Tenue presencia
En las tardes de invierno, cuando cae el crepúsculo pero todavía no lucen las farolas de la calle, existe un momento en que la claridad exterior resulta ya insuficiente para iluminar la casa y, sin embargo, parece aún demasiado temprano para encender lámparas y candiles. La penumbra se enseñorea entonces de las habitaciones y suelen producirse, a veces, pequeñas y misteriosas visiones que acaso nos hablen de una realidad distinta.
En una tarde así sucedió que, en el momento en que atravesaba yo la sala camino de mi cuarto, noté cómo súbitamente bajaba la temperatura al tiempo que percibí con el rabillo del ojo, en el reflejo que me devolvía la vitrina, una tenue figura junto a mi hombro que me susurraba quedamente: -Mira en el espejo y poseerás el conocimiento absoluto-.
Sobrecogido, sin miedo pero con inquietud, me abalancé sobre el interruptor y, en cuanto la luz disolvió el embrujo que me rodeaba, me giré excitado hacia el espejo de la entrada. No había nadie más en la estancia pero, por un instante, antes de que se evaporase el vaho que cubría su superficie, creí leer en el cristal: -Hay gente que se cree cualquier cosa-.
Escrito por Ricardo B. en Marzo 15, 2004 06:58 PM