Cronica 1 de Ojo feroz.
De como las cosas se ajustan a su determinado destino.
Su nombre era Luis, tenía un tumor que le tapaba la mitad de la cara. La primera vez que estuve en su casa, fue un día nublado en el que el calor se descara como bochorno. Era hijo único, su madre había dejado el trabajo de lavar ajeno para cuidarlo y no tenían dinero. Hice el reportaje pidiendo apoyo ecónomico para esta familia que vivía en un pequeño cuarto empotrado en una de las miserables colinas del rumbo de Santa Catalina en el oriente de la ciudad de México.
Recuerdo que Luis sonrió, el tumor apenas lo dejaba hacer alguna expresión.
Una mujer donó 2 mil pesos para ayudarles.
Cuando llevé el donativo encontré e varias personas saliendo del cuarto de Luis. Su madre me reconoció, me llevó hasta el ataud. Vi a Luis, apacible, la mejor ropa que le habían podido conseguir era una camiseta limpia. La ayuda que serviría para comprar medicamentos había llegado demasiado tarde.
Al lado de las flores había un bote de leche en polvo donde la gente coperaba para el funeral.
¿Cuanto falta para completar el entierro? le pregunté a la señora. Ella mirando las monedas de un peso que se acumulaban en el bote, me miró y dijo como quien no espera nada:
"Dos mil pesos".
Permanecí sentado en el borde de la banqueta, el funeral se llevó a cabo y me retiré antes de que llegará la carroza funeraria. Supe entonces que la ayuda a veces tiene un sabor amargo.
Escrito por Roberto el Mexicano a las Junio 11, 2004 08:08 PM