Hace años escuché a algún escritor decir que la inspiración nos tenía que tomar desprevenidos escribiendo; que una obra literaria era un 90% de trabajo y un 10% de inspiración.
Tambien decia el Maestro Sabines: escribir es hacerle el amor a una hoja de papel en blanco.
El punto es: qué nos excita tanto que nos incite a escribir como si nuestras manos fueran guiadas por otro ser y no por nosotros mismos; ese recibir un simple dictado de... algo?? alguien??
Lo sorprendente es que justamente en ello reside la capacidad del escritor; es la voluntad pura de manifestar nuestro pensamiento, aunada al hecho de dejar libres las manos y el sentimiento.
Empezar a trabajar... que la inspiración llegará sola, alli se sublima ese 10% que al final tomará el párrafo por completo como esperando robar el credito total al trabajo fecundo del autor.
Fecundo solo en el momento de toparse con la inspiración, ese porcentaje mínimo que da forma, sentido, espontaneidad, dulzura... que permea todo lo plasmado y lo que aún no pasa por nuestra mente para transformarlo en aquello que el lector disfruta o rechaza pero que ya lo ha hecho suyo y al convenir la emoción del lector con la intención del escribiente se crea una orgia de pensamientos que nunca ha de contenerse, siempre cambiante, evolucionando, despojándose de ataduras a cada momento.
Solo necesitaba empezar a escribir...
como lo hago cada día para tí.