Thomas Sopz ya no dormía. Desde hace varios días su cama, ahora vacía, se mostraba inquieta ante su presencia, ante su sueño, ante su falta de descanso. Su dueño ya no era bienvenido solo.
Apenas eran las 3 de la mañana, la ventana cerrada, y detrás el mundo. No verlo no hace que sea menos duro saber que sigue ahí, con sus dientes y uñas, esperando tomar lo poco que queda aún de los jirones de su alma. De su cuerpo, por qué preocuparse, ya estaba condenado a ser una concha vacía porque cuando todo desapareciese nada quedaría de Thomas, él nació sin corazón, no se puede morir lacerado por algo que ignoras que puede hacerte daño.
Fue hacia su puerta, fuera menos dos grados de temperatura, dentro sólo tres. Respiró hondo y cerró tras de si, sin echar la llave, quizás con suerte si algún ignorante entraba a llevarse lo poco de valor que quedaba, pudiera denunciarlo a algún tipo de seguro, desconocía si su casero lo tenía, pero incluso en ese caso, ello pudiera hacer surgir la oportunidad de conseguir una excusa para no pagar otro mes de alquiler. Hacía frío, conocer una realidad no te prepara para ella.
Una ciudad cambia a esas horas, no un viernes o un sábado; martes de madrugada, las pocas almas que puedas encontrarte mientras caminas sin rumbo son anodinas, caras sin rostro pero con historia, al menos una que en su mayor parte tratan de olvidar. Una pequeña parte de ese submundo que amanece temprano, prepara las calles, camina sobre ellas domándolas con un paso arrítmico fruto del alcohol y vierten su ser en ellas mientras sabe diox sobre que caen, bancos y buzones los favoritos de una suerte que les ha abandonado. Algunos seres de este collage sin rostro ocupan esquinas, sus cuerpos vienen etiquetados mientras su voz resuena detrás de una mascara cuyas grietas, propiciadas por el paso de las horas, dejan entrever el miedo y la desesperación, sirenas cuyo canto sólo desea el poco dinero de tus bolsillos.
Sopz era parte de la parte del mundo que huye, que busca consuelo en la nada, que mira a su alrededor buscando el vacío, ignorando los huecos que llenan otras vidas mientras un paso se sucede a otro. Thomas apenas soportaba existir.