Marzo 22, 2005

Caracas. El valle del silicone. Cap. #7

El poder de la economía in-formal

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Novela escrita por: Newton

La suavidad en las manos de Rita tocando mis musculosos brazos, hizo que mis hormonas se reconciliaran con mis genitales, provocándome una erección que me obligo a acelerar el paso mientras subíamos las escaleras. A pesar de que se sucedían imágenes sumamente provocativas en mi mente, no dejaba de pensar en Santiago Luciferal y su extraña conexión con este desagradable sitio. Toque mi arma automática y pude comprobar con bastante vergüenza que las manos me temblaban ante la aproximación de un peligro inminente, era como si una penumbra se abalanzara cada vez mas sobre una ciudad llena de seres perturbadores bajo la forma de abominables demonios sedientos de muerte.
Las voces empezaron a oírse con mayor claridad. Aparentemente, se trataba de un remate de “algo”, una especie de bolsa de valores paralela. Le dije a Rita que se escondiera detrás de unos containers, pues ante su figura semi-desnuda, había una alta probabilidad de que alguien sospechara cualquier vaina. Ella asintió y sus ojos azules brillaron con temor al verme partir hacia lo desconocido…
El largo pasillo de doble altura estaba completamente vacío pero el ruido (que ya me había hecho pensar que estaba en una gallera clandestina) como si estuvieran matando cochinos, era realmente de un ensordecedor alucinante. Abrí la puerta de doble hoja y penetre con la naturalidad que el caso ameritaba, sin dejar de lado una cierta cautela. Adentro, el impresionante salón de conferencias aun sin terminar, confirmo lo que había sospechado: era un gran remate donde se adjudicaban operaciones ilegales de compra y venta. Al fondo una pantalla de plasma de alta tecnología mostraba los valores cambiantes de las operaciones comerciales y u8na batería de computadoras de ultima generación registraban las variables, mientras que alrededor de unas 1000 personas gritaban desaforadas, en una mezcla demoníaca donde los repiques de celulares se confundían con el fondo a ritmo de vallenato por parte de un agrupación musical que hacia su performance en vivo y directo.
En una tarima llena de luces, un rematador micrófono en mano, ofertaba una esquina completa para la instalación de un puesto ambulante para la venta de cachapas:

- …se oferta en 20 millones de $… - dijo en voz muy alta.

Un gran murmullo de asombro inundo todo el salón.

- 15 millones. – abrió fuego un interesado con cara de caliche de Bucaramanga.

- ¡16 millones! – respondió una voz desde el fondo de la sala.

- ¡18 millones! - gruño el caliche, mirando hacia atrás desesperadamente en busca de su adversario.

Se hizo un silencio sepulcral entre el publico.

- ¡Doy los 20 millones $! – respondió el adversario, un negrito con cara de Barloventeño.
- ¡21 millones! – replico triunfalmente un inesperado contendor con cara de cholo del alto Perú, levantando el dedo desde el extremo derecho del salón.

El rematador con voz de trueno anuncio:
- ¡21 millones $ a la 1, a las 2, a las 3! ¡Adjudicada al señor…!

Inmediatamente se paso a una nueva oferta entre los rumores del público todavía entusiasmado por la cotización anterior.
No tarde mucho en comprender lo que allí sucedía: esto era el Dow Jones clandestino de la corrupción administrativa. En este lugar, bajo la pugna de traficantes y empleados públicos muertos de hambre; las ofertas para instalar un tarantín de mercancía robada o de contrabando, las invasiones a edificios privados certificadas por alcaldes y gobernadores o los contratos a cooperativas de indigentes para el robo de cables del alumbrado publico, eran ofertadas en una cacofonía de datos oficiales para lograr un enriquecimiento ilícito de la noche a la mañana por cualquiera que se lo propusiera. Los poderosos de la economía informal conformaban un comité diabólico, en un jolgorio de cifras que iban de los precios irrisorios hasta las operaciones multimillonarias.
Todas estas operaciones se sucedían en rondas que duraban pocos segundos, sobre un manto de rostros sudorosos, hediondos a aguardiente San Tomé y bajo la neblina de humo que expelían los pinchos y fritangas dispuestos en sitios estratégicos dentro de la estancia para el disfrute de los “empresarios”.
Hacia el extremo izquierdo pude observar que un grupo de individuos, ubicados en una serie de módulos de cristal con aire acondicionado, bebían whiskey 24 años y sonreían ante el espectáculo dantesco que observaban desde lo alto de las cabinas. Por sus trajes elegantes y sus caras prepotentes pude determinar que eran altos funcionarios del gobierno de turno o amigos íntimos de los poderosos jerarcas del petróleo.
Toda esa situación aclaro en mi, viejas dudas acumuladas. Solo así pude explicarme como ningún gobierno en los últimos 20 años, nunca había tenido la verdadera intención de acabar con la buhonería, ni con los negocios paralelos que tal situación ilegal podía generar y sobre todo comprendí, el por que nunca se terminaban las obras publicas en ninguna parte de la ciudad y mucho menos aquel centro de convenciones enclavado en el centro de la ciudad como un quiste demoníaco de operaciones comerciales ilícitas.
Estaba en plena reflexión ontológica acerca del desarrollo urbanístico de la ciudad y su periferia, cuando repentinamente sentí una mano en el hombro. Voltee vertiginosamente y ante mi estaba un viejo amigo de la infancia. Su voz, que se había deteriorado con el paso del tiempo (y la ingesta de alcohol), pronuncio mi nombre, en una mezcla de nostalgia y desagrado por haberlo encontrado en tan peculiar situación:

- ¡Jonathan Calavera! – replique acordándome en el acto de su nombre

- ¿Qué haces tu aquí desgraciado? – respondió

Su cara era una verdadera mascara ósea de dientes torcidos con manchas verdes (como si un hongo se hubiese apoderado de su dentadura) bajo una mirada de ojos saltones (producto de la caña) que me miraron con recelo. Pero antes de que pudiera reponerme del reencuentro, dijo:

- Mira, si te interesa, tengo 30 permisos sanitarios firmados por la alcaldía para vender jugo de caña, ¿o tu estas buscando algo especial?

- no vale chico… – le respondí disimulando mi nerviosismo – solo vine a comprar una solvencia para ver si puedo instalarme en Los Próceres con un carrito de jugos naturales. Coño ¿y a ti como te va? – le pregunte un poco avergonzado por la miserable magnitud de mi negocio

- Bueno compadre, no me va mal. Tengo 10 carritos de perro-calientes en El Cementerio y ahora me dedico a tramitar los permisos. Prácticamente estoy viviendo de las rentas. Y dime, ¿no has visto a ninguno de los muchachos de la cuadra?

Me metí las manos en los bolsillos para secarme el sudor que ya empezaba a aflorar copiosamente ante la posibilidad de que se descubrieran mis verdaderas intenciones del por que estaba en ese sitio.

- No joda, claro que si. El otro día vi a Mutabaruca, el que se drogaba en la puerta del templo evangélico Las Acacias.

- Coño Mutabaruca, ¿Qué cuenta la rata esa?

Sus palabras me regresaron vertiginosamente hacia la época en que los muchachos de la Calle Intermedia y yo, solíamos pararnos en la esquina a fumar marihuana y echarle piropos a cuanta carajita pasara. No se por que extraña razón me traslade en el tiempo y momentáneamente me vi riendo con mis viejos amigos, mientras Mutabaruca en un arranque de locura encendía una piedra sobre una lata magullada, para después darse un trago de anís en plena escalera del recinto religioso ante la mirada atónita de los feligreses…
El grito del rematador ofertando una pasarela, con un fluido y copioso transito peatonal garantizado, me volvió a la realidad. Calavera fue arrancado de la conversación:

- Coño panita te dejo pero yo me pego en esta…

Y diciendo esto se metió en la masa de buhoneros que plenaban el salón. Considerando que había visto suficiente, salí a toda prisa de aquel nefasto sitio. En la puerta se había colocado un vigilante, el cual salude con una despectiva naturalidad mientras apretaba mi arma y sin esperar respuesta, baje al piso inferior para reencontrarme con Rita.

En el proximo capitulo: Un racimo de revelaciones (Cap. #8)

Escrito por Parafrenia a las Marzo 22, 2005 03:38 PM
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