La demostración de Leinbach
Las calles estaban casi desiertas. El reloj de un campanario dio las dos.
Qué bueno, pensó, que no tenga que ajustarme todavía a un horario de oficina, y que mañana pueda dormir hasta tarde. Caminó rápidamente, con seguridad, tarareando para sí. Al final empezó a cantar con una voz baja y poderosa que le pareció ajena. Quizás no sea yo, efectivamente. Quizás esté soñando. Quizás sea éste mi último sueño, ¡el sueño del que yace a punto de morir!. Recordó una idea que, años atrás, había expuesto Leinbach con bastante seriedad y vigor ante una gran audiencia. Leinbach había descubierto una prueba de que la muerte en verdad no existe. Está fuera de duda, había declarado, que no sólo los que mueren ahogados sino todos lo que mueren de la forma que sea, reviven toda la vida pasada a enorme velocidad.
Esta vida recordada debe tener también un último momento, y este último momento su propio último momento y así sucesivamente, y por lo tanto, el morir ya es en sí mismo la Eternidad, y por lo tanto, de acuerdo a la teoría de los límites, uno puede acercarse a la muerte pero nunca puede alcanzarla.
Escrito por Ricardo B. en Enero 24, 2004 03:04 PM
Para m la muerte, siempre fue así: uno muere, cuando se olvidan d el...
Aunq leyendo lo q as expuesto, m parece m interesante, ya sbas q tiro siempre por aires eternos... viendo la muerte como un ente Eterno; en el q uno se acerca a la muerte sin alcanzarla nunca, bonita desdicha.