Esa es la vida de Bradbury: un ir y venir de pasiones literarias, algunas compartidas, algunas propias; un largo y fervoroso diálogo con él mismo que desde joven se tomó el hábito de volcar (él diría "vomitar") sobre el papel.
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¿Sigue sintiendo aversión a la tecnología?
Nos están bombardeando con toda clase de máquinas: TV, email, radio, teléfonos, celulares. Estamos obsesionados con estos aparatos que la mayor parte del tiempo no necesitamos. Yo le pregunto a la gente: "¿Para qué vas a usar esto?" ¡Basta! El otro día me subo al avión para ir a Nueva York, y el tipo que se me sienta al lado abre su laptop. Entonces yo le dije: "Por Dios, dejá esa cosa. Necesitás dos o tres horas lejos de toda esa porquería". Otra vez, veo antes de subir al avión a dos hombres que están hablando entre ellos, muy ocupados, celulares en mano. Al subir, uno de los dos me pide si no le cambio mi asiento para sentarse con su amigo. Y yo le dije: "No, no lo voy a hacer. Ustedes necesitan una vacación uno del otro. ¡Vamos, relájense, duerman un poco!" El hombre estaba furioso, pero durante el viaje durmió. Al bajar del avión me dio las gracias.
¿Será que usted puede evitar usar una computadora porque casi no corrige?
En parte. Pero además esos aparatos son ineficientes. Se equivocan. Una vez me regalaron una computadora, y el teclado era tan sensible que cuando lo toqué se disparó rrrrrrr. Lo aguanté un tiempo y dije: "Yo no me equivoco con mi máquina de escribir, ¿por qué me tengo que aguantar esto?" Y la regalé. Además no me gustan las pantallas, me gusta el papel y la tinta. Es más personal.
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En Farenheit, los personajes terminan memorizando los libros para salvarlos del incendio. ¿Qué libro salvaría usted?
(Piensa...) A todos los prefacios de G.B. Shaw, reunidos. Son tan fascinantes como sus obras o más. Él era un charlatán compulsivo, un coleccionista de ideas, y tenía maravillosos debates con G.K. Chesterton en los años 20. Me hubiera encantado estar ahí. Y además, si yo los recitara, la gente pensaría que soy inteligente.
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Siempre le advierto a la gente que no miren los noticieros: son puro funerales y hambruna.
Pero todas esas cosas ocurren...
Pero no se puede contar sólo eso. También hay buenas noticias todos los días. Deberían ir a los aeropuertos y las estaciones de tren y ver la felicidad. Me encanta ver cómo la gente viene y se va, con lágrimas de felicidad, o de tristeza por tener que separarse. Hace unos años hice un largo viaje en tren, y al bajar en una estación vi a dos jóvenes recién casados, y a los padres de ella que estaban ahí para despedirlos. La pareja se iba, se independizaba. Todos lloraban. Y yo los miré y lloré también. Hace unos años estaba en el aeropuerto de Denver y llegó una enorme familia de la India, con todas las mujeres vestidas con esos maravillosos saris y los hombres en hermosos trajes, y pasaron como un barco por delante de mi vista. Los miré y me dije: "¡Qué hermosos que son, mi Dios! ¿Sabrán lo hermosos que son?". Estas cosas jamás salen por tevé.
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¿Cree que existe el Cielo?
A todos nos gustaría, ¿no? Si uno tiene grandes amores en su vida, no quiere pensar en no volver a verlos nunca más. Siempre albergamos una pequeña esperanza. Pero realmente no sabemos.
¿Va a la iglesia?
No necesito una iglesia. Tengo una iglesia, soy el cura, soy el obispo, soy el Papa.
Pero si existiese el Cielo, ¿cómo lo imagina?
Con mis hijas, mi esposa y mis amigos. Sería igual. Claro, si pudiera conocer a Shaw y a Shakespeare ya que estoy ahí, sería muy feliz.
Shaw también escribió hasta muy grande, ¿no?
Sí, tenía 97 cuando Dios le dio por la cabeza con un bate de béisbol. Si yo sigo escribiendo a los 90 como Shaw, voy a estar muy satisfecho.
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¿Se arrepiente de alguno de sus libros?
De ninguno. Uno tiene que respetar a la persona que fue, quienquiera que haya sido. Hay que dejar a esa persona tranquila: hizo lo que pudo, y eso no se debe corregir. Todos mis libros me representan en distintas etapas de mi vida.
Con todo lo que sabemos hoy de Marte, ¿escribiría de otra manera sus Crónicas Marcianas?
No. Yo escribo mitos. No importa lo que Marte resulte ser, de hecho es un planeta muy inhóspito. No hay vida allí en este momento. Nosotros lo habitaremos. Pero mis historias llegarán y serán leídas en Marte a la noche muy tarde, por personas que quieren imaginar que afuera de las paredes de su comunidad marciana, mi Marte existe. Cuando el viento sople a la noche, mis fantasmas volverán a vivir, dentro de cientos de años. Pensarán: "Bueno, quizás este no sea el Marte verdadero, pero me gusta más el Marte de Ray, así que me voy a llevar Crónicas Marcianas a Marte, y lo voy a leer allí." Esto me hace sentir sensacional.
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Escrito por J.E.L.Gracias, Ray, por ser como sos...
Comentado por GOLLUMmuy bueno, me gustó mucho.
saludos