Esa vez también había diluviado con violencia. Maldita primavera, cargada de humedad. Maldita, sí, por más que tanta agua derramada sobre el cuerpo de algunas desprevenidas señoritas había contribuído a una mejor y más explícita apreciación de la mercadería que podían ofrecer. Sin embargo, demasiados buitres sobrevolaban los campos, por lo que Julián, entre asqueado y rencoroso, había optado por refugiarse en la barra y llenarse, esta vez el estómago, de fría y espumosa humedad.
También en aquella ocasión, el espejo había sido su aliado. Una mueca, mezcla genuina de sorna y disgusto, cruzaba como una cicatriz el rostro de Darsteller, que había visto cómo un gavilán, todo músculos de acero ("a base de anabólicos, sin dudas"), y probablemente cerebro de mono, importunaba una tras otra a las damiselas de un numeroso grupete, atrincheradas en un rincón. Ellas, por su parte, lanzaban miradas invitadoras, llenas de lascivia, todo en derredor, ofreciéndose impúdicamente a los machos, pero ejercitando también el más calculado sadismo. Se hacían las difíciles, en otras palabras.
"Mirá, traje tetas y culo, y ni se te ocurra ponerme una mano encima, miserable", había concluído Julián. "Histéricas, se visten así solamente para provocar el deseo, pero después se niegan sistemáticamente a lo que ellas mismas anhelan". Su estado de ánimo no era el mejor, por lo que había decidido que esa no sería una noche propicia. Extrañamente, la lluvia lo había puesto de pésimo humor. Pensó en salir de ahí, volver a la quietud del hogar, tal vez poner un buen disco -Coleman y sus memorias sangrientas no estarían nada mal, dadas las circunstancias- y olvidarse del mundo vacío y previsible, cargado de inercia, gracias al amigo marqués de Sade y su bonita obra.
"Tan bonita en la vida como en el papel", había pensado Darsteller, mientras acudían a su memoria las palabras capitales que lo habían llevado a querer explorar la obra del marqués. Palabras extraídas de una nota aparecida en algún flatulento suplemento cultural, ya no recordaba ni en cuál ni cuándo, pero muy poderosas desde el punto de vista de la velada persuasión.
"Ese hombre tenía el fuego sagrado dentro suyo, sin dudas", había asentido Julián para sí mismo, y había comenzado a levantarse, dispuesto a desaparecer. Pero en ese preciso instante lo había detenido una voz.
-Y vos, ¿tenés fuego?
Darsteller se había congelado en seco. Automáticamente, casi un acto reflejo de autoprotección, había dirigido la mirada hacia el espejo, e intentado atisbar por sobre su hombro, pero sólo había visto su propia silueta negra recortada por entre las botellas. Se había dado cuenta en el acto, por el tono inconfundible de la voz, de que era una mujer. Sin embargo, ya había decidido que esa noche no quería compartir su lecho con ninguna de aquellas rameras baratas (o gratis, pero histéricas). Había endurecido el gesto y se había vuelto, dispuesto a enfrentarse con la mina y echarle su más rotundo "NO" en la cara, cargado de aliento a cerveza. Pero la palabrita no había aflorado a sus labios. Ni siquiera había podido.
y para cuando algo dulce, suave, sin tormentos ni angustias??? en porno 3?
Comentado por pattyceMuy bueno, che. A ver por qué no había podido decir ese rotundo NO.
Snif... no me enteraré hasta el lunes!
@horachu: no quiso herir.
o así mismo.
Ariadna: Algo dulce y suave, en el contexto específico que rodea ese fragmento que posteé, es muy difícil.De hecho, creo que hay una tendencia, en mi coequiper y en mí mismo, a la vivisección de los personajes, cuan ratitas de laboratorio...Tal vez la tendencia pueda cambiar, ¿no? ;)
Horacio: Paciencia, PLACEBO no va a desaparecer.
Angustias y Dolores no venian de esos Diaz, diria Les Luthiers...
Comentado por aro72