Julio 08, 2006

Sobradamente sobremoderno

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Don Quijote y Sancho
Pedro Sobrado, pintor español
Óleo
80 x 64 cms.


Por: Newton

El movimiento moderno logra remontarse en una era donde el historicismo hizo sus mayores logros (o desaciertos) considerando el tamaño de la empresa marcado por una velocidad inusual (no escalada) dentro de la organización jerárquica (socialmente hablando) y conociendo que el programa era absolutamente razonable.
Esa dificultad se tradujo en una discontinuidad, si se quiere “moderna” desde el mismo concepto de continuidad en desuso, a veces problemática y fuera de contexto. Es como si el reconocimiento de tal identidad acarreara desconexiones sustánciales entre forma y función (lo social de lo humano) en deterioro del ambiente circundante. He allí donde nace una sólida formación arquitectónica como un movimiento unitario convergente a la ¿medida? del hombre. Gropius supo identificarlo…
En los adelantos tecnológicos, las excusas eran indispensables, sobretodo por una cuestión meramente ético-moral. Ese paralelismo convencional entre los modelos presentados y los del pasado llevaba la marca de lo asociativo. Se empiezan a plantear ejemplos “reales” de grandes edificios con la consecuente perdida de perspectiva. Ese “excesivo tamaño impide una comprensión unitaria del organismo”, se pierden los parámetros y se aumentan las dimensiones como si los materiales fueran parte de esa demoníaca velocidad constructiva.
En este punto ya los edificios-marca pululan en la inmensidad histórica de los estilos arquitectónicos. Esa rebelión en contra del historicismo lleva al limite la inventiva humana-científica, se buscan desesperadamente los estilos “nuevos” pero “la única forma disponible es todavía la del clasicismo,..” ¿Fuerte o radical? Eso solo logra ser aparentemente superado por esos movimientos “vanguardistas” de los años 20: combinando mundos paralelos, observando una supuesta “revolución industrial”, un intentar controlar “todas” la variables”…
Esta noción “seudo-intelectual” no permite una definición; todo lo contrario… crea conceptos equívocos bajo un sistema visual teóricamente limitado, ligado a concepciones univocas acerca de la percepción visualmente física. Tratando de romper los paradigmas, los primeros “polémicos” se transforman en “artistas-layers”: especies de humanos que jugaron con la interferencia de la “continuidad natural” deterministica. Veían limitaciones en las imágenes del pasado pero más como un hecho cultural que como representación productiva. Lo moderno tiene el signo del paradigma: ser “romántico” era negar la ciudad-positiva como parte del discurso contemplativo, y en segundo termino, operativo.
Esas operaciones, en la época moderna, se manifiestan en forma de mutaciones “que sombrean fabulosamente los acontecimientos concretos”… sin adjetivos (ya carecemos de ellos) sin calificaciones ortodoxa, sin que ello nos lleve a la in-completitud cotidiana. Esa arquitectura moderna “funciona mejor que la antigua”, responde a pesar de los desequilibrios fundacionales: “el primer moderno” personalizo “el concepto”. La oscilación de un lado a otro encuentra su punto álgido en la dialéctica del pensar y el hacer… Esa materialización del hombre como ente dual nos introduce en los grandes descubrimientos: relatividad “orgullosa” de sus contradicciones “comprobables” (panacea del positivismo) como una forma de comunicación increíblemente lúdica…
El movimiento moderno es un ejemplo diáfano de lo que significa la ruptura de espacios antes inamovibles. Una especie de genoma…

Escrito por Parafrenia a las Julio 8, 2006 11:41 PM | TrackBack
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