No vale la pena mecerme en los brazos de la desesperanza. Avanzo sin rumbo
aparente, no sé dónde estoy, pero si a dónde quiero llegar.
Ayer lloraste cuando en tu sofa te miré a los ojos y te dije que mi vida había cambiado, que ya nada volvería a ser igual.
"Has perdido el control, ¡has perdido el control de tu vida! ¡Ni tú mismo lo sabes!, ¿No te das cuenta?" decías mientras mezclabas palabras y lágrimas.
Me recosté, aún me hace un nudo en el alma tu llanto, aún lo hace tu risa, y sé que el tacto de tu piel desnuda apretaría tanto ese nudo que mi corazón moriría ahogado por las cuerdas que son ahora sus costuras. Pero estoy lejos, ya te dije que estoy lejos. No conozco dónde, y por eso sé que todo va a salir bien.