Escena N° 1: Jonathan deambula por entre las enormes mesas donde se exhiben diversas clases de libros de diferentes autores, diferentes editoriales y diferentes precios. Podemos inferir que se halla en una librería. En realidad, está yéndose de la librería, a punto de salir al frío de la avenida. Y entonces, paralizado se queda. Extiende el brazo y tom delicadamente a Alicia y la hace suya.
Escena N° 2: Jonathan y Patty deambulan por entre las góndolas repletas de mercaderías variopintas de un hipermercado. En eso, él detiene bruscamente el andar del carrito y manotea algo de un contenedor. Prácticamente, secuestra a Gabo y lo mete casi a la fuerza dentro del carrito, hecho lo cual reanuda presuroso la marcha.
Pregunta: ¿Cómo se llama la obra?
Respuesta: "Los libros me pueden".
Pues sí, hay dos libros nuevos que se suman a los que esperan pacientemente ser leídos.
Alicia en el país de las maravillas, libro ilustrado que incluye Alicia a través del espejo y La caza del Snark, más el plus de algunos ensayitos sobre la obra de Lewis Carroll, todo en 394 paginitas, con edición y traducción de Luis Maristany.
Noticia de un secuestro, 329 páginas con la crónica del secuestro de la periodista Maruja Pachón, el 7 de Noviembre de 1990. El año pasado, este libro fue mencionado en el Seminario de Periodismo y Literatura dictado por Víctor Pesce en la carrera de C.C.C. (F.C.S.-U.B.A.). Se lo presentó como ejemplo de la novelización de los sucesos encarada por la non-fiction; y, si bien no se recomendó expresamente su lectura, hay que decirlo, yo tenía ganas de leerlo, desde ese entonces. Finalmente, lo haré en el transcurso de las próximas semanas. Hasta posiblemente lo utilice para la monografía final que debo presentar para aprobar el seminario. =)
Nota del Autor para el Autor: Jonathan, hacéme el favor, y tratá de no escribir la monografía tan... rítmicamente. Esa cantinela del tipo presentar para aprobar está bien para las boludeces del weblog, pero en un trabajillo académico queda bastante descolgado, ¿entendiste? =P
Bonus del Autor para el Lector: Alice's Adventures in Wonderland, así, en su idioma original. ;)
UNO Hoy para mí y ayer para ustedes, se celebró en Barcelona –como todos los años– el Día de Saint Jordi. El rito implica que los hombres regalan una rosa a las mujeres, las mujeres un libro a los hombres y todos felices, en especial los floristas, los libreros, los editores y algún que otro autor. La fecha -.23 de abril– coincide con la del Día Mundial del Libro, marcada en rojo por la Unesco en 1995, y se las arregla para compaginar sin mentir en esa casilla del almanaque a las muertes de Shakespeare y Cervantes. Pero los catalanes ya la habían hecho suya en 1924 por idea del astuto dueño de una librería. Así que hoy todos los libros salen a las calles en stands, todos los escritores firman lo que venga y toda la ciudad se convierte en una suerte de feria atómica. Y se vende mucho (me dicen que entre el 10 y el 30 por ciento del total de libros del año -.según la euforia del consultado– y unos cinco millones de rosas), y las mujeres van con su flor entre los dientes y los hombres con sus novelas en las zarpas.
DOS Hay que verlo para creerlo y, sí, hay algo de bestial en esta tan súbita como floral y efímera catarsis de papel y tinta (que en más de un rasgo se parece a la Feria del Libro de Buenos Aires) donde el que no compra un libro nunca lo compra hoy sin entender muy bien por qué y sospechando que difícilmente vaya a leerlo una vez que se le pase el efecto de las efemérides drogotas. Lo cierto es que las encuestas y estadísticas de la Sociedad General de Autores señalan que el 49,1 por ciento de los españoles nunca leyó un libro y, supongo, la cosa debe ser bastante parecida en todas partes, cada vez más. Aun así –y más allá de esos duelos y mergers editoriales cada vez más parecidos a Star Wars o a Dune donde caballeros jedis y guerreros fremen luchan contra el Imperio o el Lado Oscuro– el misterio permanece, se sigue leyendo, se sigue escribiendo, se siguen comprando libros, por lo menos una vez al año.
TRES Hablo con varios escritores amigos que firman o no firman bajo el sol del mediodía y ninguno sabe explicarme el porqué de la rosa o el libro. Pequeño misterio que esconde un misterio más grande, inmenso, y que no es el porqué se lee sino el porqué no se lee. De acuerdo, los participantes del concurso Gran Hermano tienen prohibido llevarse libros a la casa porque no hay nada más aburrido que ver a alguien leyendo, pero tampoco hay nada más divertido que, por ejemplo, leer lo que les ocurre a los personajes encerrados en cualquier libro. Cervantes -que inventa al lector como personaje– y Shakespeare –que estrena al actor como símbolo de todo– lo sabían a la perfección y apostaban a un mundo donde lo escrito ocupara un lugar tan privilegiado como lo actuado y la ficción nutriera a la realidad y viceversa. De esto se habló -.de la Conexión William-Miguel y de la supuestamente cretina personalidad del autor de Hamlet, según flamante y polémica biografía- días atrás, en la ciudad de Valencia, en el séptimo congreso internacional sobre Shakespeare por primera vez en su historia con sede en un país no-anglosajón. De esto, seguro, no habla la espléndida mujer que acaba de comprar un libro -su libro anual– titulado Cómo adelgazar follando.
CUATRO Por la noche de este día -.luego de esas visiones tan parecidas a las películas paranoicas de ciencia-ficción de los años ‘50 norteamericanos donde pueblos enteros son poseídos por inteligencias extraterrestres– la fiesta se traslada al piso del flamante cónsul mexicano Sealtiel Alatriste y a la recepción a Elena Poniatowska, premio Alfaguara 2001 de Novela. Allí la intelligentzia local descansa de tanto stand y tanta firma y se resigna o se reconcilia con la idea de que, a partir de la mañana siguiente, hay que volver a escribir, hay que seguir escribiendo. Y tal vez ahí esté la clave de la cuestión, el misterio explicado de porqué se lee cada vez menos: la raza humana ha fracasado en todos los territorios menos en el literario y quizá, resignada a convertirse en novela de sí misma, ya no tenga tiempo de leer porque intuye que alguien la está leyendo. Y ese alguien se divierte bastante. Demasiado.
En fin, hay que decirlo: mi novia me censuró un comentario en este post. Alegó que "está muy fuera de lugar", y luego, "sencillamente, no quiero que te empiecen a odiar, hay mucha gente a la que le gustan los perros, también".
A lo que yo respondo, como tantas otras veces: "No, está dentro de lugar. De todos modos, es tu blog, así que puedes borrar lo que quieras. Sin embargo, es triste que no pueda darse una opinión o punto de vista diferente".
De modo que acá va el comentario censurado, palabra por palabra:
Versando sobre posts y blogs memorables y no tanto, Horacio me comentó que en su kilométrica lista de links hay algunos que no le interesan pero que igual visita cada tanto. Bueno, yo le pregunté si, más que kilométrica, no será pixemétrica, la lista.
Ergo, pixemétrico/a: m. f. Que se extiende a lo largo de una gran cantidad de pixeles.
Ya es posible descargar, en formato PDF, el número cero de Weblog Magazine, iniciativa conjunta de varios webloggers hispanoparlantes.
Me pregunto por qué nadie de la blogósfera argentina se hizo eco de la noticia. ¿Será porque no hay compatriotas involucrados en el proyecto, salvo el europeizado Mini-D?
Nunca es tarde para una buena lectura, de ésas que te dejan algo, un resabio de aventuras que te hacen cosquillas en el estómago. Así, demoré tres noches en leer 20.000 leguas de viaje submarino. El amigo Julio Verne, merced a su capitán Nemo, me llevó a pasear por debajo de las aguas que conforman los océanos Pacífico, Índico, Atlántico y Antártico.
Ciertamente, la mezcla de ficción y realidad que realiza Verne es inquietante. Así, nombra y describe las regiones y los mares por tod@s conocid@s... pero añade datos curiosos. Por ejemplo, hay un túnel natural y subterráneo que conecta el Mar Rojo con el Mediterráneo en pocos minutos (y no es el Canal de Suez); un cementerio submarinoescondido en el océano Índico, en un paraje inaccesible para los tiburones, donde entierran a los tripulantes del submarino que fallecen; un islote que provee a Nemo del carbón necesario para el funcionamiento del Nautilus, y cuya mina es el interior de un volcán apagado; la Atlántida, ubicada alrededor de la isla de Tenerife, en territorio español... Y, lo realmente inquietante, Verne nos cuenta que en el punto exacto donde está el Polo Sur hay... un mar.
Cuando leí esa parte, no lo entendí. Acostumbrado a las modernas imágenes fotográficas que me enseñan una inmensidad blanca de hielo, me pregunté de qué estaba hablando ese tipo. Pero, una vez hube terminado la lectura, se me ocurrió que, tal vez, el genio de Verne anricipó, no el futuro inmediato de ese continente, sino el futuro a largo plazo, cuando los estragos del efecto invernadero se hagan patentes en el descongelamiento de los polos.
Y el final me deja con la incertidumbre más completa: ¿qué sucedió con el submarino? ¿Logró escapar del remolino que lo arrastraba? ¿Continuó asolando los mares en busca de venganza? O, por el contrario, ¿llevó a sus tripulantes hacia una muerte horrible en los abismos? Vos, que también leíste este libro inquietante y genial, ¿qué pensás?
Primero fue la lectura de malevaje que desplegó ante mis ojos Marechal, en su Adán Buenosayres. Después, me enteré de que Tomás Eloy Martínez tiene una nueva novela, El cantor de tango. Y Federico Andahazi hizo lo propio con Errante en la sombra.
En una entrevista de 1998, Coleman admitía que le gustaba el tango, pero que no lo cultivaba. O sea, le gustaba cuando era tarde a la noche y sonaba en la radio mientras viajaba en un taxi. Y añadía que, si aguantaba más de tres tangos seguidos quería decir que estaba muy lejos de casa.
Hoy, mi amor hizo un post recordando el tango que la recibió en la noche de su llegada a esta ciudad de Buenos Aires.
Y nada, que uno está un poco sensible, y encima llueve y hace frío (por primera vez en lo que va del otoño), y entonces de verdad le llega esa letra de tango que le habla de bares y mesas...
Porque a uno le vienen a la memoria esos dos emblemas de la ciudad que ha tenido el gusto de visitar en más de una oportunidad: el café Tortoni y la confitería Las Violetas.
Definitivamente, hoy es el día ideal para caminar por Corrientes, entrar en una librería, salir con un paquetito bajo el brazo, y terminar leyendo una novela tanguera en algún café típico de Buenos Aires...
Hace un par de semanas, se me ocurrió preguntarle a Mar qué había sucedido con su weblog, ya que Blogspot me tiraba error cuando pretendía ingresar. El muchacho me respondió que le había bajado ¿temporariamente? el pulgar. Y añadió que él, particularmente, se encontraba unblogged.
¿Lo qué? ¿Eso no se deriva arbitrariamente de unplugged, los conciertos en formato acústico de la cadena MTV? Así es, pues. En esencia, la idea es ésa. Estar unblogged quiere decir, entonces, estar desenchufado de la blogósfera, del mundo-blog y de todo lo que en él acontece.
Así que ya lo saben. Incorporando la palabreja © Mar a su vocabulario, chiquilines míos. ;)
El hombre desborda una fantasía cálidamente oscura. Además de dirigir buenas películas, despunta el vicio de la escritura en pequeños poemas.
Diminutos seres, tan extraños ellos, que desfilan por las páginas de un libro también extraño. Tal vez por esa cualidad, resultan queribles. Y tendemos a enternecernos cuando leemos palabras como las que componen La melancólica muerte del niño ostra, tal el nombre de las estrofas que le dan título al libro.
Espero que disfruten este pequeño regalo de Pascua. Eso sí, una recomendación para los padres: No hagan esto en sus casas... =P
Su larga luna de miel
en la isla de Capri fue
Para la cena el mesero
les puso un solo platillo:
un gran caldo de mariscos.
La novia pidió un deseo.
Y el deseo se realizó.
Dio al fin a luz un bebé.
Pero éste ¿era humano o no?
Bueno, quizá. Tal vez.
Diez dedos en pies y manos,
y demás órganos sanos.
Podía sentir y escuchar.
Pero ¿normal? No, ni hablar.
Este engendro antinatura,
Este cáncer indecente,
Era la imagen viviente
de toda su desventura.
Ella se quejó al doctor:
No es hilo de mi madeja.
¿De donde sacó ese hedor
a salmuera, pez y almeja?
Y ha sido usted afortunada.
Yo la semana pasada,
traté; a una niña con pico
y tres orejas. ¿Me explico?
Si es mitad ostra su niño,
búsquese a otro a quien culpar.
-Y añadió con cierto guiño -
¿Se ha puesto a considerar
una casita en el mar?
No sabían como llamarlo.
A veces le decían Carlo
y a veces -con voz perpleja-
eso que parece almeja
Encogido el corazón,
Ninguno en verdad sabía
si el chico ostra algún día
rompería el caparazón.
Los cuatrillizos Montalvo
cierta vez se lo toparon.
Le espetaron un ¡Bivalvo!
y enseguida se escaparon.
Una tarde en que llovía,
Carlo se sentó en la calle.
Y miró arremolinarse
el agua en la alcantarilla
Aparcada en la cuneta,
conmovida y afligida,
su madre daba salida
a su congoja secreta.
Ya se habían acostado
una noche, y ella dijo:
Cariño, huele a pescado
y yo creo que es nuestro hijo.
Y aunque dicen que una dama
debe callarse esas cosas,
me parece que le endosas
tus problemas en la cama.
El probó cuanta loción
pudo hallar en el mercado.
Tenía el cuerpo colorado
y comezón, comezón.
Y de rascar y rascar
la piel le empezó a sangrar
El doctor, tras una pausa,
dijo: El remedio a su mal
podría ser su misma causa.
Las ostras, como sabéis,
dan gran potencia sexual.
Supongo que si os coméis
a vuestro niño podréis
saciar el ansia carnal.
Se acerco muy de puntitas,
muy a oscuras y en celada,
porque no notara nada
quien le daba tantas cuitas.
Y en voz muy baja le dijo:
Carlo queridísimo, hijo:
no quisiera interferir
ni causarte desconsuelo.
Pero ¿has pensado en el cielo,
o te has querido morir?
Carlo parpadeo al oírlo
pero no le dijo nada.
Su papi apretó el cuchillo
y se aflojó la corbata.
Cuando lo levantó en vilo,
Carlo le mojó el abrigo.
Y en su boca ya la valva,
se escurrió por su garganta.
En la costa lo enterraron,
en la arena, junto al mar.
Una oración murmuraron
y se fueron a cenar.
Una cruz que daba pena
marcaba su sepultura
y unas letras en la arena
prometían vida futura.
Pero al subir la marea
una ola grande y fea
borró sin pena ni gloria
para siempre su memoria.
De regreso en el hogar,
él se le empezó a acercar.
Le besó y le dijo: Bella,
hagamos otra faena.
Pero esta vez –susurró ella-
pidamos que sea una nena.
Uno es de sorprenderse con el descubrimiento, casi casual, de algunas cosillas propias que felizmente ignoraba. Sin embargo, la "revelación" no siempre es adversa, hay que decirlo. Así, por ejemplo, acabo de enterarme, leyendo el weblog de Mini-D, de que fui / soy el feliz ¿ejecutor? de las siguientes fobias:
Aeronausifobia y/o Emetofobia: Miedo a vomitar. Más que miedo, asco al vómito. La sensación que me dio, las pocas veces que me ha sucedido, fue repugnante. =S
Chorofobia: Miedo a bailar. En realidad, no le encuentro ni pies ni cabeza a esa acción, para ser honesto. No sé, soy de los que piensan que la música, cualquiera que sea, fue creada para que uno la disfrute cómodamente instalado en un sillón. =)
Dipsofobia: Miedo a beber. De esa fobia me curó, a fuerza de insistencia, mi amigo Franco. Desde luego, a la primera borrachera realmente memorable que me agarré, me di cuenta de que no me gustaba para nada, así que volví a la recta vía, como diría el Dante. =$
Glossofobia: Miedo a los discursos en público o a intentar hablar. No, no. Sucede más bien que uno es observador, y prefiere mantenerse al margen. Además, vamos, reconozcámoslo, uno se expresa mucho mejor por escrito. Y que conste que de esto último no presumo yo, sino que me lo dijeron. ;)
Heliofobia: Miedo al sol. ¡Carajo, apáguenlo, que pica como el peor! =@
Hylefobia: Miedo al materialismo. No sé, che. Uno es espiritista, más bien. Eso de consumir, adquirir, acaparar cosas, objetos, cachivaches... no, no va conmigo. A menos, claro, que se trate de libros (sí, una excepción tenía que haber). =)
Iatrofobia: Miedo a ir al doctor o a los doctores. No, no es miedo. Es que me embola ir al doctor cada vez que me golpeo la rodilla con la mesa, o cuando le acierto con la cabeza al marco de una puerta, o al comer diez alfajores de dulce de leche y sufrir los consecuentes malestares estomacales... =(
Ochlofobia: Miedo a las muchedumbres o multitudes. Ah, soy miembo vitalicio del Club de Ochlofóbicos, hay que decirlo. Me enferman los amuchamientos, che. =S
Paralipofobia: Miedo a descuidar un deber o responsabilidad. Y, sí. Uno es un tantito obsesivo en ese sentido. Pero lo ¿malo? no es el miedo "a descuidar", sino que muchas veces me siento tan convencido de que mi manera de hacer las cosas es la correcta que no delego. ;)
Sociofobia: Miedo a la sociedad o la gente en general. Hummm... más que cuiqui, timidez. Sí, sí, un poquitito... =$
Thalassofobia: Miedo al mar. Asco a la playa, diría yo. A los amontonamientos de carnes variopintas con pretensiones de humanidad en un pedazo de arena. =S
Trypanofobia: Miedo a las inyecciones. ¡Argh! ¡Rajá, rata, llevate lejos-lejos-lejos de mí esa agujita del or...! =(
En fin... me sumo al pedido de Mini-D, y los invito a contar cuáles son sus fobias particularísimas. =)
Encontrábame yo sumergido en una agradable charla vía MSN con la amiga Tess, cuando sucedió que ella empleó, refiriéndose a mi persona, el término que da título a esta entrada, melómano. Mi neurona, los días viernes, no es precisamente una luz, así que tuve que solicitarle, amablemente, que me desburrara (más por vagancia de buscar diccionarios que otra cosa, admitámoslo), y hete acá que me definió al melómano como aquel a quien le agrada la (buena) música.
Así que sépanlo. ni más ni menos que éso es un melómano.
Lo que sí, hay que decirlo, suena bien la palabrita ésa: melómano, melómano, melómano, melómano, melómano, melómano, melómano... =P