¿Por qué se puede llegar a odiar a la humanidad? Resentimiento.
Hoy, yo estoy resentido contra la humanidad. Le había dado otra oportunidad, pero ella insistió en su actitud. Y volví a enojarme.
¿La guerra contra Irak? No, esa no es la causa. La humanidad siempre vivió de guerra en guerra, unas movidas por la codicia, otras por la locura, otras por la necesidad. No, la guerra no es razón para que pierda toda fe en la humanidad.
¿La contaminación ambiental? No, no. Por favor, no seamos ingenuos. La humanidad está condenada a destruir el planeta. Desde que el hombre es hombre ha fabricado herramientas y ha modificado su entorno. Y no hay comité de ética científica que pueda detenerlo. El hombre hace todo lo que su tecnología le permite, y no cesa de desear todos los días un poco más.
¿La idiotez? "La idiotez humana no tiene límites". Y eso es una verdad tan vieja como la humanidad misma. No, tampoco es razón suficiente.
La causa de mi malestar no tiene una palabra que la describa. Lo que me hace odiar a la humanidad es una característica peculiar de ella que está entre la mezquindad, la pusilanimidad, la avaricia, la soberbia, la traición y la miserabilidad. Cada ser humano es, en el fondo y por sobre todas las cosas, mezquino, pusilánime, avaro, soberbio, traidor y miserable.
Y yo, como buen idiota, me emperro a veces en creer que no es así. Busco ejemplos que contradicen esta suposición, y los encuentro: mis amigos, los pocos que poseo. "Tengo suerte", suelo pensar, "de que entre mis amigos estén mis padres, mis hermanos, y esos desconocidos que un día me cayeron bien y con los que trabé los fuertes lazos de la amistad". Pero, fuera de ellos, la humanidad no cambia.
Donde quiera que voy veo humanos escudados en una patota de humanos, dispuestos a encontrarte rápidamente un casillero en el que guardarte, un uniforme con el que vestirte, un título que ponerte. Humanos incapaces de reconocer ante sí a sus iguales. Humanos que sólo pueden ver webloggers, intelectuales, tolkienianos, almaceneros, diseñadores, peronistas, abogados, hippies, nerds, bosteros, conchetos, anarcos, maricones, histéricas, idiotas, provocadores, ajedrecistas, mujeres, pusilánimes, tacheros, psicópatas, chabones, viejas, negros, peatones, fascistas, esquizofrénicos y un larguísimo etcétera. Humanos que se olvidan de que allí enfrente sólo hay personas.
Humanos que no te dan oportunidad de presentarte, porque ya creen conocerte con sólo saber cómo vas vestido, o qué música escuchás, o qué libros leés, o sobre qué temas hablás, o con qué gente te juntás. No me animo a llamarlos prejuiciosos. Eso sería pensar que hay un GRUPO de humanos que prejuzga. Y no lo hay. Es toda la humanidad.
No, no son prejuiciosos: son humanos. Son todos. Todos los humanos hacen lo mismo, y lo hacen todo el tiempo.
No hay forma de tratar con la humanidad. Y eso provoca resentimiento. Porque, de veras, alguna vez quise pertenecer a ella. Ya no
Escrito por GOLLUM