Dicen que los amores incondicionales son aquellos que no reconocen realidades o, mejor, aquellos que se las saltean olímpicamente. Me ha pasado sólo tres o cuatro veces en lo que llevo de vida, enamorarme con un amor del tipo incondicional, ciego, intemporal. Y en este post revelaré uno de esos amores. Sí. Un amor literario, si se quiere, pero indestructible.
Cada vez que vuelvo a leer Rayuela, la sensación vuelve a hacerse carne. No es Oliveira quien protagoniza la novela: es Julio. Me veo recorriendo el París del cincuenta y pico con él, mientras fumamos Gauloises; nos guarecemos de la lluvia, sólo para ir a caer en el concierto de Madame Trépat; visitamos los cafés de la Ciudad Luz, el Louvre, les Champs Elysées; traveleamos baldosa por baldosa la totalidad del Barrio Latino; oímos un solo de Stan Getz, al tiempo que admiramos el dibujo mondrianesco del subterráneo de París; sucumbimos a la muñeca Pola, y por sobre todo a los encantos tan torpes de Lucía, La Maga, La Sybile... Ahí andan Etienne, Wong, Perico, hasta el fantasma Morelli y su huevo decompuesto, sus papelitos sujetos con alfileres de gancho...
Al final, Julio me toma de la mano y saltamos de golpe y porrazo a Buenos Aires, para ir a encontrarnos, regresar a Traveler, Manolo Traveler y el gato calculista en el puerto; a la idiota, abnegada Gekrepten; a Remorano, Ovejero y el 18 que exige "¡Muerte al perro!"; a Talita con yerba y clavos en el medio de un tablón... Y es ahí, en el capítulo 56, donde me doy cuenta de que no es Julio, de que es oliveira, su doppelgänger, su perfecto doble, el que cae desde un segundo piso...
Porque Julito no ha muerto. Ni siquiera la leucemia pudo con él, que mirálo, está acá, conmigo, escribiendo esto que vas a leer mañana o pasado, quién sabe, como yo ahora releo este fragmento Satchmo, este fragmento jazz, este fragmento música que te regalo como muestra de lo grande que es mi amado Julito.
Detrás de Louis vienen los chicos de la orquesta, y ahí está Trummy Young que toca el trombón como si sostuviera en los brazos una mujer desnuda y de miel, y Arvel Shaw que toca el contrabajo como si sostuviera en los brazos una mujer desnuda y de sombra, y Cozy Cole que se cierne sobre la batería como el marqués de Sade sobre los traseros de ocho mujeres desnudas y fustigadas, y luego vienen otros dos músicos de cuyos nombres no quiero acordarme y que están ahí yo creo que por un error del empresario o porque Louis los encontró debajo del Pont Neuf y les vio cara de hambre, y además uno de ellos se llama Napoleón y eso es un argumento irresistible para un cronopio tan enormísimo como Louis.
Para esto ya se ha desencadenado el Apocalipsis, porque Louis no hace más que levantar su espada de oro, y la primera frase de When its sleepy time down South cae sobre la gente como una caricia de leopardo. De la trompeta de Louis la música sale como las cintas habladas de las bocas de los santos primitivos, en el aire se dibuja su caliente escritura amarilla, y detrás de esa primera señal se desencadena Muskat Ramble y nosotros en las plateas nos agarramos todo lo que tenemos agarrable, y además lo de los vecinos, con lo cual la sala parece una vasta sociedad de pulpos enloquecidos y en el medio está Louis con los ojos en blanco detrás de su trompeta, con su pañuelo flotando en una continua despedida de algo que no se sabe lo que es, como si Louis necesitara decirle todo el tiempo adiós a esa música que crea y que se deshace en el instante, como si supiera el precio terrible de esa maravillosa libertad que es la suya. Por supuesto que a cada coro, cuando Louis riza el rizo de su última frase y la cinta de oro se corta como con una tijera fulgurante, los cronopios del escenario saltan varios metros en todas direcciones, mientras los cronopios de la sala se agitan entusiasmados en sus plateas, y los famas llegados al concierto por error o porque había que ir o porque cuesta caro, se miran entre ellos con un aire estudiadamente amable, pero naturalmente no han entendido nada, les duele la cabeza de manera horrorosa, y en general quisieran estar en sus casas escuchando la buena música recomendada y explicada por los buenos locutores.
Una cosa digna de tenerse en cuenta es que además de la inmensa montaña de aplausos que caen sobre Louis apenas ha terminado su coro, el mismo Louis se apresura a mostrarse visiblemente encantado de sí mismo, se ríe con su grandísima dentadura, agita el pañuelo y va y viene por el escenario, cambiando frases de contento con sus músicos y en un todo satisfecho de lo que está pasando. Luego aprovecha que Trymmy Young ha enarbolado su trombón y está produciendo una fenomenal descarga de sonido concentrado en masas ametrallantes y resbalantes, para secarse cuidadosamente la cara con su pañuelo, y junto con la cara el pescuezo y yo creo que hasta el interior de los ojos, a juzgar por la forma en que se los restriega. A esta altura de las cosas vamos descubriendo los adminículos que se trae Louis para estar como en su casa en el escenario y divertirse a gusto. Por lo pronto aprovecha la plataforma donde Cozy Cole semejante a Zeus profiere rayos y centellas en cantidades sobrenaturales, para guardar una pila formada por una docena de pañuelos blancos que va tomando uno a uno a medida que el anterior se convierte en sopa. Pero naturalmente todo ese sudor sale de alguna parte, y a los pocos minutos Louis siente que se está deshidratando, de modo que aprovecha de un terrible cuerpo a cuerpo amoroso de Arvel Shaw con su dama morena para sacar de la plataforma de Zeus un extraordinario y misterioso vaso rojo, angosto y altísimo, que parece un cubilete de dados o el recipiente del Santo Grial, y beber de él un líquido que provoca las más variadas dudas e hipótesis por parte de los cronopios asistentes.
En La vuelta al día en ochenta mundos, Siglo XXI, 1967.
Escrito por J.E.L.un abrazo pa matrix de axolote, nada mas
:O) chaucha
Tendrías que ver Rayuela Fotoblog.
Comentado por A.axolote: Se retribuye el abrazo. No así la chaucha, ¡vegetariano militante! =P
A.: De hecho, lo he visto varias veces. Buen complemento. =)
ay amor, q lindo el post..
ya con este resúmen no necesitaré leer el libro (RAYUELA) q me regalaste cuando nos pusimos de novios hace tantos, tantos meses y q aún no termino.
:$
Uh, pero es que este resúmen es totalmente reduccionista, mi amor.
Anda, léelo. =)