Ayer se inauguró el 70° Congreso sobre Bibliotecas e Información, en el Teatro Colón. La conferencia inicial estuvo a cargo de Tomás Eloy Martínez. El diario La Nación lo citó:
Definitivamente, con este producto, Apple no sólo expande sus horizontes, sino que gana puntos en la consideración de las féminas. Sobre todo, entre aquellas minas cool que se dedican al diseño. =D
Lástima, chicas, que en Argentina sea tan difícil comprar productos Apple. =P
Una buena noticia. El 6 de Julio fue liberado Epigmenio León Martínez, escritor y weblogger mexicano al que acusaron de robar espejitos retrovisores de un auto abandonado. Un mes antes, Gerardo Sifuentes Marín también había recuperado su libertad.
Por fin. =)
A mí me invitó Xtian, hace un mes. Y hoy me apareció la autorización para invitar a tres personas a probar GMail. Una ya estaba reservada, y acabo de enviársela a Tomás. Me quedan dos, de modo que, si alguien quiere 1GB de espacio de almacenamiento, no tiene más que escribirme al e-mail que figura al pie de la columna derecha. =)
De más está decir que no pienso lucrar con algo que, en esencia, es gratuito.
Post-Scriptum:: Me queda una invitación para regalar. Ya le fue enviada una a Patty.=)
Post-Scriptum #2:: No me quedan invitaciones. Franco se quedó con la última. =)
Voy a ser sintético. Anoche, mientras volvía a mi casa, me asaltaron por primera vez. Tres jovencitos de no más de veinte años me pusieron adelante de la cara, y apuntando directamente a mi cabeza, un lindo revólver de tambor de seis tiros. Se llevaron $10 en efectivo... y la mochila. Junto con la mochila, se me fueron Alicia, Otras voces, otros ámbitos -literatura por placer-; y Constructores de otredad, caro libro con toda la bibliografía de una materia de la facultad, para la que justamente ayer me dieron el tema del trabajo práctico a entregar dentro de dos semanas. También habían papeles personales... y un certificado original de discapacidad expedido por el Ministerio de Salud.
Por suerte, no me golpearon ni me hicieron nada, aparte de darme ese buen susto y llevarse esas cosas, andá a saber para qué corno las querían.
Y bueno, éso. Estoy bien, y para mí es importante. Piensen que tranquilamente podría no estar acá, tipeando este textito, sino en una morgue, o en un cajón de ésos que tienen una cruz en la tapa y... ¿seis manijas de plata?
UNO Hoy para mí y ayer para ustedes, se celebró en Barcelona –como todos los años– el Día de Saint Jordi. El rito implica que los hombres regalan una rosa a las mujeres, las mujeres un libro a los hombres y todos felices, en especial los floristas, los libreros, los editores y algún que otro autor. La fecha -.23 de abril– coincide con la del Día Mundial del Libro, marcada en rojo por la Unesco en 1995, y se las arregla para compaginar sin mentir en esa casilla del almanaque a las muertes de Shakespeare y Cervantes. Pero los catalanes ya la habían hecho suya en 1924 por idea del astuto dueño de una librería. Así que hoy todos los libros salen a las calles en stands, todos los escritores firman lo que venga y toda la ciudad se convierte en una suerte de feria atómica. Y se vende mucho (me dicen que entre el 10 y el 30 por ciento del total de libros del año -.según la euforia del consultado– y unos cinco millones de rosas), y las mujeres van con su flor entre los dientes y los hombres con sus novelas en las zarpas.
DOS Hay que verlo para creerlo y, sí, hay algo de bestial en esta tan súbita como floral y efímera catarsis de papel y tinta (que en más de un rasgo se parece a la Feria del Libro de Buenos Aires) donde el que no compra un libro nunca lo compra hoy sin entender muy bien por qué y sospechando que difícilmente vaya a leerlo una vez que se le pase el efecto de las efemérides drogotas. Lo cierto es que las encuestas y estadísticas de la Sociedad General de Autores señalan que el 49,1 por ciento de los españoles nunca leyó un libro y, supongo, la cosa debe ser bastante parecida en todas partes, cada vez más. Aun así –y más allá de esos duelos y mergers editoriales cada vez más parecidos a Star Wars o a Dune donde caballeros jedis y guerreros fremen luchan contra el Imperio o el Lado Oscuro– el misterio permanece, se sigue leyendo, se sigue escribiendo, se siguen comprando libros, por lo menos una vez al año.
TRES Hablo con varios escritores amigos que firman o no firman bajo el sol del mediodía y ninguno sabe explicarme el porqué de la rosa o el libro. Pequeño misterio que esconde un misterio más grande, inmenso, y que no es el porqué se lee sino el porqué no se lee. De acuerdo, los participantes del concurso Gran Hermano tienen prohibido llevarse libros a la casa porque no hay nada más aburrido que ver a alguien leyendo, pero tampoco hay nada más divertido que, por ejemplo, leer lo que les ocurre a los personajes encerrados en cualquier libro. Cervantes -que inventa al lector como personaje– y Shakespeare –que estrena al actor como símbolo de todo– lo sabían a la perfección y apostaban a un mundo donde lo escrito ocupara un lugar tan privilegiado como lo actuado y la ficción nutriera a la realidad y viceversa. De esto se habló -.de la Conexión William-Miguel y de la supuestamente cretina personalidad del autor de Hamlet, según flamante y polémica biografía- días atrás, en la ciudad de Valencia, en el séptimo congreso internacional sobre Shakespeare por primera vez en su historia con sede en un país no-anglosajón. De esto, seguro, no habla la espléndida mujer que acaba de comprar un libro -su libro anual– titulado Cómo adelgazar follando.
CUATRO Por la noche de este día -.luego de esas visiones tan parecidas a las películas paranoicas de ciencia-ficción de los años ‘50 norteamericanos donde pueblos enteros son poseídos por inteligencias extraterrestres– la fiesta se traslada al piso del flamante cónsul mexicano Sealtiel Alatriste y a la recepción a Elena Poniatowska, premio Alfaguara 2001 de Novela. Allí la intelligentzia local descansa de tanto stand y tanta firma y se resigna o se reconcilia con la idea de que, a partir de la mañana siguiente, hay que volver a escribir, hay que seguir escribiendo. Y tal vez ahí esté la clave de la cuestión, el misterio explicado de porqué se lee cada vez menos: la raza humana ha fracasado en todos los territorios menos en el literario y quizá, resignada a convertirse en novela de sí misma, ya no tenga tiempo de leer porque intuye que alguien la está leyendo. Y ese alguien se divierte bastante. Demasiado.
Ya es posible descargar, en formato PDF, el número cero de Weblog Magazine, iniciativa conjunta de varios webloggers hispanoparlantes.
Me pregunto por qué nadie de la blogósfera argentina se hizo eco de la noticia. ¿Será porque no hay compatriotas involucrados en el proyecto, salvo el europeizado Mini-D?
A través de Asakhira, me entero de que este Viernes 26 se dictará sentencia en el caso de los webloggers mexicanos encarcelados, Epigmenio León y Gerardo Sifuentes. Es de esperar, si todavía hay justicia, que dean puestos en libertad.
Poir medio de una carta manuscrita entregada a su novia, Gerardo actualizó su weblog.
Asimismo, me entero de que Morcillo los visitó en la cárcel. Como su weblog carece de permalinks, citaré su post acá:
gerardo sifuentes (ya posteó) y epigmenio león no son culpables de lo que se les acusa, aunque tampoco son inocentes palomitas. no quieren perdones ni exculpaciones. simplemente se sepa la verdad, pero tampoco son ingenuos, alegar inocencia o demencia o un modus vivendi "decente" no asegura el salir del tambo.
adentro hay más casos de insólito que injusticias. ya no se hable de los casos de quienes sí han cometido delitos, nadie se da baños de pureza, no hay lugar para ello. en ese lugar es imposible siquiera un buen baño.
la cárcel enseña, definitivamente enseña y un chingo. si a mí unos cuantos días me sirvieron, a sifuentes y epigmenio un mes ya es casi su maestría aunque dudan que se queden para cumplir el doctorado
estar dentro de esos muros y alambres de púas no es placentero. lo es, en cambio, el comer con los amigos en una mesa rentada y sentados en varias sillas y bancos también rentados o bien tirados sobre un par de sucias cobijas, también rentadas, para no ensuciarse los pantalones. hacerlo, el comer y convivir aleja los muros, los empequeñece por un rato.
el aire es fresco, el sol quemante, la vista en el ReNo alcanza para mirar miles de casuchas que parecen cosecharse sólo en esos cerros pelones que rodean al lugar, casa grises y cerros pelones color café pálido. tepetate puro y duro, tabique gris y unas torres altas y de fierro pintado de rojo, con luces que brillan en la punta cada varios segundos, gracias a las cuales los chilangos pueden ver el futbol y las telenovelas. hacen falta las cervezas, esas jodidas cervezas que todo el mundo ahí dentro añora.
algunos presos fuman mota y crack, claro que no a la vista, otros hacen deporte, unos más reciben las visitas de sus familiares. casi todos tienen una mirada penetrante, algunos otros criminal y unos cuantos más perdida. los más, aún mantienen la esperanza y el brillo comienza a apagárseles poco a poco, pero es brillo al fin
comemos, charlamos. nos reimos. mucho.
pagamos por todo, como en todos lados y como debe ser.
el aire comienza a enfriar y los custodios recorren los patios. ha terminado la visita. son las 5 de la tarde. no quiero salir de ahí, no son mis amigos.
asi que les propongo que si muy amigos muy amigos, todos nos rolemos un mes hasta que el pedo acabe. soltamos la carcajada y salgo con la propuesta pendejona, ja.
les dejo unos fanzines y libros y periodico y papel y papel, todo al final servirá para limpiarse el culo. nos despedimos con la promesa de que la próxima vez que nos veamos será frente a una buena dosis de cervezas. pero eso sí, ahora nadie saldrá a la calle a mentarle la madre a la tira, no por lo menos ebrios, ya crudos, crudos es otra cosa..
En Placebo, los antecedentes del caso están en la entrada POR LA JUSTICIA.
Lo que sigue son extractos de una entrevista realizada a Martín Caparrós en Agosto del 2001, a propósito de su novela Un día en la vida de Dios, publicada por Seix Barral.
Porque Dios es un hombre viejo, con largas barbas blancas, sentado en el cielo.
Sí, en nuestra cultura judeocristiana, en sentido estricto, sin duda. Sin embargo, dentro de la cultura judeocristiana, hay restos de momentos previos al que cristalizó la Biblia, en los que Dios era femenino. Y esos restos todavía se ven incluso en algunos pasajes del Antiguo Testamento. Es lo que ha quedado de esa idea primera de que Dios era femenino. Se supone que la mayor parte de las culturas han tenido diosas, el rol creador de la mujer es evidente. Más que el de los hombres.
(...)
Una parte divertida del libro es la de Abraham y Sara y el faraón en Egipto. Es una visión un poco picante de la historia del patriarca que se narra en el Antiguo Testamento.
Parece picante porque nadie lee la Biblia. A mí me sorprende encontrar que la Biblia dice con toda claridad que Abraham se hace pasar por hermano de Sara porque al faraón le gustaba Sara como mujer y la deseaba. Entonces, él, para sacar algún beneficio a la belleza de su mujer, se hace pasar por su hermano. Eso está en la Biblia, está en el Antiguo Testamento, ahí sí que no inventé nada. Sin embargo, se tiende a pensar que esos grandes libros son como los curas quieren hacernos creer que son. En general son una síntesis de todo lo humano, están llenos de crueldades increíbles, de bajezas notables, de sexo y droga y rock and roll, de todo lo que hay en la vida de los hombres. Son relatos sobre los hombres que toman como pretexto a un Dios para contarse.
En la novela usted trata de mostrar cómo hace Dios para entender este mundo extrañísimo que inventaron sus hombres. ¿Cuál es su estrategia?
Lo que hace Dios es venir de tanto en tanto a este mundo, encarnarse en alguien y tratar de completar su aprendizaje. Y lo completa tanto que termina despreciando y odiando a los hombres. Elegí momentos sucesivos de la historia. Esos momentos terminan conformado ese día en la vida de Dios, el día en que se ocupa de ese pedrusco lejano que llamamos la Tierra. Es una sucesión que elige distintos momentos en la historia de la humanidad, desde el caso de un luchador egipcio en Tebas, del 2000 A.C. hasta la época de la construcción de la bomba atómica en Los Alamos. El tono del texto es bastante homogéneo. Todas esas escenas están contadas por el mismo narrador, que es Dios, y no va a andar cambiando de tonos por 100 años más o 300 años menos. ¡No le vas a pedir esas minucias!
(...)
(Un día en la vida de Dios, su novela) es un paseo de lo más picaresco que puede parecer ambicioso desde cierta chatura en la que a veces nos regodeamos. Y yo no pienso en mi actitud como escritor. Escribo. Esa me diferencia de cierta tradición en la literatura argentina en que está llena de escritores que piensan en su posición de escritor. A mí me divierte más escribir.
(...)
Si yo fuera un creyente de verdad, trataría de disimular por todos los medios que Dios es responsable de este desastre. Lo que me atrae de la historia es esa especie de desesperación que le agarra a Dios cuando se da cuenta de que los hombres que inventó no entienden nada, cuando ve que los hombres que inventó inventaron a su vez sus dioses que no tienen nada que ver con ella que es una especie de pobre trabajadora venida a menos, mal considerada en su empleo. Ver cómo intenta hacer algo con eso sin conseguirlo, sin lograr torcer el rumbo de esa necedad, y cómo finalmente termina hartándose de todo y dándole a los hombres su merecido, me hace gracia.
Cuando usted habla de sus lecturas, menciona libros históricos, antropológicos, filosóficos. ¿No lee literatura?
Yo soy generoso y olvido. Es cierto que leo más historia, antropología, ensayos que literatura.
¿Lo nutre más para sus libros?
No. Para nutrirme prefiero los fideos. Y sin embargo esta novela es el resultado de la lectura de un libro bastante malo del autor de La naranja mecánica, Anthony Burgess, que a mí me parece un gran autor menor, aunque tiene una novela genial como Poderes terrenales. Estaba leyendo un libro muy malo de él que creo que se llama Ultimas noticias del mundo. No tenía nada que ver con mi tema, pero me hizo pensar en esta idea de la visión subjetiva de Dios. Lo cual demostraría que la literatura se multiplica a sí misma. ¿Para qué sirve la literatura sino para producir más literatura que a su vez sea consumida como literatura para que a su vez produzca más literatura?
¿También la mala?
Sí, la literatura ha perdido casi toda relación con el mundo y funciona en ese círculo cerrado. Y así estamos, bienvenido sea.
(...)
Estoy cada vez más principista. Leo solamente los inicios de los libros. Estuve leyendo el principio del último libro de Don DeLillo porque me gusta mucho el baseball. Luego empecé a leer el famoso principio de Moby Dick, de Melville. Y estoy a punto de desarrollar una hipótesis sobre la cual sólo hay que leer principios, porque son los sectores de los libros en los que los autores más han trabajado. Suelen ser los mejores. Por otra parte, para dedicarse a una forma de la lectura histérica que sería como la más productiva, esa lectura que te deja con las ganas, habría que leer sólo principios. Una lectura que no resuelva.
¿Que no se consuma?
Claro, que no se consuma, que no resuelva sus propias contradicciones y, por lo tanto, trate de crear alguna contradicción que opere sobre lo exterior. Para eso habría que leer sólo principios.
(...)
Dios, totalmente ofendida e indignada con lo que los hombres han hecho del mundo, les da, o cree que les da, los medios para acabar con ese mundo, que en este caso sería la bomba atómica. Después ella descubre que ni siquiera ha sido capaz de eso.
Algunos de los rasgos que suelen atribuirse con insistencia a la narrativa del siglo XX aparecen aquí: el narcisismo, la ficción dentro de la ficción, la escritura que narra la historia de la escritura, la concentración extrema de los tiempos.
En cuanto a la condensación de los tiempos, para cada cual un día puede sugerir cosas muy distintas. Para Dios y para mi novela, un día es el tiempo que dura poco más o menos la historia humana. Así que su vida dura todo eso. Una figura quizá sí bastante conocida en la literatura contemporánea es la del narrador que no termina de entender lo que narra. En ese sentido, Dios me parece como el mejor ejemplo de eso, una narradora que no consigue entender lo que está contando. Lástima que lo que está contando es la historia del mundo. Y en cuanto a estas otras características de las que hablabas, del narcisismo, de la autoreferencia, espero que por una vez no me acusen de estar haciendo mi autobiografía cuando cuento la vida de Dios.
Mi amigo Franco es de ésos que meten la frase justa en medio de una charla.
Ayer a las 19.45 horas aproximadamente, por ejemplo, me salió con esta frase acerca de cierto señor: "Está afinando el arpa".
Podríamos decir, entonces, que hoy a las 2.30 de la madrugada encontró la afinación justa y se fue a estrenar la susodicha arpa en un concierto, ¿no?
A medianoche, me doy una panzada de noticias a través de los distintos noticieros de la hora cero, en TV abierta.
El día de ayer se resume en dos noticias. Una mala y una buena. ¿Cuál les doy primero?
La mala noticia es que se "accidentó" el famoso conductor Juan Castro.
La buena noticia es que no se denunció ni un solo caso de violación. Qué raro...
La conclusión a la que llego es que el morbo vende, no hay nada que hacerle.
Podría decir muchas cosas. Muy variadas. Podría gritar, despotricar, colocar el dedo en la llaga. Podría insultar, vilipendiar, maldecir...
No sucede en mi país, Argentina. Ocurre en México. Está sucediendo en este momento, mientras vos leés este texto.
Epigmenio León Martínez y Gerardo Sifuentes Marín, dos webloggers, dos trabajadores, dos intelectuales respetables, están en la cárcel bajo cargos falsos e insostenibles.
Asakhira da cuenta de los hechos y su evolución en estos posts: 1, 2, 3, 4.
Este es el texto de la carta a la opinión pública que, se les solicita a todas las personas de buena voluntad, firmen en el foro:
A la opinión pública
El 12 de febrero de 2004, aproximadamente a las 03:00 hrs, Gerardo Sifuentes Marín (escritor y becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, FONCA) y Epigmenio León Martínez (escritor y jefe del Departamento de Difusión de Tierra Adentro) fueron detenidos por dos elementos de la policía preventiva del D.F., a diez metros del domicilio de Sifuentes. Sin otra justificación que la de tener aliento alcohólico, fueron conducidos ilegalmente a las oficinas del Ministerio Público # 3 de la delegación Cuauhtémoc. Unas horas después, esos mismos policías los acusaron de haberse robado dos espejos retrovisores.
Desde noviembre de 2003, no existe fianza para el delito de robo de autopartes, por lo que su consignación fue “automática”. Con este argumento, se les retuvo en el Ministerio Público por casi 48 horas, hasta que la noche del viernes 13 fueron trasladados al Reclusorio Norte. El viernes 20, la jueza Julia Ortiz Leandro, del juzgado 42 del Reclusorio Norte, pese a contar con pruebas testimoniales y periciales del atropello, les dictó auto de formal prisión por robo agravado.
La impunidad y corrupción de la policía preventiva es la única causa razonable de esta injusticia, pues existe un sistema de recompensas que le ofrece a los oficiales de policía $2,500 pesos por cazar transeúntes. Gerardo y Epigmenio tienen empleos estables y dignos, muy alejados del negocio de autopartes. Ambos tienen una posición “privilegiada” en una sociedad tan empobrecida y golpeada como la nuestra. Nadie que los conozca sospecharía que ellos tuvieran la destreza para realizar tan rápidamente una operación mecánico-eléctrica como la que se les imputa, ni la estupidez para realizarlo enfrente de la casa de uno de ellos.
La mecánica de la corrupción que se revela detrás de esta infamia de barandillas y agentes, que produce que los índices delictivos desciendan, revela cuál puede ser el destino de cualquier habitante que cometa la imprudencia de salir a caminar de noche en una ciudad en la que la policía no sólo puede, ilegal e impunemente, detener, acusar e implicar a cualquiera en un acto criminal, sino que además recibe una recompensa por ello. A partir de este año, la Secretaría de Seguridad Pública, a cargo de Marcelo Ebrard, tiene como consigna "impedir toda preliberación de individuos del corredor delictivo conformado por cincuenta colonias peligrosas y zonas llamadas criminógenas, puesto que la proporción de recurrencia es muy alta". La colonia en la que fueron detenidos Sifuentes y León está en ese corredor.
Por todo lo anterior, demandamos que de manera expedita se resuelva el caso de Gerardo y Epigmenio, salgan cuanto antes de su reclusión y se eliminen las políticas inmorales que institucionalizan la corrupción.
Firmas
1.- Carlos Oliva Mendoza (Premio Nacional de Ensayo José Revueltas).
2.- Carlos Antonio de la Sierra (escritor y maestro universitario)
Y éste es el texto de la carta a la Dirección de CONACULTA:
Sari Bermúdez
Directora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(CONACULTA)
P R E S E N T E
Por medio de la presente quisiéramos ponerla al tanto de lo siguiente: el 12 de febrero de 2004, aproximadamente a las 03:00 hrs, Gerardo Sifuentes Marín (30 años, escritor y becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes-FONCA), y Epigmenio León Martínez (29 años, escritor y funcionario de CONACULTA) fueron detenidos por dos elementos de la policía preventiva del D.F. En el Ministerio Público no. 3 de la Delegación Cuauhtémoc, se les acusó de robar un par de espejos de automóvil, según consta en la averiguación previa CUH-7T2/240/04-02. El viernes 13 fueron trasladados al Reclusorio Norte, aproximadamente a las 22:00 hrs. El día de ayer, viernes 20 de febrero, la jueza Julia Ortiz Leandro del juzgado 42 del Reclusorio Norte les dictó auto de formal prisión por robo agravado.
El único elemento en su contra es la declaración de los dos policías que los detuvieron, quienes alegan haberlos capturado en flagrancia. Sin embargo, existe, por un lado, un informe pericial que no aporta ninguna evidencia que sustente las declaraciones de los agentes policíacos; por otro, las declaraciones de los testigos invalidan la versión de los agentes. Todo lo cual indica que los detenidos son inocentes.
Epigmenio León es comunicólogo, egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; participó en la organización de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de 1996 a 1999; fue guionista del programa radial Circo, maroma y libros, producido por el CONACULTA; es traductor del alemán; y actualmente se desempeña como Jefe del Departamento de Difusión de la revista Tierra Adentro, donde ha publicado diversos artículos.
Gerardo Sifuentes es ingeniero electrónico industrial, titulado por el Instituto Tecnológico de Puebla; ha obtenido diversos premios internacionales y nacionales de narrativa; ha publicado los libros Perro de luz y Pilotos infernales; es becario del Programa Jóvenes Creadores, en el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en la especialidad de cuento y se desempeña como redactor creativo, en la agencia de publicidad Interbrand Internacional.
Este hecho, de manera obvia, ha significado el encarcelamiento injusto y arbitrario de dos destacados miembros de la comunidad intelectual, por lo que le pedimos la mayor atención del curso del proceso que afecta, profundamente, la vida nacional del país.
Atentamente,
Dr. Carlos Oliva Mendoza (Premio Nacional de Ensayo José Revueltas y Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos)
Mtro. Carlos Antonio de la Sierra (escritor y maestro universitario)
UNO De todas las costumbres del hombre, una de las más fascinantes es la de mirar un mapa. ¿Qué miramos cuando miramos un mapa? Para empezar, una abstracción de algo a escala real y que -a no ser que seamos millonarios dispuestos a pagarles millones de dólares a los rusos- difícilmente veremos durante nuestras vidas y que no tenemos certeza alguna de que contemplaremos después de muertos, porque siempre está la posibilidad de que nos toque el Infierno, o que el Paraíso tenga vista al Purgatorio.
DOS En la escuela, creo, nos obligan a calcar mapas de la realidad una y otra vez para que así, piensan, no nos extraviemos en los mapas de nuestra imaginación. Miramos muchos mapas durante nuestra infancia -buscando dónde queda exactamente la Malasia de Sandokán o la Patagonia de Verne- pero, con los años, vamos perdiendo la costumbre de abrir y de entrar en los Atlas y de preguntarnos por qué le habrán puesto ese color a ese país, ¿uh? Ahora son los mapas los que nos patean la puerta y vienen a abrirnos los ojos a nosotros, tan ocupados en mirarnos el ombligo. Esos mapas que aparecen en blanco y negro en páginas de diarios y que nos informan sobre "escaladas de violencia", o sobre "tragedias ecológicas", o sobre "condiciones climáticas". Flechitas, íconos, cifras, infografías. Mapas de lugares donde hay muertes, porque ya no quedan mapas misteriosos que te ofrezcan la vital posibilidad aventurera de descubrir algo desconocido. Mapas trazados a partir de la implacable pupila de los satélites espías que nos calcan al detalle. Mapas que saben mucho más de lo que sabemos nosotros por más que -como los modernos mapas del genoma- describan esa tierra no del todo firme y esos océanos íntimos en los que nadamos hasta ahogarnos o, con suerte, ir a esa isla desierta con capacidad limitada para una palmera, un mensaje, una botella, un náufrago.
TRES Retratos de personas mirando mapas: Julio César, Napoleón, Adolf Hitler, Darth Vader... Hay algo de conquistador en todo aquel que mira un mapa y hay algo de conquistador también en la primera vez que miramos el mapa de la Isla del Tesoro (trazado por Stevenson a partir del contorno de un estanque en una plaza frente a su casa en Edimburgo) o de la Tierra Media (porque Tolkien necesitaba todo un mundo donde poner el idioma que venía inventando desde los ocho años). Hubo un tiempo –basta con hojear esos libros nuevos que recolectan papeles antiguos– en que todos los mapas estaban imbuidos de las posibilidades de la literatura porque, sí, todo se encontraba peligrosamente cerca y felizmente al lado de las mejores ficciones. Mapas de tierras planas, de cielos desbordantes de dioses, de mares habitados por monstruos. Se trazaban mapas como se narraban leyendas. Era fácil perderse con sólo salir a dar una vuelta y la gente rara vez salía de los pueblos en los que había nacido a no ser que partiera en busca de fortuna o de desgracias, siempre, con un mapa para perderse y encontrarse doblado en ese bolsillo que siempre limita con el corazón.
CUATRO Stevenson y Tolkien y tantos otros –en épocas en que todos los mapas comenzaban a ser ya verdaderos, confiables, útiles–, optaron por el refugio de mapas propios, de lugares que no existían pero que, todavía hoy, a mí me siguen pareciendo más legítimos y dignos de ser que esos absurdos kilómetros de arena que se disputan los israelíes y palestinos o esas montañas de roca muerta que arden aquí y allá cada vez que a alguien se le ocurre que es hora de salir a probar los bombarderos. Con el progreso hemos ganado mucho mejores mapas pero cada vez los respetamos menos. Pensamos que ahí están, que ya no cambian más. Y entonces los damos por hechos, dejamos de mirarlos y no nos damos cuenta de que hay una sola e imperial América velando por la suerte buena o mala de sus colonias; que Europa no deja de asustarse de sí misma; que Africa es una tierra desolada; que para algunos paranoicos China vuelve a ser un Peligro Amarillo (por más que en mi mapa aparezca de color verde); que la Tierra se mueve, se rasca y que nosotros somos las pulgas o, ugh, los mocos en ese pañuelo que alguien dijo –con soberbia de cartógrafo ciego– es apenas un pañuelo.
Mirar un mapa desde afuera es mirarlo todo y, al mismo tiempo, mirarse a uno ahí adentro. Y uno siempre es diferente, único, cambiante.
Hay mapas para todo menos, por suerte, para mirarse mirando un mapa.
LA MIRADA AIRADA DE UN EXPERTO
Un honor inmerecido
La decisión de otorgar a Stephen King el premio anual de la Fundación Nacional del Libro por su "contribución distinguida a la literatura norteamericana" es otro hito del indignante proceso de entumecimiento de nuestra vida cultural. En el pasado describí a King como un escritor de novelas baratas, pero tal vez eso sea demasiado amable. No tiene nada en común con Edgar Allan Poe. Es un escritor terriblemente malo, cosa que puede comprobarse frase a frase, libro a libro.
La industria editorial cayó muy bajo al conceder a King un premio que anteriormente había otorgado a los novelistas Saul Bellow y Philip Roth y al dramaturgo Arthur Miller. Al hacerlo, lo único que se reconoce es el valor comercial de sus libros, que se venden por millones pero no hacen nada por la humanidad excepto mantener a flote el mundo editorial. Si ese va a ser el criterio en el futuro, entonces tal vez el año próximo el comité dé el premio a Danielle Steel, y seguramente el Nobel de literatura sea para J. K. Rowling.
Esto forma parte de un fenómeno sobre el que escribí hace un par de años, cuando me pidieron mi opinión sobre Rowling. Compré y leí Harry Potter y la piedra filosofal. Fue un proceso muy doloroso. La escritura era espantosa; el libro era horrible. A medida que leía, advertía que cada vez que un personaje salía a caminar, la autora escribía que el personaje "estiraba las piernas". Empecé a hacer una marca cada vez que esa frase se repetía. Sólo me detuve cuando ya había hecho varias decenas de marcas. No lo podía creer. Rowling tiene la mente tan llena de clisés y metáforas muertas, que no sabe escribir de otra forma.
Cuando escribí eso en un diario, me criticaron. Me dijeron que J. K. Rowling es lo único que leen ahora los chicos y me preguntaron si, después de todo, no era mejor eso que no leer nada. Si Rowling es lo que hace falta para que abran un libro, ¿no es algo positivo? No lo es. Poco después leí una elogiosa reseña de Harry Potter del propio Stephen King. Había escrito algo del tenor de: "Si los chicos leen Harry Potter a los once o doce años, cuando crezcan van a leer a Stephen King". Y no estaba ironizando.
Nuestra literatura y nuestra cultura se van entumeciendo, y las causas son muy complejas. Tengo 73 años. En el curso de una vida dedicada a la enseñanza de la literatura en lengua inglesa, vi cómo se iban degradando los estudios literarios. Es muy poco lo que queda de las humanidades. Mi asistente de investigación me dijo hace dos años que en cierto seminario, el docente había dedicado dos horas a decir que Walt Whitman era racista. Eso no es ni siquiera un desatino ingenioso. Es intolerable.
Empecé mi carrera enseñando a los poetas románticos. En la década de 1950 y principios de los años 60 se entendía que los grandes poetas románticos eran P. B. Shelley, William Wordsworth, Lord Byron, John Keats, William Blake, Samuel Taylor Coleridge. Hoy, sin embargo, son Felicia Hemans, Charlotte Smith, Laetitia Landon y otras que no saben escribir. En muchos programas se enseña a Aphra Behn, una dramaturga de cuarta línea, en lugar de a Shakespeare.
Hace poco, en el funeral de mi viejo amigo Thomas M. Green, de Yale, tal vez el profesor de literatura renacentista más destacado de su generación, dije: "Temo que algo muy valioso haya terminado para siempre". En la actualidad hay cuatro novelistas norteamericanos que siguen trabajando y merecen nuestro elogio. Thomas Pynchon sigue escribiendo. También está Cormac McCarthy, cuya novela Blood Meridian es comparable a Moby Dick, de Melville, y Don DeLillo. A pesar de ello, el premio de este año recae en King. Es un terrible error.
© Los Angeles Times y Clarín. Traducción de Cecilia Beltramo
Esa es la vida de Bradbury: un ir y venir de pasiones literarias, algunas compartidas, algunas propias; un largo y fervoroso diálogo con él mismo que desde joven se tomó el hábito de volcar (él diría "vomitar") sobre el papel.
(...)
¿Sigue sintiendo aversión a la tecnología?
Nos están bombardeando con toda clase de máquinas: TV, email, radio, teléfonos, celulares. Estamos obsesionados con estos aparatos que la mayor parte del tiempo no necesitamos. Yo le pregunto a la gente: "¿Para qué vas a usar esto?" ¡Basta! El otro día me subo al avión para ir a Nueva York, y el tipo que se me sienta al lado abre su laptop. Entonces yo le dije: "Por Dios, dejá esa cosa. Necesitás dos o tres horas lejos de toda esa porquería". Otra vez, veo antes de subir al avión a dos hombres que están hablando entre ellos, muy ocupados, celulares en mano. Al subir, uno de los dos me pide si no le cambio mi asiento para sentarse con su amigo. Y yo le dije: "No, no lo voy a hacer. Ustedes necesitan una vacación uno del otro. ¡Vamos, relájense, duerman un poco!" El hombre estaba furioso, pero durante el viaje durmió. Al bajar del avión me dio las gracias.
¿Será que usted puede evitar usar una computadora porque casi no corrige?
En parte. Pero además esos aparatos son ineficientes. Se equivocan. Una vez me regalaron una computadora, y el teclado era tan sensible que cuando lo toqué se disparó rrrrrrr. Lo aguanté un tiempo y dije: "Yo no me equivoco con mi máquina de escribir, ¿por qué me tengo que aguantar esto?" Y la regalé. Además no me gustan las pantallas, me gusta el papel y la tinta. Es más personal.
(...)
En Farenheit, los personajes terminan memorizando los libros para salvarlos del incendio. ¿Qué libro salvaría usted?
(Piensa...) A todos los prefacios de G.B. Shaw, reunidos. Son tan fascinantes como sus obras o más. Él era un charlatán compulsivo, un coleccionista de ideas, y tenía maravillosos debates con G.K. Chesterton en los años 20. Me hubiera encantado estar ahí. Y además, si yo los recitara, la gente pensaría que soy inteligente.
(...)
Siempre le advierto a la gente que no miren los noticieros: son puro funerales y hambruna.
Pero todas esas cosas ocurren...
Pero no se puede contar sólo eso. También hay buenas noticias todos los días. Deberían ir a los aeropuertos y las estaciones de tren y ver la felicidad. Me encanta ver cómo la gente viene y se va, con lágrimas de felicidad, o de tristeza por tener que separarse. Hace unos años hice un largo viaje en tren, y al bajar en una estación vi a dos jóvenes recién casados, y a los padres de ella que estaban ahí para despedirlos. La pareja se iba, se independizaba. Todos lloraban. Y yo los miré y lloré también. Hace unos años estaba en el aeropuerto de Denver y llegó una enorme familia de la India, con todas las mujeres vestidas con esos maravillosos saris y los hombres en hermosos trajes, y pasaron como un barco por delante de mi vista. Los miré y me dije: "¡Qué hermosos que son, mi Dios! ¿Sabrán lo hermosos que son?". Estas cosas jamás salen por tevé.
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¿Cree que existe el Cielo?
A todos nos gustaría, ¿no? Si uno tiene grandes amores en su vida, no quiere pensar en no volver a verlos nunca más. Siempre albergamos una pequeña esperanza. Pero realmente no sabemos.
¿Va a la iglesia?
No necesito una iglesia. Tengo una iglesia, soy el cura, soy el obispo, soy el Papa.
Pero si existiese el Cielo, ¿cómo lo imagina?
Con mis hijas, mi esposa y mis amigos. Sería igual. Claro, si pudiera conocer a Shaw y a Shakespeare ya que estoy ahí, sería muy feliz.
Shaw también escribió hasta muy grande, ¿no?
Sí, tenía 97 cuando Dios le dio por la cabeza con un bate de béisbol. Si yo sigo escribiendo a los 90 como Shaw, voy a estar muy satisfecho.
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¿Se arrepiente de alguno de sus libros?
De ninguno. Uno tiene que respetar a la persona que fue, quienquiera que haya sido. Hay que dejar a esa persona tranquila: hizo lo que pudo, y eso no se debe corregir. Todos mis libros me representan en distintas etapas de mi vida.
Con todo lo que sabemos hoy de Marte, ¿escribiría de otra manera sus Crónicas Marcianas?
No. Yo escribo mitos. No importa lo que Marte resulte ser, de hecho es un planeta muy inhóspito. No hay vida allí en este momento. Nosotros lo habitaremos. Pero mis historias llegarán y serán leídas en Marte a la noche muy tarde, por personas que quieren imaginar que afuera de las paredes de su comunidad marciana, mi Marte existe. Cuando el viento sople a la noche, mis fantasmas volverán a vivir, dentro de cientos de años. Pensarán: "Bueno, quizás este no sea el Marte verdadero, pero me gusta más el Marte de Ray, así que me voy a llevar Crónicas Marcianas a Marte, y lo voy a leer allí." Esto me hace sentir sensacional.
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