Diciembre 20, 2004

En el principio fue la l�nea de comandos

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Escrito por: Neal Stephenson

Traducci�n de: Asunci�n Alvarez.
Edici�n XHTML de: David de Ugarte y Natalia Fern�ndez

Introducci�n

Hace cerca de veinte a�os a Jobs y Wozniak, los fundadores de Apple, se les ocurri� la muy extra�a idea de vender m�quinas de procesamiento de informaci�n para uso dom�stico. El negocio despeg�, y sus fundadores hicieron un mont�n de dinero y recibieron el cr�dito que merec�an como osados visionarios. Pero sobre la misma �poca, a Bill Gates y Paul Allen se les ocurri� una idea todav�a m�s extra�a y fantasiosa: vender sistemas operativos de ordenador. Esto era mucho m�s extra�o que la idea de Jobs y Wozniak. Un ordenador por lo menos ten�a cierta realidad f�sica. Ven�a en una caja, pod�a abrirse y enchufarse y se pod�a ver c�mo parpadeaban las luces. Un sistema operativo no ten�a ninguna encarnaci�n tangible. Ven�a en un disco, claro, pero el disco no era, a todos los efectos, m�s que la caja que conten�a el sistema operativo. El producto mismo era una serie muy larga de unos y ceros que, cuando se instalaba y se cuidaba bien, te daba la capacidad de manipular otras series muy largas de unos y ceros. Incluso los pocos que de hecho comprend�an qu� era un sistema operativo de ordenador posiblemente pensaban en ello como un prodigio incre�blemente complicado de la ingenier�a, como un reactor o un avi�n esp�a U-2, y no algo que pudiera llegar a ser (en la jerga de la alta tecnolog�a) productizado.
Pero ahora la compa��a que fundaron Gates y Allen vende sistemas operativos como Gillette vende hojas de afeitar. Se lanzan nuevas versiones de sistemas operativos como si fueran pel�culas de Hollywood, con el respaldo de celebridades, apariciones en talk shows, y giras mundiales. Su mercado es lo bastante vasto como para que la gente se preocupe de si ha sido monopolizado por una compa��a. Incluso los menos inclinados a la t�cnica de nuestra sociedad tienen ahora al menos una idea nebulosa de lo que hacen los sistemas operativos; lo que es m�s, tienen fuertes opiniones sobre sus m�ritos relativos. Es ya un conocimiento compartido el que, si tienes un software que funciona en tu Macintosh, y lo pasas a una m�quina Wondows, no funciona. Esto ser�a, de hecho, un error risible e idiota, como clavar herraduras en las ruedas de un coche.
Una persona que entrara en coma antes de la fundaci�n de Microsoft y despertara hoy, tomar�a el New York Times de esta ma�ana y no entender�a nada -- casi:
�tem: el hombre m�s rico del mundo hizo su fortuna a partir de �qu�? �Ferrocarriles? �Buques? �Petr�leo? No, sistemas operativos. �tem: el Departamento de Justicia est� investigando el supuesto monopolio en sistemas operativos de Microsoft con herramientas legales que se inventaron para restringir el poder de los jefes de bandas de ladrones del siglo diecinueve.
�tem: una amiga m�a me cont� recientemente que hab�a interrumpido un (hasta entonces) estimulante intercambio de e-mails con un joven. Al principio parec�a un tipo tan inteligente e interesante, dijo, pero luego empez� a ponerse en plan PC-contra-Mac. �Qu� diablos est� pasando aqu�? Y �tiene futuro el negocio de los sistemas operativos, o s�lo pasado? �sta es mi opini�n, que es completamente subjetiva; pero dado que me he pasado bastante tiempo no s�lo usando, sino programando en Macintosh, Windows, Linux y los BeOS, tal vez no sea tan desinformada como para carecer completamente de valor. �ste es un ensayo subjetivo, m�s cr�tica que art�culo de investigaci�n, y puede parecer injusto o sesgado comparado con lo que se puede encontrar en las revistas de PC. Pero desde que sali� el Mac, nuestros sistemas operativos est�n basados en met�foras, y, por lo que a m� respecta, es leg�timo cuestionar cualquier cosa con met�foras dentro.

Descapotables, tanques, y batm�viles

En la �poca en que Jobs, Wozniak, Gates, y Allen estaban so�ando estos planes inveros�miles, yo era un adolescente que viv�a en Ames, Iowa. El padre de uno de mis amigos ten�a un viejo descapotable oxid�ndose en el garaje. A veces de hecho consegu�a que arrancara y cuando lo hac�a nos llevaba a dar una vuelta por el barrio, con una expresi�n memorable de salvaje entusiasmo juvenil en la cara; para sus preocupados pasajeros, era un loco, tosiendo y renqueando por Ames, Iowa y trag�ndose el polvo de oxidados Gremlins y Pintos, pero en su propia imaginaci�n �l era Dustin Hoffman cruzando el Puente de la Bah�a con el cabello al viento.
Mirando atr�s, esto me revel� dos cosas acerca de la relaci�n de las personas con la tecnolog�a. Una fue que el romanticismo y la imagen influyen mucho sobre su opini�n. Si lo dudan (y tienen un mont�n de tiempo libre), preg�ntenle a cualquiera que tenga un Macintosh y que por ello imagina ser miembro de una minor�a oprimida.
El otro punto, algo m�s sutil, fue que la interfaz es muy importante. Claro que aquel deportivo era un coche mal�simo en casi cualquier aspecto importante: pesado, poco fiable, poco potente. Pero era divertido conducirlo. Respond�a. Cada guijarro de la carretera se sent�a en los huesos, cada matiz en el asfalto se transmit�a instant�neamente a las manos del conductor. Pod�a escuchar al motor y saber qu� fallaba. El volante respond�a inmediatamente a las �rdenes de las manos. Para nosotros los pasajeros, era un ejercicio f�til de no ir a ning�n lado -- m�s o menos tan interesante como mirar por encima del hombre de alguien que mete n�meros en una hoja de c�lculo. Pero para el conductor era una experiencia. Durante un breve tiempo, estaba expandiendo su cuerpo y sus sentidos en un �mbito m�s amplio, y haciendo cosas que no pod�a hacer sin ayuda.
La analog�a entre coches y sistemas operativos es bastante buena, as� que perm�tanmente seguir con ella durante un rato, como modo de dar un resumen sumario de nuestra situaci�n hoy en d�a.
Imag�nense un cruce de carreteras donde hay cuatro puntos de venta de coches. Uno de ellos (Microsoft) es mucho, mucho mayor que los dem�s. Comenz� hace a�os vendiendo bicletas de tres velocidades (MS-DOS); no eran perfectas, pero funcionaban, y cuando se romp�an se arreglaban f�cilmente.
Enfrente estaba la tienda de bicicletas rival (Apple), que un d�a empez� a vender veh�culos motorizados -- coches caros, pero de estilo atractivo, con los mecanismos herm�ticamente sellados, de tal modo que su funcionamiento era algo misterioso.
La tienda grande respondi� apresur�ndose a sacar un kit de actualizaci�n (el Windows original) al mercado. �ste era un dispositivo que, cuando se atornillaba a una bicicleta de tres velocidades, le permit�a seguir, a duras penas, el ritmo de los coches Apple. Los usuarios ten�an que usar gafas de protecci�n y siempre estaban sac�ndose bichos de los dientes mientras los usuarios de Apple corr�an en su confort herm�ticamente sellado, burl�ndose por las ventanillas. Pero los Micro-motopedales eran baratos, y f�ciles de reparar comparados con los coches Apple, y su cuota de mercado creci�.
Al final la tienda grande acab� por sacar un coche en toda regla: un monovolumen colosal (Windows 95). Ten�a el encanto est�tico de un bloque sovi�tico de viviendas para obreros, perd�a aceite y le estallaban las buj�as, y fue un �xito tremendo. Poco tiempo despu�s, sacaron tambi�n un enorme veh�culo pesado destinado a los usuarios industriales (Windows NT), que no era m�s bonito que el monovolumen, y s�lo algo m�s fiable.
Desde entonces ha habido un mont�n de ruido y gritos, pero poco ha cambiado. La tienda peque�a sigue vendiendo elegantes sedanes de estilo europeo y gast�ndose mucho dinero en campa�as publicitarias. Tienen carteles de �LIQUIDACI�N! puestos en el escaparate desde hace tanto tiempo que ya est�n amarillos dy arrugados. La tienda grande sigue fabricando monovol�menes y veh�culos pesados, cada vez m�s y m�s grandes.
Al otro lado de la carretera hay dos competidores que llegaron m�s recientemente. Uno de ellos, (Be, Inc.) vende Batm�viles plenamente operativos (los BeOS). Son m�s bonitos y elegantes incluso que los eurosedanes, mejor dise�ados, m�s avanzados tecnol�gicamente, y al menos tan fiables como cualquier otra cosa en el mercado - y sin embargo son m�s baratos que los dem�s.
Con una excepci�n, claro: Linux, que est� enfrente mismo, y que no es un negocio en absoluto. Es un conjunto de tiendas de campa�a, yurtas, tipis, y c�pulas geod�sicas levantadas en un prado y organizadas por consenso. La gente que vive all� fabrica tanques. No son como los anticuados tanques sovi�ticos de hierro forjado; son m�s parecidos a los tanques M1 del ej�rcito americano, hechos de materiales de la era espacial y llenos de sofisticada tecnolog�a de arriba abajo. Pero son mejores que los tanques del ej�rcito. Han sido modificados de tal modo que nunca, nunca se aver�an, son lo bastante ligeros y maniobrables como para usarlos en la calle, y no consumen m�s combustible que un coche compacto. Estos tanques se producen ah� mismo a un ritmo aterrador, y hay un n�mero enorme de ellos alineados junto a la carretera con las llaves puestas. Cualquiera que quiera puede simplemente montarase en uno y marcharse con �l gratis.
Los clientes llegan a este cruce en multitudes, d�a y noche. El noventa por ciento se van derechos a la tienda grande y compran monovol�menes o veh�culos pesados. Ni siquiera miran las otras tiendas.
Del diez por ciento restante, la mayor�a va y compra un elegante eurosed�n, deteni�ndose s�lo para mirar por encima del hombro a los filisteos que compran monovol�menes y veh�culos para circulaci�n fuera de carretera. Si acaso llegan a fijarse siquiera en la gente al otro lado de la carretera, vendiendo los veh�culos m�s baratos y t�cnicamente superiores, estos clientes los desprecian, consider�ndolos lun�ticos y descerebrados.
La tienda de Batm�viles vende unos pocos veh�culos al mani�tico de los coches ocasional que quiere un segundo veh�culo adem�s de su monovolumen, pero parece aceptar, al menos de momento, que es un jugador marginal.
El grupo que regala los tanques s�lo permanece vivo porque lo llevan voluntarios, que se alinean al borde de la calle con meg�fonos, tratando de llamar la atenci�n de los clientes sobre esta incre�ble situaci�n. Una conversaci�n t�pica es algo as�:
Hacker con meg�fono: �Ahorra dinero! �Acepta uno de nuestros tanques gratis! �Es invulnerable, y puede atravesar roquedales y ci�nagas a noventa millas por hora consumiendo un gal�n cada cien millas!
Futuro comprador de monovolumen: Ya s� que lo que dices es cierto... pero... eh... �yo no s� mantener un tanque!
Meg�fono: �Tampoco sabes mantener un monovolumen!
Comprador: Pero esta tienda tiene mec�nicos contratados. Si le pasa algo a mi monovolumen, puedo tomarme un d�a libre del trabajo, traerlo aqu�, y pagarles para que trabajen en �l mientras yo me siento en la sala de espera durante horas, escuchando m�sica de ascensor.
Meg�fono: �Pero si aceptas uno de nuestros tanques gratuitos te mandaremos voluntarios a tu casa para que lo arreglen gratis mientras duermes!
Comprador: �Mant�nte alejado de mi casa, bicho raro!
Meg�fono: Pero...
Comprador: �Es que no ves que todo el mundo est� comprando monovol�menes?

Lanzador de bits

La conexi�n entre coches y modos de interactuar con los ordenadores no se me habr�a ocurrido en la �poca en que me llevaban de paseo en aquel descapotable. Me hab�a apuntado a una clase de programaci�n en el Instituto de Ames. Tras unas cuantas clases introductorias, nos dieron permiso a los estudiantes para entrar en una sala diminuta que conten�a un teletipo, un tel�fono, y un m�dem anticuado consistente en una caja de metal con un par de cuencas de pl�stico encima (Nota: muchos lectores, abri�ndose camino a trav�s de esta �ltima oraci�n, probablemente sintieron un retortij�n inicial de temor de que este ensayo estuviera a punto de convertirse en una tediosa batallita sobre lo dif�cil que lo ten�amos en los viejos tiempos; tranquil�cense: lo que estoy haciendo, de hecho, es colocar mis piezas sobre el tablero de ajedrez, por as� decirlo, prepar�ndome para realizar una observaci�n sobre temas realmente interesantes y actualizados como el Software de C�digo Abierto). El teletipo era exactamente el mismo tipo de m�quina que se hab�a usado, durante d�cadas, para env�ar y recibir telegramas. Era b�sicamente una m�quina de escribir ruidosa que s�lo pod�a producir MAY�SCULAS. Montada a un lado hab�a una m�quina m�s peque�a con un largo rollo de cinta de papel, y una cesta de pl�stico transparente debajo.
Para conectar este aparato (que no era un ordenador en absoluto) con la Universidad Estatal de Iowa al otro lado de la ciudad, hab�a que coger el tel�fono, marcar el n�mero del ordenador, esperar a que llegaran ruidos raros, y entonces colocar el auricular en las cuencas de pl�stico. Si acertabas, una cuenca envolv�a sus labios de neopreno en torno a la parte de la oreja y el otro en torno a la parte de la boca, consumando una especie de sesenta y nueva informacional. El teletipo se estremec�a mientras era pose�do por el esp�ritu del lejano ordenador, y empezaba a martillear mensajes cr�pticos.
Puesto que el tiempo de ordenador era un recurso escaso, us�bamos una especie de t�cnica de procesamiento en racimo. Antes de marcar en el tel�fono, conect�bamos la perforadora de cinta (una m�quina subsidiaria atornillada al costado del teletipo) y tecle�bamos nuestros programas. Cada vez que puls�bamos una teclar, el teletipo imprim�a una letra en el papel delante nuestro, de tal modo que pudi�ramos leer lo que hab�amos escrito; pero al mismo tiempo convert�a la letra en un conjunto de ocho d�gitos binarios, o bits, y perforaba un patr�n correspondiente de agujeros a lo ancho de una cinta de papel. Los diminutos discos de papel salidos de la cinta ca�an en la cesta de pl�stico transparente, que lentamente se llanaba de lo que s�lo puede describirse como bits reales. El �ltimo d�a del curso, el chico m�s listo de la clase (no yo) salt� desde detr�s de su pupitre y lanz� varios kilos de estos bits por encima de la cabeza de nuestro profesor, como confetti, como una especie de broma semiafectuosa. La imagen de aquel hombre sentado all�, atenazado por las fases iniciales de una at�vica reacci�n de lucha-o-huye, con millones de bits (megabytes) cay�ndole por el pelo y meti�ndosele por la nariz y la boca, el rostro poni�ndosele morado a medida que se aproximaba a la explosi�n, es la escena m�s memorable de mi educaci�n formal.
De cualquier modo, resultar� obvio que mi interacci�n con el ordenador fue de una naturaleza extremadamente formal, estando dividia en diferentes fases, a saber:
1. Lentado en casa con l�piz y papel, a millas y millas de cualquier ordenador, pensaba mucho acerca de lo que quer�a que hiciera el ordenador, y traduc�a mis intenciones a un lenguaje inform�tico - una serie de s�mbolos alfanum�ricos sobre la p�gina.
2. Llevaba esto a trav�s de una especie de cord�n sanitario informacional (tres millas a trav�s de tormentas de nieve) hasta el colegio e introduc�a aquellas letras en una m�quina - no un ordenador - que convert�a los s�mbolos en n�meros binarios y los registramente visiblemente en cinta.
3. Entonces, mediante el m�dem de las cuencas de goma, enviaba aquellos n�meros al ordenador de la universidad, que
4. hac�a aritm�tica con ellos y devolv�a n�meros diferentes al teletipo
5. El teletipo convert�a estos n�meros de nuevo en letras y los martilleaba en una p�gina y
6. yo, mirando, interpretaba las letras como s�mbolos significativos.
El reparto de responsabilidades que todo esto conlleva es admirablemente limpio: los ordenadores hacen aritm�tica con bits de informaci�n. Los humanos interpretan los bits como s�mbolos significativos. Pero est� distinci�n est� desdibuj�ndose, o al menos complic�ndose, con la llegada de los sistemas operativos modernos que usan, y frecuentemente abusan, del poder de la met�fora para hacer los ordenadores disponibles para un p�blico m�s amplio. Por el camino - posiblemente debido a estas met�fora, que hacen de un sistema operativo una especie de obra de arte - la gente empieza a ponerse emotiva, y le toma cari�o a fragmentos de software del mismo modo que el padre de mi amigo le ten�a cari�o a su descapotable.
Puede que la gente que s�lo ha interactuado con ordenador a trav�s de interfaces gr�ficas de usuario como el MacOS o Windows - es decir, casi cualquiera que haya usado un ordenador - se haya sorprendido, o al menos llamado la atenci�n, lo de la m�quina de tel�grafos que yo usaba para comunicarme con un ordenador en 1973. Pero hab�a, y hay, una buena raz�n para usar este tipo particular de tecnolog�a. Los seres humanos la danza, y las expresiones faciales, pero algunas de ellas son m�s susceptibles que las dem�s de expresarse como series de s�mbolos. El lenguaje escrito es la m�s f�cil, porque, por supuesto, ya consiste en series de s�mbolos para empezar. Si resulta que los s�mbolos pertenecen a un alfabeto fon�tico (y no son, por ejemplo, ideogramas), convertirlos en bits es un procedimiento trivial que se fij� tecnol�gicamente en el siglo XIX, con la introducci�n del c�digo morse de otras formas de telegraf�a.
Ten�amos una interfaz humano/ordenador cien a�os antes de tener ordenadores. Cuando se crearon los ordenadores en la �poca de la Segunda Guerra Mundial, los humanos, de modo natural, se conmunicaron con ellos injert�ndolos en tecnolog�as ya existentes para traducir letras a bits y viceversa: teletipos y m�quinas de tarjetas perforadas.
�stas encarnaban dos enfoques fundamentalmente diferentes de la computaci�n. Cuando se usaban tarjetas, se perforaba todo un taco y se pasaban por el lector a la vez, lo cual se llamaba procesamiento por hornadas. Tambi�n se pod�a hacer procesamiento por hornadas con un teletipo, como ya he descrito, usando el lector de cinta de papel, y ciertamente se nos animaba a adoptar este enfoque cuando yo estaba en el instituto. Pero - aunque se hac�an esfuerzos por mantenernos ignorantes de esto - el teletipo pod�a hacer algo que el lector de tarjetas no pod�a. En el teletipo, una vez se establec�a el v�nculo con el m�dem, se pod�a introducir s�lo una l�nea y pulsar la tecla de retorno. El teletipo enviar�a entonces esa l�nea al ordenador, que pod�a responder o no con l�neas propias, que el teletipo martillear�a - produciendo, con el tiempo, una transcripci�n del intercambio mantenido con la m�quina. Este modo de hacerlo ni siquiera ten�a nombre entonces, pero cuando, mucho m�s tarde, apareci� una alternativa, se denomin� retroactivamente la Interfaz de L�nea de comandos.
Cuando fui a la universidad, usaba los ordenadores en grandes salas abarrotadas donde manadas de estudiantes se sentaban frente a versiones ligeramente actualizadas de las mismas m�quinas y escrib�an programas inform�ticos; �stas usaban mecanismos de impresi�n por matrices de puntos, pero eran (desde el punto de vista de la m�quina) id�nticas a los antiguos teletipos. En aquel momento, los ordenadores compart�an mejor el tiempo - es decir, los mainframes segu�an siendo los mainframes, pero se comunicaban mejor con un gran n�mero de terminales a la vez. En consecuencia, ya no era necesaria usar procesamiento por hornadas. Los lectores de tarjetas fueron desterrados a pasillos y s�tanos, y el procesamiento por hornadas se convirti� en una cosa exclusiva de empollones, y en consecuencia adquiri� un cierto tinte arcano incluso entre aquellos de nosotros que sab�amos siquiera que exist�a. Todos evit�bamos ya la interfaz de Hornada, habi�ndonos pasado a la L�nea de comandos - mi primer cambio de paradigma operativo, y yo sin enterarme.
Hab�a una enorme pila de papel plegado en el suelo bajo cada uno de estos teletipos glorificados, y millas de papel se estremec�an mientras pasaban por sus rodillos. Casi todo este papel se tiraba o se reciclaba sin haber sido tocado jam�s por la tinta - una atrocidad ecol�gica tan flagrante que aquellas m�quinas pronto fueron reemplazadas por terminales de v�deo - los llamados teletipos de vidrio -, que eran m�s slenciosos y no desperdiciaban papel. Sin embargo, desde el punto de vista del ordenador, �stos tambi�n eran indistinguibles de las m�quinas de teletipo de la Segunda Guerra Mundial. A todos los efectos, seguimos usando tecnolog�a victoriana para comunicarnos con los ordenadores haste cerca de 1984, cuando se introdujo el Macintosh con su Interfaz Gr�fica de Usuario (GUI). Incluso despu�s de eso, la L�nea de comandos sigui� existiendo como estrato subyacente - una especie de reflejo medular - a muchos sistemas inform�ticos modernos durante la edad de oro de los GUIs.
Lo primero que tiene que hacer cualquier progamador al escribir un nuevo fragmento de software es decidir c�mo tomar la informaci�n con que est� trabajando (en un programa gr�fico, una imagen; en una hoja de c�lculo, una tabla de n�meros) y convertirla en una serie lineal de bytes. Estas sartas de bytes se denominan habitualmente archivos o (de modo algo m�s a la �ltima) flujos. Son a los telegramas lo que los humanos actuales son al hombre de Cromagnon, lo que quiere decir la misma cosa con distinto nombre. Todo lo que se ve en la pantalla del ordenador - TOMB RAIDER, los correos electr�nicos de voz digitalizada, los faxes, y los documentos de procesador de textos escritos en treinta siete tipos diferentes - sigue siendo, desde el punto de vista del ordenador, igual que telegramas, s�lo que son mucho m�s largos, y requieren m�s aritm�tica.
El modo m�s r�pido de apreciarlo es encendiendo el navegador, visitando un sitio web, y seleccionando el �tem Ver C�digo Fuente en el men�s. Saldr� c�digo inform�tico parecido a �ste:


Esto se llama HTML, Lenguaje de Marcado de HiperTexto, y b�sicamente es un lenguaje de programaci�n muy sencillo que le dice al navegador c�mo dibujar una p�gina en la pantalla. Cualquiera puede aprender HTML y mucha gente lo hacer. Lo importante es que, por muchas espl�ndidas p�ginas multimedia que representen, los archivos de HTML son s�lo telegramas.
Cuando Ronald Reagan era locutor de radio, sol�a informar de los partidos de b�isbol leyendo las concisas descripciones que llegaban por el tel�grafo y se imprim�an en cinta de papel. Se sentaba solo en una habitaci�n insonorizada con un micr�fono, y la cinta de papel sal�a de la m�quina y le ca�a en la palma de la mano, cubierta de cr�pticas abeviaturas. Si el tanteo pasaba de tres a dos, Reagan describ�a la escena como se la imaginaba: El fornido zurdo sale del puesto de bateo para secarse el sudor. El �rbitro se adelanta para limpiar el polvo de la base etc. Cuando el criptograma en la cinta de papel anunciaba un golpe en una base, Reagan golpeaba el borde de la mesa con un l�piz, creando un peque�o efecto sonoro, y describ�a el arco de la pelota como si pudiera verlo de verdad. Sus oyentes, muchos de los cuales presumiblemente cre�an que Reagan estaba de hecho en el campo de juego viendo el partido, reconstru�an la escena en su mente seg�n sus descripciones.
As� es exactamente como funciona la WWW: los archivos HTML son la concisa descripci�n en la cinta de papel, y el navegador es Ronald Reagan. Lo mismo vale para los GUIs en general.
As� que un sistema operativo es un mont�n de met�foras y abstracciones que media entre los telegramas y t�, encarnando diversos trucos que el programadosr us� para convertir la informaci�n con la que est�s trabajando - ya sean im�genes, mensajes de correo electr�nico, pel�culas, o documentos de procesador de textos - en las sartas de bytes que son lo �nico con lo que funcionan los ordenadores. Cuando usamos equipo telegr�fico genuino (teletipos) o sus sustitutos de alta tecnolog�a (teletipos de vidrio, o la l�nea de comandos de MS-DOS) para trabajar con nuestros ordenadores, estamos muy cerca de la base de este mont�n. Cuando usamos la mayor parte de sistemas operativos modernos, sin embargo, nuestra interacci�n con la m�quina se ve fuertemente mediada. Todo lo que hacemos es interpretados oy traducido una y otra vez mientras se abre camino a trav�s de todas las met�fora y abstracciones.
El sistema operativo de Macintosh fue una revoluci�n en el buen y en el mal sentido. Obviamente era cierto que las interfaces de l�nea de comandos no eran para todo el mundo, y que estar�a bien hacer los ordenadores accesibles a un p�blico menos t�cnico - si no porrazones altruistas, entonces porque este tipo de persona constitu�a un mercado incomparablemente mayor. Est� claro que los ingenieros del Mac vieron todo un pa�s nuevo que se les abr�a; casi pod�as o�rles mascullas, �Caray! �Ya no tenemos que limitarnos a los archivos como flujos lineales de bytes, vive la revolution, veamos lo lejos que llegamos con esto!. No hab�a ninguna interfaz de l�nea de comandos disponible en el Macintosh; hablabas con la m�quina a trav�s del rat�n, o no hablabas. �sta era una especie de declaraci�n de principios, una credencial de pureza revolucionaria. Parec�a que los dise�adores del Mac pretend�an barrer las Interfaces de L�nea de comandos a la papelera de la historia.
Mi propia historia de amor con el Macintosh comenz� en la primavera de 1984 en una tienda de ordenadores en Cedar Rapids, Iowa, cuando un amigo m�o - por coincidencia, el hijo del due�o del descapotable - me mostr� un Macintosh ejecutando MacPaint, el revolucionario programa de dise�o. Termin� en julio de 1995 cuando trat� de guardar un archivo grande e importante en mi Macintosh Powerbook y en vez de eso destruy� los datos de modo tan concienzudo que dos programas distintos de recuperaci�n de datos fueron incapaces de hallar rastro alguno de que hubiera existido jam�s. En aquellos diez a�os, sent�a una pasi�n por el MacOS que en aquel momento parec�a virtuosa y razonable, pero que mirando atr�s me parece el mismo tipo de enamoramiento enga�oso que el padre de mi amigo ten�a con su coche.
La introducci�n del Mac inici� una especie de guerra santa en el mundo de la inform�tica. �Eran los GUIs una brillante innovaci�n tecnol�gica que convert�a a los ordenadores en m�s accesibles para los humanos y por tanto para las masas, llev�ndonos a una revoluci�n sin precedentes en la sociedad humana, o una insultante chorrada audiovisual dise�ada por hackers zumbados de San Francisco, que despojaba a los ordenadores de su potencia y flexibilidad y convert�a el serio y noble arte de la computaci�n en un pueril videojuego?
Este debate, de hecho, me parece m�s interesante hoy en d�a que a mediados de los 80. Pero la gente m�s o menos dej� de debatir cuando Microsoft respald� la idea de los GUIs al sacar el primer Windows. En aquel momento, los partidarios de la l�nea de comandos se vieron relegados al status de viejos carcamales, mientras se disparaba un nuevo conflicto entre usuarios de MacOS y usuarios de Windows.
Hab�a mucho sobre lo que discutir. Los primeros Macintosh parec�an distintos de otros PCs incluso estando apagados: consist�an en una caja que conten�a tanto la CPU (la parte del ordenador que hace aritm�tica con los bits) como la pantalla del monitor. Esto supon�a, en aquel momento, una especie de afirmaci�n filos�fica: Apple quer�a convertir el ordenador personal en un electrodom�stico, como la tostadora. Pero tambi�n reflejaba las exigencias puramente t�cnicas de ejecutar una inferfaz gr�fica de usuario. En una m�quina de GUI, los chips que dibujan las cosas en la pantalla tienen que ir integrados con la unidad de procesamiento central, o CPU, del ordenador, en un grado mucho mayor que en las interfaces de l�nea de comandos, que hasta hace poco ni siquiera sab�an que no estaban hablando s�lo con teletipos.
Esta distinci�n era de naturaleza t�cnica y abstracta, pero se hac�a m�s clara cuando la m�quina fallaba (como sucede frecuentemente con tecnolog�as cuyo funcionamiento se comprende mejor vi�ndolas fallar). Cuando todo se iba a la porra y la CPU empezaba a escupir bits aleatoriamente, el resultado, en una m�quina de interfaz de l�nea de comandos, era l�neas y l�neas de caracteres perfectamente formados pero aleatorios en la pantalla - lo que los conocedores conoc�an como ponerse cir�lico. Pero para el MacOS la pantalla no era teletipo sino un lugar en el que poner gr�ficos; la imagen en pantalla era un mapa de bits, una representaci�n literal de los contenidos de una parte dada de la memoria del ordenador. Cuando el ordenador fallaba y escrib�a tonter�as en el mapa de bits, el resultado era algo que recordaba vagamente a la nieve en una televisi�n estropeada - un snow crash.
E incluso tras la introducci�n de Windows, las diferencias subyacentes persistieron; cuando una m�quina Windows ten�a problemas, la vieja interfaz de l�nea de comandos ca�a sobre el GUI como un tel�n de amianto sellando el escenario de una �pera incendiada. Cuando un Macintosh ten�a problemas te presentaba el dibujito de una bomba, que resultaba gracioso la primera vez que los ve�as.
Y �stas no eran en absoluto diferencias superficiales. El retorno de Windows a una interfaz de l�nea de comandos cuando ten�a problemas les demostraba a los partidarios del Mac que Windows no era m�s que una fachada barata, como una chillona manta afgana tendida sobre un sofa putrefacto. Les perturbaba y molestaba la sensaci�n de que bajo la ostensiblemente amistosa interfaz de usuario de Windows hab�a - literalmente - un subtexto.
Por su parte, los fans de Windows podr�an haber observado agriamente que todos los ordenadores, incluso los Macintosh, estaban construidos sobre ese mismo subtexto, y que la negativa de los due�os de Macs a admitir ese hecho parec�a apuntar a una voluntad, incluso un deseo, de enga�arse.
En cualquier caso, un Macintosh ten�a que mover bits individuales en los chips de memoria en la tarjeta de v�deo, y ten�a que hacerlo muy r�pido, y en patrones arbitrariamente complicados. Hoy en d�a esto resulta barato y f�cil, pero en el r�gimen tecnol�gico vigente a principios de los 80, el �nico modo realista de hacerlo era integrar la placa base (que conten�a la CPU) y el sistema de v�deo (que conten�a la memoria proyectada sobre la pantalla) como un todo - de ah� el �nico contenedor, herm�ticamente sellado, que hac�a al Macintosh tan distintivo.
Cuando sali� Windows, llamaba la atenci�n por su fealdad, y sus actuales sucesores, Windows 95 y Windows NT, no son cosas que la gente pagar�a por ver. La absoluta falta de atenci�n de Microsoft por la est�tica nos daba a todos los amantes del Mac muchas oportunidades para mirarles por encima del hombro. El que Windos se pareciera un mont�n a un calco directo de MacOS nos daba adem�s una fuerte sensaci�n de ultraje moral. Entre las personas que realmente conoc�an y apreciaban los ordenadores (los hackers, en el sentido no peyorativo que Steven Levy le da a la palabra) y unos pocos otros �mbitos como los m�sicos profesionales, los artistas gr�ficos y los maestros, el Macintosh, durante un tiempo, era simplemente el ordenador. No s�lo se consideraba una obra soberbia de ingenier�a, sino la encarnaci�n de ciertos ideales acerca del uso de la tecnolog�a para beneficiar a la humanidad, mientras que Windows se consideraba una imitaci�n pat�ticamente torpe y una siniestra combinaci�n para dominar el mundo, todo en uno. Ya entonces se hab�a establecido un patr�n que persiste hasta nuestros d�as: a la gente no le gusta Microsoft, lo cual es aceptable; pero no les gusta por razones mal consideradas y en �ltimo t�rmino contradictorias.

Lucha de clases en el escritorio

Ahora que ya hemos dejado claro el trasfondo, merece la pena revisar algunos hechos b�sicos: como cualquier compa��a de accionariado p�blico y con fines de lucro, Microsoft ha tomado prestado un mont�n de dinero de algunas personas (sus accionistas) para estar en el negocio del bit. Como ejecutivo de esa compa��a, Bill Gates s�lo tiene una responsabilidad, que es maximizar el rendimiento de las inversiones. Lo ha hecho incre�blemente bien. Cualquier acci�n emprendida en el mundo por Microsoft - cualquier software que lancen, por ejemplo - es b�sicamente un epifen�meno que no puede comprenderse ni entederse salvo en la medida en que reflejan el desempe�o por Bill Gates de su �nica responsibilidad.
De ello se sigue que si Microsoft vende mercanc�as que son est�ticamente desagradables, o que no funcionan demasiado bien, no significa que sean (respectivamente) filisteos o medio tontos. Se debe a que la excelente direcci�n de Microsoft ha llegado a la conclusi�n de que pueden ganar m�s dinero para sus accionistas lanzando productos con imperfecciones obvias y conocidas del que ganar�an haci�ndolos hermosos o libres de errores. Esto es irritante, pero (al final) no tan irritante como contemplar c�mo Apple se autodestruye inexplicable e implacablemente.
No resulta dif�cil encontrar en la Red una hostilidad hacia Microsoft que mezcla dos elementos: resentidos que sienten que Microsoft es demasiado poderosa, y desde�osos que creen que es chapucera. Esto recuerda fuertemente al periodo �lgido del comunismo y el socialismo, cuando se odiaba a la burgues�a desde ambos lados: los proletarios, porque la burgues�a ten�a todo el dinero, y los intelectuales, por su tendencia a gast�rselo en enanitos de jard�n. Microsoft es la encarnaci�n misma de la moderna prosperidad de alta tecnolog�a - en una palabra, es burguesa - y atrae todos los mismos odios.
La pantalla inicial de Microsoft Word 6.0 lo resum�a todo bastante bien: cuando iniciabas el programa te soltaba la imagen de un bol�grafo caro encima de un par de folios de papel de escritura hecho a mano. Obviamente, era un intento por hacer que el software pareciera pijo, y puede que valiera para algunos, pero no para m�, porque era un bol�grafo, y yo soy hombre de pluma estilogr�fica. Si lo hubiera hecho Apple, habr�an usado una pluma Mont Blanc, o quiz�s un pincel caligr�fico chino. Dudo que esto fuera accidental. Hace poco estuve reinstalando Windows NT en uno de los ordenadores de mi casa, y tuve que hacer doble clic en el icono del Panel de Control muchas veces. Por razones que resulta dif�cil comprender, este icono consiste en el dibujito de un martillo y una broca o un destornillador encima de una carpeta de archivos.
Estas meteduras de pata est�ticas le dan a uno unas ganas casi incontrolables de re�rse de Microsoft, pero, de nuevo, �sa no es la cuesti�n - si Microsoft hubiese hecho pruebas con grupos diana sobe posibles gr�ficos alternativos, probablemente habr�an hallado que el oficinista medio asociaba las estilogr�ficas con los amanerados ejecutivos de rango m�s alto, y estaba m�s c�modo con los bol�grafos. De igual forma, los tipos normales, los pap�s con entradas del mundo que posiblemente cargan con la responsabilidad de montar y configurar el ordenador en casa, probablemente prefieren el dibujito de un martillo - quiz�s al tiempo que albergan fantas�as de usar un martillo de verdad con sus ordenadores.
Es el �nico modo en que consigo explicar cierto hechos curiosos acerca del actual mercado de sistemas operativos, tales como el que el noventa por ciento de todos los clientes sigan comprando monovol�menes de la tienda de Microsfot mientras que un se puede llevar los tanques gratuitos sin m�s, al otro lado de la calle.
A Bill Gates no le result� dif�cil distribuir una sarta de unos y ceros, una vez se le ocurri� la idea. Lo duro era venderla - asegurarles a los clientes que de hecho estaban obteniendo algo a cambio de su dinero.
Cualquier que haya comprado software en una tienda alguna vez habr� tenido la curiosamente desalentadora experiencia de llevarse la caja envuelta en pl�stico a casa, abrirla, encontrarse con el 95% es aire, tirar todas las tarjetitas, propaganda, y basura, y meter el disco en el ordenador. El resultado final (despu�s de haber perdido el disco) no es nada m�s que algunas im�genes en la pantalla del ordenador, y algunas posibilidades de que antes se carec�a. A veces, ni siquiera eso - en vez de ello, uno se encuentra con una serie de mensajes de error. Pero el dinero se ha ido definitivamente. Ahora casi estamos acostumbrados e esto pero hace veinte a�os era una proposici�n muy sospechosa. De todas formas, Bill Gates consigui� que funcionara. No hizo que funcionara vendiendo el mejor software ni ofreciendo el precio m�s barato. Pero de alg�n modo consigui� que la gente creyera que estaban recibiendo algo a cambio de su dinero.
Las calles de todas las ciudades del mundo est�n llenas de esos pesados, ruidosos monovol�menes. Cualquiera que no tenga uno se siente un poco raro, y se pregunta, pese a s� mismo, si no ser� hora de dejar de resistirse y comprar uno; cualquiera que tenga uno, se siente seguro que ha adquirido una posesi�n significativa, incluso los d�as en que el veh�culo est� en el taller de reparaci�n.
Todo esto es perfectamente congruente con la pertenencia a la burgues�a, que es un estado tanto mental como material. Y explica por qu� Microsoft se ve constantemente atacado en la Red desde ambos lados. Los que se siente pobres y oprimidos interpretan todo lo que hace Microsoft como parte de alg�n siniestro complot orwelliano. A los que les gusta considerarse usuarios inteligentes e informados les desquicia lo chapucero de Windows.
No hay nada que moleste m�s a las personas sofisticadas que ver c�mo alguien que es lo bastante rico como para evitarlo es hortera - a menos que se den cuenta, un momento despu�s, de que probablemente sabe que es hortera y sencillamente no le importa y va a seguir siendo hortera, y rico, y feliz, para siempre. Microsoft tiene la misma relaci�n con la �lite de Silicon Valley que la que manten�an los Beverly Hillbillies con su banquero, el Sr. Drysdale-- a quien no le irrita tanto el hecho de que los Clampetts se mudaran a su barrio como el saber que, cuando Jethro tenga setenta a�os, seguir� hablando como un paleto y llevando petos, y seguir� siendo mucho m�s rico que el Sr. Drysdale.
Incluso el hardware que empleaba Windows, comparado con las m�quinas que sacaba Apple, parec�a cosa de palurdos, y en su mayor parte sigue pareci�ndolo. La raz�n es que Apple era y es una compa��a de hardware, mientras que Microsoft era y es una compa��a de software. Apple ten�a as� el monopolio del hardware que ejecutaba MacOS, mientras que el hardware compatible con Windows ven�a del mercado libre. El mercado libre parece haber decidido que la gente no va a pagar por ordenadores elegantes; los fabricantes de hardware para PC que contratan a dise�adores para hacer que sus productos tengan un aire distintivo acaban vapuleados por fabricantes taiwaneses de clones metidos en cajas que parecen ladrillos que uno se encontrar�a delante de una caravana. Pero Apple pod�a hacer su software todo lo bonito que quisiera y simplemente pasarle la factura a sus encantados consumidores, como yo. La semana pasada (escribo esta frase a principios de enero de 1999), las secciones de tecnolog�a de todos los peri�dicos estaban llenas de reportajes aduladores sobre el lanzamiento por Apple del iMac en varios colores nuevos, como Ar�ndano y Mandarina.
Apple siempre ha insistido en tener el monopolio de su hardware, salvo durante un breve periodo a mediados de los 90, cuando permitieron que los fabricantes de clones compitieran con ellas, antes de acabar con su negocio. El hardware de Macintosh, en consecuencia, era caro. No lo abr�as y enredabas con �l porque hacerlo anulaba la garant�a. De hecho, el primer Mac estaba espec�ficamente dise�ado para resultar dif�cil de abrir - necesitabas un juego de herramientas ex�ticas, que pod�as comprar mediante peque�os anuncios que empezaron a aparecer en las p�ginas finales de las revistas unos pocos meses despu�s de que saliera al mercado el Mac. Estos anuncios siempre ten�an un cierto aire s�rdido, como si anunciaran ganz�as en la contraportada de sensacionalistas revistas de detectives.
Esta pol�tica de monopolio puede explicarse al menos de tres maneras distintas.
LA EXPLICACI�N CARITATIVA es que la pol�tica de monopolio sobre el hardware reflejaba el deseo por parte de Apple de proporcionar una uni�n sin fallas de hardware, sistema operativo, y software. Algo hay de esto. Ya resulta bastante dif�cl dise�ar un sistema operativo que funcione bien en un hardware espec�fico, dise�ado y probado por ingenieros que trabajan al lado, en la misma compa��a. Dise�ar un sistema operativo que funcione en un hardware cualquiera, fabricado por hacedores de clones rabiosamente competitivos al otro lado de la L�nea de Fecha Internacional, es muy dif�cil, y explica gran parte de los problemas que tiene la gente cuando usa Windows.
LA EXPLICACI�N FINANCIERA es que Apple, a diferencia de Microsoft, es y siempre ha sido una compa��a de hardware. Sencillamente depende de los ingresos de la venta de hardware, y no puede subsistir sin ellos.
LA EXPLICACI�N NO TAN CARITATIVA tiene que ver con la cultura corporativa de Apple, que tiene sus ra�ces en el Baby Boom del �rea de la Bah�a de San Francisco.
Dado que voy a hablar sobre cultura durante un rato, probablemente est� bien que ponga las cartas sobre la mesa, para protegerme de las acusaciones de conflicto de intereses y falta de �tica:
1. Geogr�ficamente, soy de Seattle, de temperamento saturnino, e inclinado a mirar con malos ojos la dionis�aca �rea de la Bah�a de San Francisco, igual que a ellos nosotros les molestamos y escandalizamos.
2. Cronol�gicamente pertenezco a una generaci�n posterior al Baby Boom. Al menos, as� me siento, ya que nunca experiment� las partes divertidas y emocionantes del Baby Boom - s�lo me pas� un mont�n de tiempo riendo apropiadamente ante las irritantemente vacuas an�cdotas de los pertenecientes al Baby Boom sobre lo puestos que iban en diversas ocasiones, y escuchando cort�s sus aseveraciones de lo estupenda que era su m�sica. Pero incluso desde aquella distancia resultaba posible extraer ciertos patrones, y uno que reaparec�a tan regularmente como una leyenda urbana era el de alguien que hab�a mudado a una comuna de hippies con sandalias y signos de la paz para acabar descubriendo que, bajo aquella fachada, los tipos al mando eran de hecho obsesos del control; y que, dado que vivir en una comuna, donde los ideales de la paz, el amor y la armon�a se manten�an de boquilla, les hab�a privado de v�lvulas de escape normales y socialmente admitidas para su obsesi�n, tend�a a salir de de otros modos, invariablemente m�s siniestros
Dejar� el aplicar esto al caso de Apple como ejercicio para el lector - un ejercicio no demasiado dif�cil.
Resulta un poco desconcertante, al principio, pensar en Apple como un obseso del control, porque contradice completamente su imagen corporativa. �No fueron estos los tipos que lanzaron los famosos anuncios durante la Super Bowl en los que ejecutivos trajeados, con los ojos vendados, saltaban como lemmings de un acantilado? �No es �sta la compa��a que ahora mismo saca anuncios con el Dalai Lama (salvo en Hong Kong) y Einstein y otros rebeldes alternativos?
Ciertamente es la misma compa��a, y el hecho de que hayan implantado esta imagen de s� mismos como librepensadores creativos y rebeldes en la mente de tantos esc�pticos inteligentes y encallecidos por los medios realmente hace que uno se pare a pensar. Da fe del insidioso poder de las campa�as publicitarias costosas y tal vez, en cierta medida, de la facilidad de la gente para creer lo que quiere creer. Tambi�n suscita la pregunta de por qu� a Microsoft se le da tan mal las relaciones p�blicas, cuando la historia de Apple demuestra que, pas�ndoles gordos cheques a buenas agencias publicitarias, se puede implantar una imagen corporativa en la mente de personas inteligentes que difiere completamente de la realidad. (La respuesta, para aqu�llos a los que no les gustan las espadas de Damocles, es que, ya que Microsoft se ha hecho con las mentes y los corazones de la silenciosa mayor�a - la burgues�a -, les importa un pito tener una imagen elegante, igual que Richard Nixon. Quiero creer,- el mantra que Fox Mulder tiene puesto en la pared de su despacho en los Expedientes X - resulta aplicable de diferentes modos a estas dos compa��as; los partidarios del Mac quieren creen en la imagen de Apple que transmiten estos anuncios, y en la noci�n de que los Macs son de alg�n modo fundamentalmente diferentes de otros ordenadores, mientras que los seguidores de Windows quieren creer que obtienen algo a cambio de su dinero, mediante una respetable transacci�n comercial).
En cualquier caso, en 1987 tanto MacOs como Windows ya estaban en el mercado, ejecut�ndose en plataformas de hardware que eran radicalmente diferentes entre s� - no s�lo en el sentido de que MacOS usaba chips de CPU de Motorola, mientras que WIndows usaba Intel, sino tambi�n en el sentido - entonces pasado por alto, pero a largo plazo mucho m�s significativo - de que el negocio de hardware de Apple era un monopolio r�gido y Windows era un abierto-a-todos.
Pero todas las ramificaciones de esto no estuvieron claras hasta muy recientemente - de hecho, a�n est�n despleg�ndose, de modos notablemente extra�os, como explicar� cuando lleguemos a Linux. El resultado es que millones de personas se acostumbraron a usar GUIs de una forma u otra. Con ello, hicieron que Apple/Microsoft ganaran un mont�n de dinero. La fortuna de muchas personas ha acabado por ir ligada a la capacidad de estas compa��as de seguir vendiendo productos cuya vendibilidad resulta muy cuestionable.
Cuando Gates y Allen inventaron la idea de vender software, se encontraron con la cr�tica tanto de los hackers como de los sobrios hombres de negocios. Los hackers entend�an que el software s�lo era informaci�n, y le pon�an objeciones a la idea de venderla. Estas objeciones eran en parte morales. Los hackers sal�an del mundo cient�fico y acad�mico, donde resulta imperativo hacer los resultados del propio trabajo disponibles para el p�blico. Tambi�n eran en parte pr�cticas: �c�mo puedes vender algo que puede copiarse f�cilmente? Los hombres de negocioes, que son el polo opuesto de los hackers en tantos aspectos, ten�an sus propias objeciones. Acostumbrados a vender tostadoras y seguros, era natural que les resultara dif�cil comprender c�mo una larga sarta de unos y ceros pod�a constituir un producto vendible.
Obviamente, Microsoft remont� estas objeciones, as� como Apple. Pero las objeciones siguen ah�. El hacker m�s hacker de todos, el Ur-hacker por as� decirlo, era y es Richard Stallman, que se irrit� tanto con la malvada pr�ctica de vender software que, en 1984 (el mismo a�o en que sali� a la venta el Macintosh) fue y fund� algo llamado la FUNDACI�N DEL SOFTWARE LIBRE (Free Software Foundation), que comenz� a trabajar en algo llamando GNU. GNU son las siglas de Gnu's Not Unix, Gnu No es Unix, pero se trata de una broma en m�s de un sentido, porque GNU ciertamente ES Unix. Debido a cuestiones de copyright (UNIX es una marca de AT&T), sencillamente no pod�an afirmar que fuera Unix, y as�, s�lo para asegurarse, afirmaban que no lo era. Pese al incomparable talento y empuje del Sr. Stallman y otros seguidores de GNU, su proyecto no pudo construir una Unix gratuita para competir contra los sistemas operativos de Windows y Apple era un poco como tratar de excavar un sistema de metro con una cucharilla. Esto es, hasta la llegada de Linux, de la que hablar� luego.
Pero la idea b�sica de recrear un sistema operativo a partir de la nada era perfectamente consistente y completamente factible. Se ha hecho muchas veces. Es inherente a la naturaleza misma de los sistemas operativos.
Los sistemas operativos no son estrictamente necesarios. No hay raz�n por la que un escritor de c�digo lo bastante dedicado no pueda partir de la nada en cada proyecto y escribir nuevo c�digo para manejar operaciones tan b�sicas y de bajo nivel como controlar las cabezas lectoras/escritoras en los controladores de disco y activar p�xeles en pantalla. Los primeros ordenadores ten�an que programarse de est modo. Pero dado que casi todos los programas tienen que desempe�ar las mismas operaciones b�sicas, este enfoque llevar�a a una tremenda duplicaci�n del esfuerzo
No hay nada m�s desagradable para el hacker que la duplicaci�n del esfuerzo. El primer y m�s importante h�bito mental que desarrolla la gente cuando aprende a escribir programas de ordenador es generalizar, generalizar, generalizar. Hacer su c�digo lo m�s modular y flexible posible, descomponer los problemas grandes en peque�as subrutinas que puedan usarse una y otra vez en diferentes contextos. En consecuencia, el desarrollo de los sistemas operativos, pese a ser t�cnicamente innecesario, era inevitable. Porque en el fondo un sistema operativo no es m�s que una biblioteca que contiene el c�digo m�s usado, escrito una vez (y con suerte, bien escrito), y puesto a disposici�n de cualquier escritor de c�digo que lo necesite.
As� que un sistema operativo privado y secreto es una contradicci�n en t�rminos. Va contra la raz�n de ser de los sistemas operativos. Y de cualquier modo es imposible mantenerlos en secreto. El c�digo fuente - las l�neas originales de texto escritas por los programadores - pueden mantenerse en secreto. Pero el conjunto de un sistema operativo es una colecci�n de peque�as subrutinas que realizan tareas muy espec�ficas y mur claramente definidas. Qu� hacen exactamente esas subrutinas ha de ser p�blico, de forma muy expl�cita y exacta, o de lo contrario el sistema operativo es completamente inservible para los programadores; no pueden usar esas subrutinas si no tienen perfecta y total comprensi�n de lo que hacen las subrutinas.
Lo �nico que no se hace p�blico es ex�ctamente c�mo hacen las subrutinas lo que hacen. Pero una vez sabes lo que hace una subrutina, generalmente resulta bastante f�cil (si eres un hacker) escribir tu propia rutina que haga exactamente lo mismo. Puedes tardar algo, y resulta tedioso y poco gratificante, pero en la mayor�a de los casos no es demasiado dif�cil.
Lo que es dif�cil, para un hacker como para un escritor de ficci�n, no es escribir; es decidir qu� escribir. Y los vendedores de sistemas operativos comerciales ya han decidido, y han hecho p�blicas sus decisiones.
Esto se sabe desde hace mucho. MS-DOS fue duplicado funcionalmente por un producto rival, escrito a partir de la nada, llamado PRODOS; que hac�a las mismas cosas de modo muy parecido. En otras palabras, otra compa��a pudo escribir c�digo que hac�a las mismas cosas que MS-DOS y lo vendi� para obtener beneficios. Si usas el sistema operativo de Linux, puedes obtener un programa gratuiro llamando WINE que es un emulador de Windows; esto es, puedes abrir una ventan en tu escritorio que ejecuta programas de Windows. Quiere decir que se ha recreado un sistema operativo de Windows completamente funcional dentro de Unix, como un barquito en una botella. Y el propio Unix, que es un sistema operativo mucho m�s sofisticado que MS-DOS, ha sido reconstruido a partir de la nada una y otra vez. Sun, Hewlett-Packard, AT&T, Silicon Graphics, IBM, y otros vendieron versiones de �l.
En otras palabras, la gente lleva reescribiendo c�digo b�sico de sistemas operativos tanto tiemo que toda la tecnolog�a que consitut�a un SISTEMA OPERATIVO en el sentido tradicional (pre-GUI) de esa expresi�n es ahora tan barata y com�n que es literalmente gratuita. No s�lo no podr�an Gates y Allen vender MS-DOS hoy, ni siquiera podr�an regalarlo, por ya se regalan sistemas operativos mucho m�s potentes. Incluso el Windows original (que era el �nico sistema de ventanas hasta 1995) ya no vale nada, dado que no tiene sentido poseer algo que puede emularse dentro de Linux - que es gratuito.
De este modo, el negocio de los sistemas operativos es muy diferente de, pongamos, el negocio de la venta de coches. Incluso un viejo coche de segunda mano tiene alg�n valor. Puedes usarlo para ir al basurero, o vender sus partes. El destino de los bienes manufacturados es depreciarse lentamente a medida que envejecen y tienen que competir contra productos m�s modernos.
Pero el destino de los sistemas operativos es volverse gratuitos.
Microsoft es una gran compa��a de aplicaciones de software. El de las aplicaciones - tales como Microsoft Word - es un �rea en el que la innovaci�n lleva beneficios reales, directos y tangibles a los usuarios. Las innovaciones pueden consistir en nueva tecnolog�a reci�n salida del departamento de investigaci�n, o pueden est�r en la categor�a de los lacitos decorativos, pero en cualquier caso a menudo resultan �tiles y parecen contentar a los usuarios. Y Microsoft est� convirti�ndose en una gran compa��a de investigaci�n. Esto no se debe necesariamente a que sus sistemas operativos sean todos tan maloes desde el punto de vista puramente tecnol�gico. Los sistemas operativos de Microsoft tienen sus problemas, claro, pero son mucho mejores de lo que sol�an ser, y son adecuados para la mayor parte de la gente.
�Por qu� digo entonces que Microsoft no es es una compa��a de sistemas operativos tan grandes? Por la naturaleza misma de los sistemas operativos es tal que no tiene sentido que una compa��a espec�fica los desarrolle y posea. Para empezar, es un trabajo muy desagradecido. Las aplicaciones crean posibilidades para millones de usuarios cr�dulos, mientras que los sistemas operativos imponen limitaciones a millones de cascarrabias escritores de c�digo, y as� los hacedores de sistemas operativos siempre estar�n en la lista negra de cualquiera que cuente en el mundo de la alta tecnolog�a. Las aplicaciones las usan personas cuyo gran problema es comprender todas sus caracter�sticas, mientras que los sistemas operativos se ven hackeados por escritores de c�digo irritados con sus limitaciones. El negocio de los sistemas operativos ha sido bueno para Microsoft s�lo en la medida en que les ha proporcionado el dinero necesario para lanzar un negocio de software de aplicaciones realmente bueno y contratar a un mont�n de investigadores inteligentes. Ahora debiera estar en posici�n de desembarazarse de su sistema operativo, como los cohetes se libran en alg�n momento de los tanques vac�os de combustible. La gran pregunta es si Microsoft es capaz de hacerlo. �O es adicta a la venta de sistemas operativos del mismo modo que Apple lo es de la venta de hardware?
Hay que tener en cuenta que los observadores expertos citaban en un tiempo la capacidad de Apple de monopolizar su propia provisi�n de hardware como su gran ventaja frente a Microsoft. En aquella �poca, parec�a situarles en una posici�n mucho m�s fuerte. Al final, casi les mat�, y todav�a puede matarlos. El problema para Apple era que la mayor parte de los usuarios de ordenador del mundo acaba comprando hardware m�s barato. Pero un hardware barato no pod�a ejecutar MacOS, y esa gente se pas� a Windows.
Sustituyan hardware por sistemas operativos, y Apple por Microsoft y ver�n c�mo lo mismo est� a punto de suceder de nuevo. Microsoft domina el mercado de sistemas operativos, lo cual les reporta ingresos y parece una gran idea de momento. Pero hay sistemas operativos mejores y m�s baratos, y est�n haci�ndose cada vez m�s populares en partes del mundo que no est�n tan saturadas de ordenadores como los EEUU. Dentro de diez a�os, puede que la mayor�a de los usuarios de ordenador del mundo acabe por tener estos sistemas operativos m�s baratos. Pero estos sistemas operativos, de momento, no ejecutan ninguna aplicaci�n de Windows, y as� esta gente acabar� usando otra cosa.
Por expresarlo de forma m�s directa: cada vez que alguien decide usar un sistema operativo que no es de Microsoft, la divisi�n de sistemas operativos de Microsfot obviamente pierde un cliente. Pero, tal como est�n las cosas, la divisi�n de aplicaciones de Microsoft tambi�n pierde un cliente. No es para tanto, dado que casi todo el mundo usa sistemas operativos de Microsoft. Pero en cuanto la cuota de mercado de Windows empiece a disminuir, las matem�ticas van a ponerse bastante torvas para los de Redmond.
Podr�a replicarse a este argumento diciendo que Microsoft sencillamente podr�a recompilar sus aplicaciones para que pudieran ejecutarse en otros sistemas operativos. Pero esta estrategia va contra los instintos corporativos normales. El caso de Apple resulta de nuevo instructivo. Cuando las cosas empezaron a ponerse feas para Apple, debieron haber llevado su sistema operativo a un hardware barato. Pero no lo hicieron. Por el contrario, trataron de hacer que su brillante hardware diera lo m�s posible de s�, a�adiendo nuevas posibilidades y expandiendo la l�nea de productos. Pero esto s�lo tuvo el efecto de hacer su sistema operativo m�s dependiente de esas caracter�sticas especiales del hardware, lo cual al final resulta peor para ellos.
Igualmente, cuando la posici�n de Microsoft en el mundo de los sistemas operativos se vea amenazada, sus instintos corporativos les dir�n que apilen m�s posibilidades en sus sistemas operativos, y luego reconfiguren sus aplicaciones de software para explotar esas posibilidades especiales. Pero esto s�lo tendr� el efecto de hacer que sus aplicaciones dependan de un sistema oeprativo con una cuota de mercado decreciente, y al final ser� peor para ellos.
El mercado de los sistemas operativos es una trampa letal, un pozo de brea, una ci�naga. S�lo hay dos motivos para invertir en Apple y en Microsoft.
1. Cada una de estas compa��as est� en lo que llamar�amos una relaci�n de codependencia con sus clientes. Los clientes Quieren Creer, y Apple y Microsoft saben c�mo darles lo que quieren.
2. Cada ompa��a trabaja muy duro para a�adir nuevas posibilidades a sus sistemas operativos, lo cual tiene el efecto de asegurar la lealtad de sus clientes, al menos durante un tiempo.
En consecuencia, la mayor parte del resto de este ensayo tratar� sobre estos dos temas.

La Tecnosfera

Unix es el �nico sistema operativo que queda cuyo GUI (un mont�n de c�digo llamado el X Windows System) est� separado del sistema operativo en el antiguo sentido del t�rmino. Es decir, que puedes ejecutar Unix en puro modo de l�nea de comandos si quieres, sin ventanas, iconos, ratones, etc., y seguir� siendo Unix y capaz de hacer todo lo que se supone que hace Unix. Pero los dem�s sistemas operativos: MacOS, la familia Windows y BeOS, tienen sus GUIs enmara�ados con las anticuadas funciones del sistema operativo en tal grado que tienen que ejecutarse en modo GUI o no se ejecutan verdaderamente. As� que ya no es posible pensar en los GUIs como en algo distinto del sistema operativo; ahora forman una parte inalienable de los sistemas operativos a los que pertenecen - y son, con mucho, la parte mayor mayor, m�s cara y dif�cil de crear.
S�lo hay dos modos de vender un producto: precio y propiedades. Cuando los sistemas operativos son gratuitos, las compa��as de sistemas operativos no pueden competir mediante el precio, as� que compiten mediante las propiedades. Esto significa que siempre tratan de superarse unos a otros escribiendo c�digo que, hasta hace poco, no se consideraba parte de un sistema operativo en absoluto: cosas como los GUIs. Esto explica en gran medida el comportamiento de estas compa��as.
Explica por qu� Microsoft a�adi� un explorador a su sistema operativo, por ejemplo. Resulta f�cil obtener navegadores gratuitos, igual que sistemas operativos gratuitos. Si los navegadores son gratuitos y los sistemas operativos son gratuitos, pareciera que no hay modo de hacer dinero con los navegadores ni con los sistemas operativos. Pero si puedes integrar un navegador en un sistema operativo y as� llenar ambos de nuevas propiedades, ya tienes un producto vendible.
Dejando a un lado, de momento, el hecho de que esto cabrea de verdad a los abogados anti-trust del gobierno, esta estrategia tiene sentido. Al menos, tiene sentido si se asume (como parece hacer la direcci�n de Microsoft) que el sistema operativo ha de ser protegido a cualquier precio. La verdadera cuesti�n es si cada moda tecnol�gica nueva que aparezca ha de usarse como muleta para sostener la posici�n dominante del sistema operativo. Al enfrentarse al fen�meno de la Red, Microsoft tuvo que desarrollar un navegador de red realmente bueno, y lo hicieron. Pero entonces tuvieron que elegir: pod�an hacer que ese navegador funcionara en m�ltiples sistemas operativos, lo cual dar�a a Microsoft una posici�n fuerte en el mundo de Internet con independencia de lo que le pasara a la cuota de mercado de su sistema operativo. O pod�an integrar el navegador con el sistema operativo, apostando a que esto har�a que su sistema operativo pareciera tan moderno y atractivo que ayudar�a a conservar su dominio en ese mercado. El problema es que cuando la posici�n del sistema operativo de Windows empiece a venirse abajo (y dado que actualmente es de cerca del noventa por ciento, no puede sino descender) arrastrar� todo tras de s�.
En la la clase de geolog�a del instituto probablemente les ense�aran que toda la vida sobre la tierra existe en una delgada capa llamada biosfera, que existe entre miles de kil�metros de roca muerta por debajo, y fr�o espacio vac�o, muerto y radiactivo, por encima. Las compa��as que venden sistemas operativos existen en una especie de tecnosfera. Por debajo est� la tecnolog�a que ya es gratuita. Por encima est� la tecnolog�a que todav�a ha de ser desarrollada, o que es demasiado desquiciada y especulativa para ser productizada de momento. Como la biosfera de la Tierra, la tecnosfera es muy fina comparada con lo que tiene por encima y por debajo.
Pero se mueve mucho m�s r�pido. En diversas partes del mundo, es posible visitar ricas capas f�siles en las que hay esqueletos apilados, los m�s recientes encima y los m�s antiguos debajo. En teor�a, todos se remontan a los primeros organismos monocelulares. Y si usan su imaginaci�n un poco, se dar�n cuenta de que, si se queda ah� el tiempo suficiente, tambi�n quedar� fosilizado, y con el tiempo alg�n organismo m�s avanzado quedar� fosilizado encima suyo.
El registro f�sil - el Pozo de La Brea - de la tecnolog�a software es Internet. Cualquier cosa que aparezca all� se puede tomar de forma gratuita (posiblemente ilegal, pero gratuita). Los ejecutivos de compa��as como Microsoft tienen que acostumbrarse a la experiencia - impensable en otras industrias - de invertir millones de d�lares en el desarrollo de nuevas tecnolog�as, tales como navegadores de red, y luego ver c�mo aparece el mismo software, o un software equivalente, dos a�os, un a�o, o incluso unos pocos meses despu�s.
Al seguir desarrollando nuevas tecnolog�as y a�adiendo posibilidades a sus productos, pueden mantenerse un paso por delante del proceso de fosilizaci�n, pero algunos d�as deben de sentirse como mamuts atrapados en La Brea, usando todas sus energ�as para salir adelante, una y otra vez, escapando de la pegajosa brea caliente que quiere cubrirles y engullirles.
La supervivencia en esta biosfera requiere colmillos fuertes y pies que puedan pisotear en un extremo de la organizaci�n, y Microsoft es famosa por tenerlos. Pero pisotear a los otros mamuts en la brea s�lo puede mantenerte vivo cierto tiempo. El peligro es que, con su obsesi�n por mantenerse fuera de las capas f�siles, estas compa��as olviden lo que hay por encima de la biosfera: el �mbito de la nueva tecnolog�a. En otras palabras, deben seguir con sus armas primitivas y bastos instintos competitivos, pero tambi�n han de desarrollar cerebros potentes. Esto parece ser lo que est� haciendo Microsoft con su departamento de investigaci�n, que contrata a personas inteligentes por doquier. (Y aqu� debo mencionar que aunque conozco y me relaciono con varias personas del departamento de investigaci�n de esa compa��a, nunca hablamos de negocios, y no tengo ni idea de qu� demonios est�n haciendo. He aprendido mucho m�s sobre Microsoft usando el sistema operativo Linux de lo que habr�a aprendido usando Windows).
Da igual c�mo hiciera antes dinero Microsoft; hoy en d�a, hace dinero gracias a una especie de arbitraje temporal. Arbitraje en el sentido habitual, significa hacer dinero aprovech�ndose de las diferencias en los precios de algo en diferentes mercados. En otras palabras, es espacial y se basa sobre el hecho de que el �rbitro sabe por qu� tecnolog�as pagar� dinero la gente el a�o que viene, y cu�nto tardar�n esas tecnolog�as en volverse gratuitas. Lo que el arbitraje espacial y temporal tienen en com�n es que ambos pivotan sobre la informaci�n extremadamente bueno del �rbitro; informaci�n sobre las gradientes de precios en un momento dado en un caso, sobre las gradientes de precios a lo largo del tiempo en un lugar dado en el otro.
As� que Apple/Microsoft ofrecen nuevas posibilidades a sus usuarios casi a diario, con la esperanza de que un flujo constante de genuinas innovaciones t�cnicas, combinadas con el fen�meno del "quiero creer" impedir� que sus clientes miren al otro lado de la carretera, hacia los sistemas operativos, mejores y m�s baratos, que tienen disponibles. La cuesti�n es si esto tiene sentido a largo plazo. Si Microsoft es adicta a los sistemas operativos como Apple lo es al hardware, entonces se apostar�n la camisa por sus sistemas operativos, y vincular�n todas sus nuevas aplicaciones y sistemas operativos a ellos. Su supervivencia depender� entonces de estas dos cosas: a�adir m�s posibilidades a sus sistemas operativos de tal modo que sus clientes no se pasen a las alternativas m�s baratas, y mantener la imagen que, de alg�n modo misteriosos, les da a estos clientes la sensaci�n de que obtienen algo a cambio de su dinero.
�ste �ltimo es un fen�meno cultural verdaderamente extra�o e interesante.

La cultura del interfaz

Hace unos a�os entr� en una tienda en alg�n lugar y me encontr� con la siguiente escena: cerca de la entrada hab�a una pareja joven frente a un gran mostrador de cosm�ticos. El hombre sosten�a est�lidamente una cesta de la compra en las manos mientras su compa�era arramblaba con productos de maquillaje del mostrador y los apilaba en la cesta. Desde entonces siempre he pensado en ese hombre como la personificaci�n de una interesante tendencia humana: no s�lo no nos ofenden las im�genes manufacturadas sino que nos gustan. Pr�cticamente insistimos en ello. Estamos ansiosos por ser c�mplices de nuestro propio enga�o: por pagar dinero por el pase a un parque tem�tico, votar a un tipo que obviamente no est� mintiendo, o permanecer de pie sosteniendo la cesta que se llena de maquillaje.
Hace poco estuve en Disney World, espec�ficamente en la parte llamada el Reino M�gico, caminando por Main Street USA. �sta es la perfecta peque�a ciudad victoriana y cuca que lleva al castillo Disney. Hab�a mucha gente; nos abr�amos camino m�s que camin�bamos. Justo delante m�o hab�a un hombre con una videoc�mara. Era una de esas nuevas videoc�maras en las que en vez de mirar por un visor contemplar una pantalla plana en color del tama�o de un naipe, que televisa en directo loquequiera que la c�mara est� grabando. Sosten�a el aparato cerca de la cara, de tal modo que le tapaba la vista. En vez de ir a ver una peque�a ciudad de verdad gratis, hab�a pagado dinero por ver una falsa, y en vez de verla a simple vista estaba contempl�ndola por televisi�n.
Y en vez de quedarme en casa y leer un libro, yo le estaba mirando a �l.
La preferencia de los estadounidenses por las experiencias mediadas resulta bastante obvia, y no voy a dar la murga con ello. Ni siquiera voy a hacer comentarios desde�osos acerca de ello - despu�s de todo, yo estaba en Disney World como cliente de pago. Pero claramente est� relacionado con el colosal �xito de los GUIs, as� que tengo que hablar algo acerca de ello. A los de la Disney se le dan las experiencias mediadas mejor que a nadie. Si entendieran qu� son los sistemas operativos, y por qu� los usa la gente, aplastar�an a Microsoft en uno o dos a�os.
En la secci�n de Disney World llamada el Reino Animal hay una nueva atracci�n, que se supone abrir� en marzo de 1999, llamada el Viaje por la Jungla del Maharaj�. Lo hab�an abierto como anticipo cuando yo estuve all�. Es una reproducci�n completa, piedra por piedra, de una hipot�tica ruina en las junglas de la India. Seg�n dec�an, fue construida por un raj� local en el siglo XVI como reserva de caza. �l iba all� con sus principescos hu�spedes a cazar tigres de Bengala. Con el paso del tiempo, qued� abandonada y la ocuparon los tigres y los monos; finalmente, en torno a la �poca de la independencia de la India, se convirti� en una reserva natural del gobierno, ahora abierto a los visitantes.
El lugar se parece m�s a lo que he descrito que ning�n edificio real

Escrito por Parafrenia a las Diciembre 20, 2004 09:20 PM
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