Reconozcámoslo: La Plata, como la mayor parte de las ciudades argentinas, llenas ellas de dameros y diagonales, fue en parte diseñada. Pero, ¿decidió ese arquitecto urbanista que el kiosco de la esquina estuviese ahí? ¿Dispuso, también, dónde debían instalarse los supermercados chinos? ¿Dijo este diseñador, acaso, dónde tenía que vivir yo, cómo debía ser la casa de mis abuelos, cuántos pisos debía llevar el edificio de departamentos? Todo esto, además, sin contar con el detalle de que las ciudades (emulando al cáncer, lo más parecido a una ciudad en el mundo natural) crecen incontrolablemente, se deforman y retuercen, apartándose del trazado original, extendiéndose más allá de toda frontera racional que cualquier hacedor de ciudades podría haber calculado jamás.
El plan original, sin embargo y mal que me pese, permanece. En eso debo darle crédito, matriz que todo lo invade. El plan subsiste, al igual que subsiste el objetivo de vida en el alma de las personas: queda en estado latente, a la espera de ser recuperado en algún momento, si ello fuera posible.
De hecho, ¿es posible alcanzar el objetivo de nuestras vidas? Si cada paso que damos genera nuevas e impredecibles consecuencias, ¿no queda tal objetivo (si existió) obturado por una maraña de imprevistos? La matriz me pone en situación de aclarar para qué estoy en este blog, o en otros, para qué vagabundeo en internet, para qué dejo comentarios, para qué posteo en Placebo. Y la respuesta es: si alguna vez hubo una intención detrás de todos esos actos, ya no la recuerdo. Se perdió.
Leí hace poco en Frustrated Dreams (un blog depresivo, para describirlo velozmente), que su autor dudaba sobre la posibilidad de continuar o no escribiendo, que no sabía para qué seguir escribiendo. El paso siguiente a esa duda es esta otra: ¿para qué seguir viviendo? Sin que esta pregunta sea una incitación al suicidio de Mr. Frustrated Dreams (todo lo contrario), nos pone en situación de darnos cuenta que nada de lo que hacemos vale realmente la pena. Todo lo que hacemos, en última instancia, carece de sentido. Y, aún cuando pudiéramos recuperar el objetivo primigenio de nuestras vidas... ¿no carecería éste también de sentido?
¿Por qué este ataque repentino de nihilismo? ¿Qué es lo que hace que todas nuestras acciones parezcan fútiles? La Muerte, esa señora que nos iguala a todos bajo seis pies de tierra, o en el fuego de una hoguera, o en el fondo del mar. La Muerte, mujer caprichosa que, como si no le bastara con ser implacable, además se jacta de su imprevisibilidad. ¿Quién sabe a ciencia cierta cuando va a morir? Ni siquiera el condenado a muerte tiene ese privilegio (siempre se puede atragantar con una galletita y morirse ahogado antes de la ejecución). En fin, si vamos a morir mañana, o dentro de 90 años, ¿para qué esforzarse? No sé, pero en eso estamos, esforzándonos...
En fin, he derivado en la filosofía cursi (barata y con zapatillas de lona, en mi caso), aunque no por ello menos válida. Y aún me queda referirme a la libertad de expresión. Veamos.
Coincido en general con el planteo mátrico, aunque quizás disienta en un aspecto: si bien es cierto que se puede distinguir absolutamente al "psicópata" del verdadero titular de un nickname, es cierto que una campaña prolongada de usurpación, en la que el psicópata lograra escribir más veces que el original, acabaría por convencer a todos que el original es el psicópata. En fin, tampoco hay que olvidar que mañana (o pasado) tanto Matrix como Gollum pueden aparecer por ahí diciendo incoherencias sin que nosotros hayamos movido un dedo. No es, al día de hoy, mi principal preocupación, pero tampoco debe tomárselo tan a la ligera.
Sobre la "respetabilidad" de ciertos miembros de la "comunidad webloggera", etc., etc., sólo puedo decir que el respeto es algo que se forja día a día, con cada una de las cosas que hacemos (por eso, aún, a mí nadie me respeta; lo que, por otra parte, me tiene muy sin cuidado). En fin, no creo que el atributo de "respetable" sea algo que se consiga de una vez y para siempre. Ni siquiera una trayectoria hace el respeto. Respeto es algo que alguien siente hacia otro en un momento determinado de tiempo. Por ejemplo, yo, ahora, respeto a Matrix, a HighToro, a Aro72, al Ministro, a Siouxie, a Gloria, pero... ¿quién garantiza que lo siga haciendo mañana?
Mis más sinceros respetos. Suyo
[1. ...c5 (Defensa Siciliana)]
PS: Lo suyo con Borges, querido Matrix (y lamento ser yo quien se lo diga) es un prejuicio. Que te caiga mal la palabra "borgeano" o "borgeseano" en boca de intelectualoides petulantes (como yo, por ejemplo) no quiere decir que Borges lo sea. De hecho, y pensándolo mejor, ¿a quién le importa Borges? Bien muerto está. Lo único que me interesa de Borges es Ficciones, El informe de Brodie, El hacedor... Y que ese Borges haga lo que quiera...
Escrito por GOLLUM