Tree Climbers International
Quiero ofrecerte una pequeña historia. No es mía, es de un tal Robert Fulghum. Espero que disfrutes leyéndola tanto como yo.
'Joven, este árbol está ocupado.' La voz procedía de algún lugar situado por encima de mí. Me quedé asombrado, tanto por el hecho de que me hubiera llamado joven como por el de encontrarme con que un árbol, al que ya estaba a punto de subir, estuviera habitado.
Después de quedarme obedientemente en tierra, me dediqué a escudriñar las ramas. Efectivamente, allá arriba había una anciana. Muy arriba. De cabello blanco recogido con una cinta de color amarillo oscuro, vestía vaqueros azules, zapatillas deportivas y guantes de piel. Un viejo espíritu arbóreo se hallaba situado sobre una gruesa rama en forma de horquilla de aquel inmenso olmo. Tampoco hizo ningún amago de bajar. 'Busque su propio árbol', me dijo tranquilamente, pero con firmeza. 'Sí, señora.'
Fui caminando hasta un lugar en que un jardinero se hallaba podando setos, y, antes de que pudiera preguntarle nada, me dio una respuesta: 'Sí, ya lo sé; hay una anciana en aquel árbol de allá.' Continuó explicándome que tenía unos sesenta y cinco años, estaba retirada y vivía en un apartamento de la parte baja de la avenida Federal. Al llegar la primavera y el verano, se posesionaba de los árboles del parque. El jardinero creía que cualquier día la tendrían que sacar de su rama los bomberos, pero, mientras tanto, parecía saber lo que se hacía y, haciéndolo, no molestaba a nadie. A la anciana simplemente le gustaba encaramarse en lo alto de los árboles.
Y ahora ya lo entiendo.
Hasta tal punto que, cuando me encontré este mes con la noticia de la existencia de un Club Internacional de Escaladores de Arboles de Atlanta, pagué la correspondiente cuota y me hice con el carnet de socio. Una de las razones que me empujó a hacerlo reside en que disponen de un excelente equipo de salvamento y numerosas técnicas que todos podemos compartir. Estaba seguro de poder utilizar algunas de ellas.
Porque recientemente me caí de un árbol. Al romper varias ramas en la caída, me dejé enganchada en ellas una buena parte de la piel de las rodillas y me golpeé la cabeza. El doctor declaró que padecía una conmoción cerebral. Una contusión en el cerebro. Unido también a una cierta contusión en mi ego herido.
'¿Qué hacía en lo alto de un árbol? -me preguntó el médico-. ¿Estaba podándolo?'
(Largo silencio. Creo que eso es lo que me podría preguntar cualquiera. Si contaba la verdad, no lo entenderían. Y si yo hiciera algo allá arriba, sería el primero en no entenderlo.)
Me limité a contestar con una especie de gruñido.
Subir a los árboles se ha convertido en mi pasión privada, y eso es todo.
Pero no estoy totalmente seguro del por qué. Se trata de algo que está ahí para hacerse y no para hablar de ello. Debe ser algo así como una especie de llamada primitiva, como algo que le resulta cómodo a los antiguos deseos de mi ADN. Los ancestros se pasaron varios cientos de miles de años subidos a los árboles. Y ésa es la razón por la que un asiento confortable formado por dos ramas en horquilla de un viejo olmo se parece tanto al hogar. Es lo más auténtico. Como si se tratara de una pertenencia personal.
Y qué decir de las casas que se construyen en los árboles. Poseen también la misma autenticidad. Todas esas cabañas para niños hechas con tablas de desecho, atadas y clavadas a los troncos de los árboles y situadas a una altura a la que nunca accederán los padres excepto en el secreto deseo de sus corazones. Si pudiera, viviría en una casa construida sobre un árbol.
Subir a los árboles ahora es un poco más difícil. Los hombres de mediana edad se encuentra sin la fuerza necesaria y sin ninguna razón que sirva para aprobar socialmente ese hecho. A talarlos, sí. ...se es un trabajo respetable. Ir a salvar un gato o a buscar una cometa, sí. También es respetable. Pero jugar..., o simplemente subir allá arriba porque uno se encuentra tan a gusto..., bueno, eso...
De todas maneras, estar en la copa de un árbol no merece nunca el lío que se puede llegar a armar. El problema está en caerse del árbol. Especialmente si te golpeas el cerebro. Cuando aterricé, me pasé cierto tiempo viendo doble, cosa que no deja de ser interesante. A continuación vomité, lo que no tiene nada de interesante. Coge la peor resaca que hayas tenido nunca y dóblala: es como una conmoción cerebral.
El doctor me dijo que me tomara las cosas con calma durante algunos días, lo que me pareció un buen consejo, porque eso es lo que siempre pretendo hacer.
Me dijo también que me mantuviera alejado de los árboles, lo que te indica el conocimiento que tienen los médicos acerca de lo que es importante para la salud mental de uno.
En realidad, caerse tampoco es excesivamente grave. Es algo así como volar, pero sin que debas utilizar los brazos como alas.
El problema, está en golpearse contra el suelo.
Por tanto, el médico debería haberme dicho: 'Intente no pegarse contra el suelo.' Yo podría contar algo sobre todo eso.
El problema reside en la gravedad. La razón por la que te pegas contra el suelo es la gravedad. Ya sé que lo sabe, pero lo menciono porque existen buenas noticias relacionadas con esa gravedad. Está menguando.
La luna se separa de la tierra a un promedio de cinco centímetros por año debido a que la gravedad decrece. Eso quiere decir que, cada año, pesas un poco menos que el año anterior. Es verdad. Y eso significa también que, cuanto más viejo te hagas, golpearás contra el suelo con mayor suavidad. Dentro de unos quinientos millones de años podrás caerte de un árbol altísimo y no pegar nunca en el suelo. Flotarás y volarás. Eso es algo que debes empezar a buscar ya ansiosamente. Es reconfortante saber que existe una esperanza para el futuro. Por lo menos hay ciertas cosas que van cada vez mejor, y pensé que le gustaría saberlo.
A pesar de todo, hoy he vuelto a subir a un árbol. Es como proporcionarle un poco de alcohol al alcohólico para que no le entre el 'mono'. Y me puse a pensar que me gustaría que hubiera más gente pasando el tiempo subiéndose a los árboles, regresando a los antiguos lugares de bienestar. El anciano Buda se sentó ante uno de ellos durante mucho tiempo y le vinieron a la cabeza unas ideas excelentes. ¿No nos asombraríamos aún más de lo que le habría llegado a sugerir si, en realidad, hubiera subido a él y se hubiera sentado entre sus ramas?
Si muchas más personas dedicaran mucho más tiempo a subirse a los árboles podríamos llegar a alterar la gravedad en un sentido diferente -la tendencia de los viejos a ser personas graves-, y aligeraríamos nuestro peso. Imagínese. Usted y yo, y muchos más como nosotros, ocupando los árboles de los parques en una soleada tarde de abril. Pensando. Saludándonos con un agitar de manos.
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Escrito por Ricardo B. en Enero 4, 2004 01:16 PM