Escrito por: Newton
Afrontar la vida publica para cualquier ciudadano requiere una ritualizacion del comportamiento, es algo así como una estilización física para lograr infructuosamente mantener la distancia que logre manifestar una pequeña parte, casual y abstracta, de la personalidad como una auto representación de la exaltación mas conspicua.
Todas estas pequeñas actividades caseras son transferidas al espacio publico, puesto que el ambiente domestico es ahora mas un lugar de trabajo que de recreación. Esto hace que la impersonalidad, la reserva y la indiferencia sean los clásicos síntomas de la presente intensificación nerviosa que la metrópolis produce ante la sola presencia de un mayor número de individuos en el mismo lugar bajo un exacto cálculo del tiempo.
Este comportamiento público es no vinculante, huidizo y desapegado, pero es necesario para la comunicación urbana por esa condición de ser transmitidos en forma pasajera, anónima y notablemente distanciada. Tenemos así una paradoja neutralizante de carácter individual y “responsablemente” sublimada, bajo la forma de unos intereses personales (afectivos y emotivos) que deben ser asignadas a un lugar a través de un objeto, en donde esté asegure una estabilidad comunicacional (accesibilidad) con el exterior del mismo objeto, el cual debería ser identificable (psíquica y espiritualmente) para cuando llegado el momento, alguna comunicación pueda ser coagulada facilitando la anunciación del objeto, justamente allí donde no existe una estructura sólida que identifique una semántica urbana. Esta cristalización de reconocimiento publico, “urbanisticamente” hablando, a través de la forma arquitectónica como una auto representación personal, genera una estética funcionalista pobre en contenido expresivo sobre un contexto de dimensiones irracionales de carácter hipotética e hipócritamente argumentativo.
Esta regresión al mal gusto es inversamente proporcional a la imposición indiscriminada de la racionalidad con respecto a la configuración del entorno, sabiendo que esa disposición espacial es un conjunto de percepciones conscientes, descifradas a lo largo de un complejo e intraducible lenguaje social.
Esta necesidad de comunicación debería ser una fantasía al transitar la insolente ciudad, algo así como una puerta abierta al entorno, porque de lo contrario, solo dejaría lugar a una tosca y complaciente señalización rojo-verde y… vamos a estar en sintonía: no dejes que tu casa se convierta en un fetiche…