Julio 27, 2005

Una noche a tu lado

Sentir sus manos acuñando las mías, transmitiendo amor y placer. En este contacto podíamos percibir todo el sentimiento que, durante el tiempo que convivimos juntos, pudimos compartir. Después, nuestras manos se atrevieron a entrar bajo las sábanas y, allí, encontraron el cuerpo amado. Ese cuerpo al que el amor hizo romper el hielo. El contacto de nuestra piel, que para otros significa una muestra de infidelidad, para nosotros era, en ese tiempo, un contacto con la vida porque nuestra unión lo había hecho brotar.

Entonces, empecé a hurgar bajo las sabanas entre esos vellos que tanto placer me habían dado. Toqué suavemente ese punto tan conocido que encendí tu pasión y vi en tus ojos ese brillo de complicidad que descubriste el día en que supiste que un amor como el nuestro era posible... Incrementé entonces el toque, que se iría convirtiendo, poco a poco, en un mensaje suave, relajante y a la vez, lleno de pasión. Vi nuevamente en tus ojos el destello que anunciaba el clímax. Después, deposite en tus labios un beso y nos separamos momentáneamente para cerrar nuestro cuarto apagando las luces.

Allí, en la penumbra de nuestro cuarto seguimos con nuestra fiebre amorosa,
recordando esta noche en que por fin aceptamos nuestra realidad, porque nuestros cuerpos y nuestros deseos sexuales son dignos motivos de alegría, y no una muestra de pecado o de un castigo, una oportunidad de placer y bienestar, disfrutando plenamente de cada momento de la vida. Recuerdo ahora ese momento, cuando después de tanto tiempo de llorar y lamentarnos, volvimos a renacer nuevamente.

Después de llorar juntos, nos abrazamos fuertemente uniendo nuestros labios. Sentí de nuevo como hundía en ellos mis lengua, que se convirtió en una
serpiente de placer y vitalidad. Luego recorrimos mutuamente nuestros cuerpos
ya sudorosos recogiendo el sabor ácido que la excitación deposita en nuestra
piel. Fuimos así girando hasta que cada una de nuestras bocas llego al centro de
placer del otro cuerpo y, aquí, recuerdo haber recorrido lentamente cada rizo que encontraba, haciendo surgir de ti sonidos de gozo, inundando nuestras bocas con mieles de placer.

Después, simultáneamente, recordamos que teníamos manos para, con ellas, llegar al placer máximo y, entonces, hicimos uso de ellas, recorriendo centímetro a centímetro tu cuerpo que vibrantemente respondía al tacto. Nuestras lenguas
volvieron a entrar en acción, ahora para murmurar frases entrecortadas que
incrementaban nuestra excitación y nos hicieron llegar a un orgasmo simultáneo en el que vaciamos toda nuestra ternura. Al final, ambos sonreímos... porque sabemos entregarnos sin reservas.

Cotilleado por NaTiLLiNaS a las Julio 27, 2005 05:21 PM
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