Una industria grasienta
Novela escrita por: Newton
En el trayecto le explique a Rita el plan que tenia en mente. Después de mucho meditar había tomado la decisión de que nos hiciéramos pasar por fiscales del Seniat, con lo cual tendríamos acceso a los libros de contabilidad y, por ende, a la administración de la empresa. Allí, según mis cálculos, podría estar la clave de las misteriosas extracciones.
Al instante en que el auto entro a toda velocidad en la zona industrial de los Valles del Tuy, me coloque mis bigotes postizos de fiscal y me ajuste firmemente la peluca plateada de empleado de ministerio. Después de pisar 3 indigentes que caminan desorientados por el efecto de aspirar grandes cantidades de pega para zapatos, en el medio de la congestionada avenida intercomunal, llegamos a la entrada del complejo fabril. Rita fue reduciendo la velocidad hasta detenerse completamente frente a la nave central de la poderosa compañía. En el lugar había decenas de gandolas que estaban siendo llenadas del viscoso líquido.
Descendimos del auto para dirigirnos hacia las oficinas esquivando mangueras y pozos del resbaladizo aceite. En el edificio administrativo nos atendió una recepcionista muy flaca y ojerosa, cuyo rostro revelaba a simple vista que trabajaba por un sueldo miserable. La empleada nos ofreció asiento… pero nosotros sacando los carnets que nos facilito el comisario Rausseo, nos identificamos como fiscales de hacienda y, muy amablemente, la pedimos hablar con sus superiores inmediatos. Minutos mas tarde estábamos frente al jefe de relaciones públicas de la empresa: el despiadado licenciado Leoncio Trabuco, más conocido en el underground bursátil como Pajarraco.
El individuo era realmente pintoresco; su cara mantenía un rictus de cordialidad ininterrumpida resultado de una intervención quirúrgica para mantener de manera constante su fingida actitud de relacionista público. En un instante nos hizo un gesto de pasar a su oficina y dijo:
- Siéntense. ¿Quieren un poco de aceite hirviendo?
- No, gracias- respondí- prefiero que vayamos al grano
- ¡Claro! La secretaria me comunico que son fiscales ¿cierto?
- Si
- OK, ¿Cuánto quieren?
- ¿Qué?- pregunte intrigado
- Es decir… su comisión para no revisar la planta de procesamiento
- Yo creo que usted esta en un error- replique en un tono molesto
- ¿Ustedes no son fiscales de Sanidad- preguntó
- No- conteste con vehemencia
- OK, OK… ¿son de la gobernación? Siendo así vamos a hablar del porcentaje que se les adeuda
- Disculpe pero sigue usted equivocado- acote
- Entonces son del Seguro Social…
- Mira pana…- haciéndome arrechar- somos del Seniat. Venimos a revisar los libros
Rita sonrió discretamente al observar como el rostro del sujeto dejo de reír aunque seguía riendo. El carajo se llevo las manos nerviosas sobre la cabeza tratando de recuperar la cordura.
- Coño… hace apenas una semana le di real a 3 colegas suyos. Segurito que ellos les pasaron el dato…
- Que va, venimos por ordenes de arriba
- ¿Qué quieren?
- Saber el movimiento de la empresa, sus operaciones…
- ¿Y como para que?
- Bueno, ¿eso no es lo que hace un fiscal? Nojoda- respondí tajantemente.
En ese momento el tipo con el pulso errático, sorbió un poco de aceite vegetal depositado un una taza anónima…
- Aja… con que curiosidad… ¿estaría bien 3 palos?
- No- respondí secamente rechazando la oferta
- ¿4?
- Que va…
- ¿8?
- No, no, no…- le dije moviendo con rapidez de un lado otro el dedo índice
- Bueno chamo- dijo el tipo en tono molesto y haciendo que su rostro se congestionara- ¿Cuánto quieren para que dejen la ladilla?
- Solo quiero revisar las cuentas- respondí incólume
Sorbió con más fuerza la taza de aceite vegetal extra refinado y exclamo con furia:
- En ese caso voy a llamar a la PTJ
Rita me miro con la boca abierta y yo le hice un guiño tranquilizador
- Bueno, creo que no le va a hacer muy difícil- dije acariciándome la barba postiza del mentón. - Yo soy policía
Estas palabras fueron suficientes para que aquel ser, con la cara de pájaro loco, dejara de sonreír al no poder concebir que existiese un funcionario incorruptible…
Leoncio Trabuco, ese engendro de cara aceitosa, se sentó lleno de sudor sobre su silla corporativa de cuero. El estar frente a dos funcionarios, que además eran policías y para colmo insobornables, hizo que el mundo se le viniera abajo. A pesar de la tensa situación, hubo un tiempo medido en segundos que permitió un respiro para ambos. Pero, otra vez fui yo quién inicio el contraataque:
- Tranquilo, - dije aguantando la risa- no voy a echarle paja. Solo queremos ver los libros
Viendo mi insistencia, el triste empleado arrugo mas la cara y la dejo caer sobre los brazos que ya descansaban sobre el escritorio. Sin embargo, consiguió levantar la cara en un ultimo esfuerzo, guardo un minuto de silencio y repentinamente rompió a llorar de una manera salvaje, primitiva… quizás la única manera como puede llorar un hombre que fue programado para sonreír
Rita y yo cruzamos miradas mientras el llanto de aquel ser comenzó a mutar en sonoros berridos. Su dolor era tan intenso que logro aturdirnos.
- Relájese hombre- le dije- los machos no lloran
Al decir esto, el tipo levanto a cabeza y entre sorbos de lágrimas, musito:
- Nojoda, yo si… ¿no lo ve?, yo si…
- Pero si no tiene motivos- murmuro Rita
- Es que con ustedes fracase irremediablemente
- Coño no diga eso…- le consoló mi tierna pelirroja
- Claro que lo digo, ¿no ve que no puedo sobornarlos, ah? Eso demuestra mi incompetencia. Todo se acabo… seguro que me botan
- Eso no es así- trate de explicarle- hay una Ley Orgánica del Trabajo que lo ampara.
- ¿Cómo que no?- replico entre pucheros- se suponía que yo les iba a mojar la mano, hacerlos cómplices del sistema y de todo lo que eso oculta. Pero ustedes no son patriotas, no han respetado mi oferta honesta y desinteresada. ¡Dios mío!, ¿Por qué me has hundido bajo tu manto anárquico del caos mas cruel?
Seguidamente siguió con su lagrimeo donde el llanto seco y armónico en donde los chillidos contenidos se confundían con pequeños quejidos, dándole a toda la sinfonía un tono dramático como si una Danta estuviese pariendo. Me sentía apeado por aquella siniestra expresión de sentimientos reprimidos, que me propuse decir algo pero Rita me lo impidió.
- Déjalo que se desahogue- recalco- esta acorralado
- OK, vamos a esperar, luego iremos a lo nuestro
Cuando dije esto, Leoncio Trabuco aumento nuevamente la retahíla de lamentaciones
- ¡Noooo, los libros noo!- gesticulaba bañado e lagrimas y dándoles golpes furiosos al escritorio. Decidí sentarme y aprovechar de leer una revista. A los 15 minutos, el pobre empleado asalariado, bajo la intensidad del llanto a 45 decibeles, luego a 10 y finalmente se limito a emitir pequeños gorgoteos diafragmáticos. Mas sereno dijo: - esta bien, pero debo avisarle al presidente de la compañía
- ¿Cómo se llama?- dijimos al unísono
- El DR. Ashtar Sheran
- ¿Es marroquí?- yo
- No vale es de Maracaibo
- ¿De que parte?- Rita
- Lagunillas. Se los advierto… el tipo es mal encarado. Dueño y señor de la compañía, él mismo controla los libros y todas las operaciones
- Bien, vamos a por él- dije con mi mejor acento españoleto
Leoncio se levanto y nos pidió que lo siguiéramos, atravesamos varios pasillos de Dry Wall rodeados de cubiculos y llegamos hasta una puerta muy ancha bien trabajada donde colgaba un letrero: “No golpee la puerta o lo golpeo”. El lloroso empleado nos encaro:
- Esperen un minuto… debo anunciarlos
Toco suavemente y una voz chillona le autorizo la entrada. No había pasado ni un minuto cuando salio apurado, tembloroso y con los ojos desorbitados. La voz volvió resonar:
- Pasen
A pesar de aquel silencio pavoroso, entramos a la oficina con la más absoluta naturalidad. La estancia era inmensa: la decoración contenía una extraña simplicidad asépticamente minimalista para ser maracucho, cubierta con inmensos ventanales forrados con papel ahumado unilateral que balconeaban hacia la planta de producción. A un lado estaban los múltiples monitores que mostraban imágenes de todas las dependencias de la fábrica, permitiendo un exacto control absoluto sobre el personal. Hacia el extremo del salón otras pantallas con variados comandos luminiscentes me hicieron entender que las proyecciones representaban márgenes de rendimiento por empleado, traducidos en complejas ecuaciones para establecer cifras exactas de horas/hombre/producto que se modificaban exponencialmente para analizar costos, devaluaciones, impuestos al debito bancario y sobornos; variables estas que establecían el precio final del producto + la ganancia respectiva.
La habitación estaba cubierta de insólitas gigantografias de la Vía Láctea y justo al centro sobre una e especie de alfombra plástica con un diseño tipo Metro de Caracas, detrás de un escritorio límpidamente vítreo, se hallaba Ashtar Sheran en persona: un flaco lívido de un metro setenta, blanco como la leche, de labios azulosos y un cuerpo frágil de extremidades huesudas. Las venas, nervios y tendones sobresalían de su cuerpo de manera extraordinaria. El tipo parecía sacado de un videojuego futurista…
- Siéntense- lo dijo con acento incomprensible y autoritario- ¿Quieren un aceitico?
- No gracias- al mismo tiempo que nos mirábamos la cara por la repetición del ofrecimiento
- Bien, se me ha informado que quieren ver mis libros- expresado con una suavidad que parecía sospechosamente amable, entre triste e inseguro pero aterradoramente filosa
- Antes debo comunicarles que por esta vaina pueden perder el puesto pero no quiero verlos sufrir a causa de su falta de visión para ciertas cosas de la vida. De hecho, entiendo que un empleado público, como ustedes, ceda ante la tentación de cumplir con su trabajo…
Al decir estas palabras sonrió irónicamente y dejo ver una dentadura increíblemente afilada en los caninos
- Los entiendo…- prosiguió- claro que los entiendo y me parece que podemos arreglar este pequeño entuerto, sin rencores… Fíjense, les ofrezco 2000 dólares y 10 cajas de aceite a cada uno y listo. Por supuesto, se olvidan de que esta dirección se encuentra en algún lugar de este país, que es tan ancho, grande y lleno de oportunidades.
- ¿Son narco-dólares?- fue mi primera reacción
Astar Sheran levanto la delgada y delineada ceja, tras la cual pude observar una furia oscura como un caótico agujero negro. En ese instante una pequeña lámpara sobre el escritorio estallo bajo la mirada diabólica del enigmático personaje. Con pasmosa tranquilidad, siguió deambulando por la amplia habitación. Lentamente pregunto:
- ¿No aceptan la oferta?
- No- dije- queremos ver lo putos libros
- Uhmmm… insiste
- Pues claro- dije con mucha ternura
El empresario lanzo una mirada tan fuerte que de vaina esquive gracias a mi amplio dominio sobre el Focus. Duro unos segundos y sin inmutarse, dio la voz de mando al videoconmutador para llamar a su secretaria.
- Crisolina, venga de inmediato
Luego se sumió en un profundo mutismo. Observe como sus manos tomaron un color indefinible. Fue en ese momento cuando se abrió la puerta.
En el proximo capitulo: Un tipo arrecho (Cap. #12)
Cap.12 Un tipo arrecho