El Rincón del Oimado

¿Vacíos o la esencia? Tú eliges

La primavera está al caer. Ya se siente su cercanía, el cambio que ha sufrido tiempo da fe de ello y no sólo el tiempo.
Sin embargo su entrada anual está resultando algo extraña, digamos melancólica. El cielo algo nublado por estos lares y la cercanía del aniversario del atentado del 11M contribuyen a que esta sea la sensación que tengo. Pero luego paseo por las calles de la fallera ciudad y veo que el trajín sigue igual, que la gente se mueve con las mismas prisas de siempre, si no más, y que todo ese torbellino sigue arrastrándote con la misma fuerza. Y sin embargo había unas pocas velas en la estación de RENFE, pocas pero suficientes para mantener el recuerdo vivo.
Pero no creo que sea tan solo por estas razones por lo que la primavera entra con un aire melancólico, triste, vacío. En lugar de llenar deja una sensación de vacío unos huecos en el alma que piden a gritos ser llenados. Y tú te das la vuelta, miras alrededor y te preguntas: ¿con qué?
Y es que la sensación de que estás quemando el último cartucho, que solo te queda la bala de la recámara y los zombis que no paran de salir, reina haciendo de estos sus dominios.

Pero no se me rallen ustedes, a lo que vamos es a la primavera así que mejor la disfrutamos que con el calor la cerveza se agradece más. Pero no es lo único que se agradece…

Abro la puerta y te has dormido encima de la cama, la primavera está cerca, las noches no son frías. Te cojo en mis brazos y tú te cuelgas de mi cuello. Despiertas y me das un dulce beso mientras buscas con la mano otro lugar que besar. No, con delicadeza pero firme en mi decisión bloqueo su descenso y acompaño tu cuerpo de nuevo a la cama. Disculpo mi descortesía con otro beso, dulce suave, cariñoso. Con cuidado te quito el suéter y me deshago de tu sujetador. ¿Hace frío? Recorro tu cuello a besos y dejo que bajen hacia tu espalda. Tú te recuestas. Sé lo que te gusta. Cada beso será una estrella en el cielo de tu espalda. El firmamento perfecto. Deshago el camino y lo vuelvo a hacer de nuevo con mis manos. Suave y fuerte, leves roces de firmeza que dan más calor al calor. ¿Son mis manos las de un dios inexperto que intenta moldear el cosmos de una joven galaxia? No, no puede ser, pues aunque sea yo el que opera en ella no soy el que lo forja sino el que es forjado. Y con cada paso que doy mi ser se completa y me fundo en ti. El cielo es vasto e infinito. Desciendo más y tus pantalones bloquean mi paso entorpeciendo mi tarea. La respiración se acelera ante la tarea que tengo que llevar a cabo. ¿Hace calor? Te das la vuelta descubriendo tus dulces senos y mi boca flota hacia tu boca. Me detengo a unos escasos centímetros retrasando la llegada del beso perpetuamos su placer, nuestros alientos se encuentran y nuestros ojos se miran fijamente. Cuando los labios se tocan el tiempo se detiene, Cronos ha muerto y para nosotros no existe más dios que Eros. Beso boca y mejillas, susurro palabras de amor y obscenidades de deseo a tus oídos y recorro con mi aliento tu cuello dejando caer más besos por el camino. Te estremeces de placer y llevo mis manos a tus costados. Con mis labios y mi lengua voy trazando una carretera que baja serpenteando a través de tus pechos y en un momento solo se oye el sonido de nuestras respiraciones aceleradas. Amaso con suavidad tus senos y acerco peligrosamente mi boca a tu obligo. Ahí se detiene esperando pacientemente a las manos que recorren a caricias todo tu cuerpo. Ha llegado la hora, y con tu ayuda me deshago del último obstáculo, los pantalones yacen ahora en el suelo, queda como testigo del pecado la última de tus prendas íntimas. Acaricio tus piernas y las beso subo y bajo, y de nuevo vuelvo al ombligo pero desciendo acercándome peligrosamente al monte de Venus. Tiro lentamente de tus bragas, despacio sin prisas, y mi respiración me traiciona. Lentamente…

- ¡¡¡¡Niño, que hase tú ahí cara lordenadol!!!!
- Leches, se “jodió” el cuento 8P.