Efectivamente yo Aitor he estado ausente desde largo tiempo atrás pero no por ello me veo con menos derecho para participar en esta página, la cual es una porción insignificante de un conjunto mayor denominado por mí como artificio con falso sobrenombre, libertad. Internet no es mas que una extensión superlativa de la farsa que tenemos que tenemos que mantener día tras día a nuestras espaldas.
Fijaros, tristes victimas, hasta la forma de expresarse de un débil romántico, débil interior y exteriormente, se ha deteriorado pues no somos un todo no somos mas que entes individualizadas con ansia de diferenciarnos los unos de los otros y que de tanto en tanto tendemos a unificarnos por causas perdidas. Un impresentable que sueña mas que con ser alguien admirable o lo que es aun pero que sueña con algo que hasta el día de hoy no ha sido capaz de definir.
Y los que creemos que tomando parte, ya sea de forma activa o pasiva, en un espacio como este nos hace merecedores de la denominación de intelectuales, seres con capacidad de abstracción superior al resto o tantas otras falsas etiquetas estamos engañados. Auto engañados por miedo a pertenecer a un grupo artificial al que pertenecemos y al que siempre perteneceremos, porque aunque derramemos unas pocas lágrimas o, lo que es aun mas triste, no seamos capaces de derramarlas por ilusas ideas no seremos lo que creemos ser.
Es posible que refutéis estos argumentos pero si es así por favor hacerlo con unos nuevos. Para ello presto mi ser como conejillo de indios ya que con un solo caso que no cumpla la norma dicha norma queda destruida, o por lo menos eso se atreven a decir los aficionados a los números. Para ello, para ser capaces de juzgar mi ser y de intentar convencerme de algo, lo que no os será muy difícil, os pido hagáis uso demuestra relación con mi persona, como por ejemplo el reciente Padre HZ, o mediante la lectura de los textos firmados por Aitor que podéis encontrar en los inicios de este espacio virtual.
Atentamente,
Querido hijo:
Siento la necesidad de escribirte esta carta porque, aunque aún no me conoces, soy tu padre. Sé que todavía no has dicho tu primera palabra, y que no sabes caminar. Apenas puedes ver. Ni siquiera puedes controlar a tu voluntad la secreción urinaria. Pero tranquilo, yo te enseñaré.
Yo te enseñaré a dar tus primeros pasos, y te regalaré juguetes de colores llamativos. Yo te compraré libros, y te mostraré la manera en la que puedes dejarlos de lado y no leer. Yo te regalaré una PlayStation (2, 3 o sucesivas equivalentes), y te enseñaré a olvidar esos libros. Yo te enseñaré a disparar a zombies, pilotar coches de F-1, competir en Montecarlo, ganar la EuroCopa, liberar rehenes, reventar a terroristas (y policías), pasarte pantallas, coger objetos mágicos y guardarlos en el inventario, eliminar a los monstruos del mal con una espada luminosa y a mover soldados por el mapa. También te enseñaré a guardar la partida frecuentemente, para no echar a perder todo ese tiempo.
Nadie me dijo cómo educarte, qué enseñarte, qué valores debía inculcarte. Pero no te preocupes, hay tiempo. Aún usas pañal.
Sin embargo, no pienses que toda mi labor se centrará en los videojuegos, no. También te enseñaré cosas importantes de la vida. Conmigo aprenderás que las nominaciones de Gran Hermano son de importancia vital para cualquier persona. Aprenderás quién es Marujita Díaz o Jesulín de Ubrique. Aprenderás eso que se llama "culturilla general". Aprenderás que tener un vientre plano, una blanca y perfecta sonrisa, unos calzoncillos de Calvin Klein, unas horas de gimnasio y un buen equipo Hi-Fi son estrictamente necesarios para la supervivencia de cualquier ser humano. También aprenderás que para ascender en la vida, para escalar, hay que pisotear a los demás. Yo te enseñaré a hacerlo sin piedad.
También te enseñaré a cerrar los ojos y no hacer caso a los problemas del mundo. Muchas veces verás anuncios en la televisión, incluso campañas publicitarias, sobre niños que han de recoger basura para poder comer, sobre personas que mueren de hambre, sobre animales extinguidos para hacer sofisticadas sopas, sobre agua no-potable, sobre indigencia, sobre malos tratos y sobre armas, guerras, petróleo, dinero y personas asesinadas. Nunca obedezcas a esos anuncios de televisión; has de apoyar la lucha antiterrorista-petrolífera, que siempre sabrás que es de mentira, y siempre echarás cuatro lágrimas por cada una de esas campañas publicitarias. En cualquier caso, nunca sentirás nada por ello, y posiblemente se te haya olvidado un par de anuncios más tarde. Repite conmigo: "Tommy Hilfiger es Dios."
Por supuesto, también te enseñaré cómo ser una persona con una vida profesional exitosa. Te enseñaré a estudiar, a aprender cosas que nunca ayudarán al resto de los niños del mundo, sobre todo a aquellos que pasan hambre, y conseguirás una carrera. Una carrera universitaria con cientos de papeles en los que aparece tu nombre y en los que se reconoce tu habilidad en esta o en otra materia. Se llaman títulos. Nunca aprenderás nada interesante de esos estudios, pero serás capaz de encontrar un trabajo que no te gustará (nunca en tu vida) pero al que irás contento porque a cambio te darán unos papelitos de colorines llamados "billetes", que forman parte de un conjunto mayor denominado "dinero". Así, tendrás mucho dinero, una casa grande, un equipo Hi-Fi muy potente y un corazón vacío.
Sin duda, encontrarás una novia, alguien del sexo opuesto (seguramente), que será igual de vacía que tu, padecerá la misma "titulitis", se preocupará lo mismo o menos de los niños que han de empuñar armas, ganará mucho dinero y tendrá otra sonrisa tan alineada y blanca como la tuya. Además, ella también estará apuntada a algún gimnasio, y con su sonrisa y su cuerpo, te ofrecerá sexo de vez en cuando, siendo esta acción de mayor frecuencia al principio que al final de vuestro matrimonio (porque os casareis, evidentemente, a ser posible por la iglesia). Y, el vacío que ambos llevaréis dentro, el vacío que vuestra existencia, supondrá el nacimiento otro bebé como el que tú eres ahora. Nunca os preocupareis por nada, nunca reparareis en el resto de los niños del planeta.
Dicho esto, doy por finalizado este escrito.
Atentamente,
Tu padre
Dejemos de escuchar. Sólo así conseguiremos el silencio. Porque cuando escuchamos es cuando comenzamos a obedecer. Y mientras obedezcamos sin ser conscientes de ello, nunca seremos libres. Así, todos aquellos que se dedican a decirnos cosas y a conseguir nuestra obediencia, tendrán que buscarse otro empleo. Con suerte, conseguiremos mejorar el mundo.
He oído algunas palabras sobre las lágrimas. Palabras, nada más. No han aparecido lágrimas. Resultaba evidente que no iban a aparecer. Ni un mísero sentimiento. En cualquier caso, éstos últimos parecen ser baratos. Sin embargo, hemos preferido sentarnos a reflexionar sobre el ésto o el otro de los demás. En ese momento no me ha importado en absoluto. Ahora tampoco me importa, sólo escribo cosas que aparenten ser "algo". Aunque nunca lo son y nunca lo han sido. Y, presumiblemente, nunca lo serán. Tampoco me importa.
¿Han tenido ustedes la sensación de estar echando a perder su vida entera voluntariamente? Yo tengo esa sensación. Más que una sensación es prácticamente una realidad. Conozco su causa, su origen, y conozco su posible solución, y pese a que ambos son relativamente sencillos, el problema en sí me impide invertir tiempo en ello. "Apatía" se llama el problema (no quiero especificar más). Y aún siendo relativamente voluntario, prefiero entristecerme cada día un poco más, y al dia siguiente reír un poco más alto. Prefiero no pararme a pensar en ello, pues creo que es lo único que me manitene vivo y prefiero no detener el proceso.
Acabo de estar ojeando una de mis carpetas de recortes, buscando un artículo sobre el "transtorno bipolar" no lo he encontrado. Ira, depresión, estrés, ... pero el "transtorno bipolar" que andaba buscando, nada. Aún así, como me he obligado a pasar uno a uno los recortes y artículos, he descubierto que tienen un asombroso poder depresor (igual que El Cajón de los Secretos). Eso por eso por lo que, de pronto, se me han quitado las ganas de continuar escribiendo.