Por: Newton
Lo bello siempre ha generado pocas suspicacias. Al parecer, por una innata capacidad de manifestarse, la belleza logra abrirse paso ante el caos de la “imperfección” más internamente extraña. Sus vínculos con la realidad van de la imitación por adaptación hasta la contemplación cognoscitiva. ¿Hay una armonía universal a grandes y profundos rasgos?
Los griegos nos muestran ejemplos exquisitos de la relación armónica universal (música) y nuestro cuerpo, regido no solo por dimensiones sino también por la calidad de poder sincronizarse a través de la materia convenientemente insertada en la metodología matemática. No hay dudas: “La unidad… captada y gozada por el oído, llegar a ser el arquetipo universal de la unidad de los contrarios”. Son relaciones abstractas…
Ese comportamiento espectral (espectro de tonos, colores, matices) conforma una expresión de la inmortalidad en cuanto pueda “sincronizar” con el alma. Sucesivas pruebas son verificadas por la mano invisible que maneja la entidad Número como principio fundamental de la proporción y su devenir. No en vano, el concepto de número se asocia a la capacidad inmediata de explicar una posición en un tiempo no determinado.
Elementos como “el ruido” supuestamente deterioran el acto supremo de la magia casi perfecta pero… ¿no es precisamente eso lo que hace reverdecer los bosques platónicos con su disonancia libertinamente radiante? ¿Por qué si la belleza es tan vital termina siendo una copia de una copia? Esa perfección solo es posible en la medida de que las cosas se relacionen en un nivel anárquicamente horizontalizado, donde las imperfecciones sean un motivo que buscar, palabras que salen como huracán de emociones y arrebatos propios de un alma sensible…
Por esa razón no pienso en la belleza como algo dado per se, aunque se le vea de manera clara y sin contrastes, incluso cuando se le ve desde el punto de vista “estético”. Porque la belleza es un recurso contextual de naturaleza sorprendente, en contraposición de lo estéticamente bello como recurso imperfecto de una belleza simulada. Lo bueno es hermoso, lo verdadero es bueno… cadena infinita de la palabra que describe lo sutil e inmutable que puede ser “algo”, divino y trascendental contemplado desde los paisajes terrícolas, insuflados de etéreos y variopintos conceptos…
En esta parte los sentidos tienden a jugar una “mala” pasada: el encantamiento caótico de la belleza se traduce en un orden oculto y críptico donde las simetrías, no solo responden a las partes como un todo, sino que se transfiguran en nuevos modelos paradigmáticos en los sucesivos y abrumadores cambios de escala. La poesía se hace gesto y el gesto en objeto, la arquitectura es bella porque es un poema calmado e inmóvil pero también sugiere actitudes que escapan fuera de su control, quizás donde las personas se liberan temporalmente de si mismos para pertenecer a un conjunto, a un todo construido…
¿Placer?, ¿seducción?, ¿engaño ilustrado?... La belleza en general no ofrece un camino heterogéneo, sólo nos remite a muchos caminos paralelos con un propósito: fusión en el infinito de caminos alternos, multiplicidad de nombres y un único final: Demostrar que las conjeturas acerca de lo bello solo llegan a ser teorías cuando dejan a un lado los métodos analíticos. Sin escuadra pero con pulso…