"Todo escritor sabe que el verdadero asesino de su novela es él mismo. El escritor es la chica del bar y el amante de la chica del bar, el gangster y el policía, el homosexual y el fascista, el marxista y el heterosexual, la víctima y el asesino. Con la referencia mítica de ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, el asesino (...) es el escritor".
(MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN - CARVALHO Y YO: ¿QUIÉN ES EL A-S-E-S-I-N-O-?)
Lunes otra vez. De nuevo un final de tarde. Que se vuelve principio de noche. Las luces del cielo se van apagando, y mueren por fin. O morirán, en un rato.
Yo. Solitario. Estoy sentado en mi rincón del bar; un café doble con cinco sobrecitos de azúcar descansa a mi lado. Las mesas de pool con paño azul, ahí atrás, parecen esperar que algún parroquiano se acuerde del vicio y lo despunte. Karina sostuvo que eran de color violeta, aquella noche. Y tenía razón. Pero la luz artificial del tubo que alumbra desde encima le da un brillo raro, que vuelve el paño de un color azul todavía más extraño, como aureolado. Que recuerda a la condensación de los cristalitos de hielo que, a veces, rodean al disco del sol, que ahora está cayendo y alarga las sombras, allá afuera.
Un libro de tapa anaranjada me acompaña. El viejo Truman, Music for chameleons (1980)2, en mi poder desde hace una semana, aunque lo despaché en cuatro noches. Un prefacio; seis cuentos, más bien cortitos; una nouvelle derivada de las 316 páginas que utiliza para contar los pormenores de un asesinato cometido In cold blood (1966)3, aunque con un final un tanto decepcionante -la nouvelle, digo-; por último, siete conversaciones y retratos. Todo ordenadito en 282 páginas por Compactos Anagrama, Barcelona, 1994. Adecuada traducción del original copyright Random House Inc., New York, por un tal Benito Gómez Ibánez. Edición prolija, con un excelente aprovechamiento del espacio para la presentación de los textos. Salvo por lo insulso del final mencionado, puedo decir que es un libro digno, muy pasable. Sobre todo, por las conversaciones que el amigo Capote mantiene, y donde aparece como un personaje más, por decirlo de alguna manera. Lo recuerdo sin necesidad de (h)ojear las páginas: una empleada doméstica en su día de trabajo, fumando cannabis; un asesino serial del clan Manson, o su musa inspiradora, más bien; y hasta la propia Marilyn Monroe, pequeña tragedia de adorable criatura durante y tras el funeral de (leo, lo siento) Constance Collier, el 28 de Abril de 1955.
Una visión interesante, aunque no del todo nueva, es la entrada del autor en la narración y su protagonismo. Al fin y al cabo, se quiera o no, siempre hay algo del propio escritor que se refleja en el texto, por más ficcional que éste sea. Y ni qué decir cuando el escriba decide tomar un retazo de su propia vida y contarlo en plan de ficción. Novelar los hechos, en otras palabras...
Y hablando de palabras, hay algunas que me están rondando últimamente: Escritura lineal. Diario íntimo. Reflejo. Cámara. Esa es la idea. Ser yo, acá, en un papel rayado. Yo. Mi café. La Curva. El bar. La tarde que sepulta la noche. La camarera que viene y se va. Los autos que circulan por el cruce de avenidas. Las mesas de pool abandonadas. El reloj que no deja ni por un segundo de marcar los minutos que se van escurriendo hacia el futuro.
Futuro. Es tan sinónimo de Karina... Le prometí que cuando ella cumpla los 35 años vamos a casarnos. Ella, claro, se me sonrió. Quiere tener seis niños. Yo, por lo pronto, me conformo con uno, pero "Sí, ¿por qué no?". Debe ser algo hermoso engendrar vida, y ver cómo aquello que empezó siendo dos terminó convirtiéndose en uno solo. Y verlo crecer. Sentirlo mientras late dentro de la panza de su mamá. Siempre voy a envidiarla sanamente; porque ella, mujer, puede crear vida y albergarla, mientras que yo, hombre, sólo seré un instrumento, primero; y un observador, después.
Y hasta podría convertirme en un destructor, tal vez. Sin embargo, eso es futuro. Ya vendrá.
Ahora, el presente, esta tarde, este libro, estas hojas, conforman un mosaico, un collage inacabado, capaz de expresar muchos tópicos, a la manera de un inmenso mural que es preciso terminar de llenar. Inclusive a la distancia.
La ciudad de La Plata no queda tan lejos de Boulogne Sur Mer, pero tampoco es un sitio al que se llegue caminando, desde este bar. La secuencia indica el ferrocarril Belgrano Norte, la línea de subterráneos C, el tren de la compañía Metropolitano, y después sí, caminar las dos cuadras que separan la terminal de trenes platense de su departamento. Como aquel Viernes de Enero, la tarde que para ahorrarme treinta minutos de hacer nada en uno de los andenes de la estación, me mandé solito hacia ese laberinto de diagonales y -ni siquiera yo sé muy bien cómo hice- le toqué el timbre y después esperé pacientemente a que me abriera la puerta de calle, para gran asombro de su amiga Samantha puesta ante mi altura, 188 centímetros, y la propia Karina, que se preguntaba cómo había hecho para llegar a su puerta sin ayuda4.
Tiempo después de mi visita, le escribí una carta. Y en uno de los fragmentos me acordaba de una postal.
La verdad... esta tarde-noche me mueve a la añoranza. Pero la carta que le escribí todavía está acá. Y, si viajo a buscarla, sé que nadie contestará mis timbrazos. Definitivamente, In Cold Blood me había gustado más. Truman Capote sabía de qué se trataba la escritura de lo real, estoy seguro.
Y yo, solitario de nuevo, también empiezo a saberlo: la realidad es un movimiento educador tremendo y la hemos subestimado.
Me perdí un poco entre lo que escribiste vos y lo que citás. Me encantó todo, por otra parte. Me encantan los asesinatos, los misterios y el amor bien contados.
Comentado por ireneEl tipo es un poeta, ya lo decía yo...
Comentado por GOLLUMlargo post, larga reflexión... muy bueno
Comentado por Sr. 100 Cadáveres...wow
Comentado por siOuxhay veces q te leo y te odio profundamente.
no me gusta q me pongan triste.
Y sin embargo, pattyce, es un riesgo que tenés que correr. Pero hace bien.
No sabés con qué vas a encontrarte. Este post, por ejemplo, no es un post; es un cuento y, como tal, es ficción. Pero... ¿cuál es el real límite entre ficción y realidad, ahí? Te podría decir que no lo hay, que se entrecruzan. Llamé Jonathan, como me llamo yo en realidad, a uno de los personajes, por ejemplo. Pero no soy yo, precisamente, aunque en realidad sí soy yo o por lo menos es una parte de mí. Eso es lo que quiero que se entienda. Y a lo que me refiero con la mención de Capote, que mezcla ficción y realidad, y que da como resultado eso que se llama non-fiction, en esos dos libros. Me interesa investigar los límites de eso, y este ámbito, PLACEBO, es un espacio de pruebas en ese sentido.
La mezcla de ficción y realidad en Placebo está muy bien lograda. El límite entre ambos lo coloca cada lector de acuerdo a sus marcos de referncia o subjetividad.
Comentado por sme