Lo que sigue son extractos de una entrevista realizada a Martín Caparrós en Agosto del 2001, a propósito de su novela Un día en la vida de Dios, publicada por Seix Barral.
Porque Dios es un hombre viejo, con largas barbas blancas, sentado en el cielo.
Sí, en nuestra cultura judeocristiana, en sentido estricto, sin duda. Sin embargo, dentro de la cultura judeocristiana, hay restos de momentos previos al que cristalizó la Biblia, en los que Dios era femenino. Y esos restos todavía se ven incluso en algunos pasajes del Antiguo Testamento. Es lo que ha quedado de esa idea primera de que Dios era femenino. Se supone que la mayor parte de las culturas han tenido diosas, el rol creador de la mujer es evidente. Más que el de los hombres.
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Una parte divertida del libro es la de Abraham y Sara y el faraón en Egipto. Es una visión un poco picante de la historia del patriarca que se narra en el Antiguo Testamento.
Parece picante porque nadie lee la Biblia. A mí me sorprende encontrar que la Biblia dice con toda claridad que Abraham se hace pasar por hermano de Sara porque al faraón le gustaba Sara como mujer y la deseaba. Entonces, él, para sacar algún beneficio a la belleza de su mujer, se hace pasar por su hermano. Eso está en la Biblia, está en el Antiguo Testamento, ahí sí que no inventé nada. Sin embargo, se tiende a pensar que esos grandes libros son como los curas quieren hacernos creer que son. En general son una síntesis de todo lo humano, están llenos de crueldades increíbles, de bajezas notables, de sexo y droga y rock and roll, de todo lo que hay en la vida de los hombres. Son relatos sobre los hombres que toman como pretexto a un Dios para contarse.
En la novela usted trata de mostrar cómo hace Dios para entender este mundo extrañísimo que inventaron sus hombres. ¿Cuál es su estrategia?
Lo que hace Dios es venir de tanto en tanto a este mundo, encarnarse en alguien y tratar de completar su aprendizaje. Y lo completa tanto que termina despreciando y odiando a los hombres. Elegí momentos sucesivos de la historia. Esos momentos terminan conformado ese día en la vida de Dios, el día en que se ocupa de ese pedrusco lejano que llamamos la Tierra. Es una sucesión que elige distintos momentos en la historia de la humanidad, desde el caso de un luchador egipcio en Tebas, del 2000 A.C. hasta la época de la construcción de la bomba atómica en Los Alamos. El tono del texto es bastante homogéneo. Todas esas escenas están contadas por el mismo narrador, que es Dios, y no va a andar cambiando de tonos por 100 años más o 300 años menos. ¡No le vas a pedir esas minucias!
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(Un día en la vida de Dios, su novela) es un paseo de lo más picaresco que puede parecer ambicioso desde cierta chatura en la que a veces nos regodeamos. Y yo no pienso en mi actitud como escritor. Escribo. Esa me diferencia de cierta tradición en la literatura argentina en que está llena de escritores que piensan en su posición de escritor. A mí me divierte más escribir.
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Si yo fuera un creyente de verdad, trataría de disimular por todos los medios que Dios es responsable de este desastre. Lo que me atrae de la historia es esa especie de desesperación que le agarra a Dios cuando se da cuenta de que los hombres que inventó no entienden nada, cuando ve que los hombres que inventó inventaron a su vez sus dioses que no tienen nada que ver con ella que es una especie de pobre trabajadora venida a menos, mal considerada en su empleo. Ver cómo intenta hacer algo con eso sin conseguirlo, sin lograr torcer el rumbo de esa necedad, y cómo finalmente termina hartándose de todo y dándole a los hombres su merecido, me hace gracia.
Cuando usted habla de sus lecturas, menciona libros históricos, antropológicos, filosóficos. ¿No lee literatura?
Yo soy generoso y olvido. Es cierto que leo más historia, antropología, ensayos que literatura.
¿Lo nutre más para sus libros?
No. Para nutrirme prefiero los fideos. Y sin embargo esta novela es el resultado de la lectura de un libro bastante malo del autor de La naranja mecánica, Anthony Burgess, que a mí me parece un gran autor menor, aunque tiene una novela genial como Poderes terrenales. Estaba leyendo un libro muy malo de él que creo que se llama Ultimas noticias del mundo. No tenía nada que ver con mi tema, pero me hizo pensar en esta idea de la visión subjetiva de Dios. Lo cual demostraría que la literatura se multiplica a sí misma. ¿Para qué sirve la literatura sino para producir más literatura que a su vez sea consumida como literatura para que a su vez produzca más literatura?
¿También la mala?
Sí, la literatura ha perdido casi toda relación con el mundo y funciona en ese círculo cerrado. Y así estamos, bienvenido sea.
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Estoy cada vez más principista. Leo solamente los inicios de los libros. Estuve leyendo el principio del último libro de Don DeLillo porque me gusta mucho el baseball. Luego empecé a leer el famoso principio de Moby Dick, de Melville. Y estoy a punto de desarrollar una hipótesis sobre la cual sólo hay que leer principios, porque son los sectores de los libros en los que los autores más han trabajado. Suelen ser los mejores. Por otra parte, para dedicarse a una forma de la lectura histérica que sería como la más productiva, esa lectura que te deja con las ganas, habría que leer sólo principios. Una lectura que no resuelva.
¿Que no se consuma?
Claro, que no se consuma, que no resuelva sus propias contradicciones y, por lo tanto, trate de crear alguna contradicción que opere sobre lo exterior. Para eso habría que leer sólo principios.
(...)
Dios, totalmente ofendida e indignada con lo que los hombres han hecho del mundo, les da, o cree que les da, los medios para acabar con ese mundo, que en este caso sería la bomba atómica. Después ella descubre que ni siquiera ha sido capaz de eso.
Algunos de los rasgos que suelen atribuirse con insistencia a la narrativa del siglo XX aparecen aquí: el narcisismo, la ficción dentro de la ficción, la escritura que narra la historia de la escritura, la concentración extrema de los tiempos.
En cuanto a la condensación de los tiempos, para cada cual un día puede sugerir cosas muy distintas. Para Dios y para mi novela, un día es el tiempo que dura poco más o menos la historia humana. Así que su vida dura todo eso. Una figura quizá sí bastante conocida en la literatura contemporánea es la del narrador que no termina de entender lo que narra. En ese sentido, Dios me parece como el mejor ejemplo de eso, una narradora que no consigue entender lo que está contando. Lástima que lo que está contando es la historia del mundo. Y en cuanto a estas otras características de las que hablabas, del narcisismo, de la autoreferencia, espero que por una vez no me acusen de estar haciendo mi autobiografía cuando cuento la vida de Dios.
Me quedé prendado de dos palabras expuestas por GOLLUM con respecto de lo que es Dios. Cito: "Dios es TODO. Luego, Dios es NADA". Y me maravillo de que haya englobado dos antónimos tan evidentes en un mismo vocablo. Evidentemente, Bioy Casares tenía razón, cuando sostuvo que Dios es un monosílabo que ha tenido mucho éxito...
Sin embargo, considero que no ha tenido un éxito completo. ¿Por qué? Porque, desgraciadamente, en el acto creador, tras el espacio y las estrellas, tras la luz y la sombra, tras el Cielo y la Tierra, tras los peces, las aves y los mamíferos... tuvo la ocurrencia de sacar de la galera:
1. Los mosquitos.
2. Las cucarachas.
3. Los hombres (OK, OK, "el" hombre).
4. Las mujeres (OK, OK, "la" mujer).
Un Dios que crea tales alimañas no puede nunca tener éxito ni ser perfecto. Pero lo peor del caso es que, con seguridad, él sabía que un día, millones de años después de su acto creador, un imbécil apodado THE MATRIX le iba a cuestionar el haber dado ser a los mosquitos y las cucarachas. Eso, por no hablar de males y females...
Sí, ya lo sé, pareciera que me estoy tomando al Jefe en solfa. Pero no es así, puedo asegurarlo. Sólo pretendo volver la discusión que se ha abierto desde hace un par de posts un poco más liviana... ¡Mierda! ¿No se dan cuenta de que, al fin y al cabo, nadie va a cambiar de posición, por convincentes que resulten los argumentos del otro? Si GOLLUM piensa que Dios tiene la forma de un anillito, sencillito, doradito y con unas palabrejas esculpidas en caracteres mordóricos; si TRIXIE sostiene que Jesús fue un revolucionario (sí, tenía barbita, como el Che), o que va a conocer a Dios cuando deje su cuerpecito; si ARO72 está convencido de que la Señora Naturaleza es de naturaleza divina; si LEGION se emperra en que los que hacemos Placebo estamos atacadísimos con la Iglesia; en fin, si cada uno sostiene lo que se le canta, no se va a mover de ahí ni un milímetro, y va a ser feliz con su versión de la historia.
Pero quisiera volver a esas dos palabras, TODO y NADA... Antónimos, pero a la vez complementos. Tienen ese curioso carácter bipolar, simétrico, que parece dominar toda nuestra vida. A veces, estamos felices porque no estamos tristes. O hambrientos y no saciados. O dormidos y no despiertos. O algo es de color negro y no blanco. Quizás exceptuando los nombres propios, aquellos con los que alguna vez fuimos bautizados, todo lo que existe o es en este Universo tiene su antónimo. Dialéctica pura, aunque más no sea rozada con el borde de las vestiduras. Los invito a preguntarse por qué necesitamos, para confirmar una cosa, la negación de otra que se le opone. Ahí, en los comentarios, tienen la posibilidad de contestar (y no se preocupen, que estos son los comments definitivos. ¡Un mes y pico tardé en encontrarlos!).
[ADVERTENCIA: Post largo al acecho...]
Estoy impresionado. Me siento en la obligación de contestar a Matrix y a Trixie, y no tengo idea de cómo. Es que los dos han derivado para lugares distintos, han abierto (aún sin saberlo) nuevas discusiones y no me imagino cómo hablar de todo al mismo tiempo.
Podría empezar diciéndole a Trixie que no debería sentir vergüenza de ir a misa por la misma razón que ninguno de nosotros siente vergüenza de ir a los trabajos nefastos a los que vamos, ni sentimos vergüenza de las películas horribles que miramos, ni nos avergonzamos de los hipermercados ominosos donde compramos. La Iglesia es una institución social, y la "educación" que recibimos nos acerca o nos aleja de ella, como nos acerca o nos aleja del crimen o de las ONGs. Somos el producto de la sociedad en la que nacimos, y actuamos de acuerdo a ella.
También querría decir que "Dios no se mancha" es una frase poco feliz. Dios no es ajeno a la Iglesia Católica. El Dios de los católicos es una creación de la Iglesia Católica (del mismo modo que Alá es una creación del Islam, y Cronos una creación de los sacerdotes griegos). Dios es lo que la Iglesia dice que es, y por lo tanto no veo cómo exculparlo de los "crímenes" de la Iglesia.
Dios (y a partir de ahora creo estar respondiéndole a Matrix) es para muchos de los que leen estas líneas un ente creador ajeno a las instituciones de los hombres. "Dios es algo parecido a lo que llamamos Naturaleza", me pareció leer de ARO72. Dios es La Fuerza, Dios es cada animal, Dios es el Viento y el Mar, la Vida y la Muerte. Dios es TODO. Luego, Dios es NADA.
En Ficciones, el enemigo de Matrix (J.L.B.) tiene un cuento fabuloso titulado "La lotería de Babilonia". En ese cuento, los ciudadanos de Babilonia empezaron a jugar a la lotería común, pero como acabó por aburrirlos decidieron que, además de sortear premios, hubiese números con castigos; a continuación, fueron extendiendo la cantidad y variedad de premios y castigos, y hubo sorteos cada vez más seguidos; luego, la pasión por la lotería hizo que los sorteos fuesen secretos y la variedad de premios y castigos abarcó hasta los más mínimos detalles de la vida; finalmente, cada cosa que le ocurría a un habitante de Babilonia (buena o mala) era el resultado de los infinitos sorteos que se hacían ininterrumpidamente en la Lotería: todo se sorteaba, tanto la suerte de encontrar una moneda, la muerte de alguien, la recolección de frutas, si llovería o no, etc., etc... (Léanlo, soy pésimo para resumir)
La conclusión es: estuviera o no la Lotería detrás de cada acontecer humano, daba lo mismo. Si lo que ocurría había sido dispuesto por la Lotería en sus sorteos, o era obra de la casualidad, el resultado era igual. Reemplacemos "Lotería" por "Dios" y veremos que es lo mismo. Si Dios está atrás de todo, o las cosas ocurren porque sí, es igual.
Vuelvo al comienzo (y me dejo temas sin tratar). Trixie: ¿por qué la sociedad nos forma para que vayamos a misa, o a la Bombonera? ¿Por qué nos educa para aceptar esos trabajos tipo McDonald's? ¿Por qué nos retiene frente al televisor hasta las tres de la mañana para ver una película idiota? No lo sé.
Dios, por desgracia, no es respuesta suficiente.
Desde hace un par de días (desde el Martes, para ser exactos), tengo en mi poder un ejemplar de ese brillante libro escrito por ese brillante escritor llamado Jorge Luis Borges. En el libro en cuestión, Ficciones, se lee un cuento titulado "Examen de la obra de Herbert Quain". En el susodicho cuento, una frase brillante: Todos creyeron que el encuentro de los dos jugadores de ajedrez había sido casual. Vaya uno a saber por qué, pero ahí, en lo casual, está la clave de todo. Deliberadamente casual, deliberadamente calculado, deliberadamente actuado. Muy bien representado, desde luego. Máscara que oculta otra realidad, diferente de aquella que se presenta y se hace creer. Como ese otro cuento brillante del mismo libro, "Las ruinas circulares", donde un hombre, un mago, sueña que crea un hombre al que no puede consumir el fuego. Y en un amanecer, cuando es azotado por las llamas de un incendio, comprueba con horror que él mismo es ese sueño, que otro lo ha soñado. Representación, ni más ni menos. Lisa, pura y llana actuación. Una mente brillante, la del Sr. J. L. B., sin duda alguna. Todo aquél que se precie de buen lector debería leer Ficciones.
¿No les suena deliberadamente rebuscado, el parrafito anterior? ¿Y si solamente fuera una gran mentira? ¿Y si Dios hubiera puesto en mis afiebrados dedos esas palabras, aún contra mi voluntad? Y, ¿no estoy usando demasiado la palabra Dios? En fin...
POST SCRIPTUM: Una derivación-reflexión sobre este post y los precedentes puede encontrarse en el escrito de Trixie, en A Perfect Mess.
No voy a decir nada sobre su nueva afición a las lenguas extranjeras. No me disgusta que emplee vocablos de afuera. Es más, hasta puede decirse que, bien empleados, me gustan esos vocablos.
Tampoco voy a explayarme sobre Javier Marías. Ya corre por cuenta de los lectores juzgar sus dichos. Quizás sólo deba informar, a los que aún no lo saben, que el artículo de Marías hacía referencia a otro artículo anterior escrito por su amigo Arturo Pérez-Reverte (mencionado bajo seudónimos como "Duque of Corso" o "Capitán Sadwing"). Es decir, a Marías le importa verdaderamente poco lo que haga la Iglesia, y sólo escribe su artículo para acompañar lo que Pérez-Reverte dijo y para replicar a los críticos de su amigo.
Sí voy a hablar de experiencias mercantiles en templos católicos. A decir verdad, pisé iglesias en contadas ocasiones, y nunca (hasta ahora) con fines turísticos. Fui al bautismo de una prima y al casamiento de un compañero de trabajo de mi viejo. No recuerdo otros casos.
No conozco el interior de la Catedral de Buenos Aires, por más que durante cinco años haya pasado por su puerta incontables veces. Sin embargo, ni bien puse un pie en León (España), mis parientes españoles me llevaron a conocer la joya de su ciudad: la Catedral, famosa entre los hispanos por sus hermosos vitrales. A decir verdad, es un edificio que impacta, en especial para los paganos que sólo sabemos de casas, departamentos, colegios, facultades y edificios de oficinas. Antiguo, sombrío, gótico, el templo leonés no generará "espiritualidad cristiana", pero al menos te deja pensando.
Allí tuve dos experiencias que, para mí, son inéditas. Detrás del altar principal hay como unos altares menores (los eruditos corregirán mis pecados, espero) dedicados a diversos santos y vírgenes y representaciones de Cristo. Me causó sorpresa ver que, para prenderle una vela a esas deidades menores, no había que llevar fósforos sino monedas. Sí señor, junto a la figura del santo hay unas maquinitas que aceptan monedas de 10, 20, 50 centavos, y de 1 y 2 euros; uno pone esas moneditas y (de acuerdo al dinero que haya colocado) se prenden una o varias "velas" eléctricas, con temporizador incluido, que permanecen encendidas un rato hasta que se apagan para que otros las vuelvan a encender.
Con mi hermano nos reímos del asunto, y nos preguntamos si no aceptarían tarjetas de crédito o de débito. Y estábamos a punto de marcharnos muy contentos con nuestra estúpida broma cuando decidimos visitar una habitación que explica los trabajos de restauración. En el centro de este espacio había una urna vidriada donde la gente depositaba sus donaciones (las restauraciones se hacen con ese dinero y lo que aporte Roma, el Estado, Europa o la Unesco...). Había allí monedas y billetes de diversos valores. Pero, sobre una de las paredes, ¡había una máquina lectora de tarjetas! Sí señor, allí uno podía introducir su Visa, o su Cabal, y donar a una cuenta especial desde su propia cuenta.
Esto no debió sorprendernos. Las "donaciones" han sido el sustento de la Iglesia (o parte) durante siglos. Lo que asombra es el contraste. Un contraste que da para pensar...
Le recuerdo, estimado amigo, cierto post publicado el 12 de Enero, en estos mismos cinco centímetros de red. Si mal no recuerdo, se titulaba "...ZERO...", y en esas líneas, intoxicado por la adoración repentina (que se torna permanente), citaba un verso donde se leía, claramente, la palabra God, así, en inglés. Ok, ok, era una cita, pero creo que es válido y sirve como prueba de que utilizo palabras extranjeras en mis escritos. Claro, primera referencia: mi nickname.
Ahora bien... me tomé el trabajo de leer los artículos que hacen mención al episodio de censura del que fue objeto el Sr. Javier Marías, linkeados por usted en su post precedente. Y noté un pequeño detalle que me llamó la atención, en el primero. Transcribo: "(...) la Iglesia Católica me trae tan sin cuidado; espero tan poco de ella en cualquier terreno (...); y, en suma, la considero tan ajena a mis inquietudes y preocupaciones, y tan lerda en sus argumentos e interpretaciones, y tan afanosa en sus influencias y sus bienes seculares (...), que apenas presto atención a lo que dice, propone, manda, predica, condena o prohíbe.".
Si la Iglesia católica y todo lo que la rodea lo trae tan sin cuidado... ¿para qué corno escribe un artículo hablando de ella? Es un desperdicio de tiempo, palabras e ideas. No obstante, tengo que admitir que el susodicho artículo me agradó. Es notable cómo la religión puede llegar a ser sinónimo de negocio.
Al respecto, tengo una anécdota que acaeció hace un par de semanas...
Resulta que, tras más de diez años, volví a viajar a la ciudad de La Plata. Aproveché la escapada para visitar la Catedral, que se yergue en el centro geográfico de la ciudad. Quería ver de una buena vez esas torres terminadas y, si era posible, treparme a ellas.
Era posible, pervio abono de $5, en concepto de entrada al Museo que funciona en el subsuelo del templo, y que da acceso (el único acceso) a los ascensores que llevan a las torres (bueno, es una Catedral Gótica Moderna, hay que reconocerlo). La visita al museo incluía un guía, que iba detallando las principales características de la Iglesia y de la ciudad, ya que estamos. El caso es que, tras mostrarnos las magníficas vistas que se tenían desde las ventanitas construidas para tal fin en lo alto de la aguja derecha, nos hizo descender al nivel inferior, ése donde estaba el techo antes de que se decidiera terminar la construcción.
Colgado de una pared, estaba el dibujo original del frente de la Catedral, tal como debería verse desde enfrente, desde la Plaza Moreno. El guía, todo sonrisas, nos dijo que el modelo acabado era exactamente igual al que veíamos en el dibujo, salvo por un detalle. E invitó al contingente turístico a que lo descubriera. Claro está que, entre tanto firulete dibujado, nadie consiguió descubrir la diferencia. Entonces, el guía nos explicó que, en el trazado original, la escalinata de acceso cubría todo el frente de la edificación. En el modelo final, en cambio, sólo ocupaba la parte central, y llevaba directamente al portal de entrada.
Exclamaciones de "Aaahhh", "Ooohhh", "Uuuhhh" entre los presentes. Un "detalle", justamente. Y todos habían subido por esa escalera, y le habían preguntado al guardia de seguridad apostado en la puerta si se podía subir a las torres. Y el guardia, solícito, explicó que se debía bajar la escalinata y tomar, a derecha o izquierda, por la rampa que llevaba a la confitería y el museo, cuyas puertas estaban al ladito de la afamada escalera.
Movido por un resorte, dije, dirigiéndome al guía: "Discúlpeme, señor, pero tengo una pregunta." Él, con sonrisa de Guason, me invitó gentilmente a formular mi duda. Entonces, yo inquirí:
-En el proyecto original, ¿se contemplaban las instalaciones de la confitería que hay abajo, o son un añadido posterior?
-...
Cuando salimos de la Catedral, la señorita amiga que me acompañaba me dijo (aclaremos que yo no presté atención a la respuesta del guía, porque me quedé mirando el dibujo y preguntándome para qué sacrificar escaleras/escalinatas tan bonitas): "Che, al tipo no le gustó ni medio lo que dijiste sobre la confitería. Pusiste en evidencia que es una forma de lucrar". Ahí caí en la cuenta de lo que había hecho, pero no tenía ganas de confesarme, esa tarde. Me limité a decirle: "Es cierto, me dolió diez mangos"...
En fin... Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Bueno. Punto final al asunto. No tiene más sentido que sigamos hablando de nuestras nuevas tendencias dictatoriales. Dictadores de país bananero, por cierto, pero dictadores al fin. Eso seremos. No podremos ser los Stalin de internet, pero al menos nos haremos los prepotentes en nuestros cinco centímetros de red. Y, pese a todo, será sólo una pose, pues podríamos decir que incluso nos "divierte" la libertad de expresión.
Ya está, no hay más nada que agregar.
Ahora bien, no me preocupa tanto ser la secuela de Gran Hermano 4, sino el "my God" de Matrix. ¿Qué es eso? Me hubiera esperado esa expresión de cualquiera, menos de Ud., mi buen amigo. Primero, porque lo escribió en inglés, y Ud. solía tener aversión a los idiomas extranjeros (no por ignorante, sino por principios). Pero, en segundo lugar y más importante que cualquier cosa, me extraña su invocación a "Dios". ¿De qué Dios está hablando? ¿De Jehová? ¿Del Dios Júpiter, de Tutatis? ¿De Ilúvatar? ¿Del Demiurgo que todo lo construye?
La palabra Dios es extraña en un escrito suyo, mi amigo. En especial porque para Ud. Dios era sinónimo de Iglesia, esa institución terrenal ocupada en asuntos terrenales, esa secta monstruosa con ramificaciones insondables, con ojos y brazos por doquier, más terrible y mortífera que el Gran Hermano (ya sea en su variante orweliana o su variante telefeica). Hablamos de esa Iglesia que tiene conductas dictatoriales más perversas que las que ostentamos en Placebo. Si no, vea un simple ejemplo de lo que la Iglesia es y lo que le hace a uno de nuestros colegas.
Aguardo su respuesta...