante, que lo que hace que te de un vuelco el corazón es un trocito de papel con unas palabras escritas cuando eras crío, o un collar hecho de semillas de aquel verano hace tantos años, o una postal que te envió un amigo desde Praga.
Si tuviera que salir corriendo porque mi casa ardiera, cogería a... no lo sé. Y las cosas que echaría de menos, mis cosas favoritas serían esas pequeñas cosas irremplazables y lo demás lo tiraría gustoso preferiblemente con una catapulta.
Enero 14, 2004
Permanencia vital
Es extraño ver como pasa la vida, y como hay cosas que antes fueron vitales, y hoy, sencillamente, no son nada. Sin embargo hay otras, que a pesar de que el reloj no detiene su marcha, siguen ahí, y permanecen hasta este momento conmigo; a pesar de todo, sigo soñando, y estoy convencido de que, de esos grandes sueños nacen esas realidades, que se agigantan mientras, como puedo, voy tratando de vivir intensamente.
Enero 13, 2004
Venusinas
Las primeras llegaron al comenzar el mes de mayo. Eran tan bellas que hicieron soñar a los hombres a lo largo de los días y a lo largo de las noches.
Poco se tardó en saber que no eran nada hurañas, y los hombres se transmitieron la nueva. Hacían el amor con tal refinamiento, que dejaban muy atrás el ardor de sus rivales terrestres. El número ya grande de solteras aumentó.
Y seguían cayendo del cielo, más deseables que nunca, eclipsando a la mujer más maravillosa. Sólo el amor contaba para los hombres, y ellas no envejecían.
Mucho tiempo paso antes de que se dieran cuenta de que eran estériles.
Así que, cuando medio siglo más tarde sus robustos amantes llegaron de Venus, sólo quedaban en la Tierra hombres decrépitos y mujeres ancianas.
Tuvieron con ellos muchos cuidados y los trataron sin brutalidad.
Un microcuento de Pierre Versins.
Enero 12, 2004
Melancolía
Leyendo una cita de Víctor Hugo, la cual dice 'La melancolía es la felicidad de estar triste' me puse a reflexionar. Me considero una persona melancolía por naturaleza. Disfruto con ello. Por eso cuando leí dicha cita, me sentí reflejado en ella.
Me gusta recordar determinados escenarios, coloridos, tonalidades en el ambiente. Disfruto con la 'déjà vu', esa sensación de estar viviendo algo que ya habías vivido antes. Puede ocurrir con el simple mirar de las nubes, o el color del cielo. Entonces trato de recordar a que momento de mi vida me recuerda todo aquello. Difícil ubicación. Los días se acumulan de tal forma que se pierde la cuenta. Quedan lagunas en el recuerdo. Momentos que pasaron sin pena ni gloria. Es lo que no me gusta del pasado, el olvido.
Pero bueno, creo que me estoy desviando del tema cuando mi pretensión es la de dar sentido positivo a la melancolía.
Muchas personas detestan la melancolía. Son aquellos que tratan de olvidar. Yo no tengo por qué olvidar por eso me regocijo en ella.
La dulce melancolía responde expresamente a momentos tiernos, que quizá, en el momento de ser vividos eran simples momentos sin importancia. Sin embargo, con el transcurrir de los años se tornan en momentos claves de nuestra vida, no por hecho de ser un acontecimiento extraordinario, sino más bien porque marcan una etapa en nuestra senda vital.
Enero 11, 2004
El lobo cantor
Uno de los libros que más han marcado mi infancia y del cual guardo un grato recuerdo, sin lugar a dudas, ha sido: "La leyenda del Lobo Cantor", de George Stone. Una fábula conmovedora, sensual, de las que consiguen llegar a lo más íntimo del alma. Cuenta la leyenda, que hubo un tiempo en otro lugar, donde los lobos perdieron su canto y cómo después lo recuperaron, consiguiendo así la esencia de su alma. Un canto a la vida...
"El cielo eterno esperaba sobre el paisaje terso y cubierto de nieve.
Esperaba en silencio. Sin respirar. Y entonces llegó, imperceptiblemente, sin un principio exacto. Una música fantástica, aflautada. Extraños sonidos de sirena que se elevaban rápidamente y se arrastraban después en largas corrientes musicales que ondeaban en la noche. De pronto, una mezcla de estribillos guturales, fluidos, salpicando el coro misterioso. Resonando en la distancia y direcciones imprecisas. Como voces del tiempo. Los lobos cantaban.
Escuchar el canto del lobo es tener la experiencia de una expresión sensual, singularmente conmovedora, de lo selvático. Es un sonido de calidad insuperable, que parece fantástico e inhumano. Pero no irreal. Porque forma parte de la esencia de la criatura lobo: de su espíritu, de su ser, de su verdad. Es un canto trascendental que tomó forma innumerables milenios antes de que se definiese el tiempo. Algo elemental. Un grito vital desde el pasado. Una revelación del Universo mismo."
Sin embargo, dice la leyenda que, en cierto período de su historia, los lobos no cantaban...
"El Lobo cantaba a la Montaña, que era orgullosa.
El Lobo cantaba para Todos.
Su Canto era de Amor. A la Tierra. A la vida.
La verdad de su Alma. Un arroyo sin fin.
Era ya antiguo cuando vino el Hielo.
En los tiempos de Dirus, el Gran Lobo Terrible.
Quien no siente este Amor, no puede cantar.
Y llamará maldad a la Canción. Indigna de los lobos. Así era Rufus. Rufus, el lobo tirano. El destructor.
Él y sus fieles se llevaron la Canción.
Y, durante milenios, el Cielo estuvo vacío.
Pero el arroyo siguió fluyendo. Uniendo el Pasado y el Futuro.
Dirus regresó.
Su búsqueda fue larga. Pero segura. Pues el Espíritu vivía, esperando. Liberado, resurgió su Poder. El Lobo recobró su libertad. La Tierra toda.
El Lobo canta a la Montaña, que es orgullosa. El Lobo canta para Todos."
Enero 10, 2004
Olvidada
En ese frío rincón del universo estaba habitando ella. Casi nunca se movía, únicamente pasaba largos ratos mirando triste y profundamente su alrededor, casi sin parpadear, casi sin respirar, casi casi sin estar.
En momentos quería sentirse vencida, para poder tener una razón lógica de ese estado vegetal en el que se empeñaba existir, pero no podía la derrota tomarla suya.
En muy raras ocasiones, la madre luna llegaba a visitarla hasta allá, y acariciaba de una manera muy sutil sus mejillas, y era entonces cuando podía vencer un poco su naturaleza frágil, y volver a sentir que realmente existía.
Cuando nuevamente sola quedaba en ese espacio, reflexionaba con melancolía sobre tiempo atrás, sobre todo lo visto y vivido, sobre ese rincón que hoy en día era su hábitat, sobre los momentos de fugaz paz que desde llegada ahí, tenía de vez en vez.
En ese sitio no había ni tiempo ni espacio, lo único que sentía correr era el aire entre sus cabellos y su cuerpo, suave, muy suave.
Hubo una vez un momento, en que dentro de esa aparente quietud algo distinto sucedió. Su mejilla estaba húmeda, y era que unas lagrimas la habían bañado. ¡Ella estaba viva!
Enero 09, 2004
La no existencia personal
Quizá la mayor contradicción que afrontamos en nuestra existencia, la más ardua de asimilar, consista en saber que 'hubo un tiempo en que yo no estaba vivo, y llegará un tiempo en que yo no esté vivo'. En un nivel, cuando 'brincamos fuera de nosotros mismos', y nos vemos simplemente 'como otro ser humano', ello adquiere pleno sentido. Sin embargo, en otro nivel, tal vez más profundo, la no existencia personal carece de todo sentido. Todo lo que sabemos está integrado a nuestra mente, y por ende todo lo que no esté en el universo carece de comprensibilidad. Se trata de un innegable problema básico de la vida. Cuando tratamos de imaginar nuestra no existencia, hacemos la prueba de brincar fuera de nosotros mismos, proyectándonos en algún otro. Nos ilusionamos creyendo que podemos implantar en nuestro interior una perspectiva externa acerca de nosotros mismos. No obstante, aunque imaginemos que hemos podido brincar fuera de nosotros mismos, en realidad jamás podemos hacerlo... Como quiera que sea, esta contradicción es tan grande que, durante la mayor parte de nuestra existencia hacemos como si no la viéramos, pues afrontarla no nos conduce a ninguna parte.
Enero 08, 2004
Mi luna
—Dime lo que ves, prima.
—Veo la luna blanca sobre la silueta de la sierra.
—Te engañan los ojos, prima. Lo que realmente ves es la luz del sol que refleja el satélite. Parece redonda y no lo es. Es más esfera que circunferencia...
— De eso estaba hablando, primo, de esa luna tuya de protones y electrones.
Pero tú no lo has comprendido: tus pasos no llegan al horizonte. Mi Luna es de verso y misterio. Mi Luna vive desde el principio y hasta siempre, pero sólo en el interior del ojo inocente de los niños.
Enero 07, 2004
El sueño de Descartes
Las matemáticas no es la tediosa asignatura que atormenta a los estudiantes de bachillerato o universitarios. Es algo más sutil que impregna nuestro entorno, incluso nuestra concepción del mundo.
Es importante darse cuenta del poder que subyace en las matemáticas para emitir un juicio de valores. Fluido etéreo que se manifiesta en todo cuanto nos rodea: edificios, semáforos, puentes, relojes, catedrales, equipos de música, etc.
Uno de los culpables fue sin duda Descartes. El mundo moderno, ese mundo nuestro de triunfante racionalidad, dio comienzo el 10 de noviembre de 1619, con una revelación y una pesadilla. Aquel día, en una habitación de la pequeña villa bávara de Ulm, un francés de veintitrés años, de nombre René Descartes, se acurrucó en una estufa de pared y tras calentarse bien en ella, tuvo una visión. No fue una visión de Dios, ni de la Madre de Dios, ni de carros celestiales. La visión de Descartes fue la unificación de toda la ciencia.
La visión estuvo precedida por un estado de intensa concentración y agitación. Recalentada, la mente de Descartes entró en ignición y proporcionó soluciones a problemas tremendos, que le habían estado abrumando durante semanas. Se hallaba poseído por un Genio, y las soluciones le fueron reveladas en medio de una luz cegadora e insoportable. Más tarde, agotado, se acostó y tuvo tres sueños que habían sido predichos por aquel Genio.
En el primer sueño, un torbellino le arrastró a revolcones; fue aterrorizado por fantasmas. Experimentó una constante sensación de caída. Imaginó que le era ofrecido un melón traído de tierras lejanas. El viento amainó, y se despertó. Su segundo sueño estuvo poblado de tronidos y de chispas que volaban en torno a su cuarto. En el tercer sueño todo fue calma y contemplación. Sobre la mesa descansaba una antología poética. La abrió al azar y leyó el verso de Ausonio, 'Quod vitae sectabor iter' (¿Qué senda tomaré en la vida?). Se le apareció un extraño y le citó el verso 'Est et non' (Sí y no). Descartes quiso mostrarle en qué punto de la antología podía leerse el verso, pero el libro desapareció y luego reapareció. Dijo al extraño que le mostraría un verso mejor, que comenzaba 'Quod vitae sectabor ite'. En este punto, el hombre, el libro y el sueño entero se esfumaron.
Descartes quedó tan maravillado por todo esto que se puso a rezar. Dio por supuesto que sus sueños eran de origen sobrenatural. Hizo votos de poner su vida bajo la protección de la Santa Virgen y la promesa de ir en peregrinación desde Venecia a Nuestra Señora de Loreto, viajando a pie y vestido con las ropas de más humilde aspecto que pudiera encontrar.
¿Qué idea pudo ver Descartes en aquel fogonazo abrasador? Él mismo nos dice que su tercer sueño señalaba nada menos que a la unificación e iluminación de la ciencia toda, e incluso de la totalidad del conocimiento, merced a un mismo y único método: el método de la razón.
Dieciocho años habrían de transcurrir hasta que el mundo pudo disponer de los detalles de aquella grandiosa y de los 'mirabilis scientiae fundamenta', de los fundamentos de una ciencia maravillosa. La forma en que logró expresarlos puede verse en el celebérrimo 'Discurso del método para bien conducir la razón y buscar la verdad de las ciencias'.
Pero, ¿cómo Descartes llego a tal increíble percepción? Siendo niño, debió de enfrentarse a un cierto problema matemático. Probó para resolverlo por aquí y por allá, pero sin éxito. Se atascó. Sencillamente, no puedo resolver el problema.
Las matemáticas, dijo Descartes, son cosa de la mente. Sus verdades, deducidas a través de una serie de pequeños pasos de la razón humana. ¿Por qué habría la mente de bloquearse a sí misma? Si la mente concibe un problema, tendrá igualmente que revelar la senda por la cual habrá de encontrarse la solución.
Posiblemente surgió en Descarte una especie de furia cósmica, una furia que duró toda una vida, que él trató de disipar hallando un método que siempre garantizase la obtención de soluciones. La visión de Descartes se convirtió en el nuevo espíritu. Dos generaciones más tardes, el matemático y filósofo Leibniz se refirió a la 'characteristica universalis', esto es, el sueño de un método universal merced al cual la totalidad de los problemas humanos, lo mismo científicos que jurídicos o políticos, pudieran ser resueltos racional y sistemáticamente mediante cálculo lógico.
En nuestra generación, las visiones de Descartes y Leibniz son llevadas a la práctica desde todos los puntos de vista.
El cartesianismo exige la primacía de la matematización del mundo.
Enero 06, 2004
El pulidor de estrellas
Cierta vez en el camino me encontré con tres pulidores de estrellas y preguntándoles por separado el porqué de su oficio, el primero contestó que lo hacía porque a diario se miraba en su reflejo. El segundo respondió que lo desempeñaba porque sus ancestros de generación en generación lo habían hecho, como ahora él. El tercero dijo: "Yo soy soy pulidor de estrellas porque he visto que a veces son la luz de alguien perdido en el camino, pero además, porque quiero ser un gran pulidor para cuando encuentre a la mía". |
Enero 05, 2004
Noche de Reyes
Ni la mejor película del mago del suspense concibió argumento de más tensión que la espera producida por los Reyes Magos y su aparición la noche del 5 de Enero.
Todo comenzaba con la escritura de la famosa carta de pedida. De niño, en mi ritual de cada año, recorría las calles de mi pueblo con verdugo y bufanda en busca de las tiendas de juguetes. El barato, Gertrudis, Garuz,... todos los juguetes expuestos y multitud de niños con sus mejores sonrisas y mocos colgando pegados al escaparate: ¡ése me lo pido! ¡y yo!, ¡mira, el Fuerte Comansi!, ¡el Exin Castillos!... Cinexín, los colorines, el tren Payá, la Nancy y sus vestidos, las pistolas de fulminantes, Los juegos reunidos Geiper,... ¡la biiiciii de Orbea especial para la carretera, la bici BH especial para los baches!, el balón, el camión con volquete,... ojos como platos y en la mente una pregunta ¿habré sido lo suficientemente bueno para merecerme los regalos que voy a pedir?.
Entraba en la tienda con un poco de miedo y pedía la carta para los reyes. El dependiente un poco aburrido de tanto niño te las daba contadas, por lo que necesitabas completar el número en otra tienda.
¡Qué cartas!, ¡qué olor del papel!, en cabecera un bonito dibujo de los Reyes Magos con fondo azul y estrella amarilla, por debajo y en papel de una raya o dos, la presentación.
A SS. MM. OO. Los Reyes Magos:
Con la excitación del momento y el pequeño lápiz comido en su extremo comenzaba la escritura de la carta con estas palabras... Queridos Reyes Magos me llamo RicarditoB y tengo 8 añitos. Este año he sido bueno y por eso pido la bici, los patines, un balón y el fuerte. Adiós.
Una Firma inmensa para rellenar la hoja que quedaba casi en blanco y Santas Pascuas.
¡Ya terminé!, mi hermana miraba extrañada, ¿qué?, te acordaste de la oca o del futbolín,..., ¡es verdad!, ¡goma, goma!, no tengo pero borra con la miga de pan, siempre quedaba la marca pero..., cerrar la carta pegarla con engrudo, mezcla de agua y harina y a llevarla al día siguiente al buzón, habilitado en la misma tienda donde cogías el papel. ¡Cuántas ilusiones en ese buzón!, esperanzas que casi nunca se transformaban en realidades salvo para unos pocos privilegiados. Y a esperar.
La tensión se acrecentaba a medida que se acercaba el momento culminante.
El día cinco por la tarde bajábamos a ver la cabalgata y la gran mentira tomaba cuerpo en las figuras de esos tres señores de guardarropía que se paseaban por las calles del pueblo en sus tronos de oropel, con sus pajes, en esa época sin el edulcorado Papá Noel, lanzando caramelos e ilusiones. Vaya negro Baltasar con negro de corcho de vino quemado, Melchor y sus barbas de algodón y su corona de papel cartón y Gaspar siempre digno pues era el único que podía permitirse el lujo de llevar barba natural o postizo creíble. Pero siempre el que más entusiasmo provocaba era el negro Baltasar, nunca supe por qué, pero a su paso el griterío era ensordecedor, todos los niños con sus vocecitas agudas pidiendo a gritos sus juguetes, con alguna que otra riña pues eso me lo pedí yo primero, etc.
Lo padres con sus hijos, seis, cuatro,... para casa a cenar y a dormir pronto que el que no se acueste y se porte como es debido no le traerán lo que pidió. ¡Pero si nunca nos trajeron lo que pedimos nos comportáramos como nos comportáramos!.
Cena rápida y ponemos el agua para los camellos, la copita de anís para los Reyes y los famosos zapatos, inmaculados, pulcros, a la cama, apaga la luz y... luego comenzaba la noche más larga. Hablar y hablar, nervios en el estómago, un ojo abierto y otro cerrado. Mi padre sale en sigilo de casa adonde tiene escondidos los juguetes y los trae con el mismo sigilo, ruidos, ¡ya vienen!, ¡chus, chus! Silencio. A oscuras salimos a vigilar el pasillo, andamos sin ruido imaginando las puertas, ¡aja! el comedor, abrimos el manillar de la puerta y ¡Ñiiiaaaaaccc!, ruido de la puerta, mi madre ¡Niños, volved a la cama!, ¡cómo me levante!, corre que te corre a la cama. Media hora más tarde nueva incursión, nuevo ruido, carreras, mi madre en el pasillo zapatilla en ristre, esquivar, a la cama.
A las cinco, seis, siete de la mañana mi madre y casi todas las madres de España, ya cansadas de retener inútilmente la ilusión dicen las palabras mágicas, venga levantaros podéis ir a ver los juguetes y..., carreras, empujones, regalos que se abren, mira lo que le había pedido una pistola, (qué rápido cambia la memoria), el coche, el coche, la muñeca, (de Nancy nada), durante unas horas jugamos cada uno con lo nuestro, recelosos, para poco a poco comenzar a mezclarlo todo, la pistola sirve para matar al muñeco, el coche monta la muñeca, jugamos al balón con el coche y la muñeca de postes, etc.
Y para el año que viene... Según nos portemos...
Enero 04, 2004
Tree Climbers International
Quiero ofrecerte una pequeña historia. No es mía, es de un tal Robert Fulghum. Espero que disfrutes leyéndola tanto como yo.
'Joven, este árbol está ocupado.' La voz procedía de algún lugar situado por encima de mí. Me quedé asombrado, tanto por el hecho de que me hubiera llamado joven como por el de encontrarme con que un árbol, al que ya estaba a punto de subir, estuviera habitado.
Después de quedarme obedientemente en tierra, me dediqué a escudriñar las ramas. Efectivamente, allá arriba había una anciana. Muy arriba. De cabello blanco recogido con una cinta de color amarillo oscuro, vestía vaqueros azules, zapatillas deportivas y guantes de piel. Un viejo espíritu arbóreo se hallaba situado sobre una gruesa rama en forma de horquilla de aquel inmenso olmo. Tampoco hizo ningún amago de bajar. 'Busque su propio árbol', me dijo tranquilamente, pero con firmeza. 'Sí, señora.'
Fui caminando hasta un lugar en que un jardinero se hallaba podando setos, y, antes de que pudiera preguntarle nada, me dio una respuesta: 'Sí, ya lo sé; hay una anciana en aquel árbol de allá.' Continuó explicándome que tenía unos sesenta y cinco años, estaba retirada y vivía en un apartamento de la parte baja de la avenida Federal. Al llegar la primavera y el verano, se posesionaba de los árboles del parque. El jardinero creía que cualquier día la tendrían que sacar de su rama los bomberos, pero, mientras tanto, parecía saber lo que se hacía y, haciéndolo, no molestaba a nadie. A la anciana simplemente le gustaba encaramarse en lo alto de los árboles.
Y ahora ya lo entiendo.
Hasta tal punto que, cuando me encontré este mes con la noticia de la existencia de un Club Internacional de Escaladores de Arboles de Atlanta, pagué la correspondiente cuota y me hice con el carnet de socio. Una de las razones que me empujó a hacerlo reside en que disponen de un excelente equipo de salvamento y numerosas técnicas que todos podemos compartir. Estaba seguro de poder utilizar algunas de ellas.
Porque recientemente me caí de un árbol. Al romper varias ramas en la caída, me dejé enganchada en ellas una buena parte de la piel de las rodillas y me golpeé la cabeza. El doctor declaró que padecía una conmoción cerebral. Una contusión en el cerebro. Unido también a una cierta contusión en mi ego herido.
'¿Qué hacía en lo alto de un árbol? -me preguntó el médico-. ¿Estaba podándolo?'
(Largo silencio. Creo que eso es lo que me podría preguntar cualquiera. Si contaba la verdad, no lo entenderían. Y si yo hiciera algo allá arriba, sería el primero en no entenderlo.)
Me limité a contestar con una especie de gruñido.
Subir a los árboles se ha convertido en mi pasión privada, y eso es todo.
Pero no estoy totalmente seguro del por qué. Se trata de algo que está ahí para hacerse y no para hablar de ello. Debe ser algo así como una especie de llamada primitiva, como algo que le resulta cómodo a los antiguos deseos de mi ADN. Los ancestros se pasaron varios cientos de miles de años subidos a los árboles. Y ésa es la razón por la que un asiento confortable formado por dos ramas en horquilla de un viejo olmo se parece tanto al hogar. Es lo más auténtico. Como si se tratara de una pertenencia personal.
Y qué decir de las casas que se construyen en los árboles. Poseen también la misma autenticidad. Todas esas cabañas para niños hechas con tablas de desecho, atadas y clavadas a los troncos de los árboles y situadas a una altura a la que nunca accederán los padres excepto en el secreto deseo de sus corazones. Si pudiera, viviría en una casa construida sobre un árbol.
Subir a los árboles ahora es un poco más difícil. Los hombres de mediana edad se encuentra sin la fuerza necesaria y sin ninguna razón que sirva para aprobar socialmente ese hecho. A talarlos, sí. ...se es un trabajo respetable. Ir a salvar un gato o a buscar una cometa, sí. También es respetable. Pero jugar..., o simplemente subir allá arriba porque uno se encuentra tan a gusto..., bueno, eso...
De todas maneras, estar en la copa de un árbol no merece nunca el lío que se puede llegar a armar. El problema está en caerse del árbol. Especialmente si te golpeas el cerebro. Cuando aterricé, me pasé cierto tiempo viendo doble, cosa que no deja de ser interesante. A continuación vomité, lo que no tiene nada de interesante. Coge la peor resaca que hayas tenido nunca y dóblala: es como una conmoción cerebral.
El doctor me dijo que me tomara las cosas con calma durante algunos días, lo que me pareció un buen consejo, porque eso es lo que siempre pretendo hacer.
Me dijo también que me mantuviera alejado de los árboles, lo que te indica el conocimiento que tienen los médicos acerca de lo que es importante para la salud mental de uno.
En realidad, caerse tampoco es excesivamente grave. Es algo así como volar, pero sin que debas utilizar los brazos como alas.
El problema, está en golpearse contra el suelo.
Por tanto, el médico debería haberme dicho: 'Intente no pegarse contra el suelo.' Yo podría contar algo sobre todo eso.
El problema reside en la gravedad. La razón por la que te pegas contra el suelo es la gravedad. Ya sé que lo sabe, pero lo menciono porque existen buenas noticias relacionadas con esa gravedad. Está menguando.
La luna se separa de la tierra a un promedio de cinco centímetros por año debido a que la gravedad decrece. Eso quiere decir que, cada año, pesas un poco menos que el año anterior. Es verdad. Y eso significa también que, cuanto más viejo te hagas, golpearás contra el suelo con mayor suavidad. Dentro de unos quinientos millones de años podrás caerte de un árbol altísimo y no pegar nunca en el suelo. Flotarás y volarás. Eso es algo que debes empezar a buscar ya ansiosamente. Es reconfortante saber que existe una esperanza para el futuro. Por lo menos hay ciertas cosas que van cada vez mejor, y pensé que le gustaría saberlo.
A pesar de todo, hoy he vuelto a subir a un árbol. Es como proporcionarle un poco de alcohol al alcohólico para que no le entre el 'mono'. Y me puse a pensar que me gustaría que hubiera más gente pasando el tiempo subiéndose a los árboles, regresando a los antiguos lugares de bienestar. El anciano Buda se sentó ante uno de ellos durante mucho tiempo y le vinieron a la cabeza unas ideas excelentes. ¿No nos asombraríamos aún más de lo que le habría llegado a sugerir si, en realidad, hubiera subido a él y se hubiera sentado entre sus ramas?
Si muchas más personas dedicaran mucho más tiempo a subirse a los árboles podríamos llegar a alterar la gravedad en un sentido diferente -la tendencia de los viejos a ser personas graves-, y aligeraríamos nuestro peso. Imagínese. Usted y yo, y muchos más como nosotros, ocupando los árboles de los parques en una soleada tarde de abril. Pensando. Saludándonos con un agitar de manos.
¿Quieres unirte?
Ésta es la dirección: Tree Climbers International, P.O. Box 5588, Atlanta, GA 31107 USA.
Teléfono: (404) 377-3150
Página web: http://www.treeclimbing.com/membership.html
Email: tci@treeclimbing.com
Enero 03, 2004
Silencio
Súbitamente un silencio absoluto cubrió la tierra. Un hombre sentado en la hierba verde se encontró de pronto con unas realidades a las que hacía oídos sordos. Nunca se había fijado en la belleza del mundo. Vio el colorido y esplendor del día, de los árboles y de las aves. La hierba humilde le pareció un cojín más valioso que los usados por los reyes más ricos del planeta. El calor de la tarde lo hizo temblar y por primera vez sintió el pavor de las esferas cuando se desbocan hacia el infinito. Un grito se confundió con otros que como ecos repercutían quebrando el silencio establecido. Un suspiro devolvió la tranquilidad al hombre acostumbrado a los timbales y platillos.
Enero 02, 2004
Lugares efímeros
Mi imaginación sobrevuela aquellos lugares remotos que han quedado archivados en el cajón de mi memoria. No, no estoy melancólico... simplemente quiero comentarte una curiosidad que me ocurre cuando estoy fuera de mi entorno habitual, ya bien sea en algún país extranjero, o bien en algún lugar hasta entonces desconocido para mí. Se trata de un sentimiento existencialista que embota mis sentidos absorbiendo todo lo que hay a mi alrededor. Es ocasional, y puede ocurrir incluso en la habitación del hotel. Es un momento tan especial el saberse que uno está ahí y no en otro lugar, y darse cuenta de que ese momento o lugar es tan efímero que desaparecerá para siempre en breves días con motivo de la partida. Un ser perdido en la piel del mundo que deja atrás un espacio al que ya se había acostumbrado para penetrar en uno nuevo del que apenas sabes varias cosas algo insustanciales. Estás suspendido en la nada y toda tu relación con aquel lugar es debido al transcurrir de tu propio destino. A partir de ahora les llamaré lugares efímeros... A mí me gusta quedarme un buen rato con ese sentimiento. Es como una especie de punto de inflexión, en tu peregrinaje, un alto en el camino de la vida, una página que se cierra y otra que se abre, una certeza y un enigma, dejar de ser para comenzar a ser otra cosa.
Partir es morir un poco, pero quedarse es morir del todo. Quedarse siempre en casa, no gozar de ir hacia lo desconocido, es una forma de desperdiciar parte de la vida. Y eso sucede porque, al irse, al perder la referencia del mundo de la costumbre que rodea tu vida cotidiana, al tirar por la borda los hábitos que dan seguridad a tu existencia, uno tiene que enfrentarse, en buena medida, a todo cuanto no sabe de sí mismo. Abandonas tu rutina, te vas, ves otros paisajes, escuchas otras voces, hueles otros aromas..., y aprendes. Y cambias inevitablemente tu punto de vista, tus ideas, dejando unas cuantas ideas preconcebidas en los basureros del camino. Por eso a mí me acomete la idea de que, a la vuelta, no sé muy bien quién soy. Y lo bueno del caso es que esa sensación no produce angustia ni vértigo, sino que es, en cierta forma, una borrachera de espíritu: sentirse flotando en el vacío, con todo por hacer, con la posibilidad casi de construir tu propia biografía. La libertad suprema, en definitiva.
Y entonces te acomete una nueva necesidad: querer irte otra vez, y cuanto antes, para dejar de ser lo que has sido de nuevo al regresar, y convertirte en esa persona humilde y mareada que busca sensaciones inéditas para su alma.
Enero 01, 2004
Ritmos
Entre una tormenta con ritmos de lluvia y viento bailan los papeles desarmados imitando el sonido de las olas. Quieren alegrar los corazones armados de tristezas de enamorados que han tirado a la basura sus promesas de amor. Su crescendo poderoso une a los descorazonados amantes dándoles vida y razón de vivir.