Una incursión por el territorio de una arquitectura débil, por una ciudad incómoda consigo misma.
Imágenes de una masa informe, indiferenciada, sucia, gris. Un déja vu en cada esquina; "le limpio el vidrio, doña?".
Por: Federico Litvin + Diego Bari
El pibe de los astilleros nunca se rendía
Tuvo un palacete por un par de días
Rapiñaba montado a los containers
El maldito amor que tanto miedo da [1]
La imagen de ciudad ya no es más la gran manzana, ahora es "la gran limosna"; ya no es un sinnúmero de oportunidades: es una última chance. La ciudad contenedora que nace con el día se vacía de noche, dejando sólo su epidermis impermeabilizada como única opción de uso. La noche disfruta de un manto más homogéneo; la ciudad pierde altura y gana profundidad. La noche en la ciudad no transcurre sólo en polos comerciales concentradores de actividades compatibles. Hay "otra noche" y tiene infinitos matices, acontece en toda la ciudad. Sólo que esta noche no tiene respuesta arquitectónica o urbanística que le permita alcanzar el grado de lo políticamente correcto. Esta arquitectura de noche está obligada a ser nómada: lleva su subsistencia a cuestas y sólo toca a la ciudad en aquella piel, dejando apenas sólo rastros de su paso…
Arquitectura Nómada
Nómada es aquella arquitectura, y los fragmentos de ciudad en que se inscribe, que no acaba de cuajar en la estructura urbana, ya que posee un componente de movilidad y una capacidad de desplazamiento importantes, y que, por diversas causas, (re)presenta unas condiciones y rasgos al margen o directamente ajenos a la lógica imperante.
Estas causas serán inherentes al carácter o a la cultura nómada de sus habitantes-usuarios-constructores: gitanos en Europa del Este, tribus ganaderas africanas, etc., o tendrán sus orígenes en otro tipo de procesos, producto de economías y políticas harto conocidas. Así encontramos también nuestras propias tribus urbanas: noctámbulos, homeless, chicos de la calle…, junto con otros grupos de desplazamiento forzado: nuevos pobres, inmigrantes internos y/o externos, desocupados temporales o "temporales de desocupados", y un largo etcétera. Son estas tribus con itinerarios propios, lugares, tiempos: gente que aparece en la ciudad por la noche y construye un paisaje totalmente distinto al de día; con ritmos y ley propia -la ley de la calle-, códigos de lenguaje particulares, otras formas de hacer y, sobre todo, otro concepto de ciudad muy distinto al del "común de la gente", inclusive -y principalmente- al de los arquitectos…
No meros habitantes, usuarios o constructores, sino todo ello a un tiempo; esta arquitectura es definida a menudo sólo por la simple presencia de un grupo que hace un uso alternativo de espacios convencionales; que llevan su arquitectura a cuestas. Sin embargo, estos grupos son en sí mismos arquitectura nómada; la transportan en sí mismos, como los beduinos sus tiendas. Nómada sería entonces la necesidad antes que la condición de nuestras (no tan) nuevas tribus urbanas…
Esta no-arquitectura, y esta ciudad no ciudadana, es una contraciudad, sin la cual la ciudad no nos parece posible. Es tal vez la expresión colectiva de la apropiación de los no-lugares, de los "espacios basura" [2]. Existe (y consiste?) en los lugares de los no-lugares, aquellos que resultan residuales a las lógicas de desterritorialización.
Características
Arquitectura nómada son las tribus urbanas, los asentamientos irregulares, las villas, favelas, los squatters, okupas: son los "excluidos necesarios" o los excluidos de siempre…
Algunos rasgos de esta arquitectura más bien indefinible (por lo débil) son su provisionalidad -que no es su efimeralidad-; una aparente autonomía y espontaneidad, una no-planificación, pero una permanencia. No se proyecta, pasa. No tiene un lugar; tiene lugar. No es "sólida", ni eventual; es más bien cíclica, recurrente. A diferencia de otras manifestaciones urbanas, ésta tiene una gran memoria de lo propio como bagaje y de lo adquirido como potencial de futura renovación.
Una arquitectura expulsada y obligada a forzar permanentemente nuevos límites extramuros dentro de la propia ciudad, en nombre de extraños umbrales urbanísticos; aquella a la cual no se le reconoce urbanidad. Está referida casi directamente a la "contraciudad", a la otra cara de la ciudad habitualmente conocida y aprehendida. Lo curioso es que gran parte de la población mundial habita en estas arquitecturas nómadas en ciudades limítrofes de sí mismas…
Ecología urbana, el viaje de la ciudad (in)migrante.
La proliferación y difusión aparentemente indiscriminadas, sin lógica visible, de estos grupos y estas arquitecturas conforma una suerte de arquitectura y urbanismo nómadas, migratorios, que al igual que los extranjeros y los no-ciudadanos no consiguen integrarse, ni a duras penas, a la dinámica de la ciudad.
Esta desintegración, la imposibilidad de coexistencia y aceptación social, una mutua intolerancia e incomprensión, contribuyen en mucho a la fricción y a la "contaminación" urbana, a la degradación material y mental del paisaje urbano y de las condiciones de vida, desde higiénicas y sociales hasta estéticas. Sobra decir que los que resultan principalmente afectados son los propios no-ciudadanos, los excluidos o los no incluidos, doblemente víctimas de dos formas de un mismo perverso mecanismo…
La falta de carácter de esta arquitectura, pero también su prepotencia, su falta de urbanidad, su descuido, son claros síntomas de que mucho no anda bien. Y, a un tiempo, esa agresividad y esa potencia son buena parte de la energía de la ciudad; en estos ámbitos parece latir la ciudad. Muertos o adormecidos muchos de sus centros tradicionales u oficiales, estos espacios informales alternativos son reductos de vida urbana. Encuentros, negocios, juegos, contactos, ocurren de maneras más o menos espontáneas y muchas veces más efectivas, menos artificiales y artificiosas. Lugares donde no todo es consumo, sino más bien subsistencia; no entretenimiento, sino juego; no tanto formato, sino forma; no tanto contenedor, sino algo, al fin, de contenido… Lugares más que espacios, (un picado más que pokémon, en suma).
En un esquema urbano que reproduce bastante fielmente el estado de cosas de nuestras sociedades y economías neoliberales, la arquitectura nómada resulta al desarrollo urbano lo que los inmigrantes a la actividad económica: mano de obra barata, disponibilidad, las variables más variables de toda la estructura urbana: ocupan como pueden sus resquicios. Es la representación espacial de las válvulas de escape a través de las cuales se liberan las presiones y tensiones económicas y sociales (de allí el cuento de "villas de emergencia", y la brutal política de "ante la duda, eche -o golpee, o explote- a un extranjero", tan de moda por el primer mundo… y por los otros, de paso).
La arquitectura informal y nómada representa un eslabón importante en el ecosistema urbano -o peor, en la jungla de cemento. Cumple o puede cumplir funciones fundamentales en la renovación y el reciclaje de los espacios y las prácticas cotidianas. Por ejemplo, los "squatters", como factores no sólo de regeneración urbana y social sino como proceso arquitectónico y hasta filosófico, con ejemplos tanto en sentido positivo como negativo…
"(...) la ocupación representa más que una metodología arquitectónica, más que sólo una forma de vida, resistencia sociopolítica o vía de regeneración urbana (…) el squat es un lugar que tiene lugar en lo que la arquitectura fue y en lo que podría ser; es arquitectura constantemente al borde de la extinción, … es una promesa de lugar") [3]
"Absolutamente Moderno"
Mientras tanto, sería ésta una real "arquitectura flexible", la más aggiornada, hipermoderna, intercambiable, híbrida… y con todas las demás bondades que la vanguardia artística/arquitectónica/urbanística de hoy no puede, no sabe o no quiere encontrar, o que distorsiona para su conveniencia; en la que los conceptos/atributos de movilidad, flexibilidad y demás son un argumento, un (falso) discurso, o un pretexto; en resumen, el paradigma de nuestros tiempos…
"Es posible que en un futuro el mundo se avenga a reconocer los okupas de hoy como aquellos con una visión más ilustrada acerca de la frontera urbana" [4].
Quizás es ésta la movilidad real, la otra cara de la movilidad; cuando el término se asocia no al club de millaje y al jet-lag o a la tecnocracia de los intercambiadores, intermodales, celulares y portátiles de a bordo, sino al desarraigo, a la inestabilidad, a la incertidumbre permanente, a la imposibilidad de prever nada en absoluto, ni siquiera -y sobre todo-, nuestra existencia/subsistencia cotidiana…
Inquietudes Sueltas
Si la arquitectura y el urbanismo no pueden, ni con los viejos métodos ni con las nuevas fórmulas, ¿no será tiempo de empezar a (re)formularse las preguntas? ¿No estaremos desenfocando o equivocando el objeto? ¿Por qué seguir intentando sobre lo mismo, pero -y aquí reside la gran diferencia- sin esperanza?
¿Qué estamos buscando? Nos gobierna el descontento, nos domina esa vaga idea no de impotencia sino como de que "el problema" fuera inconmensurable, inabarcable desde el principio y por principio… Y al mismo tiempo, un irrefrenable deseo de acometer contra los molinos de viento; y, a diferencia del convencimiento y fe de Don Quijote, la incertidumbre y el desasosiego de no estar seguros de creer siquiera que no sean molinos…
¿Cómo resolver la intrínseca contradicción entre la condición efímera y volátil de nuestros tiempos con la propia condición perdurable de la arquitectura, si no su pretensión de eternidad, sin caer en banales y estériles analogías? ¿Cómo retomar, para un sistema cultural basado en la inercia y la pesadez, aquellas primitivas arquitecturas nómadas, temporales y flexibles…?
¿Cómo responder con diseño a esta condición, que tan particularmente elude conceptos tradicionales, que es tan difícil de aprehender? Más aún, ¿son sus espacios, sus formas -construidas o "institucionalizadas"- susceptibles de diseño? ¿Puede el diseño aportar algo en este campo? ¿O es que debe restringirse a un segmento más tipificable, más confiable, menos escurridizo…?
Mientras tanto, esta no-ciudad, la contraciudad es un fenómeno que en su esencia es la propia condición de transformación de la ciudad…
Notas:
[1] Estrofa de la canción "El pibe de los astilleros", del grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, de su disco "La Mosca y la Sopa", Del Cielito Records, Bs. As., 1991.
[2] Cfr. Rem Koolhaas, en Arquitectura Viva N° 74. Sept./Oct. 2000.
[3] Gil Doron, "Rethinking the squat", en Archis, N° 5, Dic. 2000.
[4] Nile Smith, "The New Urban Frontier", en Archis, N° 5, Dic. 2000.