Hoy seré (relativamente) breve. Había pensado en hacer una (nueva) apología de los textos de Borges (porque su autor, ya se sabe, poco me importa). También estuve tentado de decirle a Matrix que Borges salió de Palermo y llegó a Irlanda, y a Suiza y a muchas otras partes. De todos modos, supongo que eso no habría favorecido al difunto escritor.
Pero no voy a hacer nada de eso. El odio es un sentimiento muy profundo, a menudo inexplicable y difícil de combatir. Sólo el tiempo cura el odio, y espero que eso ocurra entre mi amigo y (los textos de) Borges. Y confío en que ocurrirá, porque nunca falta ese click inesperado que, un día cualquiera, nos hace ver todo de otra manera.
Sí me detendré en el odio como sentimiento universal. El odio suele ser perjudicial pero es, sin embargo, la más humana de las pasiones, más incluso que el amor, la compasión, el rencor o el respeto. El odio es, después del miedo, el segundo reflejo de cualquier criatura amenazada. El odio es motor de muchas acciones, es lo que subyace a muchos objetivos de vida (venganzas, invasiones, cruzadas).
Observen a su alrededor, entre propios y extraños, en los libros y en los comentarios de cualquier blog: hay siempre más gente odiándose que tratándose con cariño, o con respeto.
Yo mismo, en alguna ocasión, sostuve que cada humano únicamente se llevaba bien con apenas un décimo de la humanidad, y que odiaba al resto.
Hay personas que jamás llegan a conocer a su décimo de humanidad amigable.
Escrito por GOLLUM