Un dualista infortunado
Había una vez un dualista que creía que mente y materia son dos sustancias separadas. No pretendía saber con exactitud cómo actuaban recíprocamente.
Era uno de los 'misterios' de la vida. Sin embargo, estaba seguro de que eran dos sustancias separadas.
Este dualista llevaba, por desgracia, una vida de insoportable sufrimiento, no por culpa de sus creencias filosóficas, sino por razones muy diferentes.
Además tenía fehacientes evidencias empíricas de que nunca en su vida conocería alivio para sus penas. No ansiaba otra cosa más que morir, pero se detenía ante el suicidios por razones tales como: (1) el deseo de no herir a otros con su muerte, (2) el temor de que el suicidio fuese condenable desde el punto de vista moral, y (3) el temor de que pudiese haber una vida ultraterrenal, en vista de lo cual no deseaba correr el riesgo del castigo eterno. Por todo ello nuestro pobre dualista vivía desesperado.
¡Y entonces se registró el descubrimiento de la droga milagrosa! Su efecto en quien la consumía era aniquilar del todo el alma o la mente, pero preservando el funcionamiento del cuerpo exactamente como antes. No se observaba el más mínimo cambio. El cuerpo seguía actuando como si aún tuviese alma. Ni el amigo más próximo, ni tampoco el observador más atento podrían saber en modo alguno que la persona hubiese tomado la droga, a menos que éste así se lo informase.
¿Cabe creer que tal droga es un imposible, en principio? Suponiendo que la creamos posible, ¿la tomaríamos? ¿Consideraríamos inmoral tomarla? ¿Es equivalente al suicidio? ¿Hay algo en las Escrituras que prohíba el uso de tal droga? Ciertamente el cuerpo de quien la haya consumido seguirá cumpliendo todas sus responsabilidades en la Tierra. Otra pregunta.
Supongamos que nuestro cónyuge tomase la droga y nosotros lo supiésemos.
Sabríamos entonces que él, o ella, no tienen ya alma, pero actúan tal como si la tuvieran. ¿Amaríamos menos a nuestro cónyuge?
Pero volvamos a la historia. ¡Nuestro dualista estaba, sin duda, encantado!
Ahora podía aniquilarse (es decir, aniquilar su alma) de una manera que no era blanco de ninguna de las objeciones ya señaladas. Por primera vez en años fue a acostarse con el corazón lleno de alivio, diciéndose: 'Mañana por la mañana iré a la farmacia y compraré esa droga. ¡Por fin se acabará mi vida de sufrimiento!' Con esta idea se durmió apaciblemente.
Ahora bien, en este punto ocurrió algo curioso. Un amigo que estaba enterado de la existencia de la droga y que conocía los sufrimiento del dualista decidió salvarlo de tanto dolor. En mitad de la noche, pues, y mientras el dualista dormía profundamente, el amigo fue con gran sigilo a casa del dualista y le inyectó la droga en las venas. A la mañana siguiente el cuerpo del dualista despertó -sin alma ya- y lo primero que hizo fue ir a la farmacia a comprar la droga. La trajo a casa y antes de tomarla dijo: 'Voy a liberarme ahora'. La tomó, entonces, y aguardó el plazo durante el cual la droga debía actuar. Transcurrido dicho intervalo, exclamó enojado: '¡Vaya, la droga no me hizo el menor efecto! ¡Es obvio que sigo teniendo alma y que sufro tanto como siempre!' ¿No sugiere este historia que quizá haya algo que no marcha del todo bien en el dualismo?
Por Raymond Smullyan
Escrito por Ricardo B. en Abril 15, 2004 07:45 PM