Ayer falleció José Luís Velasco, locutor de radio. No es que fuera muy conocido, yo lo escuchaba cuando podía y casi sin asiduidad, claro que un domingo a las seis de la mañana a ver quien pone la radio. Pero el caso es que este fin de semana pasado, tras la vuelta de las vacaciones, lo pude escuchar el sábado. Milagro, me dije, por fin podré escucharle en horario de trabajo, así no se me escapará. El caso es que era un tipo simpaticote, irónico, me caía bien como hacía su programa, relegado al ostracismo de las cinco o seis de la mañana de un fin de semana no podía lucirse mucho, pero parece que no le hacía falta, ayer me enteré que llevaba más de veintidós años en la radio. Que no, no era de hoy, su voz grave lo atestiguaba. Pero qué cojones, por fin lo iba a poder escuchar todas las semanas. “La Rosa de los Vientos” se ha mudado a los sábados (domingos) y domingos (lunes) por la madrugada, los programas de Radio 3, Videodrome, El Mono-Tematico, Especia Melange y “el de los libros” no volverán. Mundo Babel sigue exiliado a los domingos por la mañana y La Estación Azul hace tiempo que no la escucho. Es como si no se quisieran hacer buenos programas, variados, útiles. A José Luís Velasco, que dicho sea de paso, no recordaba con precisión su nombre (ya veis lo poco que pude escucharlo), le gustaba la música clásica y la zarzuela. La verdad es que cuando ponía algo se gustaba, se crecía, en su franja horaria, en su día, era el dueño, y esas melodías ayudaban a “cambiar el chip”, todo ese contraste resultaba refrescante.
Cuando creía que por fin iba a poder escuchar su programa todas las semanas, cuando estaba a la vuelta de la esquina el viernes, se nos va y nos deja solos. A algunos, sus seres queridos, más que a otros que, como es normal, a rey muerto rey puesto. La vida sigue y un día nos da una de cal y otra de sal, nunca tendremos razones para estar completamente felices, pero tampoco las tendremos para estar completamente tristes, y supongo que eso es algo de lo que debemos alegrarnos.