El rostro del transeúnte desconocido
Era tan triste el rostro del transeúnte que venía a mí encuentro, que en el tiempo de recorrer algunos metros hacia mí, grabó en el mío dos arrugas profundas... duras arrugas sumidas en el más deprimente infortunio, de las que ya no puedo deshacerme.
Mi vida, modelándose desde entonces contra mi voluntad sobre la marca de este pasado terrible, ha cambiado, transcurriendo ahora en compañía de gentes agobiadas y miserables, o bien, mezclada a dramas aplastantes que no me habían sido destinados, hace que me deslice y me pierda... sólo por haberme dejado sorprender un día en la calle por un rostro atacado por la más profunda desgracia.
Un microcuento de Henri Michaux
Escrito por Ricardo B. en Febrero 1, 2004 11:40 AM