Escena Nº 1: Es verano, 10 de la mañana de un día hábil, con 30 grados de temperatura promedio. Una señora, de aproximadamente 70 años, hace cola para cobrar su jubilación en el Banco Provincia, sucursal Boulogne Sur Mer.
Escena Nº 2: La señora de 70 años sufre un infarto en plena espera.
Escena Nº 3: Un féretro se hunde lentamente dentro de una fosa. Las primeras paladas de tierra caen sobre la tapa de madera.
Pregunta: ¿Cuánto de Sr. Destino existe en esa concatenación de imágenes?
Respuesta: No estoy tan seguro de que sea producto del azar. De hecho, no es consecuencia de la casualidad. Esa mujer, de alguna manera, es víctima del trato que la sociedad (la mundial, en general; la argentina, en particular) dispensa a los mayores. Las escenas que boceté sucedieron en la realidad, hace un año, el verano pasado. Y es probable que alguna similar se halla repetido en otras filas, en otros lados. Imágenes del abandono en que se encuentran quienes, alguna vez, fueron jóvenes y saludables, con toda una vida por delante y miles de proyectos que realizar. Proyectos tanto personales como compartidos, que de una forma u otra terminaron absorbidos por la picadora de carne en que se convirtió la sociedad.
Proyectos, construcciones levantadas a base de esfuerzos varios, de sufrimientos y desengaños, de ilusiones y utopías... al divino botón. Porque, un buen día, a todos les llega la hora en que una señora de túnica negra y con una hoz en la mano les corte la cabeza. Está bien que, durante el tiempo de vida, puede crearse un legado que ayude a la humanidad. Puede escribirse un libro memorable; descubrirse una vacuna salvadora; asesinarse a un dictador detestable; o engendrarse un hijo que, cuando crezca, hará alguna de esas cosas... por poner algunos triviales ejemplos.
Entonces, a pesar de que esos proyectos se supeditan a la sociedad, el individuo puede dejar una huella en este mundo. La de algunos es larga, abarca muchos kilómetros, se extiende por doquier; la de otros, en cambio, es pequeña, abarca un entorno minúsculo, casi insignificante... pero es profunda.
Sin embargo, no puedo desligarme de la idea del individuo como un enorme castillo que se levanta a lo largo de toda una vida... con cartas marcadas de antemano. Y que, cuando sopla una brisa mínima, se desmorona por fin. A veces, prematuramente. Otras, demasiado tarde.
¿Les dice algo? A mí me deprime, todavía no sé por qué...
Una tía dice hacerse menos problema, afirmando sencillamente que la muerte es parte de la vida.
Comentado por Habbique garron! pero tiene razon, lo unico que queda por hacer irremediablemente es hacer click en ACEPTAR.
Comentado por aro72Uf! pensé que era el único que sobrellevaba esa negra filosofía de la vida, pero veo que no.
Nuevamente... mi originalidad se desbarranca.
Por suerte.
es como bastante gracioso saber que me voy a morir!! jajaja
ja.. mmm
... directamenete no mido la vida ni la muerte ya que , para mi, son creaciones de la mente, procurando no aferrarme mucho ni a una ni a otra para que no afecte la que me toca vivir...
Comentado por estrajauseste exacto momento
nada