Me acuerdo de una noche, el 19 de Diciembre de 1998. Me acuerdo de que Richard Coleman la hizo subir al escenario. Me acuerdo de que estaba vestida, como cada uno de los muchachos, de negro riguroso. Pero con ese toque de femineidad que sólo algunas rockeras tienen. Me acuerdo de que acompañó uno a uno los acordes frenéticos de los coros en esa gema llamada Enloquecida con su voz diferente.
Se llamaba María Gabriela Epumer. Y hoy, lamentablemente, su mano que digitaba sobre las seis cuerdas; su voz que entonaba canciones; hoy, en un día nublado y gris, se apagó. Se apagó su corazón. Y, de alguna manera, en algún oscuro rincón, también murió un pedacito del mío. Que se fue, ahora lo sé, cuando esa noche inmortal ella cantó aquello de "(...) lo que ves / es toda la intención de respirar."
Tengo una lista de nombres. Irene; Singing Banzo; Horacio/Legión (o Legion/Horacio, vaya uno a saber... en todo caso, El Barón Ashler); Siouxsie; Mariano; Jaco... exceptuando al Barón Ashler, a los demás ya los conocía personalmente. Y hete acá que el Barón Ashler se reveló como un excelente orador, más allá del mote de "Maníaco Textual" que ostenta en su nuevo weblog. Un honor y un verdadero gusto haberlo conocido, sin lugar a dudas.
También, hubo caras (literalmente) nuevas-nuevas: en un rincón, Daedalus, que escribe un weblog en Alemán/Español y fue con Mica, su coequiper; y en el otro, Pattyce, de quien pude comprobar que... primero: al ser solitaria buscó la ¿cálida? compañía de la comunidad... y segundo: que de aburrida tiene un cero.
(Sí, ya lo sé, yo de nuevo...)
Este... lo siento muchísimo, pero me niego y me niego a creer lo que mis ojos pudieron leer en ese D.N.I.; la realidad poco y nada tiene que ver son esos malditos números, y bien poco me importan, he dicho.
(Sí: agárrense, nomás...)
Ahora, acá, solo, tranquilo, sobrio (remarquemos la palabra: sobrio), me doy cuenta de que no busqué ni pude buscar tanto comprender lo que se decía ni el sentido de lo que se decía como evitar el hecho de descubrir lo gestual, la gracia de los movimientos que parecen no percibirse: abrir y cerrar una mano de dedos finos y piel suave, caliente; dibujar en el aire variadas y gráciles figuras que tienen vida más allá de las palabras que las acompañan; mover un pie, acomodar una silla... Reconcentrada en la búsqueda de las palabras adecuadas, olvidada de aquel lenguaje gestual, corporal, que también la hace ser. La intriga. Buscar sus ojos, convencido de que me aturde sólo un reflejo, y entonces ¡ahí está!... encontrar un rayo de luz que atraviesa y quema. Funde y confunde y arrastra y enmudece. Un momento, un instante, una sonrisa, un encuentro fortuito de miradas, y un ojo digital que se cierra y vuelve a abrirse (si tal cosa fuera posible), tras buscar y encontrar y dejar registrado para la eternidad ese perfil.
¿Se entendío, no?
En el fondo, creo que terminé borracho. Pero no por los efectos del alcohol. Casi juraría que la mezcla de garúa, llovizna impreceptible casi, acariciadora; viento frío; humedad; nocturnalia; y la rememoranza de aquellas palabras...
...sumados a todos esos detalles... me volvieron repentinamente susceptible, gracias a Dios. Si no fuera así, no podría estar acá, ahora, concentrado pero torpe a la vez, acaso errático, meditabundo, buscando una palabra que consiga definir todo el cúmulo de sensaciones.
Algo que en cierto modo se aproxima, pero que milímetros antes se niega a ser, a tomar la identidad de. Algo que se acerca a la definición exacta, pero que sin embargo no la alcanza. Algo, finalmente, que intenta ser un resúumen y condensar en sí todas las Verdades... algo, alguien...
Angela. Julián Darsteller podría explicarla. Yo no. Y puedo jurarlo, sin embargo: también yo la vi, estuvo ahí. Y rebalsa de este placebo. Que hace tan bien.
Cagamos...
Bienvenidos a la nueva versión de PLACEBO, powereada por New Blogger.
O sea, olvídense de comentar, porque esta porquería no nos da la posibilidad de tener esa cosita maravillosa que se llama HABBICOMMENTS funcionando correctamente.
Listo, ya me deprimí. Cierren todo, si lo desean, y que el último que salga que apague la luz, por favor.
UPDATE: Blogger, sonaste. En argentina existe un genio llamado Javier Rodríguez. :p
"Todo escritor sabe que el verdadero asesino de su novela es él mismo. El escritor es la chica del bar y el amante de la chica del bar, el gangster y el policía, el homosexual y el fascista, el marxista y el heterosexual, la víctima y el asesino. Con la referencia mítica de ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, el asesino (...) es el escritor".
(MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN - CARVALHO Y YO: ¿QUIÉN ES EL A-S-E-S-I-N-O-?)
Lunes otra vez. De nuevo un final de tarde. Que se vuelve principio de noche. Las luces del cielo se van apagando, y mueren por fin. O morirán, en un rato.
Yo. Solitario. Estoy sentado en mi rincón del bar; un café doble con cinco sobrecitos de azúcar descansa a mi lado. Las mesas de pool con paño azul, ahí atrás, parecen esperar que algún parroquiano se acuerde del vicio y lo despunte. Karina sostuvo que eran de color violeta, aquella noche. Y tenía razón. Pero la luz artificial del tubo que alumbra desde encima le da un brillo raro, que vuelve el paño de un color azul todavía más extraño, como aureolado. Que recuerda a la condensación de los cristalitos de hielo que, a veces, rodean al disco del sol, que ahora está cayendo y alarga las sombras, allá afuera.
Un libro de tapa anaranjada me acompaña. El viejo Truman, Music for chameleons (1980)2, en mi poder desde hace una semana, aunque lo despaché en cuatro noches. Un prefacio; seis cuentos, más bien cortitos; una nouvelle derivada de las 316 páginas que utiliza para contar los pormenores de un asesinato cometido In cold blood (1966)3, aunque con un final un tanto decepcionante -la nouvelle, digo-; por último, siete conversaciones y retratos. Todo ordenadito en 282 páginas por Compactos Anagrama, Barcelona, 1994. Adecuada traducción del original copyright Random House Inc., New York, por un tal Benito Gómez Ibánez. Edición prolija, con un excelente aprovechamiento del espacio para la presentación de los textos. Salvo por lo insulso del final mencionado, puedo decir que es un libro digno, muy pasable. Sobre todo, por las conversaciones que el amigo Capote mantiene, y donde aparece como un personaje más, por decirlo de alguna manera. Lo recuerdo sin necesidad de (h)ojear las páginas: una empleada doméstica en su día de trabajo, fumando cannabis; un asesino serial del clan Manson, o su musa inspiradora, más bien; y hasta la propia Marilyn Monroe, pequeña tragedia de adorable criatura durante y tras el funeral de (leo, lo siento) Constance Collier, el 28 de Abril de 1955.
Una visión interesante, aunque no del todo nueva, es la entrada del autor en la narración y su protagonismo. Al fin y al cabo, se quiera o no, siempre hay algo del propio escritor que se refleja en el texto, por más ficcional que éste sea. Y ni qué decir cuando el escriba decide tomar un retazo de su propia vida y contarlo en plan de ficción. Novelar los hechos, en otras palabras...
Y hablando de palabras, hay algunas que me están rondando últimamente: Escritura lineal. Diario íntimo. Reflejo. Cámara. Esa es la idea. Ser yo, acá, en un papel rayado. Yo. Mi café. La Curva. El bar. La tarde que sepulta la noche. La camarera que viene y se va. Los autos que circulan por el cruce de avenidas. Las mesas de pool abandonadas. El reloj que no deja ni por un segundo de marcar los minutos que se van escurriendo hacia el futuro.
Futuro. Es tan sinónimo de Karina... Le prometí que cuando ella cumpla los 35 años vamos a casarnos. Ella, claro, se me sonrió. Quiere tener seis niños. Yo, por lo pronto, me conformo con uno, pero "Sí, ¿por qué no?". Debe ser algo hermoso engendrar vida, y ver cómo aquello que empezó siendo dos terminó convirtiéndose en uno solo. Y verlo crecer. Sentirlo mientras late dentro de la panza de su mamá. Siempre voy a envidiarla sanamente; porque ella, mujer, puede crear vida y albergarla, mientras que yo, hombre, sólo seré un instrumento, primero; y un observador, después.
Y hasta podría convertirme en un destructor, tal vez. Sin embargo, eso es futuro. Ya vendrá.
Ahora, el presente, esta tarde, este libro, estas hojas, conforman un mosaico, un collage inacabado, capaz de expresar muchos tópicos, a la manera de un inmenso mural que es preciso terminar de llenar. Inclusive a la distancia.
La ciudad de La Plata no queda tan lejos de Boulogne Sur Mer, pero tampoco es un sitio al que se llegue caminando, desde este bar. La secuencia indica el ferrocarril Belgrano Norte, la línea de subterráneos C, el tren de la compañía Metropolitano, y después sí, caminar las dos cuadras que separan la terminal de trenes platense de su departamento. Como aquel Viernes de Enero, la tarde que para ahorrarme treinta minutos de hacer nada en uno de los andenes de la estación, me mandé solito hacia ese laberinto de diagonales y -ni siquiera yo sé muy bien cómo hice- le toqué el timbre y después esperé pacientemente a que me abriera la puerta de calle, para gran asombro de su amiga Samantha puesta ante mi altura, 188 centímetros, y la propia Karina, que se preguntaba cómo había hecho para llegar a su puerta sin ayuda4.
Tiempo después de mi visita, le escribí una carta. Y en uno de los fragmentos me acordaba de una postal.
La verdad... esta tarde-noche me mueve a la añoranza. Pero la carta que le escribí todavía está acá. Y, si viajo a buscarla, sé que nadie contestará mis timbrazos. Definitivamente, In Cold Blood me había gustado más. Truman Capote sabía de qué se trataba la escritura de lo real, estoy seguro.
Y yo, solitario de nuevo, también empiezo a saberlo: la realidad es un movimiento educador tremendo y la hemos subestimado.
Hete acá el cierre del artículo de Marcelo Cohen:
La pregunta que me surge tras la lectura de un artículo escrito hace quince años es cuánto poder de observación seríamos capaces de desplegar nosotros, webloggers, en nuestros pequeños globos terráqueos particulares.
Extrañarnos de nuestros lugares, comenzar a mirar la ciudad y sus habitantes con ojos de exranjero, extraño, diferente, exiliado, marginado. Algo muy interesante es lo que hizo Mini-D, cuando vino a Baires, no hace mucho. Lo que me gustaría proponer es que, de una forma u otra, empecemos a construir nuestra porción de verdad sobre la ciudad. Que busquemos aquellos personajes que, de tan comunes, ocultan su verdadera dimensión a la mirada del ciudadano medio. Obviamente, podrán decirme que es eso lo que hacemos en la blogósfera. Bien, yo contesto: potenciémoslo todavía más. Exprimamos la neurona a fin de dar la más personal, asombrosa e inexacta visión de los sucesos que envuelven nuestra cotidianeidad. Los lectores, sean de la época que sean, seguramente estarán agradecidos.
Me siento obligado a citar textualmente un extracto de Ocho millones de actores vocacionales, agudísimo retrato de la ciudad de Buenos Aires. Su autor es Marcelo Cohen. Excelente traductor de Scott Fitzgerald y Purdy, en el '76 emigró a España. Una década después, repatriado momentáneamente, trató de comprender los cambios y las continuidades que tenían lugar en la ciudad y sus habitantes.
Por supuesto, el artículo es bastante más extenso, y aparece completo en "El Nuevo Periodismo", revista Punto y Aparte de Montevideo, número 17, de Diciembre de 1988. Con un poco de suerte, supongo que podrá conseguirse en alguna buena hemeroteca.
En realidad, los dos últimos tópicos tratados por Cohen son los que más me llamaron la atención. El primero es el de las mujeres argentinas en general y porteñas en particular. El segundo, hace referencia a los periodistas. Hoy, me gustaría mostrarles las palabras que se refieren al primero:
*Pronto, el segundo tópico.
Siempre digo que la frase que mejor define mi relación (más bien, podría decir, mi apego casi enfermizo) con la lectura es: "Un libro es un buen amigo". Sin lugar a dudas, a lo largo de los años, esa amistad intimista (en cierta medida, más voyeurista que intimista, en tanto que leer un libro es como espiar el diario íntimo de un amigo) se alimentó incesantemente. Y hoy puedo decir, no sin orgullo, que me deleita sumergirme en los marginales recovecos de un libro, en la sabrosa inmediatez de un articulo, en el rompecabezas de la lectura fragmentaria de obras más abarcativas... en fin, me fascina como el primer día emprender la aventura que cada escrito me ofrece.
Llegando ya a mediados de año, se me ocurrió ponerme a repasar la lista de todo lo que he leído en estos seis meses, tanto por placer como por obligación académica. Y la fría estadística es esta:
Libros nuevos (13): Abaddon el Exterminador (novela - Ernesto Sábato), Drácula ( novela - Bram Stoker), Frankestein (novela - Mary Shelley), Fueiserá (ensayos - Ray Bradbury), El informe de Brodie (cuentos - Jorge Luis Borges), Historia de dos ciudades (novela - Charles Dickens), Cuentos de los años felices (cuentos - Osvaldo Soriano), El país de las últimas cosas (novela - Paul Auster), El extranjero (novela - Albert Camus), A sangre fría (novela), Música para camaleones (cuentos, retratos y notas - Truman Capote), Restos humanos (novela - Alvaro Abós) y La civilización en debate (ensayo - Alberto Lettieri).
Libros releídos (13): Ficciones (cuentos - Jorge Luis Borges), El factor humano (novela - Graham Greene), El Hobbit (novela), El Silmarillion (cuentos - John Ronald Reuel Tolkien), Aventuras de Sherlock Holmes (cuentos - Arthur Conan Doyle), Esfera (novela - Michael Crichton), La venganza de Nofret (novela), El misterio de Listerdale (cuentos), Poirot infrige la Ley (cuentos - Agatha Christie), El juguete rabioso (novela - Roberto Arlt), ¡Viven! (novela - Piers Paul Read), Sobre héroes y tumbas (novela - Ernesto Sábato) y Robin Hood (novela - Anónimo).
Artículos, cuentos, ensayos, fragmentos (15): Literatura, crónica y periodismo (artículo - Aníbal Ford), Los pobres dickensianos (fragmento - Gertrude Hummelfarb), Los placeres de la imaginación y otros ensayos de The Spectator (fragmentos - Joseph Addison), Una modesta proposición y otras sátiras (fragmentos - Jonathan Swift), Aventuras de Rocambole (fragmentos - Pierre-Alexis Ponson Du Terrail), Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920 (fragmentos - Sylvia Saitta), Aguafuertes porteñas: Cultura y Política (fragmentos - Roberto Arlt), La gracia del lector crítico: Nalé Roxlo y el Ulysses de Joyce (artículo - Víctor Pesce), Antología apócrifa (cuentos - Conrado Nalé Roxlo), Dos mil quinientos años de literatura policial (ensayo - Rodolfo Walsh), Estructura del "suceso" (ensayo crítico - Roland Barthes), "Marginalia" (fragmentos), Los crímenes de la calle Morgue (cuento - Edgar Allan Poe), Publicado en Toronto. 1920-1924 (fragmentos) y Los asesinos (cuento - Ernest Hemingway).
Reduciendo atrozmente cualquier sentimentalismo, animosidad y/o reflexión suscitada por todas las palabras que conforman cada uno de esos escritos a mero cálculo de Perito Mercantil, podría decir que, en seis meses, y sin contar los nombres de la tercera lista, leí 26 libros, entre nuevos y ya existentes. Un promedio de 4,33 libros por mes. Hummm... me parece que es demasiada poca lectura para 182 días, ¿no?
En fin... lo cierto es que, tras repasar el listado precedente, me doy cuenta de que incorporé varios autores nuevos a mi catálogo; y cada nuevo autor es como un mundo que será preciso empezar a explorar en profundidad. Esa es, pues, mi meta para lo que resta de este 2003.
Y usted, GOLLUM, ¿cómo anda de lecturas?
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Este ordenador se autodestruirá en 5 segundos....
¿Es que nadie lo ha visto en estas semanas? Vamos, estoy tratando de tomármelo de la mejor forma posible, pero no es muy agradable perder el contacto así como así. A ver si nos entendemos: cuando me vine a España (como bien notaron los observadores) me quedé tranquilo con el verso de que "por medio de internet no se pierde la comunicación, el trato es fluido, estamos siempre conectados". Las pelotas. La Matriz se colgó y ahora no la encuentro ni con señales de humo.
Si un árbol cae en mitad del bosque y nadie lo oye y nadie lo ve, ¿hace ruido?
Bien, estoy preocupado y falto de inspiración. Así que me limito a reiterar mi llamado a la solidaridad. Me cago, estoy temiendo cosas feas, y una de ellas es que Matrix haya decidido dejar de escribir definitivamente, en cualquier medio y soporte. Si eso ocurre, como le dije en una oportunidad, es como si dejara de existir...
Merde!
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